IMPRESIONISMO La trayectoria del arte pictórico del s. XIX está presidida...

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IMPRESIONISMO
La trayectoria del arte pictórico del s. XIX está presidida por la preocupación por la luz, desde la luminosidad
vibrante del romanticismo hasta los poéticos paisajes de la escuela de Barbizón. En el último cuarto de siglo,
el impresionismo culmina esta tendencia de unir visión y luz y se enfrenta al problema de representar el
paisaje con sus elementos fluctuantes y sus circunstancias atmosféricas.
El impresionismo, corriente estética iniciada y desarrollada sobre todo en Francia, consiste, de hecho, en una
última etapa del naturalismo, porque agudizó la búsqueda de una realidad más auténticamente reflejada que en
la pintura anterior. Centrándose en temas tan cotidianos como los del realismo, los impresionistas los pintaban
«in situ», como en una instantánea fotográfica y, a menudo, en una sola y rápida sesión, y lograban visiones
fugaces que, al ser expuestas, acabaron con la diferenciación convencional entre esbozo y obra definitiva. Por
otro lado, el conocimiento y la valoración del arte japonés y de su concepción decorativa contribuyó a
revolucionar los encuadres, a romper la simetría convencional, a despreocuparse por el espacio y la
perspectiva...
Los impresionistas nos muestran la momentaneidad de la expresión óptica, la precariedad de nuestras
sensaciones, la relatividad de nuestras apreciaciones estéticas, una captación auténticamente temporal de la
impresión óptica; representan un objeto moviéndose en el tiempo. Su estética es la de la movilidad: no hacían
cuadros para verse a distancia, sino cuadros móviles, inquietantes, no porque se muevan ellos, sino porque no
se ven con nitidez y porque obligan al espectador a moverse.
Se considera que el impresionismo nació con la unión de Monet y Renoir, quienes entre 1869 y 1874
trabajaron juntos a orillas del Sena, decididos a acabar con todas las reglas de taller (perspectiva,
composición, claroscuro), y a encontrar una pintura que proporcionara la impresión visual en su inmediatez.
Renoir fue, no obstante, el primero en desertar del grupo y buscar el éxito en los salones oficiales.
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Características del impresionismo
El grupo reivindica una pintura al aire libre, lo que les lleva a pintar paisajes del natural con tonos claros y
luminosos. Se proponen dar, de la forma más inmediata y con una técnica rápida y sin retoques, la impresión
luminosa y la transparencia de la atmósfera y del agua con puras notas cromáticas, independientemente de
toda gradación de claroscuro. Los protagonistas de sus cuadros son, casi siempre, los árboles, las nubes,
bañistas, veleros, trigales, las carreras de caballos o el gesto ágil de unas bailarinas. Para ellos no hay temas
insignificantes, sino cuadros bien o mal resueltos.
La luz (y sus efectos cambiantes) es, de hecho, el tema de sus cuadros. Afirman que los objetos sólo se ven en
la medida en que la luz incide sobre ellos. Practican un realismo absoluto y por ello suprimen el color negro
(que no existe en la naturaleza y que es la negación de la luz). Sólo es real la relación aire−luz: por ello los
personajes se diluyen en la atmósfera luminosa que les rodea. Utilizan una paleta de colores claros y puros, en
la que no existen contrastes agudos de claros y oscuros.
Su técnica es de toque, ligera y pincelada corta, evitando el contraste entre la figura y su fondo. Usan puntos
de color para reproducir la atmósfera vibrante o el movimiento del agua. Aplican los descubrimientos de Rood
y Chevreul en sus obras: existen tres colores primarios (amarillo, rojo, azul) y tres complementarios (violeta,
verde, naranja); asociados los colores primarios dan el complementario del tercero. Pero los colores no tienen
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que mezclarse en la paleta, sino que es el ojo humano el que los fusiona.
Músicos como Claude Debussy, Maurice Ravel y Manuel de Falla; escultores como Auguste Rodin o
Medardo Rosso, y escritores como Mallarmé, Verlaine o Azorín son otras manifestaciones culturales de este
movimiento.
Édouard Manet: «Desayuno sobre la hierba» (1863)
Esta obra es, junto con «Olimpia», la que marcaría el comienzo de la pintura moderna. Manet suscitó, sin
querer, un escándalo con la misma, la cual está inspirada en un boceto de Marco Antonio Raimondi y recuerda
al «Concierto campestre» de Giorgione en colaboración con Tiziano (aunque se considera en la actualidad
obra en exclusiva de Tiziano).
El cuadro fue rechazado por el jurado del Salón, ante la indignación de muchos, por lo que no fue admitida
esta obra el Salón de ese mismo año (1863). Este rechazo por el jurado seleccionador de las obras, provocó un
gran escándalo en los medios artísticos de París, principalmente entre los jóvenes que tenían a Manet por al
mejor artista de su generación. Pero Napoleón III, accediendo a las quejas de los artistas rechazados, autorizó
la creación de una sala en la que pudieran exhibir sus obras rechazadas en el salón oficial (de ahí el nombre de
Salon des Refusés −salón de los rechazados−), y fue entusiasticamente acogida en éste. La crítica del público
no sólo fue dirigida a la libertad de las pinceladas, sino que consideró de mal gusto el desnudo femenino, que
no era ni una figura alegórica ni ninguna diosa clásica. Manet declaró que el verdadero tema del cuadro era la
luz, y esa fue la idea que dio el origen al impresionismo
Influido por Monet, practicó la pintura al aire libre sin abandonar su fidelidad por el tema de la figura. A
simple vista, el cuadro en sí no parece de lo más impresionista, quizá sea porque perteneció a la escuela de
Couture, retratista notable. Sus primeros trabajos fueron testimonio de la influencia realista de la que aún no
pudo desprenderse, pero progresa del realismo hasta el impresionismo.
La obra combina varios géneros: paisaje, bodegón y retratos. Presenta una composición piramidal clásica
donde una serie de triángulos de diferentes tamaños sostiene el grupo central. Usa efectivamente los
contrastes, en particular, como en varias de sus obras, la proximidad de blancos y negros. Muestra un
"instantáneo" de preferencia a una "pose" de los personajes y subraya sabiamente el erotismo en la escena
mediante ese cuerpo desnudo...
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