HOGAR Y CONCILIACIÓN - Universidad de Navarra

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HOGAR Y CONCILIACIÓN
Ana María Navarro
Profesora jubilada de Educación
Universidad de Navarra
[email protected]
Cuando me propuse colaborar en el presente Congreso sobre IdG, algo dentro de mí se
resistía a hacer publicidad de una filosofía con la que no estaba de acuerdo, aunque sólo
fuera por vía de crítica. Me gustaba más la idea de encarar el tema a lo positivo, es
decir, tomando pie de la realidad experienciada por gran número de casos y ejemplos,
algunos vividos en primera persona y otros observados y repensados. La casuística
extraída de este tipo de fuentes no siempre era positiva ni menos utópica. Había errores
y aciertos, triunfos y fracasos, alegrías y sinsabores., pero ninguna de esas situaciones
respondía a las alternativas propuestas por la IdG. Y eso, no sólo por convicción, sino
también por sentido común y conocimiento de una casuística muy variada, dentro de la
conducta de la gente normal, es decir, común y corriente. Un principio de sentido
común apunta a la idea de que la mejor manera de quitar el dolor de cabeza es cortando
la cabeza. Pero así no hacemos nada, o sí, destruimos. Nunca como ahora hemos visto
tanta gente desgraciada, tantas víctimas inocentes, tanta corrupción y atentados a los
derechos humanos más elementales. Ah, el justicialismo de las ideologías!...!cuántos
crímenes se cometen en tu nombre!
Cuando en la película “Kramer contra Kramer” el juez le dice al padre, en un momento,
dado, que tendría que subir al estrado al hijo (unos 6 años), o correría el riesgo de perder
la custodia que disputaba con su mujer, este padre abandona y pierde, como es lógico, el
pleito. Todo antes de hacer sufrir al niño. ¿Cómo explicaríamos este gesto del padre?
La IdG diría cualquier cosa menos que el amor de ese padre le lleva a renunciar a un
derecho justo, puesto que fue la madre la que había abandonado el hogar y él perdió su
trabajo anterior, teniendo que buscar otro de nivel inferior. Y encima, para perder el
juicio, contra toda justicia. ¿Sería éste un tema interesante para la IdG? ¿Y para la
visión humanística? Quizá valdría la pena diseñar un cuadro de doble entrada que
reflejara la comparación entre semejanzas y contrastes de las dos versiones, una, la de
IdG y otra, la correspondiente al humanismo (cristiano, si se quiere). Ésto nos llevaría a
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buscar los ítems o temas de posible comparación. Por el momento, no lo haremos. Pero
el dato que nos ha apuntado el ejemplo de la película, nos hace sospechar que los
contrastes más acusados se darían a nivel de filosofía, o, si se quiere, entre unos valores
materialistas y otros de naturaleza espiritual. O de criterios de justicia contra criterios
de caridad, ya que ambos son valores humanos, es decir, son compatibles tanto a nivel
de la misma persona en circunstancias distintas, o dentro de la misma circunstancia,
entre personas distintas. E incluso que a fuerza de repetirse, podrían configurar una
determinada cultura y sociedad.
Tengo la impresión, o quizá yo esté prejuzgada, de que una versión humanista pensaría
en lo que es el amor, capaz de cualquier sacrificio, incluido el de padecer unas
consecuencias negativas o dolorosas (y hasta injustas, como se cuenta en la película)
con tal de no hacer sufrir al ser que se ama. ¿Llegaría a la misma conclusión un
planteamiento del tipo IdG? Sospecho que no. A lo más que se ha llegado, en el terreno
de la cooperación, es a la distribución indiscriminada de las funciones domésticas y
laborales entre los dos sexos, tal como se afirma en la siguiente cita:
“Es necesario revisar el concepto de conciliación poniendo especial atención a los
derechos de los hombres en esta materia, evitando que las mujeres sean las únicas
beneficiarias de los derechos relativos al cuidado de los hijos y otras personas
dependientes. La asunción en solitario por parte de las mujeres de estos derechos va a
entrar en colisión con su derecho de acceder y permanecer en el empleo” (M. Patricia
Aragón Sánchez en Internet).
En esta cita, no aparece por ningún lado la idea de sacrificio o renuncia por amor, o la
pérdida de unas oportunidades de promoción personal a fin de prestar un servicio a unos
ámbitos que superen la esfera de lo individual y privativo del interesado. De ahí a
devaluar la visión humanística y cristiana de la vida, que anima a servir al bien de los
demás, empezando por los más próximos, va un paso. Contra espíritu de servicio,
autopromoción y primacía de los derechos individuales. Devaluación del hogar y
exaltación de la función laboral. Confrontación entre el bien privado y el bien común.
Contra unidad de vida, parcelación de la misma. Y a río revuelto, ganancia de
pescadores.
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Entiendo por pescadores a la pléyade de los corruptos, unos más famosos que otros, que
aprovechan un momento histórico en el que los valores del espíritu han sido relegados
para hacerse ricos y poderosos, con la consiguiente anuencia y protección de los poderes
económico, político, financiero, etc. Y no es lo peor que lo hagan los personajes
públicos, que a fin de cuentas corren el riesgo de ser denunciados, sino que esta
conducta se haya difundido entre la gente normal y corriente, que llega a pensar “si
otros lo hacen, ¿por qué yo no?” ¿Donde encontraremos el remedio a tanta
insensibilidad ética y humana? No se me ocurre otra cosa que potenciando y
fomentando los valores de la familia, que es el ámbito del mejor de los amores.
Sobre la conciliación
Deliberadamente hemos dejado para el final la referencia al segundo concepto que
figura en el título arriba mencionado, la conciliación. Y esto, porque quería extraer del
comentario al texto alguna definición oportuna, habida cuenta de que el término
conciliación puede tener diversos significados según el contexto en el que se use. En
este caso, y a partir de las ideas desarrolladas más arriba se puede hablar de conciliación
en relación al fin de la acción y a los medios oportunos.
Respecto del fin, la conciliación tiene que ver con el bien. Dos o más personas concilian
sus objetivos en la medida en que éstos son buenos y verdaderos. De no ser así, se
podría hablar de complicidad, malicia, picaresca o engaño. El lenguaje es muy rico y
expresivo a la hora de revelar el sentido de la acción. En relación a los medios, conciliar
significa ponerse de acuerdo para arbitrar los modos de alcanzar un fin bueno y
verdadero. Esos modos nunca pueden ser maliciosos o pícaros. Tienen que ser nobles,
sinceros, bien intencionados y orientados al bien y la verdad.
La escena elegida de la película Kramer contra Kramer es un buen ejemplo de esto que
estamos apuntando. Más que ganar el pleito o hacer que triunfase la justicia, lo que
quiere el padre es que su hijo sufra lo menos posible. Lo cual, según el parecer del
padre, se logra evitándole el mal rato de tener que hablar mal de uno de sus dos
progenitores, a los que quiere por igual. Y por no hacerle daño, el padre renuncia hasta a
tener a su hijo consigo (en la película quien termina renunciando es la madre, pero por
exigencias del guión).
El tema elegido para esta comunicación, nos parece que apunta a criterios filosóficos y
morales, que son de naturaleza espiritual, contrastando con la concepción conductista de
la cita que he elegido para esta ocasión.
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Esto me recuerda una frase muy acertada y adecuada en este momento que corresponde
al gran jurista y amigo que fue D.Francisco Sancho Rebullida:
“Donde entra la ley, se acaba la familia”
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