A 20 AÑOS DEL ASESINATO DE COLOSIO. Juan

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RECUERDOS DE LOMAS TAURINAS: A 20 AÑOS DEL ASESINATO DE
COLOSIO.
Juan Carlos Téllez Mosqueda1
Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato presidencial del Partido Revolucionario
Institucional (PRI), llegó al aeropuerto de Tijuana, Baja California, el 23 de marzo de
1994, alrededor de las 16:05. Descendió de un jet ejecutivo y se dirigió a saludar a una
pequeña comitiva que lo esperaba, integrada por Juan Maldonado Pereda, delegado del
Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Cesar
Moreno Martínez de Escobar, senador y presidente del Comité Ejecutivo Estatal del PRI
en Baja California, y el que escribe, Juan Carlos Téllez Mosqueda, director ejecutivo de
Finanzas y Tesorería de la Coordinación General de la campaña presidencial, y atrás, un
gran número de simpatizantes.
Salimos por la puerta de servicio, al lado del edificio del aeropuerto Abelardo L.
Rodríguez. Sin problema alguno logré acompañar al candidato hasta la puerta de su
camioneta Blazer. Allí identifiqué al general Domiro García Reyes, jefe de seguridad
del Estado Mayor Presidencial, quien daba instrucciones para indicar quiénes y cómo
irían ubicados en la camioneta. Adelante y al lado del chofer, se instaló el candidato y
atrás Domiro, Maldonado y Moreno. Mientras se acomodaban decidí irme en una
camioneta que tenían dispuesta para seguir al candidato. Para mi asombro, con facilidad
nos situamos atrás de su camioneta, rumbo al primer evento previsto en Tijuana, en
Lomas Taurinas.
Era la primera gira a la que asistí. Me habían informado unos días antes, a través de
Fernando Solís Cámara, las indicaciones de Ernesto Zedillo, Coordinador General de la
campaña, que debería tomar el control del financiamiento de todos los gastos y no
permitir que nadie mas se involucrara en los pagos. Además debería estar muy atento.
Por esa razón estuve en Tijuana cuando Luis Donaldo Colosio fue asesinado.
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Llegamos rápidamente a la entrada de la colonia Lomas Taurinas, donde se desarrollaría
el acto. Era una tarde asoleada pero sin mucho calor. Al entrar a la calle me percaté que
había una pendiente de terracería, por lo que decidí bajar del auto para caminar, y le
indiqué al conductor que estacionara la camioneta en la entrada principal, para así poder
salir rápidamente al final del acto junto con la comitiva. A unos metros de mí se detuvo
la camioneta del candidato, y él descendió para caminar. Pronto me pude colocar atrás
de él y caminar hacia abajo, tratando de proteger su flanco derecho por la parte de atrás.
Colosio llevaba una chamarra impecable de color claro, que aún informal le hacía ver
distinguido. En la parte baja de la pendiente, las personas que se dirigían hacia el lugar
en el cual se realizaría el acto se amontonaban cerca de él, y como sabía de sus
indicaciones de evitar el exceso de seguridad pues él quería estar cerca de la gente, solo
traté de mantenerme cerca de él.
Al terminar el camino de la pendiente me di cuenta que para salir al concluir el acto,
tendríamos que cruzar un canal abierto de aguas negras, a través de un puente de madera
sobrepuesto, el cual estaba en muy malas condiciones por su frágil estructura. Por ello
tomé la decisión de detenerme, considerando la seguridad de las personas. Tenía la duda
de que el puente pudiera resistir cuando pasaran el candidato y la multitud.
La única vez que durante la campaña vi a Luis Donaldo Colosio fue a principios de
diciembre de 1993, en las oficinas del Comité Nacional del PRI, que se habían dispuesto
para él. Él salió a saludar brevemente a Zedillo y al equipo financiero y nos hizo un
comentario breve: deseaba ganar con contundencia, legitimidad y cumpliendo el tope de
gasto. El límite a los gastos en campaña había sido establecido poco antes. Por primera
vez en la historia de las campañas políticas en México, derivado del nuevo marco legal
electoral, conocido como Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales
(COFIPE), se habían acordado límites a los gastos de los partidos políticos y los
candidatos presidenciales. La siguiente ocasión que supe de él, de manera cercana, fue
en una reunión de trabajo, cuando habló por teléfono a las oficinas de la campaña,
ubicadas en un edificio moderno en Cuicuilco, en el sur de la Ciudad de México.
Recuerdo bien que Ernesto Zedillo, recibió la instrucción de reducir el tope legal de
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gasto, en virtud de que se había acordado con la oposición, en una negociación política
como consecuencia del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN).
El candidato se encaminó a emitir su discurso hacia un estrado improvisado, instalado
en una camioneta pick up, en el lado contrario al puente. Esperé a que la mayoría de
simpatizantes pasaran del otro lado, y mientras tanto noté la presencia de varios
hombres vestidos de negro, con ropa propia de los uniformes de algún cuerpo de
seguridad, quienes permanecían apostados a los lados, pasando el puente. Me atravesé y
empecé a caminar para tratar de averiguar quiénes eran. Observé que se trataba de
jóvenes y al parecer no portaban armas. Al terminar el discurso del candidato
presidencial, decidí adelantarme y atravesar el puente, mientras tanto escuché la canción
de la Culebra, de la Banda “Machos”. Caminé hacia una vendedora con un tambo de
elotes y me detuve. Posteriormente regresé por la pendiente y vi la hora en mi reloj:
17:05 hora de Tijuana.
Al levantar la cara vi que cerca del puente había hombres corriendo. Arrojé el elote y
aceleré el paso. De repente me encontré de frente con el equipo de seguridad del
candidato y observé como cargaban a Luis Donaldo Colosio de los pies y manos, para
subirlo por la puerta trasera de una camioneta, pero con sangre en el torso producto de
un disparo y una herida en la cabeza muy llamativa. Por cierto, en otra camioneta me
percaté como subían al responsable del atentado, quien también pasó frente de mí,
rodeado del equipo de seguridad.
Consideré indispensable informar al primer nivel del equipo de campaña. Conseguí
comunicarme inmediatamente, aproximadamente, a las 17:07 a las oficinas de la Subcoordinación de Administración, y su responsable, quien se encontraba en una reunión
con el Subsecretario de Propaganda, al escuchar lo sucedido enseguida me enlazó en
conferencia con Ernesto Zedillo, a quien informé que Luis Donaldo Colosio había
recibido un tiro en el torso, y al parecer un golpe en la cabeza –después se supo que se
trató de un disparo-. Escuché los gritos de desesperación y dolor del doctor Zedillo: ¡no,
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no, no! Los que estaban oyendo la conversación le decían que se calmara y que subirían
a su oficina. Les dije que lo seguiría al hospital y que informaría. Si no mal recuerdo,
Salinas comentó en sus memorias que fue informado a las 19:30 (17:30 hora Tijuana)
después de un evento.
Corrí para subirme a mi transporte y poder alcanzar la camioneta con el candidato
herido. Prácticamente salí atrás de él porque lo movieron a una ambulancia. Seguí su
trayectoria y nos dirigimos hacia un hospital, el Hospital General del IMSS, al lado del
río. No recuerdo en que momento pasamos cerca de las oficinas de la Procuraduría
General de la República, pero la calle había sido bloquea por personal de seguridad.
Por unos instantes pensé seguir a la camioneta en la cual llevaban al detenido. Preferí
seguir al candidato. Comencé a hablar con mis colaboradores de campaña para que
trataran de conseguir un helicóptero para trasladar a Luis Donaldo Colosio a donde fuera
necesario, incluso a San Diego.
Llegué al hospital y bajé apresuradamente a la entrada de urgencias para conocer el
estado de salud del candidato, pero por prudencia decidí ir a las oficinas de la dirección
general del hospital. De un momento a otro, todos los teléfonos de esa oficina eran
utilizados para informar lo que estaba sucediendo. Recuerdo que pedí un teléfono fijo y
me llegaron a preguntar para qué. Me señalaron que ellos ya estaban hablando con todos
con los que se tenían que hablar. Con firmeza les dije que necesitaba informar al doctor
Zedillo lo que estaba sucediendo, y me metí a la oficina del director general para
conseguir una línea abierta de manera permanente. De ese modo pude establecer
contacto con él y empecé a informar lo poco que sabía del candidato, entre otros
aspectos, que Colosio no había recibido un golpe en la cabeza sino un balazo. Zedillo no
tardó en encontrar otra línea más cercana a los quirófanos, al parecer con Liévano
Sáenz, y yo proseguí comentando la poca información que se generaba a Solís Cámara.
Para conseguir mas información, salí de la oficina, y pasé por un telefax donde estaba
Amador Rodríguez, y a unos metros José Murat. Advertí que estaba recibiendo un fax
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en el que se impulsaba a Fernando Ortiz Arana, quien era el presidente del PRI, como
nuevo candidato presidencial.
Ya era de noche en Tijuana, -cerca de las 20:00 horas, diez de la noche en el Centrocuando Liébano Sáenz, secretario de Propagada del CEN del PRI, oficialmente dio a
conocer en el hospital la muerte de Luis Donaldo Colosio. Más noche, por personas que
colaboraban en la campaña me enteré que el presidente Carlos Salinas de Gortari mandó
llamar a todo su gabinete, incluyendo al Coordinador General de la campaña
presidencial, quien no llegó, por lo que fue necesario insistirle que fuera. El doctor
Zedillo fue el último en llegar a la reunión. Según me informó el Subcoordinador de
Administración, Zedillo comentó algo que definitivamente molestó a Salinas: que la
muerte de Colosio había sido una consecuencia del clima político enrarecido que él
había propiciado.
Posteriormente me enteré que se decidió trasladar el cuerpo de Luis Donaldo Colosio a
la Ciudad de México durante la madrugada, para ser velado en Gayosso, y al día
siguiente supe que Manuel Camacho Solís fue a esa agencia funeraria, el la cual intentó
permanecer, sin mucho éxito.
Me traslade a la Ciudad de México al día siguiente, y al llegar resolví el alquiler de tres
aviones charter para trasladar a las personas cercanas y al equipo de campaña a
Hermosillo, Sonora, para el entierro de Luis Donaldo Colosio en Magdalena de Quino,
el día 25 de marzo de 1994. Durante el viaje en automóvil, de ida y vuelta a Magdalena,
fue notorio el movimiento de los helicópteros Puma en dos ocasiones; la primera,
transportando a Carlos Salinas de ida y vuelta; y la segunda, para llevar de regreso a
Zedillo hacia Hermosillo a una reunión urgente con Salinas, y otras personas más.
A veinte años del trágico suceso que conmocionó al país, que afectó la historia de los
años recientes, me cuestiono si la cadena de eventos que desembocaron en el asesinato
de Luis Donaldo Colosio se hubiesen pudieron evitar. Por cierto, ahora caigo en cuenta
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que en las investigaciones realizadas sobre el asesinato del candidato presidencial, nadie
me llamó a declarar.
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Juan Carlos Téllez Mosqueda. Doctor en Economía y Maestro en Historia. Director Adjunto
en la Dirección de Innovación y Conocimiento de INFOTEC. Su cuenta de correo electrónico
es [email protected]
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