362 FERDINANDO CASADIEGOS CÁCERES depositante, quien entregaría inmediatamente después de estas últimas al depositario a título de préstamo. Se fue más lejos, y se admitió que toda datio hecha a nombre de otra persona, la haría acreedora ex mutuo de adquirir la acción del contrato; esto era admitir una importante derogación al principio romano que prohibía representar a otro, y los textos dicen: singulari quoedeam recepte sunt circa creditan pecuniam. Efectos del mutuum Este contrato tenía por resultado obligar al deudor a restituir cosas de la misma especie, de la misma calidad y de la misma cantidad, en el último lugar convenido. Esta obligación, impuesta al deudor, era la única que originaba el mutuum, contrato unilateral de derecho estricto, como la estipulación y el nexum del antiguo derecho, y la acción que lo sanciona era la condictio certi, puesto que el objeto de la datio ex mutuo siempre era determinado y no dejaba al juez ninguna libertad de apreciación. El carácter estricto de este contrato no impedía que fuera accesible a los peregrinos, porque tenía su origen en el derecho de gentes. La obligación de restituír era independiente del provecho que el deudor hubiera podido obtener con el préstamo; en efecto, el riesgo de las cosas le correspondía, y respondía de los casos fortuitos según la regla, genera non perenunt. Por el mutuum, el prestamista no había contraído ninguna obligación ni se había hecho responsable de dolo por el préstamo de cosas viciosas que hubieran causado perjuicio al deudor, no sería responsable con respecto del dolo, sino por una acción de dolo, y en ausencia de dolo, por una acción in factum. El deudor era, pues, el único obligado, y su obligación estaba limitada por la res: re enim non potest obligatio contrahi nisi quatenus datum sit; el objeto de su obligación debía limitarse a la res que le servía de causa. En principio, la convención o simple pacto no podía modificar esta consecuencia rigurosa del contrato de derecho estricto. El interés en el mutuo. Como el prestatario mientras disfrutara del bien, no le reportaba ningún beneficio al prestamista, se estableció por medio de una estipulación o de un convenio que el prestatario pagara intereses –usurae– que representaban el equivalente al uso de que se ha privado con el mutuo. El cobro excesivo de intereses produjo revueltas en Grecia y Roma. Una de las razones para que los plebeyos se fueran al Monte Aventino fue precisamente los intereses