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Santiago, 21 de Junio de 2011
Señor
Ramiro Mendoza Zuñiga
Contralor General de la República
Presente
Francisco Figueroa Cerda, vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la
Universidad de Chile; Christopher Gepp Torres, secretario general de la Federación de
Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Mauricio Carrasco Núñez,
vocero del Consejo de Presidentes de la Universidad Central; Constanza Martínez Gil,
presidenta del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile; Andrés
Fielbaum Schnitzler, presidente del Centro de Estudiantes de Ingeniería de la Universidad
de Chile, y los abajo firmantes, todos con domicilio para estos efectos en Periodista José
Carrasco Tapia número 9, comuna de Santiago, ciudad de Santiago, al Contralor General
de la República, con el debido respeto, decimos:
Que venimos a solicitarle se sirva investigar, con todas las potestades que la ley otorga a
la institución que usted dirige, el eventual conflicto de intereses e inhabilidad vigente que
el Ministro de Educación, señor Joaquín José Lavín Infante tiene en materias relacionadas
con educación superior. Con profundo interés le pedimos esclarezca la preocupante
situación que le comunicamos y que conjuntamente con ello, pueda informar al país del
resultado de su indagación. Esta investigación es necesaria, pues la información relevante
es de carácter privado y, por lo mismo, de acceso restringido a la comunidad.
Como es de conocimiento público, con fecha 11 de marzo el señor Joaquín José Lavín
Infante asumió como Ministro de Estado en la cartera de Educación. Según lo dispone el
artículo 33 de la Constitución Política de la República de Chile y el artículo 22 de la Ley
Orgánica Constitucional de Bases generales de la Administración del Estado, Ley 18.575,
los Ministros de Estado son “los colaboradores directos e inmediatos del Presidente de la
República en el gobierno y administración del Estado”. Luego y según lo establecido en el
artículo 4 de la Ley que reestructura el Ministerio de Educación Pública, Ley 18.956, el
Ministro de Educación “es el jefe superior del Ministerio”, entendiendo a esta institución
como la “secretaría de Estado encargada de fomentar el desarrollo de la educación en
todos sus niveles; asegurar a toda la población el acceso a la educación básica, estimular
la investigación científica y tecnológica y la creación artística, y la protección e incremento
del patrimonio cultural de la nación”. Algunas de sus funciones señaladas en el artículo 2
de la misma ley son “proponer y evaluar las políticas de desarrollo educacional y cultura” y
“asignar los recursos necesarios para el desarrollo de las actividades educacionales”.
Forma parte de este Ministerio, la División de Educación Superior que según lo dispone el
artículo 8, debe entre otras funciones “proponer la asignación presupuestaria estatal a las
instituciones de educación superior de acuerdo a la normativa vigente” y “asesorar en la
proposición de la política”.
Como usted bien conoce, la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la
Administración del Estado, en su artículo 13, en concordancia con lo dispuesto en el
artículo 8 de la Constitución Política de la República establece que todas las autoridades
de la Administración del Estado, deberán dar estricto cumplimiento al principio de la
probidad administrativa estableciendo como un deber para todos los funcionarios públicos
observar una conducta funcionaria intachable y un desempeño honesto y leal de la
función o cargo, con preeminencia del interés general sobre el particular.
El interés general al cual se refiere se encuentra especialmente definido en el artículo 53
de la misma ley, en donde se señala que “el interés general exige el empleo de medios
idóneos de diagnóstico, decisión y control, para concretar, dentro del orden jurídico, una
gestión eficiente y eficaz. Se expresa en el recto y correcto ejercicio del poder público por
parte de las autoridades administrativas; en lo razonable e imparcial de sus decisiones; en
la rectitud de ejecución de las normas, planes, programas y acciones; en la integridad
ética y profesional de la administración de los recursos públicos que se gestionan; en la
expedición en el cumplimiento de sus funciones legales, y en el acceso ciudadano a la
información administrativa, en conformidad a la ley”.
El cumplimiento de la disposición anterior se protege sistemáticamente por lo dispuesto
en el párrafo segundo del mismo título, denominado “De las inhabilidades e
incompatibilidades de las cuales puede adolecer un funcionario público”, en el que se
encuentran distintas situaciones que el legislador ha considerado como conflictivas.
Especialmente el artículo 56 de la Ley Orgánica Constitucional de Bases generales de la
Administración del Estado, que forma parte de este título, establece que los funcionarios
públicos pueden desarrollar cualquier actividad económica, profesión o industria cuando
esta sea conciliable con su posición dentro de la Administración del Estado, siempre –y
aquí el legislador condiciona esta libertad- que no se perturbe el fiel y oportuno
cumplimiento de los deberes encomendados a los funcionarios, todo sin contar las
prohibiciones o limitaciones que se encuentren establecidas por ley. Por supuesto
también deberán desarrollarse siempre fuera del horario de trabajo y con dineros
privados. Luego el legislador señala qué actividades son efectivamente incompatibles con
el ejercicio de la función pública, estableciendo; por ejemplo; que son incompatibles con
ella, todas aquellas actividades que han de desarrollarse durante la jornada de trabajo.
A continuación el mismo artículo regula una incompatibilidad que no es de carácter
material; como la anterior; sino intelectual. La ley dispone que “son incompatibles con el
ejercicio de la función pública las actividades particulares de las autoridades o
funcionarios que se refieran a materias específicas o casos concretos que deban ser
analizados, informados o resueltos por ellos o por el organismo o servicio público a que
pertenezcan”, pues se pretende proteger la imparcialidad y por lo mismo la idoneidad del
funcionario como sujeto a la hora de tomar decisiones para un determinado sector.
Además de regular las actividades que son incompatibles, el legislador se preocupó
especialmente de enumerar que conductas contravienen la probidad administrativa. En
directa relación con lo establecido por el artículo 56, el numeral 6 del artículo 62, nos dice
que contraviene la probidad administrativa el “intervenir, en razón de las funciones, en
asuntos en que se tenga interés personal o en que lo tengan el cónyuge, hijos, adoptados
o parientes hasta el tercer grado de consanguinidad y segundo de afinidad inclusive.
Asimismo, participar en decisiones en que exista cualquier circunstancia que le reste
imparcialidad. Por su parte las autoridades y funcionarios deberán abstenerse de
participar en estos asuntos, debiendo poner en conocimiento de su superior jerárquico la
implicancia que les afecta”.
Estas últimas dos disposiciones son las que preocupan a quienes hoy recurrimos a usted,
pues por los antecedentes que a continuación señalamos, podríamos encontrarnos frente
a una vulneración del principio de probidad administrativa, que resguardó tanto el
legislador como el constituyente, y que es pilar fundamental del recto ejercicio de la
función pública para la cual han sido elegidas nuestras autoridades y sus colaboradores.
El 23 de Enero de 1990 Joaquín Lavín, junto a Federico Valdés, Luis Silva, Cristián
Larroulet y Alfredo Valdés concurren al establecimiento de la fundación de derecho
privado que da vida a la Universidad del Desarrollo. Joaquín Lavín asumió, a partir del
primer consejo, el cargo de Vicepresidente del Consejo directivo de dicha institución.
El 2 de Agosto de 1991 las mismas cinco personas involucradas en la fundación de la
Universidad del Desarrollo crean la sociedad de responsabilidad limitada “Inmobiliaria
Ainavillo”, RUT N° 78.137.700-7. En la constitución de la sociedad la participación de
Joaquín Lavín representa el 16,6%. Dicha inmobiliaria es a quien, según los registros del
Conservador de Bienes Raíces de Concepción, pertenece la sede Ainavillo donde se
encuentra la casa matriz de la Universidad del Desarrollo. Por lo tanto, la relación
contractual entre ambas es un requisito esencial para que la Universidad desempeñe su
actividad.
En 1999, tras una modificación de los estatutos de inmobiliaria Ainavillo, esta pasa a ser
sociedad anónima cerrada, y la participación de Joaquín Lavín pasa a manos de Estudios
Económicos Ltda, y se reduce a un 14,4%.
En la declaración de patrimonio del ministro Lavín de fecha 10 de abril de 2010, así como
en su declaración de intereses de fecha 9 de abril de 2010, se exhibe que es el dueño en
un 85% de la sociedad de responsabilidad limitada Estudios Económicos Ltda.
Con fecha 10 de febrero de 2010, el futuro ministro declara su intención de renunciar al
cargo de Vicepresidente del consejo directivo de la UDD, así como la de vender sus
acciones en la inmobiliaria Ainavillo. La renuncia al cargo se hace efectiva, pero no hay
ningún registro comprobable para quienes suscribimos esta presentación de que haya
vendido las acciones de la inmobiliaria.
De hecho, en el informe Equifax de la Sociedad Ainavillo S.A. adjunto, de fecha 16 de
Junio de 2011, no se manifiesta ninguna modificación a los estatutos posterior a 21 de
Noviembre de 2006, por lo cual no es posible saber, en base a registros públicos, si el
Ministro realizó efectivamente la venta de acciones prometidas.
A juicio de quienes suscribimos esta petición, de ser efectivo que don Joaquín Lavín
participa de la propiedad o de la administración, o ambas, de una institución de Educación
Superior o de las empresas que les proveen de bienes o servicios esenciales, estaríamos
ante un conflicto de interés, por aplicación de los artículos 53, 56 y 62 de la Ley Nº
18.575, ya citada, incompatible con el ejercicio del cargo de Ministro de Estado.
En base a todos los argumentos expuestos, solicitamos al señor Contralor instruya una
investigación que esclarezca las relaciones profesionales, académicas y patrimoniales de
don Joaquín José Lavín Infante, y declare, en su caso, que la existencia de una
actividades incompatibles con el ejercicio del cargo de Ministro de Estado, y en
consecuencia, su inhabilidad para el ejercicio del cargo de Ministro de Educación.
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