de nuestros mares - Fundación Cethus

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zoología
foto: Gigantes Marinos, serie emitida por Discovery Channel
Ballena franca austral
soberana
de nuestros mares
llega a medir hasta 16 metros de longitud y habita una franja oceánica que va
desde los 20 hasta los 70 grados de latitud sur. En los inviernos, este animal migra hasta aguas costeras de la Argentina, Sudáfrica y Nueva Zelanda, para reproducirse. En el
verano, nada hasta mares subantárticos en busca de alimentos. por Carlos W. Albertoni
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programa especial
El hábitat y el comportamiento
de la ballena franca austral
son objeto de numerosos
estudios científicos. En la
Argentina, la Fundación
Cethus lleva adelante un
programa especial dedicado
al seguimiento de esta especie.
La imagen corresponde a la
serie Gigantes marinos, emitida
por Discovery Channel.
ENTRE LAS COSTAS DE ÁFRICA Y DE la argentina
Las costas de Sudáfrica cercanas a Ciudad del Cabo
y Port Elizabeth son otros de los sitios escogidos por la
ballena franca austral para formar colonias de reproducción. Cerca del 20 por ciento de la población actual
llega durante el invierno austral a las aguas que rodean
la península Valdés, en la Argentina. Se quedan allí para
reproducirse hasta comienzos de diciembre.
un salto reparador
Los saltos son uno de los movimientos
característicos de la especie. Se cree que
los realiza esencialmente para quitarse
los parásitos externos.
E
s verano, pero el viento frío lastima el rostro. En la isla Marambio, al noroeste de
la península antártica, las temperaturas
casi nunca dejan de ser extremas, incluso en los
meses más benignos en los que el sol alumbra
buena parte del día. Luchando contra el clima,
los cuatro paleontólogos han explorado durante
cientos de horas en ese sitio al que denominan
La Meseta, muy próximo a las costas que dan
al gélido mar de Weddell. Son dos argentinos
y dos suecos, integrantes de una campaña que
busca fósiles de mamíferos marinos de entre
treinta y cincuenta millones de años de antigüedad. Han trabajado sin descanso, conteniendo
las ansiedades propias de toda búsqueda y ajenos a las inclemencias de una geografía inhóspita. Por eso, el encuentro de esos restos los
reconforta como si de un milagro se tratara. En
medio de las nieves y los hielos eternos de la Antártida acaban de hallar el fósil de un arqueoceto, una ballena primitiva de 49 millones de años
de antigüedad de la que se supone se originaron
todos los cetáceos actuales. Denominado científicamente Basilosauridaeo, esta antigua especie
marina es el eslabón que conecta el pasado y el
presente de las ballenas y otros tantos animales
oceánicos de características similares.
“El hallazgo reviste una enorme importancia”, señalan en el Instituto Antártico Argentino, al que pertenece el paleontólogo Marcelo
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Reguero, uno de los científicos que participaron
de la campaña en la isla Marambio, junto con la
también argentina Claudia Tambussi y los suecos Thomas Mors y Jonas Hagstrom. La evolución de las especies, su adaptación al medio y
los cambios producidos en la estructura física
y las conductas como producto de esa adaptación han sido y siguen siendo un largo laberinto
La especie estuvo al borde
de la extinción al finalizar
el siglo XIX, debido a su caza
indiscriminada
malas vecinAs
Las gaviotas suelen hostigar
a las ballenas francas, en especial en las aguas cercanas
a las costas de la península
Valdés. Diferentes grupos conservacionistas han intentado
sin éxito evitar este castigo.
por desandar para la ciencia. El fósil de este arqueoceto arroja ahora algo más de luz sobre la
evolución específica de los cetáceos. Además, el
ámbito geográfico en el que fueron hallados los
restos se conecta directamente con la forma de
vida de muchas de las ballenas de la actualidad,
ya que se sabe que varias especies de estos grandes cetáceos se alimentan en los meses estivales en las aguas antárticas y subantárticas. “Las
aguas que rodean a la Antártida son muy ricas
en krill, un pequeño camarón que constituye la
base irremplazable de alimentación de las ballenas”, señala Jimena Belgrano, investigadora
de la Fundación Cethus. Dedicada al estudio de
los cetáceos, Belgrano es uno de los motores
principales del Proyecto Ballena Franca Austral, que lleva adelante la fundación desde hace
más de una década con el objetivo de estudiar
los comportamientos y determinar el hábitat de
esta especie de ballena que se encuentra en una
amplia franja que va desde los 20° hasta los 70°
de latitud sur en los océanos Atlántico, Pacífico
e Índico. Como todas las grandes ballenas, la especie Franca Austral realiza migraciones anuales relacionadas con su alimentación que la llevan hasta las aguas subantárticas y antárticas
que poseen una enorme concentración de krill.
Allí llegan poco antes de comenzar el verano y
se van al finalizar esa estación, para regresar a
zonas más septentrionales donde se reproduci-
rán mayoritariamente durante el invierno y la
primavera. “La migración relacionada con la
alimentación se denomina migración trófica,
mientras que la vinculada a la reproducción se
llama simplemente migración reproductiva. Se
sabe con exactitud que una de las principales
zonas de reproducción de la ballena franca austral es la península Valdés, en las costas argentinas de la provincia del Chubut. Allí, los primeros individuos llegan poco antes de comenzar el
invierno y los últimos se van casi al terminar la
primavera, durante el mes de diciembre”, indica Jimena Belgrano, quien explica que las certezas que se tienen sobre las áreas de reproducción no son las mismas con las que se cuenta a
la hora de precisar las zonas de alimentación.
“El lugar exacto al que las ballenas llegan para alimentarse es aún imposible de determinar
con justeza, aunque se sabe sin lugar a dudas
que la ruta migratoria las conduce hasta las
aguas que rodean el continente antártico. De los
La ballena franca austral
puede llegar a medir 16
metros y pesar 50 toneladas
en su adultez
ballena primitiva
Así habría sido el arqueoceto que vivió en la
Antártida hace 49 millones de años. El hallazgo
de sus restos es de suma importancia, ya que
representa el registro más primitivo del grupo que
dio origen a las ballenas modernas y delfines.
estudios que hemos realizado en la fundación
surge que la zona del Cabo Vírgenes, al sur de
la provincia de Santa Cruz, sería un área de importancia en el camino migratorio de la ballena
franca austral desde la península Valdés hacia
la Antártida. En Cabo Vírgenes hemos avistado
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infografía
infografía : sebastian melchor
gigante de los
mares australes
con las barbas en remojo
Una ballena franca abre su
boca, tras emerger de aguas
cercanas a las costas de
Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
El animal posee más de 250
barbas córneas de casi tres
metros de largo llamadas
baleen, que funcionan
como enormes coladores y
le permiten filtrar el agua y
retener el krill en el momento de
alimentarse.
la ballena franca austral especialmente en los
meses de verano y otoño, lo que coincide con la
época en que estas estarían migrando. Incluso,
se ha comprobado que en las aguas que rodean
al Cabo Vírgenes, las ballenas también se alimentan mientras siguen su ruta hacia el Sur,
lo que demuestra que la alimentación no solo
se da en el final del recorrido migratorio, sino
también en las aguas de la ruta que cuenten con
alimento adecuado”, precisa Belgrano.
Extinción y conservación
Si bien en la actualidad es una especie que
no se encuentra en peligro de extinción, la ballena franca austral estuvo cerca de desaparecer en los finales del siglo XIX, cuando su
población se redujo más de un 90 por ciento
a causa de la caza indiscriminada. Su extrema lentitud, el alto rendimiento traducido en
cuarenta barriles de aceite por especie capturada y el hecho de que su cuerpo flotara tras
ser muerta, convirtieron a esta ballena en un
objetivo ideal para los cazadores. “En inglés,
el nombre de esta especie es right whale, que
quiere decir la ballena correcta. Este nombre
alude justamente a que era esta la ballena
perfecta para ser cazada”, explica Jimena Bel-
Las aguas antárticas y
subantárticas en donde se
alimenta poseen una enorme
concentración de krill
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grano, quien agrega que el fin de la caza de la
ballena permitió una lenta recuperación de la
especie, que en la actualidad alcanza una población total cercana a los 8.000 individuos,
de los cuales una cuarta parte llega a reproducirse a las aguas que rodean a la península
Valdés. “Eso demuestra la importancia de esa
zona en la conservación de la ballena franca
austral, que desde hace casi treinta años es
no solo una especie protegida en la Argentina,
sino que ha sido declarada Monumento Natural del país”, enfatiza Belgrano.
De gran tamaño, la ballena franca austral
suele alcanzar una longitud de 16 metros y
pesar hasta 50 toneladas. Su fisonomía está
caracterizada por la ausencia de aleta dorsal y
una serie de callosidades de más de cinco centímetros de espesor, distribuidas sobre su lomo
y a los costados de la cabeza, que poseen un
color blancuzco que contrasta notablemente
con su piel negra. Esta coloración está dada
por la proliferación en estas zonas callosas de
unos pequeños crustáceos llamados ciamidos,
que se adhieren al epitelio de la ballena. “Estas
callosidades sirven para identificar a cada ballena, como si fueran huellas dactilares”, señala
Jimena Belgrano, que explica que la callosidad
más voluminosa suele estar ubicada “muy cerca
del hocico del animal”.
Su cabeza ocupa la cuarta parte de la longitud total del cuerpo y su mandíbula superior
sostiene más de 250 barbas córneas de casi
tres metros de largo llamadas baleen, nombre
del que proviene la palabra ballena. Estas largas barbas córneas funcionan como enormes
coladores que le permiten filtrar el agua y retener el krill en el momento de alimentarse.
Además, cuenta con un par de espiráculos a
través de los cuales expulsa el aire después de
una inmersión. “Al hacer el resoplido, se forma
una V que es una característica propia de la especie. El chorro expulsado es como una nube
de vapor que puede alcanzar los cinco metros
de altura”, explica la investigadora argentina.
Otro detalle que distingue a esta ballena
son algunos de sus movimientos, en especial
los saltos a los que algunos asocian con la
necesidad del animal de quitarse los parásitos
externos y alejar a otras especies hostigadoras,
como las gaviotas o los lobos marinos. Sin
embargo, no hay ningún comportamiento que
resulte tan inequívocamente característico
de la especie como el de dejar la cola fuera
del agua, en forma vertical. “Es como una
postal, una imagen por la que la gente suele
identificar a esta ballena y que es también un
símbolo de los avistamientos que se hacen
en la Argentina y también en Sudáfrica, en
Nueva Zelanda y otros lugares del mundo.
Si bien no se sabe exactamente la razón de
este proceder, la mayoría de los estudiosos
cree que este animal intenta perder calor
corporal al levantar su cola”, indica Belgrano.
Ella, como aquellos paleontólogos de la
isla Marambio, busca y encuentra, se hace
preguntas y ensaya respuestas. Para la
ciencia, para los investigadores, el pasado y
el presente guardan aún más misterios que
certezas. Arqueocetos y ballenas francas
australes, parte del mismo laberinto.
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