3. Expón la filosofía de Aristóteles. (2,5) (Aquí se te pide una exposición ordenada de su pensamiento. No es posible ponerlo todo, pero se pide que expongas ideas relevantes, bien enlazadas. Una redacción coherente que dé una idea de lo que decía el autor, no una sucesión de ideas sueltas. Se puede uno centrar también en una parte importante de su filosofía, explicándola y sacando consecuencias para el resto de su pensamiento. Te pondrán máximo 2 si saltas de idea en idea sin enlazarlas. Hasta 2,5 si hay coherencia. Lo que sigue es un ejemplo de panorama general de su pensamiento). Recuerda que la extensión recomendada es 11,25 cara de folio. La cosmología aristotélica es un buen ejemplo del talante integrador del pensamiento aristotélico, pues vemos que usa ideas de los autores presocráticos (los cuatro elementos del mundo sublunar, por ejemplo), mantiene prejuicios de la cultura griega (la perfección del movimiento circular, o el hilozoísmo), ideas centrales del platonismo (la importancia de las Formas), a la vez que incorpora planteamientos propios que permiten engarzar esas ideas de otros en un sistema coherente (por ejemplo, la idea del movimiento como el paso de la potencia al acto). El cosmos aristotélico es heterogéneo, en cuanto que distingue dos zonas: el mundo sublunar y el supralunar, ambos centrados en la Tierra. El seguimiento de las observaciones comunes es una constante en este sistema, y una de las claves de su éxito, de ahí su geocentrismo. El mundo sublunar se compone de los cuatro elementos clásicos presocráticos (tierra, agua, aire y fuego), cada uno de los cuales tiende, en estado libre, a regresar a su lugar natural (la presuposición hilozoísta griega está presente aquí), que sería desde el centro a la periferia, en el orden mencionado. Las influencias artificiales de algún agente externo los aparta de su zona, y lleva incluso a que se mezclen unos con otros. Nuestra zona del Cosmos es de hecho el único lugar en el que existe la descomposición (la muerte) precisamente porque la gran mayoría de seres que vemos son compuestos de los cuatro elementos, como lo somos nosotros. La influencia que determina la mezcla de los mismos es el rozamiento que sobre ellos ejerce la órbita de la Luna. Todo en este Cosmos se transmite por rozamiento, pues según Aristóteles es fácil comprobar en la experiencia que en estado natural no existe el espacio vacío, sino que todo está en contacto con todo (de ahí el axioma de su física: “Todo lo que se mueve es movido por otro”). En cuanto al mundo supralunar, comprendido desde la Luna (incluida) hasta órbita de las estrellas fijas, todo en él está hecho del quinto elemento, el éter, una forma sutil de materia que deberá moverse en círculos, la figura perfecta de los griegos. La simplicidad de los cuerpos celestes es la causa de su eternidad: siempre existieron los mismos astros, y siempre habrá los mismos por esta razón (algo con lo que chocarán las observaciones de Galileo en el siglo XVII). En cuanto al límite físico del cosmos, esa órbita de estrellas fijas que se mueven en conjunto manteniendo sus distancias relativas, representa un reflejo de la idea griega de que lo infinito es sinónimo de inacabamiento, y por tanto de imperfección. Su movimiento se transmite por rozamiento a través de todo el orbe celeste, y viene a su vez causado por la presencia tras ellas del Primer Motor, una de las ideas más originales y de más influencia del estagirita, pues según él, más allá de las estrellas, donde ya no existe ni el espacio a ocupar ni la materia que lo ocupe, debe existir un Ser supremo cuya mera presencia suscite el movimiento de las estrellas. Ese Ser sería la explicación de su movimiento (y, en consecuencia, del funcionamiento de todo el Cosmos descrito),y no podría ser material, porque tras ellas no existe espacio a ocupar, ni por tanto podría tener en sí potencialidad alguna, de manera que sería Acto Puro, Forma pura: un Ser que es ya todo lo que puede ser. La única actividad factible para este Ser sería el pensamiento, pero sólo de Él mismo, pues lo contrario supondría introducir materialidad en su naturaleza, algo imposible. El Primer Motor, por tanto, es puro pensamiento de sí mismo, no sabe que el cosmos existe, pero este funciona gracias a su presencia, que actúa como causa final para las estrellas, que de esa manera inician la cadena de transmisión del movimiento hasta el centro del Universo, donde estamos. Ese Acto Puro, un Dios que “es el que es” (coincidencia con el pensamiento judeocristiano que tendrá gran repercusión en nuestra historia) está en la eternidad, fuera del tiempo, precisamente por estar más allá de los astros, la observación de cuyo movimiento constituye precisamente eso que llamamos tiempo. Para Él todo es un instante detenido de puro pensamiento de sí mismo. Este es el Dios de Aristóteles, que nada tiene que ver con ningún planteamiento religioso, sino que es una hipótesis científica que cierra todo su sistema cosmológico, como causa final suprema del Universo. El talento de Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, sabrá adoptar este modelo para la cultura cristiana, eliminando ese ensimismamiento del Ser Supremo y otras ideas, como la eternidad de este cosmos, pues para Aristóteles, como para todos los griegos, la idea de creación ex nihilo era absurda. Ese Dios no creó el Cosmos, según nuestro autor, sino que es su pieza fundamental desde siempre y por siempre. Por otra parte, el papel que juegan las Formas platónicas en este Universo no es estar situadas en otro lugar, pues Aristóteles se negó a la duplicación de mundos, sino estar presentes de manera inmanente en cada uno de los seres particulares hilemórficos que componen ese inmenso sistema. Las Formas siguen siendo en Aristóteles los universales que busca la mente, pero no ya sacándonos de este mundo, sino llevándonos a profundizar en él, buscando la naturaleza propia de cada ser que ellas constituyen, desde la observación de los particulares concretos en cada uno de los cuales están guiando definiendo su ser o guiando su desarrollo. Por eso la cosmología aristotélica es una buena manera de hacernos ver de qué manera Aristóteles devuelve a este mundo el mundo de las Ideas de Platón.