Teoría de Plurilateralidad y Personería Jurídica de las Sociedades Por: Santiago M. Escobar La definición enunciada por nuestro legislador en su Exposición de Motivos y en el art.1, concierne al ámbito del sujeto de derecho regulado, vale decir, a las sociedades comerciales, con la exclusión de las sociedades civiles, para las cuales remite a las disposiciones preexistentes del Código Civil. El legislador de 1982 fue acertado y coherente al formular el corpus iurissocietario, partiendo de la concepción contractualista de la sociedad, adoptando la teoría del contrato plurilateral de organización receptada de la doctrina; lo que supera las objeciones originadas en una concepción estrecha del contrato como negocio jurídico puramente bilateral. El problema así planteado ya estaba superado por nuestro derecho, desde una amplia visión del concepto utilizado por Velez Sarsfield que se refleja en su definición de contrato como un acuerdo de partes (“declaración de voluntad común” art.1137 C.Civ.) destinado a reglar derechos. Este concepto abarca tanto el contrato bilateral típico de cambio, de prestaciones recíprocas, como también toda otra convención negocial, entre ellas la de varias personas cuyas prestaciones no son simétricas o recíprocas, sino convergentes a un fin común (Contrato plurilateral de organización). El Contrato Plurilateral de Organización expone así satisfactoriamente el nacimiento, funcionamiento y extinción de las sociedades, tornando inactivas las obras que llevarán a explicarlas mediante la teoría de la Institución (Haouriu y Renard, Spota), el Acto Complejo (Donati, Messineo) o Acto Colectivo (Von Gierke, Kuntze). El contrato plurilateral da nacimiento a la sociedad como contrato y como sujeto de derecho (art.2º), ente organizado según principios y pautas básicas que la misma ley establece en defecto (en algunos casos) del pacto de partes (estatuto social o parte orgánica del contrato). Si la sociedad es entonces de naturaleza jurídica contractual, nace con el acuerdo de partes que la constituye, es decir, existe desde el momento que “…dos o más personas se ponen de acuerdo…” (Art. 1137 C.Civ,. y Art. 1º LSC). “Por ello la inscripción registral, concebida como un recaudo de publicidad ficta, extiende los efectos del contrato social a los terceros pero no da nacimiento a la sociedad, la que es preexistente al acto.”(Malagarriaga –Tratado elemental de derecho comercial, T.1 pag. 167). La ley societaria como característica específica adhiere a la teoría organicista, a diferencia del sistema del Código de Comercio que adhería al sistema dualista, por el cual la relación entre la sociedad y sus administradores era la de un mandato entre dos personas. Con la recepción de la teoría del órgano, es la sociedad misma la que actúa, por lo que se suele llamar, en contraposición a la anterior, teoría monista. “Se recepta así el carácter complejo del sistema, que expresamente nos permite distinguir entre el órgano y sus integrantes, quien no expresan su voluntad sino la del a sociedad.” (Muguillo – Ley de Sociedades Comerciales, legislación comentada, Pág.13). La ley, bajo esta línea de ideas, no otorga jerarquía ni subordinación de un órgano con respecto a otro, sino que brinda distintas competencias a cada órgano, para un adecuado ordenamiento funcional. A modo de comentario, la teoría organicista es no solo aplicada por el derecho societario, sino bajo las órdenes del derecho administrativo, ésta teoría es llevada a la perfección y aplicada en su totalidad, atribuyendo al concepto de “poder” como uno solo, pero divido en distintos órganos atribuidos de competencias diversas que hacen el funcionamiento en su totalidad de un solo sujeto de derecho, el Estado, para el caso nuestro: La Sociedad. Adentrando en el siguiente tema, podemos luego de lo expuesto, afirmar que éste sujeto de derecho lo es tal, gracias a su personalidad jurídica propia adquirida, lo que significa que la sociedad es un sujeto de derecho distinto de los socios que la componen. El concepto de personalidad jurídica no es más que un instrumento técnico que viene a designar de modo abreviado la disciplina que el Derecho positivo establece para determinadas organizaciones, sean de sustrato personal o patrimonial, que consiste en que se prescinde -al menos a ciertos efectos- de las diferentes titularidades de los integrantes del grupo para configurar una única titularidad de relaciones jurídicas que se atribuye propiamente a la organización o ente creado y no a sus componentes considerados individualmente, convirtiéndose así en centro de imputación de relaciones jurídicas. Ahora bien, este régimen positivo no tiene que ser el mismo en todo caso, de modo que la personalidad de las sociedades produce efectos diversos, dependiendo de lo que concretamente establezcan las normas aplicables. El reconocimiento de la personalidad jurídica supone que la sociedad: Podrá ser titular de derechos y obligaciones, será titular de un patrimonio propio con el que responderá de las deudas sociales, usará su propio nombre, tendrá un domicilio y una nacionalidad. Una de las consecuencias del reconocimiento de personalidad jurídica a las sociedades comerciales es la atribución a las mismas de un patrimonio distinto al particular de los socios. Se admite, así, la existencia de autonomía patrimonial, es decir, de masas patrimoniales separadas (que incluso puede darse en supuestos en los que el ordenamiento no reconoce claramente personalidad, como en el supuesto de las sociedades irregulares). Ello conlleva que los socios no pueden disponer de los bienes que han aportado al patrimonio social como tampoco se puede proceder al reparto del haber social sin antes satisfacer o asegurar el derecho de los acreedores sociales. Y como efecto (tal vez más benéfico), los acreedores particulares de los socios no pueden dirigirse contra el fondo común, que queda especial y preferentemente sujeto a las responsabilidades contraídas por la sociedad, y en los tipos de sociedades en los que los socios (todos o algunos de ellos) responden de las deudas sociales con su patrimonio personal, los acreedores sociales no pueden dirigirse contra los bienes particulares de los socios antes de haber intentado la satisfacción de sus derechos con el patrimonio social (beneficio de excusión). Dicho precepto podría deducirse en un simple análisis del art. 2 LSC, donde plasma lo dicho, que la personalidad jurídica le confiere aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones por intermedio de sus representantes legales; su nacimiento es consensual (por medio del acuerdo de voluntades), pero la plenitud de sus efectos surgirá posterior a la registración. En virtud de la norma citada surge a la claras, una distinción entre la persona jurídica y sus miembros, por lo que la actuación del sujeto de derecho comprometerá su propia responsabilidad y no la de sus partícipes que con sus actos configuran la actividad de aquel. Para finalizar, resta analizar cual será el límite que se impone ante este “deslinde” de responsabilidad de sus miembros, y la atribución de responsabilidad que ésta persona jurídica podría atribuirse; y dicho análisis vendría con admitir que este sujeto de derecho (la sociedad) es reconocido por la ley en orden al cumplimiento del objeto social y las miras que el legislador tuvo al conferirle esa cualidad. Esa es la medida y alcance de su personalidad jurídica, ya que como se dice en el caso jurisprudencial “Swift”, “…la persona jurídica es sólo un medio instrumental a los fines del derecho, aefectos de generar un centro de imputación de derechos y obligaciones diferenciado de las personas que lo componen, comportando la personalidad jurídica así reconocida el efecto de generar una separación patrimonial entre ese sujeto y sus integrantes.” Es por ello que toda desviación de esa finalidad específica o su exceso (en la utilización) del instrumento conferido bajo la personalidad jurídica; o en la medida que sea usado en forma antijurídica encubriendo una realidad diversa, deja de merecer la protección del orden público y da lugar a las consecuencias previstas en el art. 54 de la ley, el conocido “levantamiento del velo societario”. Bibliografía: Tratado Elemental de Derecho Comercial, T.1 – Carlos Malagarriga - TEA 1951 Ley de Sociedades Comerciales, – Roberto Muguillo – Lexis Nexis 2005. Curso de Derecho Comercial, - Isaac Halperin – Depalma, 1980. "Comp. Swift de La Plata SA Frigorífica s/con. de acreedores" - CSJN - 1973 www.fceco.uner.edu.ar/cpn/catedras/dprivado3/unid2.htm Fuente: http://www.santiagoescobar.com.ar