Semana #22 Relación espiritual Maestro

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Semana #22
Relación espiritual Maestro-discípulo
Etapas de la relación Gurú/discípulo
Sant Darshan Singh Ji Maharaj
La necesidad de un Maestro espiritual es esencial en las enseñanzas de Sant Mat. De hecho, la palabra
«Sant» quiere decir «Santo» o «Maestro», y «Mat» quiere decir «sendero». Por lo tanto este es el
sendero de los Santos. Al tiempo que honramos la vida y el trabajo de los Maestros en todas las
tradiciones y tiempos, Sant Mat resalta la importancia de los Maestro vivientes, quienes han alcanzado
el más alto nivel en su evolución espiritual, la de fundir sus almas en Dios, y pueden ayudar a otros a
lograr lo mismo. La relación espiritual entre el Maestro y el discípulo tiene muchas dimensiones, tanto
externas como internas. Al nivel externo, nosotros, como seres humanos, necesitamos una relación con
otro ser humano – un Maestro viviente – para educarnos y apoyarnos a medida que avanzamos en el
sendero espiritual. La forma física del Maestro se convierte en nuestro amigo, nuestro consejero y
guía. Pero el sendero espiritual es un sendero interno; e incluso la relación externa entre el Maestro y
el discípulo, que es tan satisfactoria emocional e intelectualmente, no se limita a la forma humana. No
es un fin en sí mismo. Como solía decir Sant Kirpal Singh Ji, esta relación comienza en el cuerpo pero
termina en el alma. La relación externa que tenemos con el Maestro tiene que ver totalmente con la
formación y el apoyo en nuestro trabajo interno, para poder trascender la conciencia física, ir a nuestro
interior, y reconocer lo que en verdad somos—almas, gotas de la divinidad. En esta lectura de Sant
Darshan Singh Ji, el Maestro divide la relación Maestro-discípulo en tres etapas diferentes.
Sant Darshan Singh Ji Maharaj
En el ámbito externo, o mundano, nos referimos al Maestro como Gurú. Él nos atrae hacia él mismo a
través del amor infinito. Nos explica la teoría, nos ayuda a resolver nuestras dudas y a responder
nuestras inquietudes. Nos aconseja y nos proporciona guía, incluso en nuestros problemas del mundo.
Pero lo que es más importante, es que nos enseña a cómo elevarnos por encima de la conciencia del
cuerpo e ir internamente. Él nos proporciona un vinculo con el poder del Naam, y bajo su guía
aprendemos a morir en vida.
Una vez hemos aprendido a viajar internamente y trascendemos la conciencia del cuerpo, entramos a
los reinos internos. Al cruzar las estrellas, la luna y el sol internos, llegamos cara a cara con la forma
radiante del Maestro. En ese punto del desarrollo, entramos a una nueva relación con el Maestro. Esta
es la segunda etapa en la Maestría. Ahora pensamos en Él como el Gurudev. Su forma es más bella y
más resplandeciente que la forma que conocemos en este mundo físico. Él nos lleva bajo sus alas y nos
ayuda a trascender etapa por etapa, no sólo el plano físico, sino también el astral y el causal. Nos lleva
a un estado más allá de estos tres mundos, en donde el alma se muestra purificada por completo
dejando atrás toda traza de mente y de materia.
***
Este es el estado que alcanzamos cuando trascendemos los planos físico, astral y causal. El Maestro
ahora se convierte en Shabd Swaroop o el Verbo personificado. Él, primero nos absorbe en sí mismo
para que seamos indivisibles de Él, y luego nos lleva aún más alto, hasta llegar cara a cara con el
Creador. En esta etapa no hay ni uno, ni dos, ni tres. El alma, el Maestro y el Creador son todos uno y
no existe la conciencia de identidades separadas. Es un estado más allá de cualquier descripción. En las
últimas etapas, cuando el alma ya ha sido limpiada de todas las impurezas de mente y materia, el Gurú
o Maestro es por ultimo reconocido como uno con la Verdad e inseparable del Señor mismo. Esta es la
tercera etapa de la Maestría. Él es visto como el Satgurú, el verdadero Maestro, como Aquel que es
indistinguible del Principio Primario. Tal es la grandeza en verdad del Satgurú, el verdadero Maestro,
que nos da el regalo del Naam, y con ese regalo, nos da el impulso de la Vida Eterna. §
El cuidado del Maestro
Sant Kirpal Singh Ji Maharaj.
Introducción:
Existen tres niveles en la relación espiritual con un Maestro: El primero, con la forma física del
Maestro como nuestro profesor y guía, a través de quien aprendemos la técnica de la meditación y
como llevar una vida espiritual, lo que nos ayuda a trascender la conciencia del cuerpo. Segundo, con
el Maestro como nuestro Gurudev, o su forma radiante interna, que al trascender la conciencia del
cuerpo sale a nuestro encuentro y nos guía a través de los planos espirituales. Por último, con el
Maestro como Satguru—o la Verdad misma, como el Poder de Dios no manifestado, que es nuestro
Verdadero Hogar. En la siguiente lectura el Maestro Kirpal Singh Ji describe el primer nivel de esta
relación.
Sant Kirpal Singh Ji Maharaj.
La relación entre el Maestro y el discípulo es de carácter único, y no le encontraremos paralelo en la
tierra. Empero, los Santos han tratado de hacernos comprender algo de ello. Mientras que todas las
conexiones y ataduras mundanas están más o menos manchadas de egoísmo, la relación Maestro discípulo es claramente de amor desinteresado.
Apenas por analogía, podemos pensar en el amor de una madre por su hijo. Una criatura al nacer es
sólo una masa desvalida de carne tierna y huesos. No puede expresarse ni exteriorizar sus necesidades,
tampoco puede cuidarse, pero su madre protege tiernamente a ese pedacito de humanidad. Ella atiende
cada una de sus necesidades y procura su comodidad. En su felicidad reposa la felicidad de la madre, y
con sus tristezas ella se siente angustiada. Día y noche trabaja sin cansancio por el bienestar de la
criatura y no existe privación demasiado grande para ella. Se sacrifica para que su pequeñín tenga todo
lo que ella le pueda proporcionar, e incluso está dispuesta a darle su vida.
Conforme va creciendo, el niño empieza a embeberse en el amor de su madre. Los bondadosos rayos
de amor pasan de unos ojos a otros. En un lenguaje mudo él empieza su primera lección de amor.
Gradualmente se le enseña al pequeñín a hablar, primero en sílabas entrecortadas, y el deleite de la
madre no conoce límites al ver coronados sus esfuerzos, hasta que crece lo suficiente como para
cuidarse solo.
Exactamente de la misma forma, cuando un Maestro acepta a una persona, ésta, por decirlo así, nace
por segunda vez en la casa del Maestro. Llega al rebaño del Maestro llena de apegos mundanos y
teñido fuertemente con las tonalidades más oscuras de la mente y la materia. Está tan identificada con
su cuerpo y las relaciones corporales que le es imposible pensar que es algo distinto a ellos.
Con toda su sabiduría mundana, por mucha riqueza, nombre y fama que pueda tener, está vacío en
cuestiones espirituales. Por haber vivido toda su vida en el plano sensual, no es consciente de nada que
no sean el placer de los sentidos, lo cual es todo para él.
Al nacer en la casa del Maestro, Él toma sobre Sí una inmensa carga de responsabilidad. Con
instrucciones y atención individuales, gradualmente separa al alma, jiva, de los placeres de los
sentidos. Le dice al discípulo que no es ni el cuerpo, la mente, el intelecto, sino algo más glorioso,
alma o espíritu, y que ha sido dotado por la naturaleza con diversas facultades para servir a un elevado
propósito en la vida. Mediante la disciplina espiritual, el Maestro lo capacita para liberar su mente de
las oscilaciones mentales. Desarrolla con esto un estado de equilibrio, y con ello empieza a evaluar la
vida desde un ángulo diferente. Toda su perspectiva cambia y alborea en él una conciencia espiritual.
Ya no es más un esclavo de sus sentidos empeñado en ocupaciones sensuales, sino que encuentra
satisfacción, paz y serenidad interna que lo mantienen todo el tiempo en el asiento de su mismo Ser.
Todo esto es el trabajo del Maestro, y mucho más aún. Lavar a un alma, jiva, de las impurezas del
mundo hasta dejarlo limpio no es una tarea pequeña, sin embargo, es absolutamente necesario para una
vida espiritual.
El discípulo tiene que ser halado por encima de sus sentidos, mente e intelecto, y esto nadie, sino un
Maestro lo puede lograr. Detener el curso del enorme torrente de las corrientes sensorias que fluyen
precipitadamente hacia el mundo, y mantenerlas en el centro, es en sí una tarea gigantesca. El siguiente
trabajo del Maestro es aun más importante que éste.
Después del proceso preliminar de limpieza, Él remueve las escamas del ojo interno y le da visión y
Luz; rompe el sello del oído interno haciendo que el alma, jiva, escuche la música interna del alma. Por
medio de su atención y cuidado individuales, del escombro y basura que era, lo transforma en un
experto—apto para comprender y disfrutar el lenguaje que no se habla, y la ley de Dios que no está
escrita, así como para llevar a cabo acciones sin la ayuda de los órganos y las facultades externas.
***
Él toma en sus propias manos todo el proceso de desenredar las impresiones del karma del alma.
Habiéndolo liberado del plano sensual por medio de la inversión de sus corrientes sensorias, para que
puedan fluir hacia arriba, el Maestro lo inhabilita para sembrar más semillas de karmas para futuras
cosechas; y cualquier violación que aún pudiese cometer a causa de la debilidad de la carne, el Maestro
mismo suave y firmemente se ocupa de ella aquí en la tierra, sin dejar ningún saldo por transferir.
***
Únicamente el amor es la fuerza unitiva que conecta al Maestro y al discípulo. Mediante una
compasión sin límites, Él entrega el mensaje de Dios a la humanidad sufriente y ora para que puedan
salvarse del fuego imperceptible en el que se están consumiendo.
El Satgurú es el verdadero amigo del discípulo. Lo salva de situaciones tensas y sin esperanza. Él va en
su ayuda cuando ha perdido toda ilusión y consuelo, y está rodeado de fuerzas aparentemente
poderosas confabuladas contra él. De vez en cuando el discípulo siente la fuerte influencia del Maestro
que trabaja para su bien. En ocasiones el Maestro actúa en una forma tal que al discípulo le es difícil
comprender. Tal como una madre espera en las horas de la madrugada a que despierte su hijo dormido,
así el Maestro, con mayor ansiedad aún, espera anhelante el momento en que el discípulo, impregnado
como está, de profunda ignorancia nacida de la mente y la materia, levante su cabeza, mire hacia Él y
se le alegre el corazón. §
El estado de unidad
Sant Darshan Singh Ji Maharaj
Introducción:
Esta etapa final de la relación Maestro-discípulo es el estado de unidad entre el alma y Dios, a la cual,
todas las escrituras se refieren como la verdadera meta de la vida para cada uno de nosotros. Los
Maestros no han hablado mucho sobre esta experiencia, quizás debido a que como ellos con frecuencia
lo dicen, no se tiene un lenguaje adecuado para describirla. Es muy inspirador encontrar algún material
escrito por los Maestros, que al menos nos dé una idea de cómo es esa experiencia. En este artículo
especial Sant Darshan Singh Ji, el Maestro, habla acerca de su propia experiencia de unión con el
Señor.
Sant Darshan Singh Ji Maharaj:
He tenido momentos de auto-olvido, momentos que se han convertido en períodos de bienaventuranza,
en períodos de éxtasis porque me encuentro con mi Maestro cara a cara. Me he inclinado a sus pies de
loto, me ha tomado entre sus brazos, me ha palmoteado y luego, puesto que es amable, el más
bondadoso Maestro que el mundo jamás haya visto, no sólo me ha tomado entre sus brazos sino que
me ha hablado internamente. Luego me ha elevado por encima de la conciencia del cuerpo,
llevándome con Él a los planos superiores, dejando atrás las estrellas, la luna y el sol, y volviéndome
uno con Él en su forma radiante, en su forma resplandeciente. Él me ha dado momentos de eternidad,
más allá de las limitaciones del tiempo y del espacio y luego dándome una mirada de amor y un
impulso en los planos elevados, me ha llevado a los más altos reinos de la espiritualidad. En el camino
me ha presentado con diversos Maestros que han bendecido esta tierra desde tiempos inmemoriales, ha
hecho los arreglos para nuestra conversación. Hemos hablado en un lenguaje que no tiene lengua, que
no tiene palabras ni alfabeto. Hemos conversado en el lenguaje eterno, aquel que aún usan ahora, los
amantes divinos. El lenguaje que perdurará hasta el fin de los tiempos. Esa ha sido la gracia del
Maestro.
Después de haberme llevado a nuestro Hogar Eterno, Sach Khand, me llevó a planos más elevados,
conocidos como Alakh y Agam, esas regiones que son insondables, que están más allá de la
imaginación humana. Luego, llegamos a Anami, la última región, aquella que no tiene fronteras, que
no tiene limitaciones, que no tiene nombre. Podemos nombrar todas las cosas cuando estamos en el
plano físico, cuando estamos en el plano astral o en el causal —pero cuando vamos más allá de estos
planos, las palabras no nos alcanzan y lo único que podemos pregonar es que somos de la misma
esencia que Dios. A medida que progresamos espiritualmente, nuestra pasión y anhelo se intensifican
más y más hasta llegar a los pies de loto de nuestro Generoso Creador. Todo esto se alcanza a través de
un proceso, que es la ciencia más perfecta.
***
Hablamos acerca de «ser uno», pero esto no es más que una frase atractiva—tan sólo son palabras de
dientes para afuera. En realidad alcanzamos el estado en que podemos hablar en forma consciente
sobre la Paternidad de Dios y la hermandad del hombre, que es cuando aprendemos el arte de morir en
vida.
Sólo podemos alcanzar este estado elevándonos por encima de la conciencia del cuerpo con la ayuda
de la Luz de Dios y la Música de las Esferas, cruzando las estrellas, la luna y el sol, y estando cara a
cara con la forma refulgente, radiante, centelleante y encantadora de nuestro Amado Maestro. Es sólo
cuando alcanzamos este estado en el que nos perdemos completamente en la belleza de nuestro
Maestro, que nos unimos completamente a Él. Allí llegamos al primer estado del misticismo que es
conocido como Fana Fil Sheikh, o la unión total con el Maestro.
Es sólo cuando nos sumergimos en nuestro Maestro que podemos ver su imagen en todo lo de este
mundo. Vemos la imagen de nuestro Maestro en todas las formas de la creación: la vemos en las hojas,
en las flores retoñando, en los insectos, pájaros, cuadrúpedos, y en todos los seres humanos. Sólo en
esta etapa podemos proclamar, en un grado elemental, que creemos en la unidad de Dios. Hasta no
haber alcanzado ese estado, todas nuestras expresiones, todas nuestras proclamas, todas nuestras
afirmaciones a este respecto serán sólo palabras vacías; no contienen la realidad. Una vez llegamos a
ser uno con nuestro Maestro, entonces el Maestro nos llevará a través de los estados superiores, bajo
sus propias alas protectoras por los primeros tres planos. En el segundo plano tenemos la mente astral
y la causal. En el tercer plano sólo tenemos la mente causal. Después de que nos sumergimos en la
alberca de la inmortalidad, en el Agua de Vida, y crucemos el tercer plano, alcanzaremos la cuarta
región. Entonces podremos deshacernos de nuestras cadenas de la mente—tanto astral como causal.
Allí podremos ver nuestra alma en su gloria prístina. Nuestra alma se habrá liberado de su cuerpo
físico; habrá pasado por sobre las tentaciones físicas y habrá empezado a comprender su propia
naturaleza divina, pero aún tiene que alcanzar la unidad con su propia fuente que es Dios. Es en este
estado que el amante y el Amado han quitado todos los obstáculos, todos los impedimentos y aquí el
alma clama y ruega por la unión con su Señor, con su Esposo Eterno.
Es la gracia del Maestro divino, de Dios Mismo trabajando a través del polo humano en todos los
universos, que también podemos atravesar el cuarto y el quinto plano. El quinto plano es Sach Khand,
el cual reclamamos como nuestro Hogar eterno. Pero, incluso este Hogar debe ser abandonado para
alcanzar a nuestro Esposo Eterno, Dios, el Absoluto, quien tiene una morada aun más elevada. Es de
nuevo bajo las alas protectoras del Maestro Viviente que cruzamos Sach Khand y las regiones de
Alakh, Agam y Anami, y nos fundimos en Dios. Perdemos nuestra identidad por completo y
alcanzamos la comunión con el Señor. §
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