Analizar para conocer y conservar Actualmente son muchos los métodos científicos y técnicas de laboratorio que proveen de una relevante información para la conservación de los bienes culturales. Por ello, los estudios previos de carácter científico, así como las propuestas de conservación preventiva a medio y largo plazo, forman parte de todo proyecto riguroso de intervención y constituyen una importante fuente de información para los responsables técnicos de cada actuación. La estructura y naturaleza de los materiales a estudiar, su función, su situación física y geográfica y su estado de conservación, son los que determinan las pautas a seguir para emprender, interpretar y proyectar un adecuado programa técnico. Del estudio de los materiales y del diagnóstico de alteraciones por métodos científicos, se derivan los tratamientos y condiciones de conservación. La ausencia de consideración de todos estos aspectos, particularmente en el caso de los retablos dada su complejidad, desemboca en proyectos que no resuelven la conservación del bien y que se revisten de un carácter de inmediatez nada deseable para nuestro patrimonio. Un factor determinante a tener en cuenta en el estudio técnico de un retablo es su ubicación geográfica. Ese carácter combinado de «obra arquitectónica», según el DRAE, y de bien mueble, da cuenta de su naturaleza dual entre una materialmente posible movilidad y una deseable teórica inmovilidad frente a un proyecto de intervención. Por ello, su relación con el inmueble que lo acoge es especialmente relevante. El estudio del edificio, de su estructura y características constructivas, cerramientos y huecos, cubiertas, edificios colindantes y todos los demás aspectos arquitectónicos que intervienen en las condiciones de conservación del inmueble, son imprescindibles para el diagnóstico y la toma de decisión de los tratamientos, mejoras de la conservación preventiva y durabilidad del proyecto. Por ello, identificar los agentes de deterioro existentes, como pueden ser vías de acceso de insectos o pequeños mamíferos, un grado de incidencia de luz natural agresivo dependiendo de las condiciones climáticas del lugar y de su orientación, fuentes de humedad o calor, entre otros, permite optimizar sensiblemente los resultados. El gran formato de los retablos aporta también un grado de dificultad. Los cambios de humedad entre suelo, parte media y techo provocan diferentes deterioros en cada zona que hay que considerar separadamente. La falta de ventilación que suele sufrir la parte trasera del retablo, en contacto con el muro, aumenta el riesgo de deterioro por acumulación de suciedad y exceso de humedad. A su vez, diferentes tipos de xilófagos anidan en cada 165 una de estas zonas. La diversidad y heterogeneidad de los materiales, ya sean originales o añadidos a lo largo del tiempo, necesitan de consideración particular en cada caso y de un estudio específico. A todos estos diagnósticos de deterioro hay que unir, para el diseño de un adecuado tratamiento, la dificultad del control microclimático o la aplicación de métodos de desinsectación en un gran formato. Los retablos son además parte integrante de un lugar de culto religioso con el que es necesario compatibilizar su preservación. Producto de esto es el uso de jarrones húmedos con flores, velas o elementos añadidos de iluminación artificial generalmente difíciles de hacer coincidir con los preceptos teóricos de conservación de los bienes culturales. Igualmente, las oscilaciones de humedad y temperatura producidas por la calefacción que progresivamente se ha ido instalando en las iglesias donde, por lo general, se encuentran los retablos, han incidido negativamente en su conservación. Su utilización puntual en momentos de acceso público al edificio produce picos de condiciones ambientales y, con ello, las consecuentes contracciones y dilataciones de diferente magnitud en cada material. En el caso de retablos, es habitual encontrar diferentes tipos de maderas, elementos metálicos, zonas encastradas en muros y, por supuesto, todos los materiales de recubrimiento pictórico de naturaleza orgánica e inorgánica, todos ellos con diferentes coeficientes de dilatación. 166 El desconocimiento puede llevar a adoptar decisiones que no pueden merecer la consideración de solución en el ámbito de la protección del patrimonio cultural. Por ejemplo, la sustitución de elementos estructurales de madera por metálicos, además de ser antiestético, provoca comportamientos diferentes frente a variaciones de humedad y temperatura y contribuye a la corrosión metálica y al deterioro de la madera, por lo que es una decisión bastante cuestionable desde el punto de vista metodológico en lo que a conservación se refiere. Lo mismo ocurre con manipulaciones, desmontajes y traslados posteriores a la intervención, o nuevos proyectos de restauración a corto plazo. Todas estas circunstancias deben ir sólidamente respaldadas por un estudio que demuestre la imposibilidad de otras soluciones. Otra de las contribuciones necesarias de los estudios científicos a la conservación es el análisis de los materiales constituyentes. En retablos se combinan estudios de las tablas y de la escultura que conforman el conjunto. La identificación de la composición original del aparejo, las capas de pintura y la policromía, así como la identificación de añadidos y repintes posteriores, ofrecen una rica información tanto para el restaurador como para el historiador del arte. Las técnicas al uso permiten obtener una exhaustiva información a partir de la toma de micromuestras. Existen también posibilidades con técnicas que no necesitan de toma de muestra, desde la más conocida fluorescencia de rayos X –XRF– hasta los modernos aceleradores que per- miten mediante espectrometría de retrodispersión Rutherford –RBS– y emisión de rayos X inducida por protones –PIXE–, técnicas que se van implantando y adaptando progresivamente a utilidades de arqueometría. En ocasiones puntuales, la fluorescencia sería aplicable al estudio de retablos dado su gran tamaño y la posibilidad que supone obtener de forma inmediata, mediante barridos generales, unos primeros datos. Las técnicas asociadas a aceleradores no son de aplicabilidad por la necesidad de trasladar la pieza al centro donde éste se ubica, lo que implica desmontajes y movimientos siempre indeseables en retablos. Por ello, y dada la magnitud física del bien que tratamos, una adecuada toma de micromuestras provee de una exhaustiva información mediante microscopía óptica de transmisión y reflexión, tests microquímicos, espectrometría de infrarrojos por transformada de Fourier, diferentes técnicas cromatográficas y microscopía electrónica. Los resultados hallados con estas técnicas no son mejorables en contenido por aquellas otras sin toma de muestra, que, sin embargo, ofrecen muy interesantes aplicaciones en otro tipo de materiales y formatos. La exposición de retablos a fuentes de longitud de onda diversa aporta también una interesante información. En el caso de retablos, la utilización de luz visible, rasante, ultravioleta e infrarroja informa sobre el estado de conservación, estructura, dibujo y, con ello, sobre la calidad, la técnica, posibles desacuerdos entre pintura y dibujo, rectificaciones, reutilizaciones, datos todos ellos a tener en cuenta en intervenciones de restauración y estudios históricos. La naturaleza arquitectónica del retablo y la necesaria insistencia en no desmontarlo por razones de conservación condiciona, una vez más, que sí sea posible la utilización de técnicas con equipos portátiles para trabajo en andamio, mientras que no se realicen estudios con otras fuentes electromagnéticas que necesitan de instalaciones de seguridad y espacio, condiciones que no reúnen estos bienes. Por ello, la radiografía no se realiza salvo en casos muy concretos en los que la ubicación lo permite o en desmontajes imposibles de evitar. Cuando esto es así, además de la información que provee esta técnica sobre, por ejemplo, reutilizaciones, arrepentimientos y añadidos, ofrece la posibilidad de situar ensambles y estructuras, fisuras o biodeterioro que proporcionan datos relevantes para el restaurador. El último aspecto técnico que suele abordarse en un proyecto de conservación es la iluminación. De un buen proyecto de iluminación dependen la posibilidad de percepción por el espectador de una gran obra de arte en toda su magnitud y un adecuado proyecto que compatibilice la incidencia de la luz, posible fuente de deterioro, con la conservación. El valor del factor de iluminación natural, el índice de reproducción cromático y la temperatura de color de la fuente de iluminación artificial elegida en cada caso y su ubicación física son las cuestiones que debe resolver un buen proyecto de iluminación, en consonancia con la significación artística de los elementos que forman el retablo, su estructura y su contenido iconográfico. 167 Todos los estudios científicos y técnicos mencionados están al servicio de cada proyecto de conservación de un retablo que se desarrolla en el IPHE. Las unidades de biodeterioro, conservación preventiva, estudios físicos y análisis de materiales del departamento científico de conservación del centro tienen ya una larga experiencia actualizada y mejorada constantemente por los proyectos de investigación, los convenios con otros centros y la innovación en equipamiento y tecnología. De todos ellos, aparecen mencionados de forma más exhaustiva los métodos de análisis de materiales y de diagnóstico y tratamiento del biodeterioro, como muestra de las posibilidades, capacidades y proyectos científicos para la conservación de los retablos. 168