OBLIGACIONES 359 La fiducia. Se entendía por contrato real aquel que exigía para su formación la entrega de una cosa con el consentimiento de las partes. Esta entrega del objeto era necesaria para producir la obligación de restituir; los contratos reales del derecho romano tienen este carácter, en toda legislación. Indudable que la simple convención de hacer un préstamo, por ejemplo, en derecho romano no obliga, pero el contrato mismo de préstamo no se formaría sino después de la entrega de la cosa. El elemento material respondía a una necesidad de hecho y de razón más bien que a una pura solemnidad de forma. La entrega y la convención no creaban una obligación civil; el accipiens no estaba obligado desde luego sino por una acción ex delito en el caso en que la mala fe era más notoria (depósito necesario para el cual la ley de las Doce Tablas daba acción al doble, y más tarde acciones pretorianas in factum.) Después se transfería la propiedad de la cosa al accipiens por mancipatio o in jure cesio, agregándole un pacto de fiducia relativo a la restitución de la cosa, fiducia cum amico, para el comodato y el depósito; cum creditore para la prenda. En cuanto a la cosa, el adquirente propietario estaba investido de todas las acciones. El pacto de fiducia no fue sancionado desde el principio. El enajenador no tenía sino las acciones in factum, pero más tarde se le concedió la actio directa fiduciae in jus de buena fe, y el adquirente mismo tuvo una actio fiduciae contraria para hacerse reembolsar los perjuicios causados en razón de la cosa y de las expensas hechas. La fiducia se consideró como un contrato de derecho civil, formado re, sinalagmático imperfecto. El enajenador no tenía sobre la cosa ni derecho de preferencia, ni de persecución. La simple entrega de la cosa con el pacto adjunto para la restitución la reemplazó, y bajo la influencia del que se había hecho para la fiducia, fue sancionada por las acciones contractuales, y así aparecieron las otras clases de contratos reales: Mutuum, depósito, prenda, El mutuum (préstamo de consumo). Era un contrato por el cual el prestamista transfería la propiedad de ciertas cosas al deudor y se las entregaba con cargo para este de restituír cosas de la misma especie, en la misma cantidad y de la misma calidad. Se necesitaba un datio con intención de realizar un mutuum, a fin de que hubiera contrato, y no una simple traslación de propiedad.