Jeremy Bentham

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JEREMY BENTHAM
Nació en Londres en 1748 y murió en 1832, fue moralista y legislador.
Hijo de fiscal, Jeremy Bentham obtuvo tras estudiar en Oxford, su título de abogado a los 19 años.
Decepcionado por los abusos que se daban en la administración de justicia y sus procedimientos, en
Inglaterra, consagró toda su existencia a la reforma del sistema jurídico y del derecho, del que se propuso
fundar unos nuevos principios basados en una suerte de relación matemática entre las penas y los beneficios.
En 1789 publicó su obra Introducción a los principios de la moral y de la legislación, con un éxito tal que la
Asamblea Nacional francesa le otorgó el título de ciudadano francés (1792), a cuyo hecho Bentham respondió
con un opúsculo titulado Emancipad vuestras colonias (1793). A partir de 1802 un jurista ginebrino, Etienne
Dumont, recopila los manuscritos de Bentham y los traduce a su manera bajo el título de Legislación civil y
penal. Entre 1823 y 1824, Bentham funda la Westminster Review, que aglutina a los juristas de la escuela
utilitarista. Bentham muere en 1832 amargado por no haber conseguido crear la prisión modelo que tenía
concebida: el Panopticon.
Las ideas principales de Bentham quedan expuestas en su Introducción, así como en su obra póstuma,
Deontología o ciencia de la moral (1834). La razón practica −opina− debe confundirse y aliarse a la
consecución del máximo de felicidad para el máximo de gente. ¿Cuál es el interés de la comunidad? −se
pregunta−. La suma de los intereses de los miembros que la componen. El interés del individuo se adscribe a
aquello que acrecienta su bienestar o bien a aquello que disminuye la suma total de sus penas. De ahí se
deduce, para Bentham, la unidad de medida concreta de la felicidad: el principio de utilidad. Basándose en
una cuantificación que toma prestada de los métodos matemáticos a la sazón en boga, consigue impregnar de
un sentido real conceptos generalmente vagos, tales como vicio, virtud, deber, etc... La virtud será, según él,
todo lo que permite aumentar la posesión y disfrute de bienestar, con exención de cualquier clase de pena. Por
el contrario, el vicio es aquello que disminuye la tasa de bienestar. Esta forma de objetivar un sentimiento
sentido por las gentes en forma habitual y cotidiana, se enfrenta − siempre según Bentham− a dos obstáculos o
principios arbitrarios, eternos óbices a la filosofía de la felicidad. Se refiere al principio del ascetismo,
perversión clerical que defienden desde distintos ángulos los religiosos y los filósofos. Y que tiende a ensalzar
los actos que disminuyen la felicidad del individuo, o que desaprueba ostentosamente aquéllos que lo
fomentan. El otro principio enemigo es el del sentimiento que impide la instauración de todo principio o
criterio que no sea el del capricho. Por el contrario, el principio de utilidad preconizado por Bentham calcula
las correlaciones y proporciones entre el placer y la pena, de los que es preciso determinar la naturaleza
(física, moral, religiosa, etc...), y que es necesario cuantificar (intensidad, duración, proximidad), al objeto de
que el legislador, matemático supremo, pueda dictar las mejores normas para el gobierno de los hombres.
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