Aunque ya en los antiguos mitos encontremos el precedente de a incubadora, este dispositivo que se utiliza en neonatología para ayudar a desarrollarse prematuros a los surgió bebés hace relativamente poco tiempo. Antes del siglo XIX no existía ningún modo de atender al bebé prematuro, aparte de que estuviera en compañía de su madre, piel con piel en una suerte de “método canguro” como también parecen sugerir otros mitos clásicos. Pero los primeros en investigar descubrimientos tecnológicos para dar soporte a los bebés prematuros que frecuentemente morían al no superar los primeros días de vida fueron matronas y obstetras franceses en el siglo XIX. Para ello se basaron en los dispositivos que se empleaban para los pollos. La primera publicación en el mundo occidental sobre el tema data de 1857 y fue elaborada por el doctor Jean-Louis-Paul Denucé (1824-1889) de Burdeos, Francia. Fue el primer informe que describe una incubadora desarrollada para el cuidado de los prematuros, alrededor de 400 palabras, sin citar referencias, y publicado en el Journal de Médecine de Burdeos. Describe una bañera de zinc de doble pared en la que se llenó el espacio entre las paredes con agua caliente para incrementar la temperatura del interior. La incubadora de Tarnier El 1878 el ginecólogo de origen parisino Stéphane Tarnier modificó una cámara con un calentador basándose en una incubadora para la cría de pollos. Cuentan que el obstetra se tomó un día libre y, en vez de acudir a su trabajo en la Maternité de París, el hospital para mujeres pobres de la capital, se fue al zoo. En el Jardin des Plantes vio una exposición de incubadoras para pollos y, al ver que los pollitos recién nacidos intentando andar, en un ambiente cálido de la incubadora, tuvo una asociación de ideas. Poco después, contrató a Odile Martin, la criadora de pollos del zoo, para que el construyera un aparato que pudiera hacerles un servicio similar a los recién nacidos humanos. Tarnier sabía que la regulación de temperatura era un aspecto crucial para que los niños no murieran. Tarnier demostró con un estudio que mientras el 66% de los nacidos con poco peso morían a las pocas semanas de nacer, solo corría esa misma suerte el 38% de los que pasaban un tiempo en la caja de incubar de Tarnier. La incubadora de Tarnier no fue el primer aparato que se empleó para mantener el calor corporal de los recién nacido pero el análisis estadístico que hizo supuso un empujón definitivo para el proceso de incubar a los bebés prematuros. Las primeras incubadoras La fecha en que se fabricaron las primeras incubadoras para bebés humanos no está clara. Algunas referencias bibliográficas la sitúan en la década de 1850, otras postulan a W. C. Deming como el primer fabricante en 1888. Pero probablemente, y según la repercusión que tuvieron sus avances en la prensa de la época, fuera Alexander Lyons el que en 1891 aportara importantes avances tecnológicos para las incubadoras (“couveuses”) que permitieron perfeccionarlas notablemente. Sus incubadoras, distribuidas por toda Francia, servía a los bebés de familias desfavorecidas. En Inglaterra la incubadora se introdujo en 1887 según una publicación de la época, que debatía el uso de estos dispositivos para el cuidado de bebés prematuros y se hacía referencia a las primeras incubadoras públicas. En Estados Unidos la primera estación de incubadoras para bebés fue introducida en 1898 en Illinois (Chicago) gracias al doctor Josepf B. DeLee. Los prematuros en exhibiciones El éxito de las incubadoras era tal, que se llegó a exhibir incubadoras con bebés para mostrar las “milagrosas” supervivencias de los pequeños, en ferias con fines lucrativos (Berlín, Nueva York, Chicago…). Así sucedió en varias Ferias Mundiales, donde los bebés de incubadora eran una atracción. Tuvo que suceder una epidemia de diarrea para que se tomara consciencia de la importancia de mantener aislados a los pequeños, aunque se siguieran haciendo exhibiciones con los bebés separados del público por un cristal. Se empezaron a separar en cubículos las incubadoras de bebés en las unidades de neonatología. Surgió una de las primeras disputas bioéticas en medicina de la época. En 1898 la publicación médica “The Lancet” señala: Qué conexión existe entre el serio tema de la supervivencia humana y la mujer barbuda, el hombre perro, los elefantes, la representación de los caballos y cerdos y los payasos y acróbatas que constituyen la atracción principal del Circo Olimpia. No obstante, se llegó a este extremo de exhibir incubadoras con los correspondientes niños prematuros en ferias y exposiciones en Inglaterra y Estados Unidos hasta 1940. El siglo XX Pierre Budin, siendo obstetra, es considerado por muchos el padre de la neonatología, y ya en 1907 se mostraba preocupado por el reemplazo de las funciones maternas en los cuidados del recién nacido prematuro. En su libro “The Nursling” escribía sobre la importancia del control de la temperatura de los recién nacidos pretérmino para su supervivencia. Julius Hess, jefe de Pediatría del Hospital Muchael Reese, estableció en sus estudios conceptos básicos para el cuidado en Neonatología, se convirtió en el principal experto estadounidense en prematuros e inventó “la incubadora de Hess”. Desarrolló la caja de oxígeno y se calentaba con unos contenedores de agua caliente. En 1938 el doctor Charles Chapple diseñó una incubadora infantil moderna, un aparato de madera con aporte de calor. Permitía altos niveles de oxigenoterapia, pero este invento llevó a una epidemia de retinopatía de la prematuridad. Como curiosidad, algunas incubadoras fueron hechas con las cabinas o habitáculos de la Segunda Guerra Mundial, concretamente de los Vickers, aprovechando el puesto del artillero de proa. La incubadora portátil En 1949, J. L. Pragel patentó en Missouri (Estados Unidos) una “incubadora de traslado” o portátil, que al parecer, fue una de las primeras construidas para este fin. Se empleaba fundamentalmente para trasladar a los bebés prematuros nacidos en casa hasta el centro hospitalario. La incubadora de traslado se construyó de acero inoxidable y con una pequeña ventana de plástico que permitía ver su interior. Contaba con un termómetro que permitía medir la temperatura interna y un pequeño tanque de oxígeno que proveía una adecuada mezcla del gas para los niños que lo necesitaban y eran sostenidas con las manos de los operarios. Las incubadoras modernas Alrededor de mediados del siglo XX se produjeron avances científicos y médicos que hicieron perfeccionar el concepto de incubadora y de otros recursos en neonatología. A finales de la Segunda Guerra Mundial, gracias a las incubadoras modernas, que incorporaban terapia de oxigenación y otros avances, la tasa de mortalidad infantil cayó significativamente entre 1950 y 1988: un 75% menos. No obstante, en muchos países aún hubo que esperar décadas para que se generalizaran. También es a partir de esa fecha cuando se producen nuevos avances tecnológicos en neonatología, con importantes dedicaciones económicas a la investigación de temas vitales como la ventilación mecánica, la fluidoterapia, el control térmico… A finales de la década de 1970 surgiría el método canguro como alternativa a los cuidados en incubadora dispensados a recién nacidos prematuros que habían superado dificultades iniciales y que necesitaban únicamente alimentarse y crecer. La historia de la incubadora no ha terminado, y probablemente nuevos avances médicos modifiquen este aparato que procura que los bebés prematuros salgan adelante con las menores secuelas posibles, al tiempo que su uso se combina o complementa con otros menos tecnológicos y más humanos que también hacen mejorar al bebé.