¿Pueden los jueces ser objetores de conciencia?

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INFORME
ÁMBITO JURÍDICO
19 DE ENERO AL 1º DE FEBRERO DE 2009
Un juez de Cúcuta se enfrenta a un proceso disciplinario por haber acudido a esta figura
¿Pueden los jueces ser objetores de conciencia?
Casi tres años después de la
Sentencia C-355 del 2006,
que despenalizó parcialmente
el aborto, aún no es claro si los
jueces pueden alegar la objeción
de conciencia para no conocer
acciones de tutela que buscan la
práctica de ese procedimiento.
El 13 de diciembre del 2006, Yolanda Pérez fue intervenida quirúrgicamente en el Hospital Universitario
Erasmo Meoz, de Cúcuta. Tras una
cesárea de emergencia, dio a luz a un
bebé de sexo masculino, de ocho meses
de gestación. El niño murió cinco minutos después, debido a las múltiples
malformaciones que padecía.
Desde hacía varios meses, Yolanda
sabía que su hijo no iba a sobrevivir. Así
lo demostraron las dos ecografías que
le practicaron en los primeros meses
de gestación. Una vez supo el diagnóstico, conversó con su compañero,
con quien ya tiene tres hijos, y ambos
decidieron que lo mejor era interrumpir
el embarazo. Yolanda solicitó la práctica del procedimiento, pero el médico
del hospital al que fue remitida por su
EPS aseguró que solo la intervendría,
si existía una orden judicial.
Ante la negativa, la mujer interpuso una tutela. El conocimiento de
la acción le correspondió al Juez 10
Civil Municipal de Cúcuta, quien hizo
uso de la objeción de conciencia, para
abstenerse de fallar.
Luego de la objeción, el caso fue
asignado a la Juez 1º Civil Municipal
de la misma ciudad, quien negó la solicitud. Según la funcionaria, si bien
existían pruebas de las malformaciones
del feto, ninguno de los médicos tratantes había ordenado la interrupción
del embarazo.
Solo cinco meses antes, la Corte
Constitucional había proferido la histórica sentencia que despenalizó el aborto
en ciertas circunstancias, entre ellas,
cuando existen serias malformaciones
que hagan que el feto sea inviable.
Probablemente, el desconocimiento
del mandato de la corte y la falta de
reglamentación sobre el tema dieron
origen al vía crucis padecido por Yolanda, que terminó con la pérdida de su
trabajo, algunas secuelas en su salud
y el nacimiento y la posterior muerte
de su hijo.
El papel de los jueces
La acción de tutela fue revisada por
la corte, que, en la Sentencia T-171 del
2007, declaró la existencia de un hecho
superado. A la hora de pronunciarse, el
alto tribunal comprobó que la gestación
ya había sido interrumpida.
A pesar de lo relevante del tema,
la corte se limitó a transcribir
la objeción de conciencia alegada por el primer juez, sin
hacer un análisis de fondo
sobre su procedencia. Sin
embargo, ese hecho no
pasó inadvertido para
la ONG Women´s Link
Worldwide, principal
promotora del fallo
que despenalizó parcialmente el aborto.
L as abogadas
que integran esa
organización interpusieron una queja disciplinaria en
contra del Juez 10
Civil Municipal de
Cúcuta, pues, según
ellas, los funcionarios
judiciales no pueden
alegar objeción de conciencia para abstenerse
de fallar un asunto.
“La función judicial
debe estar ajustada a
la Constitución y a la
ley. Si una persona no se
siente capaz de dejar a
un lado sus consideraciones personales para aplicar las normas,
no puede ejercer como
juez”, advierte Mónica
Roa, abogada y directora de programas de esa
ONG.
Para Roa, la objeción de
conciencia debe estar prevista
legalmente, ya que se trata de una
Þgura derivada del derecho fundamental a la libertad de conciencia y
es, además, una excepción al principio
de legalidad. Por ese motivo, en el caso
del aborto, la objeción solo se ha permitido y reglamentado para el personal
médico, no para los jueces.
Las razones, según Roa, son varias: en primer lugar, los jueces son
funcionarios y representan al Estado,
que está excluido de la objeción de
conciencia. Por otra parte, tienen a
su cargo la prestación de un servicio público esencial, que no puede
interrumpirse. Finalmente, al alegar
objeción de conciencia, el juez está
denegando justicia, lo cual viola los derechos fundamentales del afectado.
La contraparte
José Estanislao Yáñez, Juez 10 Civil Municipal de Cúcuta, no compar-
Cumpliré con las sanciones, en
caso de que estas se produzcan. Es la primera vez
que sentí ese conßicto
tan monumental y,
por eso, fui incapaz
de tomar una decisión en contra
de mi conciencia”.
Algunas
dudas
Ilustración: Jorge Lewis
te las
apr e c i aciones de la abogada. “El artículo 18 de la
Constitución consagra el derecho fundamental a no actuar
en contra de su conciencia, y eso no
excluye a los jueces de la República. Yo
tengo una formación, unos principios
y unas convicciones basadas en mi fe
católica cristiana y, por eso, no estaba
en condiciones de tomar una decisión
independiente”, explica.
Según Yáñez, la objeción de conciencia no es una causal de impedimento de rango legal, sino constitucional, respaldada por el artículo 12 de
la Convención Interamericana sobre
Derechos Humanos, que consagra la
libertad de conciencia y de religión.
El juez alega que no causó ningún
perjuicio, porque no tomó una decisión contraria al Derecho. Sencillamente, se abstuvo de fallar el caso,
declarándose impedido y sin violar
los términos.
Pese a que este caso ha dado origen
a un proceso disciplinario, Yáñez se
mantiene Þ rme en su decisión. “Yo
respeto los fallos de la Corte Constitucional, pero los principios no pueden
cambiar en razón de una decisión.
Médicos objetores de conciencia
Desde que se profirió
la Sentencia C-355 del
2006, que despenalizó
parcialmente el aborto, los
jueces se han enfrentado
a varios debates sobre
el alcance del fallo y el
procedimiento que se debe
seguir.
De esas dudas
han surgido varias
reglamentaciones, entre
ellas el Decreto 4444 del
2006, la Resolución 4905
del 2006 y la Circular 031
del 2007 del Ministerio
de la Protección Social.
Estas normas establecen
los parámetros técnicos
y legales que se deben
seguir para la interrupción
voluntaria del embarazo, en
los casos despenalizados
por la corte.
Sin embargo, la objeción
de conciencia ha estado en
el centro del debate. Luego
de conocer el fallo, algunos
profesionales del sector
salud advirtieron que no lo
cumplirían, alegando esa
figura.
Ante esa situación, la
corte, en sentencias como la
T-209 del 2008, señaló que
solo las personas naturales
podían ser objetoras de
conciencia. Por otra parte,
advirtió que esta solo podía
darse individualmente, ya
que muchos hospitales
hacían que sus médicos
firmaran una especie de
objeción de conciencia
colectiva.
Finalmente, agregó que
toda institución que prestara
el servicio de ginecología
debía garantizar que, por lo
menos, un médico general
estuviera en capacidad de
interrumpir los embarazos.
Además, advirtió que los
objetores de conciencia
debían remitir a la paciente
a ese médico.
Si bien los casos de
médicos objetores de
conciencia se siguen
presentando, las
reglamentaciones han
establecido parámetros
claros. Solo resta que las
autoridades de control
y vigilancia ejerzan sus
funciones y sancionen a las
entidades que incumplen
esos mandatos.
¿Cuál
es la naturaleza de la
objeción de
conciencia?
Mónica Roa
i nsiste en
que esa f igura no tiene
el carácter de
derecho f unda ment a l. S e
trata de una excepción al principio
de legalidad que debe
ser reglamentada y que
no cubre a los jueces, por
ser representantes del Estado
laico.
El ex magistrado de la Corte Constitucional José Gregorio Hernández
considera que sí se trata de un derecho
fundamental, que, incluso, cobija a
los funcionarios. Sin embargo, explica que los jueces están obligados
a administrar justicia y no pueden
denegarla. “El juez está sujeto a la
Constitución y la ley. No se puede
pensar que por cumplirla, esté siendo
forzado a actuar contra su conciencia,
pues una cosa es su propia convicción individual y otra muy distinta
el papel que desempeña en el Estado
de derecho, administrando justicia”,
señala.
En su opinión, en el caso del juez
Yáñez, el hecho de tramitar la tutela no
implicaba una actuación que pudiera
enfrentarse a la conciencia del funcionario, que podía fallar en cualquier
sentido. “La objeción de conciencia es
un derecho fundamental. Pero, para
que encaje en la hipótesis del artículo
18, es necesario precisar que se actúa sustancialmente en contra de una
convicción. Este no es el caso. El juez
no estaba siendo forzado a decidir en
un sentido o en otro, sino con base
en la ley”, concluye.
La Corte Constitucional no se ha
pronunciado sobre este tema. Sus
fallos sobre la objeción de conciencia se han referido al servicio militar
obligatorio, el deber de rendir juramento y en materia de educación. En
esas sentencias, el alto tribunal ha
señalado que la Þgura no es un derecho absoluto y que, si se presenta un
conßicto, debe ceder frente al interés
general.
Sobre el servicio militar, por ejemplo, advirtió que el derecho a la libertad de conciencia no implica la
consagración positiva de la objeción de
conciencia. Esto dejaría entrever que
la Þgura necesita una reglamentación,
para que sea procedente.
En todo caso, el debate sigue
abierto. La decisión que se tome en
el proceso disciplinario permitirá establecer si un juez que se abstiene
de pronunciarse por razones de conciencia incurre en una falta, lo cual
tendrá efectos más allá de la práctica
del aborto. Después de todo, los juzgados y tribunales se han convertido
en foro de discusión de los temas más
sensibles para la sociedad.
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