t008-c31.doc

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Tecnología y equidad: Releyendo a Iván Illich
Gustavo Giuliano
Instituto para la Integración del Saber
Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”
Área 31: Ciencia, tecnología y ética
RESUMEN
¿Es posible alcanzar una sociedad más justa y sustentable profundizando el
desarrollo tecnocientífico actual? ¿Es posible que la sociedad sea capaz de ver y, en
consecuencia, de reclamar y proponer la necesidad de una reforma de la base
científico-tecnológica? ¿Sólo la catástrofe preanunciada por Heidegger será capaz
de despertar a la sociedad de su ensoñación mística con los objetos? Interrogantes
no vanos frente a una realidad socio-ambiental compleja y preocupante, que
inquietan y a la vez estimulan a pensar nuevas formas de acción, no meramente
efectistas, sino fundamentadas sobre saberes reconocidos y plurales. Quien anunció
preclara y polémicamente esta necesidad, desde la realidad de su época, fue el
polifacético y controversial pensador austríaco Iván Illich sobre cuyas ideas acerca
de la ciencia y la tecnología se referirá este trabajo. Su relectura crítica, a casi medio
siglo de la creación del mítico Centro Intercultural de Documentación de
Cuernavaca, se considera valiosa para la extracción de elementos de análisis que
contribuyan a la conformación de una estrategia, seriamente fundamentada y con
capacidad movilizadora, para propender hacia la democratización de los procesos
científicos y tecnológicos. En este sentido, serán presentados en este trabajo
conceptos tales como el de “sociedad convivencial”, “investigación radical” y
“constante K”, todos ellos relacionados con su hipótesis del equilibrio
multidimensional hombre-herramienta.
INTRODUCCIÓN
Para ejercitar la legitimación democrática de la acción tecnocientífica desde sus
propias bases interrelacionadas de diseño y uso, se deben tanto crear nuevas
formas de participación plural como revisar y potenciar prácticas y mecanismos ya
conocidos. Entre estos últimos, y dada la imposibilidad de modificar legítimamente el
rumbo actual sin contar con la acumulación de fuerzas necesarias y la voluntad y el
deseo colectivo de hacerlo, resulta de crucial importancia repensar los fundamentos
de las prácticas discursivas de las propuestas tecnológicas alternativas,
generalmente asociadas sólo con problemas puntuales propios del subdesarrollo y la
pobreza. Con la intención de aportar otros abordajes estratégicos que abran el
sentido mencionado hacia perspectivas sociales más amplias, se plantea aquí que
resulta necesario evaluar el impacto y las posibilidades de cualquier tecnología de
manera integral, no sesgada. En este sentido, resulta potencialmente interesante
pensar la tecnología no sólo desde miradas enfocadas a partir de la esfera
simbólicamente mediada de la legitimidad política de sus fines, sino también desde
planos más concretos tales como su inconsistencia física o imposibilidad fáctica para
alcanzar objetivos considerados socialmente valiosos.
En esta línea de análisis, si se considera que para alcanzar una innovación
científico-tecnológica se debe generar un espacio no vacío de intersección entre su
capacidad para ser imaginada, su racionalidad de acuerdo con el saber científico, su
posibilidad técnica de implementación y su legitimidad en cuanto al impacto social y
ambiental, se pone en evidencia que quedan habilitadas dos alternativas “neutrales”,
previas a la discusión política, que pueden se aprovechadas discursivamente para
oponerse a un diseño específico o promover otro innovador. Un ejemplo
paradigmático de este proceso se encuentra en el abandono de la búsqueda del
móvil perpetuo de segunda especie desde que se consolidó la teoría de la
termodinámica moderna, hecho que torna irrelevante, al menos en la práctica,
discutir la legitimidad social de tal máquina simplemente porque ella es imposible de
construir con la leyes físicas de este mundo. Se trata, en definitiva, de postular y
validar hipótesis generales que permitan usufructuar las potencialidades y la buena
imagen del discurso científico para fundamentar, “de manera racional”, la necesidad
de marchar hacia una reforma tecnológica.
Iván Illich exploró este camino con especial agudeza. Independientemente de
acordar o no con sus miradas sobre temas específicos o con los grados de viabilidad
de sus propuestas concretas, este trabajo se propone poner de manifiesto y traer
nuevamente a escena su original estrategia argumentativa.
LA SOCIEDAD CONVIVENCIAL
El pensamiento de Illich respecto de la ciencia y la tecnología está claramente
expresado en uno de sus principales textos: La convivencialidad. En su prefacio
relata que en enero de 1972 un grupo de latinoamericanos se encontraron en el
Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), en Cuernavaca, para discutir la
siguiente hipótesis:
“Existen características técnicas en los medios de producción que hacen
imposible su control en un proceso político. Sólo una sociedad que acepte la
necesidad de escoger un techo común a ciertas dimensiones técnicas en sus
medios de producción tiene alternativas políticas” (Illlich, 1985a, p. 7).
Su tesis general se fundamenta sobre el concepto de equilibrio
multidimensional de la vida humana dentro del cual ocupa un lugar central la relación
del hombre con la herramienta. En cada una de sus dimensiones, este equilibrio de
la vida humana corresponde a una escala natural determinada. Cuando una labor
con herramientas sobrepasa un umbral definido por la escala, se vuelve contra su
fin, amenazando destruir el cuerpo social en su totalidad. Reconocer la existencia de
escalas y de límites naturales, llevaría a inventar formas y ritmos de un modo de
producción postindustrial y de un nuevo mundo social.
Illich llama “sociedad convivencial” a aquella en que la herramienta moderna
está al servicio de la persona integrada a la colectividad y no al servicio de un
cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que el hombre controla la
herramienta. Solamente echando abajo la sólida estructura que regula la relación del
hombre con la herramienta, se podrá llegar a un nuevo orden social. La herramienta
justa responde a tres exigencias: es generadora de eficiencia sin degradar la
autonomía personal, no suscita ni esclavos ni amos y expande el radio de acción
personal. El hombre necesita de una herramienta con la cual trabajar y no de
instrumentos que trabajen en su lugar. Necesita de una tecnología que saque el
mejor partido de la energía y de la imaginación personales, no de una tecnología
que lo avasalle y lo programe. Se debe tomar conciencia de que ciertas
herramientas son siempre destructoras, cualesquiera que sean las manos que las
detenten.
Según Illich, ninguno de los tipos de instrumentos fabricados en el pasado
posibilita un tipo de sociedad y un modo de actividad marcados a la vez con el sello
de la eficiencia y de la convivencialidad. Pero hoy en día se pueden concebir
herramientas que permitan eliminar la esclavitud del hombre frente al hombre, sin
someterlo a la máquina. La condición para esta posibilidad es la reversión del cuadro
de las instituciones que rigen la aplicación de los resultados de las ciencias y de las
técnicas. Para permitir al hombre realizarse, la investigación científico-tecnológica
debe ir en un sentido radicalmente opuesto al actual. Illich le da el nombre de
“investigación radical”. La investigación radical debe perseguir dos objetivos: por una
parte presentar criterios que permitan determinar cuándo una herramienta alcanza
un umbral de nocividad; por otra, inventar herramientas que optimicen el equilibrio
de la vida y así maximicen la libertad de cada uno.
UN CASO ESPECÍFICO DE APLICACIÓN: “ENERGÍA Y EQUIDAD”
En un texto publicado en mayo de 1973 en el diario parisino Le Monde, Illich
aplica su tesis al caso por entonces candente de la “crisis de energía” centrándose
específicamente en el tema del transporte. En su discurso sostiene que tal crisis es
un eufemismo que encubre una contradicción inherente al hecho de querer alcanzar,
al mismo tiempo, un estado social basado sobre la noción de equidad y un nivel
cada vez más elevado de crecimiento industrial. Supone la ilusión de que se puede
sustituir indefinidamente la energía metabólica del hombre por la potencia de la
máquina. Sostiene que hay que entender que la crisis no encuentra su solución aún
cuando se encuentren formas de producir energía abundante y limpia, sin efecto
destructor sobre el medio ambiente. Creer en la posibilidad de altos niveles de
energía limpia como solución a todos los males es suponer que la equidad en la
participación del poder y el consumo de energía pueden crecer juntos.
La tesis que sostiene Illich es que no es posible alcanzar un estado social
basado en la noción de equidad y simultáneamente aumentar la energía mecánica
disponible, a no ser bajo la condición de que el consumo de energía por persona se
mantenga dentro de ciertos límites. Se debe superar la ilusión de que más energía
es mejor. Con este fin es necesario, ante todo, determinar el límite de energía más
allá del cual se ejerce el efecto corruptor del poder mecánico:
“Existe una ‘constante K’. Esta constante indica la cantidad por la cual hay que
multiplicar la energía mecánica utilizada para todos los fines en la sociedad. La
sociedad debe ser considerada como subequipada para una forma de
producción participatoria y eficaz, mientras K no alcance el valor del límite
inferior. Cuando K pasa a ser mayor que el valor del límite superior, termina la
posibilidad de mantener una distribución equitativa del control sobre el poder
mecánico en la sociedad.” (Illich, 1985b)
Si esta hipótesis fuese correcta, existe en cada sociedad concreta un “nivel de
energía de rendimiento mecánico” dentro del cual puede funcionar de manera
óptima un sistema político participativo. El orden de magnitud en que se da este
nivel de energía es independiente del instrumental tecnológico o de la eficiencia en
la transformación de la energía misma.
CONCLUSION
Como se mencionó en la introducción, el propósito de este trabajo no es
realizar una defensa cerrada del pensamiento de Iván Illich, sino poner de manifiesto
su particular estrategia de abordaje metodológico y argumentativo.
Independientemente de que exista o sea deseable la posibilidad de marchar
hacia una sociedad convivencial, la postulación de hipótesis generales de trabajo
que propongan relaciones funcionales entre restricciones físicas y condiciones
sociales deseadas representa un abordaje original al momento de pensar la
posibilidad de construcción de alternativas tecnocientíficas.
Desde este lugar, si se pudiera considerar que hay bases razonables para
sostener que efectivamente existe una “constante K” que maximiza la relación
existente entre el uso de energía mecánica y la distribución de la equidad social, se
dispondría de un argumento de peso al momento de proponer diseños alternativos.
Enunciar y defender hipótesis generales por intermedio de cálculos objetivos,
permite deducir corolarios no triviales como los relacionados con la cuestión del
control de la tecnología y la supuesta neutralidad valorativa de los objetos técnicos.
REFERENCIAS
ILLICH, Iván. La convivencialidad. México: Joaquín Mortiz, 1985a. Disponible en
http://www.ivanillich.org.mx. Última visita setiembre de 2010.
ILLICH, Iván. Energía y equidad. México: Joaquín Mortiz, 1985b. Disponible en
http://www.ivanillich.org.mx. Última visita setiembre de 2010.
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