ESTUDIO ECONÓMICO Y SELVÍCOLA DE LOS PINARES igi Con independencia de las consideraciones que acabamos de hacer, basta analizar someramente las condiciones generales de la 3. Zona de climas, que establecimos en el capítulo II de esta obra, para darse cuenta de cuáles son las características del medio en que ha de desenvolverse el Pinus canariensis dentro de su área natural; si a ello añadimos la ínfima calidad de los suelos en que generalmente habita, pobres hasta un grado difícil de concebir, recubiertos muchas veces por lavas volcánicas, incapaces de mantener sino un ralo sotobosque de especies frugalísimas, nos daremos cuenta de que nuestro pino es una especie extraordinariamente resistente y sufrida, especializada en la lucha contra la sequía y capaz de soportar normalmente los inviernos, en los que se llega a veces a temperaturas inferiores a los diez grados bajo cero. En estas condiciones, no puede extrañarnos que las cifras de crecimientos en su área propia no se acerquen, ni con mucho, a la idea general existente. Hemos visto estadísticas publicadas por Centros de investigación situados en lugares de clima excepcionalmente privilegiado, únicos en los que se creía posible su experimentación, en las que aparecen crecimientos verdaderamena cabo curiosos experimentos diferenciales (como los llama su autor) sobre la competencia de los pinos frente a la acción de las m a t a s aclaradas y de la v e g e t a c i ó n herbácea que naturalmente se introduce en los huecos. D e una siembra por golpes, sin labrar casillas, precedida únicamente del arranque de algunas matas, se ha obtenido, al cabo de tres años, un mediano resultado con el pino piñonero y algo inferior aún con los P. pinaster y P. canariensis, no lográndose nada con los P. halepensis y P. radiata. T a m b i é n se efectuaron ensayos de plantación tras las heladas invernales y bajo la lluvia, realizándolas con todo esmero en hoyos de 30 c m . con P. canariensis, P. halepensis y P. radiata, siempre con resultado m u y poco satisfactorio; antes de llegar las aguas otoñales habían muerto todos los de la última especie, quedando v i v o s , como continúan aún, con tres años, algunos de las otras dos especies, en la proporción de tres plantas de canario por c a d a una de carrasco; piñoneros y negrales no intervinieron en esta prueba. — Simultáneamente con el anterior ensayo, en una ladera de fuerte inclinación, con particular a b u n d a n c i a de brezos (Erica australis y E. umbellata), fué rozado y quemado en el verano un cuadro que, con las primeras lluvias de otoño, se sembró por golpes, empleándose P. pinaster en la m i t a d superior m á s pobre de tierra, y P. pinea en la inferior; pero de arriba abajo, en el mismo día y por la misma mano, se sembraron unas hileras de P. canariensis. Después de los dos veranos transcurridos ú l t i m a m e n t e , que fueron precedidos por primaveras secas, el éxito corresponde, en primer término, al piñonero, que en elevada cantidad sobrevivió a la fuerte insolación sobre un suelo de por sí rojizo, ennegrecido por la combustión reciente, en dura competencia, a d e m á s , con las cepas de brezo vigorosamente retoñadas; las pérdidas p a r a el pino canario fueron y a considerables, pero en proporción menores que las del P. pinaster, manteniéndose en a m b a s especies dentro de valores m u y tolerables en sentido forestal. — Finalmente, un poco alejado de la anterior parcela, sobre la misma ladera, se repitió el ensayo un año más tarde, con la n o v e d a d de arrancar las cepas de brezo después de la combustión de la roza, aprovechando estos hoyos, cuantas veces fué posible, para depositar las simientes, que hallaron así mejor cama; los resultados al término del primer verano, que es ciertamente el defin i t i v o en el país, son francamente satisfactorios, conservándose entre las especies la misma proporción que en el experimento anterior; el aspecto y v i g o r de la planta lograda, por cuanto aprendimos del frecuente e x a m e n de repoblaciones con negral y piñonero, hace suponer la reducción del 20 % para el ciclo de v i d a hasta los aprovechamientos a la temprana edad que rige el merc a d o de la región. T o d o s estos detalles son, en realidad, m u y pocos, m u y localizados y , sobre todo, demasiado nuevos, para servir de base a propagandas del pino canario en las repoblaciones actuales. L o s hemos recogido, no obstante, porque sí constituyen pruebas de lo que debe y puede estudiarse y ensayarse, sin gran esfuerzo ni dinero, con el intento y hasta con la obligación de obtener de la tierra, m u y ingrata generalmente, que se nos confía el m á x i m o de beneficios.