COSMOVISIÓN MODERNA Es importante hacer notar que la concepción antropocéntrica del Universo —de la cual la teoría geocéntrica es sólo un ejemplo— sigue teniendo un arraigo muy fuerte en la mente del hombre moderno, razón por la que el estudio del desarrollo de las ideas científicas también sirve para mostrar la lucha que el ser humano ha librado consigo mismo para superar viejos prejuicios y poder aceptar un papel modesto dentro del cosmos, el cual ahora puede percibir gracias a los modernos telescopios ópticos, radiotelescopios, satélites artificiales y sondas espaciales. Por otra parte, el cambio en los conceptos sobre el cosmos y el entendimiento de las leyes físicas que lo rigen ha sido tan rápido en las últimas décadas que es fácil perder la perspectiva histórica de ese proceso. Para resaltar este hecho mencionaremos que todavía viven personas que en sus primeros años de estudio aprendieron que nuestra galaxia constituía todo el Universo, y que si bien la Tierra ya no estaba situada en el centro de éste, el Sol y su sistema planetario sí lo eran. Recuérdese además que en 1930 fue cuando el astrónomo estadounidense Clyde W. Tombaugh (1906- 1997) descubrió Plutón, el último planeta conocido de nuestro Sistema Solar. Hace apenas seis décadas que el hombre tuvo la certeza de que nuestra galaxia era sólo una más entre un número inmenso de sistemas del mismo tipo formados por miles de millones de estrellas, y que ciertamente no ocupamos un lugar central en este universo recientemente descubierto. Gracias a los avances de la tecnología los astrónomos de la actualidad, siguiendo una tradición originada en las primeras civilizaciones, continúan trazando los mapas de distribución de estrellas y galaxias, abarcando distancias cada vez mayores. A medida que nuestros conocimientos aumentan, las ideas sobre la forma, la constitución y el origen del Universo se ven enriquecidas constantemente. Conceptos que eran populares entre los científicos hace sólo una década han sido puestos en duda, y seguramente serán desechados o modificados hasta adecuarlos a los nuevos descubrimientos. Este cambio continuo no debe interpretarse como un fracaso de los astrónomos en su búsqueda por resolver los problemas que se plantean. Menos aún como una incapacidad de la ciencia para brindar respuestas definitivas, sino como parte de la evolución que nuestra concepción del Universo experimenta gracias al aumento constante de información, proceso que por cierto seguramente está lejos de concluir. Esto ha hecho que la cosmología haya dejado de ser objeto de especulación filosófica, convirtiéndose en parte integrante de las ciencias naturales, por lo cual está sujeta a pruebas tanto teóricas como observacionales que permiten o permitirán decidir entre diferentes teorías cosmológicas, haciendo a un lado los argumentos metafísicos y apoyándose en la rigurosidad del método científico. COMENTARIO FINAL Sin lugar a dudas uno de los interrogantes que más ha inquietado a la humanidad ha sido entender cuál es su lugar dentro de la compleja estructura cósmica. Los caminos que el hombre siguió para buscar respuestas han sido variados y muchas veces conflictivos. La religión, la filosofía y la ciencia han sido los medios de que se ha valido para resolver este interrogante congénito. Sólo en los últimos siglos la astronomía le ha brindado respuestas claras sobre este particular. Al mismo tiempo que le ha demostrado que la Tierra no es plana y que no ocupa el centro del Universo, le ha proporcionado elementos que no sólo le permiten entender su posición en el cosmos, sino sacar provecho de ello. sacar provecho de ello. Al alejarlo del centro del Universo no lo ha dejado desprotegido intelectualmente, pues le ha mostrado las enormes potencialidades de su mente, ya que, aunque está incapacitado físicamente para desplazarse por el cosmos, ha sabido encontrar información que le ha permitido entender la estructura y evolución de un universo inconmensurablemente mayor que él, tanto espacial como temporalmente. Gracias a este conocimiento ha podido estructurar de manera racional el estudio de la naturaleza, lo que a su vez ha ahuyentado de su vida una compleja serie de mitos y tabúes, haciéndolo más libre y, sobre todo, autocrítico, condiciones esenciales del conocimiento científico. Para confirmar lo expresado en los párrafos precedentes, mencionaremos que Auguste Comte (17981857), el destacado filósofo francés que con su doctrina positivista intentó sistematizar el estudio de las disciplinas científicas, señalaba que uno de los problemas que por su propia naturaleza no pueden ser resueltos por el hombre es el de saber de qué están hechas las estrellas, ya que le son inaccesibles. Esta afirmación la hizo sólo tres décadas antes de que los trabajos de Kirchhoff y Bunsen demostraran que sí era posible determinar la composición química de los cuerpos celestes, brindando así a la humanidad la posibilidad de conocer las características físicas de cuerpos que nunca podrá tener en sus laboratorios. El tiempo transcurrido desde que el mundo del hombre se reducía al exterior inmediato de las cavernas que le sirvieron de refugio hace miles de años, hasta la actualidad en que ha llegado a comprender que está inmerso en un diminuto planeta que gira en torno a una estrella que junto con otros miles de millones forman una galaxia que también es una entre millones, puede parecernos muy largo, pero si se le compara con la duración de los eventos cósmicos que está estudiando podremos apreciar lo rápido que ha avanzado en el conocimiento del lugar que ocupa en el Universo. Para finalizar, es importante destacar que a lo largo del proceso que ha permitido establecer los resultados que se han comentado en este libro han participado muchos más pensadores que los que aquí se han mencionado. También han surgido muchas y muy variadas ideas, pero por la naturaleza de este trabajo nos hemos visto restringidos a mencionar lo que se considera de mayor importancia para el tema, sin que ello signifique que es lo único que se ha hecho en astronomía. Como siempre sucede en el proceso de investigación científica, cuando se encuentran respuestas a problemas específicos surgen otros que obligan a plantear nuevas líneas de investigación. Este continuo fluir de información es lo que proporciona vitalidad a la ciencia. En el caso de la astronomía hemos visto que, al buscar respuesta a preguntas muy antiguas, ha surgido toda una manera diferente de entender el Universo, lo que sin lugar a dudas ha enriquecido nuestras capacidades intelectuales.