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Examen Literatura Universal: Madame Bovary
Texto
Entonces, los apetitos de la carne, las codicias de dinero y las melancolías de la
pasión, todo se confundió en un mismo sufrimiento; y en vez de desviar su
pensamiento, más se agarraba a él, excitándose en el dolor y buscando en todo las
ocasiones de sufrirlo. Se irritaba por un plato mal servido o por una puerta mal cerrada,
se lamentaba del terciopelo que no tenía, de la felicidad que le faltaba, de sus sueños
demasiado elevados, de su casa demasiado estrecha.
Lo que la exasperaba era que Carlos no parecía ni sospechar su suplicio. La
convicción que tenía el marido de hacerla feliz le parecía un insulto imbécil, y su
seguridad de esto, ingratitud. ¿Por quién era ella honrada? ¿No era él el obstáculo a toda
felicidad, la causa de toda miseria y como la puntiaguda hebilla de aquella compleja
correa que la ataba por todas partes?
Y concentró en él sólo el odio numeroso que resultaba de sus hastíos, y todo
esfuerzo por amortiguarlo no hacía sino exacerbarlo; pues este empeño inútil se sumaba
a otros motivos de desesperación y contribuía más aún al alejamiento. Hasta su dulzura
misma le infundía rebeliones. La mediocridad doméstica la impulsaba a fantasías
lujosas, el cariño matrimonial a deseos adúlteros. Hubiera querido que Carlos la pegara,
para poder odiarle con más justicia, vengarse de él. A veces se asombraba de las atroces
conjeturas que le venían al pensamiento; ¿y habría que seguir sonriendo, oír cómo le
repetían que era feliz, hacer como que lo era, hacer creer que lo era?
Pero esta hipocresía le repugnaba a veces. Tentaciones le daban de fugarse con
León, de irse con él a alguna parte, muy lejos, para intentar un destino nuevo; pero en
seguida se abría en su alma un abismo vago, lleno de oscuridad.
(G. Flaubert, Madame Bovary, Alianza Ediorial, trad. Consuelo Berges)
Cuestiones
1. Sitúe el argumento del fragmento propuesto en el contexto global de la novela.
2. Explique la técnica narrativa empleada en el fragmento. Comente, además,
algunos recursos expresivos o figuras retóricas que aparezcan en el mismo.
3. Describa la condición de la mujer burguesa en el siglo XIX tomando como
punto de referencia el texto propuesto.
4. El Romanticismo europeo.
1. Este fragmento de la novela de Flaubert Madame Bovary (1857) se sitúa en
el momento de infelicidad e insatisfacción que a la protagonista le produce
su estado de casada. Ha contraído matrimonio con un vulgar médico rural,
que solo aspira a mantener su estatus social y carece de ambiciones. Además,
es un hombre apocado muy dependiente de la madre y poco resolutivo. Para
Emma supuso cuando lo conoció la oportunidad de abandonar, tras una
infancia desgraciada en un colegio de monjas, el cobijo de su padre, un
vulgar campesino, e iniciar una nueva vida.
Ella se las prometía muy felices en su matrimonio porque había leído en las
novelas románticas de juventud cosas maravillosas sobre el amor. Sin
embargo, el transcurrir monótono de los días, junto con un ambiente
pueblerino y vulgar, acentuaba su decepción. De esta forma, se aferra a sus
anhelos, a sus sueños y a sus quimeras y suple con caprichos vanos y
coqueteos con los hombres el vacío de su existencia. Así conoce, en uno de
sus traslados, a León, un joven aprendiz de abogado que está haciendo las
prácticas en la pequeña ciudad. Es la contrafigura de Carlos. Si este es mayor
que Emma, aquel es más joven y más atractivo que su marido. Si Carlos solo
sabe hablar de asuntos prácticos, León, en cambio, recita poemas, escucha
música y acompaña a Emma Bovary a contemplar el crepúsculo. Las
primeras tentativas de seducción no cuajan debido a la inexperiencia de León
y a las dudas de Emma, pero posteriormente esta pareja se reencontrará y
darán rienda suelta a sus pasiones.
El segundo pretendiente en la vida de casada de madame Bovary es Rodolfo,
un seductor nato que se empleará a fondo para conquistar a la esposa
insatisfecha. En este caso Emma no ofrece ninguna resistencia y cae
rápidamente en brazos del galán. La protagonista siente la necesidad de amar
apasionadamente sin importarle el riesgo al que se expone y los gastos que
conlleva (viajes, regalos caros, mentiras, empeños…). La situación llega al
extremo de que Rodolfo decide romper la relación y huir de Emma. Es ahora
cuando Bovary, tras un encuentro fortuito en la ciudad, retoma la relación
con León y continúan sus caprichos caros, lo que le lleva a tener que
empeñar buena parte de sus bienes. Cuando ya la situación económica se
hace insostenible, Emma no tiene otra salida que pedir dinero a sus ex
amantes y, ante la negativa a dárselo, opta por el suicidio como única vía de
escape. Su marido, mientras tanto, se muestra confiado con su esposa, a la
que quiere tanto que ni siquiera se imagina su deslealtad. Finalmente, el
marido comprende la magnitud de la tragedia y, más que enojarse con ella, la
compadece por haber sufrido tanto a su lado. Como homenaje, le prepara el
mejor y el más caro de los funerales.
2. A lo largo de toda la novela predomina un tipo de narrador omnisciente, que
habla en tercera persona del singular y, en principio, conoce todos los
pormenores de la historia. Se sitúa fuera de la ficción narrada y relata tanto
lo que sucede en el mundo exterior como en el rico mundo interior de los
personajes. Casi siempre pasa desapercibido y tiende a la objetividad total en
la narración, sin mostrar ninguna opinión o sentimiento personales sobre lo
narrado. Así ocurre en los siguientes ejemplos extraídos del fragmento
propuesto: “Entonces (la distancia temporal da objetividad a lo narrado) todo
se confundió (el uso del pretérito perfecto simple nos sitúa en un momento
preciso de la historia) en un mismo sentimiento”. Seguidamente, ya
instalados en ese momento, el narrador describe mediante pretéritos
imperfectos (“se agarraba”, “se irritaba”, “se lamentaba”, “exasperaba”, etc.)
el estado de nerviosismo de la protagonista y algunas de las ideas que la
atormentaban. El uso reiterado del pretérito imperfecto denota repetición y
monotonía en las acciones de madame Bovary.
Una vez descrito el estado anímico de la protagonista, es precisamente el
acercamiento a la intimidad del personaje lo que conduce a Flaubert a ensayar
una nueva técnica narrativa conocida con el nombre de estilo indirecto libre.
Consiste en que el narrador narra como si fuera él el personaje en cuestión, en
este caso madame Bovary. Veámoslo: “¿Por quién era ella honrada? ¿No era él
el obstáculo…”. El tercer párrafo también se cierra con estilo indirecto libre: “¿y
habría que seguir sonriendo…?”. La función de este mecanismo narrativo es
introducir al lector en el discurso mental del personaje y narrar desde dentro de
ese personaje, de ahí el componente psicológico fundamental en la novela del
siglo XIX. A diferencia del estilo indirecto, no aparece verbo de lengua
introductor ni nexo alguno (tampoco comillas con en el estilo directo). Los
únicos elementos lingüísticos que ayudan son las interrogaciones retóricas y los
verbos en pretérito imperfecto, así como algún término relacionado con las ideas
(en nuestro texto “pensamiento” y “conjeturas”).
En cuanto a las figuras retóricas de las que se sirve Flaubert para expresar con
eficacia los deseos insatisfechos de su heroína, hallamos la anáfora: “se
lamentaba del terciopelo que no tenía, de la felicidad que le faltaba, de sus
sueños demasiado elevados, de su casa demasiado estrecha”. Para explicar el
sentimiento de opresión que a Emma le producía su marido, el escritor recurre a
una serie de imágenes que forman una alegoría: “¿No era él […] como la
puntiaguda hebilla de aquella compleja correa que la ataba por todas partes?”.
También para expresar la inseguridad de Emma ante su futuro el narrador
emplea una metáfora muy romántica, es decir, muy propia de la fantasía de ella:
“se abría en su alma un abismo vago, lleno de oscuridad”. En fin, con el objeto
de transmitir la polaridad que Emma siente entre la realidad anodina y sus
sueños de grandeza el autor emplea frecuentes antítesis: “sueños elevados” /
“casa estrecha”; “amortiguarlo” / “exacerbarlo”; “mediocridad” / “lujosos”;
“felicidad” / “hastíos”; “cariño matrimonial” / “deseos adúlteros”; etc.
3. A raíz de la Revolución Francesa y paralelamente al desarrollo económico y
a la industrialización europea, una nueva clase social se convierte en
protagonista de la Historia y, por tanto, de muchas de las mejores novelas del
siglo XIX. Nos estamos refiriendo a la burguesía, clase media o alta que
centra sus afanes en la idea de progreso y en el enriquecimiento material a
costa de la clase trabajadora. Esta ideología se apoya en la creación de una
serie de necesidades que han de satisfacerse necesariamente si se quiere
conservar y aparentar ante los demás una posición social elevada. Sería, por
consiguiente, el origen del capitalismo y del consumismo modernos.
En el texto propuesto observamos que madame Bovary es una representante
femenina de esta clase social. Su deseo compulsivo de adquirir bienes
materiales obedece al vacío interior que siente la protagonista por culpa de
un matrimonio infeliz, hasta el punto de considerar el amor un producto más
que sueña con poseer: “dinero, “carne”, “pasión” “todo se confundió en un
mismo sufrimiento”. La protagonista del relato también podría ser
considerada una víctima de las directrices morales –fuertemente represivasimpuestas por la burguesía, ya que su deseo de libertad sexual es
incompatible con la imagen que una buena esposa debe dar a la gente. Por
ese motivo, Emma no se decide aún a dar el paso definitivo al adulterio,
aunque sí nota lo falso de las apariencias (“¿habría que seguir sonriendo, oír
cómo le repetían que era feliz, hacer como que lo era, hacer creer que lo
era?”).
Aun formando parte de un tipo de burguesía rural, mucho más conservadora
que la urbana, Emma Bovary percibe la hipocresía de su entorno y se siente
partícipe de ella: “¿Por quién era ella honrada?”; frente al honor como valor
antiguo de nobleza personal, la honra como valor adjudicado por la opinión
pública y que puede ser mera apariencia. Esta presión que la sociedad ejerce
sobre el individuo la expresa el narrador de manera figurada: “aquella
compleja correa que la ataba por todas partes”.
A todo esto cabe añadir la condición de mujer en aquella época, muy
dependiente del marido y sin posibilidad de tomar decisiones personales. De
ahí la rebelión interior de Emma ante un marido calzonazos, que todo se lo
consiente y nada le recrimina, como a ella le hubiera gustado (“Hubiera
querido que Carlos le pegara”). A Emma también le molesta la aceptación
con que la buena sociedad ha acogido su matrimonio. No obstante, ella,
como buena representante de su clase, basa todas sus relaciones con los
sucesivos amantes en la transacción de afectos por regalos, dinero… Se
siente fascinada por el lujo y trata por todos los medios de satisfacer a sus
amantes con regalos caros. Incluso recurre al usurero (el equivalente a los
bancos actuales) cuando no le queda nada por empeñar. Al salir todo a la luz,
es decir, a subasta pública los bienes del matrimonio, la sociedad se muestra
implacable con la esposa y la condena moralmente. En conclusión, vemos
que el materialismo de una nueva era lo impregna todo, desde las relaciones
amorosas hasta la ética individual y la moral colectiva.
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