Domingo de Ramos. Ciclo A. - Parroquia Santa Rosa de Lima

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Domingo de Ramos. Ciclo A. domingo 17 de Abril de 2011
Is 50, 1-7
Fil 2, 6-11
Mt 21, 1-11
Mt 26, 14-27, 66
“Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban”
“Se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”
“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Procesión)
“Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu” (Pasión)
Evangelio
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos,
diciéndoles: Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán una asna atada, junto con su
cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a
devolver en seguida". Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de
Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga.
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus
mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos
sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante
de Jesús y la que lo seguía gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas! Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: ¿Quién es
este? Y la gente respondía: Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.
Comentario
Procesión, Pasión y Pascua
Con la Misa del Domingo de Ramos, la liturgia de la Iglesia abre la puerta a la Semana Santa, las
celebraciones más importantes del año litúrgico. No podemos ser católicos por una semana, y
desentendernos del resto del año. Es santa esta semana porque la santidad de Jesús, quiere tocar nuestro
corazón para volver al camino de Dios, y testimonia su amor infinito, al redimir a la humanidad aceptando
el misterio de la cruz.
Se comienza con la lectura de la entrada del Señor en Jerusalén, que revivirá la liturgia con la
procesión hacia el templo para continuar con la misa. Jesús ingresa en un asna atada, para cumplir lo que
había anunciado el profeta Zacarías: “Tu rey viene hacia ti, humilde y montado…sobre un animal de
carga” Con esta actitud de mansedumbre y humildad, se prepara para su pasión, que se leerá este
domingo, como anticipo de los sucesos de la semana santa.
Todo esto, esta revelando que para entrar al misterio de Dios, es necesario pedir y trabajar el don de
la humildad, de modo de comenzar a comprender la donación del amor de Jesús por nosotros. Como dirá
San Pablo: “Me amó y se entrego por mí” (Gal 2,20)
El Señor quiere evitar la concepción de un mesianismo triunfalista. Entra acompañado de los
discípulos y del pueblo sencillo, ante las críticas de los sumos sacerdotes, escribas y fariseos. No lo hace al
estilo de los emperadores, conquistadores o jefes militares. La alegría se contagia y la gente corta ramas de
los árboles y extiende sus mantos por el camino. Gritan y cantan: Hosanna, Bendito. Es Jesús, el profeta de
Nazaret. Esos ramos que la gente tomó de las cercanías del monte de los olivos, son los que también llevan
hoy los fieles. Sería una mezquindad y poco interés, pero es lo que sucede, que solo se venga por el ramo
de olivos, y mejor que se lo den. El desafío es volver a renovar el discipulado, el seguimiento de Jesús,
acompañarlo en estos días y siempre, en la gloria y en el dolor.
Los fieles tendrán el domingo los ramos en las manos y en la vigilia pascual, las velas encendidas,
cuando ingresen al templo, para demostrar que la luz vence a la oscuridad. Los ramos, son el símbolo de la
paz, los cirios, son el símbolo de la fe. Entre medio, el viernes santo, estará el beso de la cruz, y el
crucificado, un beso de amor, como lo hacemos por alguien a quien queremos de verdad.
Toda la liturgia esta llena de signos, y es prodiga en los ritos, que nos llevan a meditar y a
conmover el corazón
Cada año los ramos, se queman para utilizarlos en la bendición del miércoles de ceniza. Ahora lo
llevaremos a nuestras casas para recordar que formo parte de la Iglesia, el pueblo de Dios que peregrina en
este mundo, y que quiere avivar a Cristo Rey, en el templo y en el mundo, con el testimonio de vida.
La procesión, la pasión y la pascua, son los tres momentos fuertes de la semana santa. Pero también
significan y anuncian un programa de vida cristiana: Seguimiento, sufrimiento y resurrección
La pasión por Jesús
La Liturgia nos invita a introducirnos en la meditación de la lectura de la pasión del Señor. Dos
escenarios de contrastes entre el domingo de ramos y el viernes santo. La alegría se transformará en
tristeza, el hosanna y el bendito, se cambiarán por, que sea crucificado, los olivos en corona de espinas, los
mantos en el sorteo de las vestiduras, el estar sobre un asna y ahora sobre una cruz. Todo se precipitó en
pocos días. La primera lectura de Isaías, anunciaba siete siglos antes, el padecimiento del servidor
sufriente, dibujando proféticamente los terribles sucesos: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis
mejillas, a los que me arrancaban la barba”
En el texto de San Mateo, se verifica claramente como en el misterio de Jesús, se cumplen lo
anunciado en las Escrituras. Este recurso del evangelista pone en evidencia, que Jesús, era el Mesías.
Conmueve observar por un lado el pecado y bajeza de los hombres y por otro la grandeza y
entereza del Señor, que con total amor, asume la misión del Padre, de redimir y salvar a la humanidad del
pecado y de la muerte, con el precio de su preciosa sangre. El Señor sufrió en su alma y en su cuerpo: el
abandono, la traición, la soledad, la incomprensión, las burlas, y el desprecio. También asumió los azotes,
los golpes, la coronación de espinas, los escupitazos, y la crucifixión.
Pilato intuye su inocencia, sabía que lo habían entregado por envidia. Su misma esposa, le anuncia
que no se mezcle en el asunto de este justo. Su cobardía permite la condenación de Jesús, al lavarse las
manos y confesar: “Yo soy inocente de esta sangre” y el liberado un delincuente: Barrabas. Todo el
proceso contra el Señor, pone en evidencia el tema de la justicia, ante la terrible injusticia humana obrada
contre el Señor. Una pregunta pondrá al descubierto este tema, que no tiene respuesta: “¿Qué mal ha
hecho? Pregunta Pilatos: Pero ellos gritaron que sea crucificado” No hay defensores, ni defensa, ni el
mismo Señor se defiende. Y este es, como el meollo de los acontecimientos. El Justo que muere por los
injustos, para reparar el pecado del mundo y saldar la deuda que separaba al hombre con Dios. Así como
los sacrificios de los animales que se ofrecían a Dios en el pueblo judío como signo de ofrecimiento cultual
y reparación de los pecados, así será ahora el sacrificio de Jesús, que en forma vicaria, asume ser el nuevo
cordero pascual, con su sufrimiento y derramamiento de sangre, como el único sacrificio verdadero y
agradable a Dios. El misterio de la cruz, el misterio pascual se renueva y se actualiza cada día ahora en el
sacrificio del altar, al celebrarse la santa Misa. Dice el compendio del Catecismo de manera resumida y
magnífica: “La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él
instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la
Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete
pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna”
(271)
Todo este relato no puede quedar en una mera información histórica de los sucesos ocurridos hace
2000 años. El evangelio intenta tocar la vida, golpear el corazón creyente, despertarlo y movilizarlo a la
conversión, a la vuelta a Dios. Dice San Pablo en la segunda lectura: “Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le
dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo,
en la tierra” Es verdad; este misterio del amor Jesús por Dios y los hombres se entiende mejor
arrodillando espiritualmente la mente y el corazón, como lo haremos cuando en la liturgia el sacerdote
concluida la muerte del Señor, invite a ponerse de rodillas. Sería una pena que los que vienen a las
celebraciones, se vayan como entraron. Es una oportunidad para acercarse a Jesús crucificado, y resucitar
con El, en el sacramento de la confesión, no solo para cumplir con el precepto pascual de confesar una vez
al año, sino para cambiar de vida y seguir siendo cristianos de verdad y no unas veces al año.
Cada uno puede identificarse con algunos de los personajes de la pasión y confesar así sus propios
pecados. Alguien una vez decía que uno puede confesarse de cobardía en el testimonio, como Pilatos,
tratar mal a la gente como los soldados en la pasión, traicionar al hermano como Judas.
Que la pasión de Jesús, nos lleve a la pasión por Jesús, a la entrega, al servicio, al apostolado, y a la
pasión con Jesús, aceptando con paciencia, esperanza y alegría, las pequeñas cruces de la existencia, que
son un trampolín para resucitar con El. Amen
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario
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