Sobre la condición humana (*) “Somos hijos marginales del cosmos, formados por partículas, átomos, moléculas del mundo físico. (...) El hombre apareció de una manera marginal en el mundo animal y su desarrollo lo volvió aun más marginal. Somos los únicos (aparentemente) que entre los seres vivos de la tierra poseemos un aparato neurocerebral hipercomplejo, los únicos que poseemos un lenguaje doblemente articulado que permite comunicarnos de individuo a individuo, los únicos que disponemos de conciencia. Abrirnos al cosmos es situarnos en una aventura desconocida y quizás seamos, al mismo tiempo, los únicos que podamos aclararla y los que nos desviemos de ella. Abrirnos hacia la physis, es relacionarnos con el problema de la organización de las partículas, átomos, moléculas, macromoléculas que se encuentran dentro de las células de cada uno de nosotros. La vida es un moho que se formo en las aguas y superficie de la tierra. Nuestro planeta engendro la vida, que se desarrollo como un bosque en el mundo vegetal y animal. Y entre los vertebrados, los mamíferos, los primates, que tienen en nosotros herederos hijas, hermanas de las primeras células vivas. Por nacimiento, formamos parte de la aventura biológica; por la muerte, participamos de la tragedia cósmica. (...) En nuestro interior llevamos el mundo físico, químico, vivo y, al mismo tiempo, estamos separados de ellos por nuestro pensamiento, muestra conciencia, nuestra cultura. De esta manera, cosmología, ciencias de la Tierra, biología, ecología, permiten situar la doble condición humana, natural y metanatural. El hombre situado entre dos infinitos, la microfísica y la astrofísica. Hoy aprendimos nuestro doble arraigo en el cosmos físico y en la esfera viviente. Por primera vez en la historia, el ser humano puede reconocer la condición humana en su arraigo y en su desarraigo.... Estamos, al mismo tiempo, dentro y fuera de la naturaleza. Somos seres al mismo tiempo cósmicos, físicos, biológicos, culturales, cerebrales, Página 1 espirituales. Somos hijos del cosmos, pero a causa de nuestra propia humanidad, de nuestra cultura, de nuestro espíritu, de nuestra conciencia, somos extranjeros en este cosmos del que provenimos y que sigue siendo para nosotros secretamente íntimo. Nuestro pensamiento, nuestra conciencia, que nos hacen conocer el mundo físico, nos alejan también de él. El hecho de considerar racional y científicamente el universo nos separa de el. La Tierra se produjo y organizo dependiendo del Sol; se constituyo como un complejo biofísico a partir del momento en que se desarrollo su biosfera. De la Tierra, surgió la vida, y en el surgimiento multiforme de la vida pluricelular surgió la animalidad y, luego, el desarrollo mas reciente de una rama del mundo animal se convirtió en humano. Sometimos a la naturaleza vegetal y animal, pensamos convertirnos en señores y amos de la Tierra, incluso conquistadores del cosmos. Pero dependemos de manera vital de la biosfera terrestre –como empezamos a entender- y tenemos que reconocer nuestra identidad terrícola, muy física y muy biológica. (…) Los nuevos conocimientos que nos permiten descubrir el lugar de la Tierra en el cosmos, la Tierra-sistema, la Tierra Gaia o biosfera, la Tierra-patria de los humanos no tienen ningún sentido si están separados entre si. (...) La Tierra es una totalidad física-biológica-antropológica en la que la vida es una emergencia de la historia de la Tierra y el hombre una emergencia de la historia de la vida terrestre. La relación del hombre con la naturaleza no puede concebirse de manera reductora ni de manera desunida. (...) El ser humano, al mismo tiempo natural y sobrenatural, tiene su fuente en la naturaleza viviente y física, pero emerge y se distingue de ella por medio de la cultura, el pensamiento, la conciencia. Todo esto nos enfrenta al carácter doble y complejo de lo humano: la humanidad no se reduce de ninguna manera a la animalidad pero sin animalidad no hay humanidad. (*) Edgar Morin, La cabeza bien puesta, Nueva Visión, Bs. As., Argentina, 1999 Página 2