Testimonio de parte

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TESTIMONIO DE PARTE
Jorge Del Prado
En 1970, don Jorge del Prado ya tenía 60 años y era secretario general del Partido
Comunista. En los años inmediatamente posteriores, tuvo un discurso de abierto apoyo a
las reformas del gobierno militar. Ello lo convirtió en blanco de las iras de la nueva
izquierda de esos años. Casi 30 años después, del Prado continúa su militancia y los
recuerda con simpatía pero no con indulgencia. El siguiente texto constituye un extracto
de la conversación que sostuvo con Quehacer sobre la nueva izquierda de los años 70.
Considero correcto reconocer que hubo una «generación» de los 70 en la izquierda peruana.
Estuvo unida por un propósito transformador casi común de los valores y las prácticas
políticas. Tuvieron razón sus voceros cuando se autodenominaron «la nueva izquierda».
Renació con ella el espíritu científico de investigación de nuestra realidad nacional.
No fue una generación mariateguista porque en la mayoría de sus agrupaciones operaban
las corrientes o movimientos social cristiano y social demócrata de izquierda. Creo
pertinente reconocer que el afloramiento de toda una hornada generacional empeñada en el
análisis científico de nuestra realidad social, tuvo la virtud de hacer comprender
reflexivamente a los comunistas que el descuido de esa vital tarea había sido el más
oneroso vacío de nuestro partido. Pero creo también que la nueva izquierda de los 70 no
valoró como era debido el aporte de la clase obrera organizada y de otros sectores
populares que son actores muy importantes e imprescindibles en la política nacional.
Refiriéndome no tanto a la «generación de los 70» sino a su más importante producto
político, Izquierda Unida, las personalidades que más recuerdo son Alfonso Barrantes,
Henry Pease, Javier Diez Canseco, Gustavo Mohme, Rolando Breña, Manuel Dammert,
Gloria Helfer, Narda Henríquez y Rolando Ames.
En Alfonso Barrantes, su carisma y sociabilidad se hicieron proverbiales. Era además un
diplomático o negociador muy hábil. Habría sido imposible que otra persona sin tales
virtudes hubiese llegado a los lugares de conducción política que ocupó Alfonso. Pero lo
criticable no fue menos importante. Su conducta como ser humano se hizo merecedora de
gran aprecio. Sin embargo, su excesiva susceptibilidad, colindante con la soberbia, le llevó
a hacer el juego de quienes deseaban precisamente alejarlo de nuestro camino.
Juzgo por eso que su renuncia al cargo de Presidente de I.U. fue un indicio muy negativo de
que había comenzado a perder su conciencia histórica.
Con Javier Diez Canseco, no obstante mi desacuerdo tajante con el trato que dio a
Barrantes y a nuestras divergencias políticas innegables, encuentro que más frecuentes
fueron y son nuestras coincidencias. Mi amistad personal con Javier, aunque fue difícil en
los primeros momentos, ha venido estrechándose y haciéndose más cálida a medida que
pasa el tiempo. Y algo similar cabe decir de mi amistad con Rolando Breña, Alberto
Moreno y otros dirigentes de «Patria Roja».
Desco / Revista Quehacer Nº 109 /Set-Oct 1997
Con Henry Pease, Gloria Helfer, Rolando Ames, ocurre algo parecido aunque en términos
tal vez más respetuosos. Divergimos ideopolíticamente aunque en ningún momento
llegamos a un enfrentamiento radical. Mi amistad con Gustavo Mohme es muy grande. Y
algo similar, aunque no en igual medida puedo decir de Manuel Dammert y Enrique
Bernales.
En cambio considero a Abimael Guzmán y a «Sendero» como una verdadera y muy
repudiable aberración histórica. No hace falta referirnos a los disparates anacrónicos y
fundamentalistas de su pseudo ideología, ni a sus deformaciones monstruosas y
fraudulentas del marxismo, tampoco a su accionar genocida igualmente monstruoso. Al
PCP, el senderismo no sólo lo ha dañado con el asesinato físico de cerca de 20 alcaldes
comunistas y líderes sindicales, sino, sobre todo, por haber usurpado flagrantemente el
nombre «comunista» y hasta nuestro símbolo de la hoz y el martillo.
A pesar de todo, la generación setentista no ha sido derrotada si se tiene en cuenta que la
alternativa de izquierda sólo ha quedado pendiente, aunque obligada a actualizarse. Pero es
indudable que experimentaron una tremenda derrota en las elecciones generales del 95.
No creo que la del 70 sea la última generación de izquierda peruana. Admitir eso sería
compartir con el criterio equivocado, de que el socialismo en el Perú y en el mundo ha
desaparecido, y se ha producido el fin de la ideologías.
La realidad del mundo y de nuestro país demuestran que la alternativa neoliberal no es real
ni razonable puesto que no es capaz de resolver los problemas económicos sociales
ocasionados a la humanidad por el sistema capitalista y, peor aún, viene agravando día a día
tales problemas. El socialismo real de la ex URSS y de los países europeos del este se
caracterizó por el excesivo autoritarismo y el burocratismo, pero aportó grandes conquistas
sociales como ningún tipo de sociedad anterior. Pleno empleo y remuneraciones dignas,
educación y atención médica totalmente gratuitas, cultura al alcance de todos. Y en el
campo internacional, la URSS desempeñó el papel más importante en la derrota mundial
del nazi fascismo.
¿Quién puede negar ahora o en el futuro la trascendencia universal de tales contribuciones?
Los pueblos de Europa que se beneficiaron con ellos y los de América que sienten en la
Revolución Cubana la trinchera más firme en nuestra lucha continental por el Socialismo,
estamos hoy empeñados en reagrupar fuerzas.
Esas razones son las que me mantienen en pie de lucha no obstante mis 87 años.
Desco / Revista Quehacer Nº 109 /Set-Oct 1997
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