Este mes en la historia constitucional (Diciembre) En el mes de diciembre de hace 99 años sesionaba en el Teatro Iturbide de la capital del Estado de Querétaro -escenario de históricas deliberaciones del Congreso en 1847 cuando la Guerra contra los Estados Unidos de América y para decidir el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo-, el Congreso Constituyente convocado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Don Venustiano Carranza el 14 de septiembre de 1916. Atrás estaban la defensa de las instituciones ante el asesinato del Presidente Francisco I. Madero y el Vicepresidente José María Pino Suárez, la derrota del usurpador Victoriano Huerta y el fracaso de la Convención de Aguascalientes. Las ideas revolucionarias en materia agraria y laboral; las ideas nacionalistas liberales del recorrido del Siglo XIX por las intervenciones y el poderío del clero católico, y la idea de que el desequilibrio entre el Legislativo y Ejecutivo de la Constitución de 1857 había sido la causa eficiente de la dictadura, habían germinado en la demanda de una nueva Constitución. El 22 de octubre de 1916 se celebraron los comicios para elegir a los constituyentes; con base en la demarcación de los distritos electorales federales, se votaría por 244 diputados (un constituyente por cada 60,000 habitantes o fracción mayor a los 20,000 habitantes, conforme al censo de 1910). En esa fecha resultaron electos 216 miembros de la magna asamblea convocada para reformar la Constitución Federal de 1857, a partir del proyecto que presentaría el Primer Jefe. Reunidos los diputados electos durante sus sesiones preparatorias en la Academia de Bellas Artes de Querétaro con la asistencia de 151 de ellos con elección declarada válida en la fase del Colegio Electoral a las 3.50 pm del 1 de diciembre de 1916 en el hoy Teatro de la República, dieron inicio a la primera sesión del Congreso Constituyente. Habían electo a Luis Manuel Rojas, abogado y periodista jalisciense de 46 años de edad, para presidir los debates; un renovador que como diputado a la Legislatura disuelta por Huerta se había opuesto a las renuncias de Madero y Pino Suárez a sus cargos, otrora Director de la Biblioteca Nacional y coautor con José Natividad Macías (abogado guanajuatense) del proyecto de Constitución reformada que presentaría Carranza. Tenían la encomienda de debatir y aprobar las modificaciones al texto liberal de 1857 en un plazo perentorio: del 1 de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1917. Había razón para esa aspiración. Conformaban la asamblea de la Revolución triunfante y se encargarían de llevar a la Ley Fundamental los postulados del movimiento en el cual convergían y se identificaban. Para ello, celebraron 66 sesiones ordinarias -entre el 2 de diciembre y el 28 de enero- y una sesión permanente del 29 al 31 de enero de 1917. Sin embargo, la presunción de que las deliberaciones serían tan solo una manifestación de la identidad de los revolucionarios victoriosos no se concretaría en los hechos. Si desde las juntas preparatorias se cuestionó la legitimidad revolucionaria y lealtad al movimiento de varios diputados constituyentes electos, como los “renovadores” de la XXVI Legislatura -la disuelta por Huerta el 10 de octubre de 1913-, entre quienes figuraban los citados Luis Manuel Rojas y José Natividad Macías, Félix Palavicini (Distrito Federal), Alfonso Cravioto (Hidalgo), Crisóforo Rivera Cabrera (Oaxaca) y Antonio Ancona (Yucatán), o el Noveno Distrito de Puebla entre Francisco Jiménez O´Farrill y Epigmenio A. Martínez, los miembros del Congreso se hallaban imbuidos por un compromiso propio y transversal en lo colectivo: las reivindicaciones populares hechas manifiestas durante la lucha armada. Si la Constitución de 1857 fue el resultado del triunfo de las ideas liberales y se generó la Guerra de Reforma para sostenerla y aplicarla, la reforma planteada por el Primer Jefe debía ser el ámbito para recibir las transformaciones sociales de la Revolución. Así, las limitaciones del proyecto de Carranza se hicieron evidentes el propio 1 de diciembre de hace casi un siglo y el Congreso Constituyente tendría la tarea de enmendarlo. No sólo incorporar al texto constitucional las reivindicaciones políticas de la no reelección, la reducción de los mandatos constitucionales de elección popular, el municipio libre o una separación de poderes que limitara la injerencia del Legislativo en las tareas del Ejecutivo, sino enriquecer la Norma Suprema con los postulados nacionalistas y sociales más profundos: el dominio directo sobre los recursos naturales de la Nación; la distribución de la tierra entre los campesinos; y los derechos de los trabajadores y protección estatal de los mismos. En esas sesiones del Congreso Constituyente sus miembros hacían la revolución dentro de la Revolución para edificar el Estado Mexicano, sobre cimientos conocidos y basamentos nuevos. Así nacía el Constitucionalismo Social.1 México, D. F., a 20 de diciembre de 2015. 1 Información sobre las sesiones del Congreso Constituyente consultada en Niemeyer, E.V., Jr., Revolution at Queretaro, The University of Texas Press, 1974, 297 págs.