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El occidente antioqueño reconstruye su historia
EL ‘CAMINITO’ DE LA MUERTE EN DABEIBA1
Los habitantes de este municipio están reviviendo las épocas en que un vehículo cargado de ‘paras’
recorrió el pueblo durante varios años y dejó a su paso más de 4.000 víctimas.
Enrique Rivas G. / Enviado especial a Dabeiba (Antioquia)
Producto de ejecuciones extrajudiciales, asesinatos colectivos, desapariciones y desplazamientos en el
casco urbano y sus veredas, entre 1996 y 2004, Dabeiba, un caluroso municipio asentado en el occidente
de Antioquia, pasó de 31.000 a 23.000 habitantes. Una aterradora violencia apenas comparable con la que
se vivió en la región después del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán Ayala en 1948 y que
especialmente en la vereda El Chamuscado, documentó el sacerdote católico Fidel Blandón en su libro Lo
que el cielo no perdona. Dos momentos en la vida del municipio que obligatoriamente empezaron a
comparar sus habitantes tras los anuncios de la Personería y de la Fiscalía de que ha llegado la hora de
aplicar en el municipio la Ley de Justicia y Paz.
Relatos que, de viva voz y para entender la última oleada de violencia, también fueron escuchados por El
Espectador en sus propias calles y veredas, con un elemento común: los testimonios coinciden en un
mismo tiempo y semejante origen: comienzos de 1996 en el cercano municipio de Frontino. Ese año,
según los dabeibanos, apareció en la zona el Frente Occidente Medio Antioqueño (Foma) de las
Autodefensas de Córdoba y Urabá, comandado por Conrado Pérez, un antiguo jefe de la guerrilla del
Ejército Popular de Liberación (Epl) que se desmovilizó en 1991 y que se reencauchó en la guerra
trabajando al lado de los hermanos Fidel, Vicente y Carlos Castaño Gil, fundadores del paramilitarismo en
Antioquia.
El Foma se organizó en Frontino pero comenzó sembrando el terror en los municipios de Uramita,
Giraldo, Cañasgordas y Abriaquí. Sin mayor confrontación por parte de la fuerza pública, ingresó luego al
casco urbano de Dabeiba y allí se atrincheró para cumplir su objetivo de guerra: desterrar de la región y
para siempre al Bloque José María Córdoba de las Farc. Desde finales de los años 70, esta facción
insurgente se hizo fuerte en la región y copó los corredores geográficos del Cañón de la Llorona y el Nudo
de Paramillo, dos puntos geográficamente estratégicos para comunicar entre sí a Antioquia, Córdoba,
Chocó y la región del Magdalena Medio. Por eso las autodefensas centraron su accionar en revertir la
posición hegemónica de la guerrilla.
Y lo hizo a sangre y fuego. Pero por el Foma no solamente pasó Conrado Pérez, también lo hicieron
Alberto Londoño Celis, alias Pelusa, y Javier Alonso Rojas Torres, alias Escalera. Entre 1996 y finales de
1999, los tres paramilitares, al frente de un séquito de sujetos armados hasta los dientes, provocaron días y
noches de horror. “Tenían una camioneta Toyota blanca, de cuatro puertas y vidrios oscuros, que le decían
‘Caminito al Cielo’. En ella recorrían Dabeiba, escoltados por sus mercenarios y, sin objeción alguna,
entraban a las casas forzando puertas y sacando labriegos que luego emprendían un viaje sin regreso”. Los
dabeibanos sostienen que ninguno de los que se llevaron vive para contar cómo eran aquellos recorridos
de tortura y muerte.
1
Periódico El Espectador. Bogotá, abril 14 de 2007.
http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=8327&idSeccion=22
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Es más, con absoluta certeza los habitantes del pueblo señalan los sitios adonde habitualmente eran
llevadas las personas para su ejecución. Cerca de la finca El Remolino, a la salida para la vereda Urama;
en el Guayabito, sobre la vía Dabeiba-Uramita; en Antadó, sector del tanque del acueducto, y en El
Tobogán, abajo de Puente Blanco en la vía Mutatá-Turbo, esos eran los lugares escogidos para botar los
cadáveres al río Sucio. De la memoria de los dabeibanos tampoco puede borrarse –y así está quedando
testificado ante la Fiscalía– la imagen de los hermanos Luis Eduardo –conocido con el alias de El 90– y
Carlos Andrés Vanegas –alias Caballo–, quienes se volvieron expertos en señalar a presuntos miembros
de la guerrilla.
Una orgía de abusos y sangre a la que también se sumó Javier de Jesús Graciano David, alias Medio Beso,
un desertor de las Farc que decidió ejercer su propia venganza. Una oleada de pánico y especulaciones que
dejó una primera víctima: Vicente Antonio Ferraro David, un empleado del Banco Cafetero a quien
Escalera ordenó ejecutar el 14 de agosto de 1996. El asesinato provocó el desplazamiento a Medellín de su
esposa y de su hija, y el grupo armado se posesionó de su casa, ubicada a sólo dos cuadras del cuartel de la
Policía. En la misma época desapareció Enel Toro Bedoya. Lo subieron a la camioneta y su reloj y
cadenas de oro empezó a exhibirlos uno de sus asesinos. La esposa de Toro Bedoya pagó para que le
entregaran el descuartizado cuerpo.
Conrado, Pelusa y Escalera se volvieron los amos de Dabeiba. Llegaron a ejecutar personas por
apoderarse de unas botas Brahma y ordenaban fusilar a campesinos a diestra y siniestra únicamente por
apoderarse de su dinero. Después los señalaban de ser contactos de la guerrilla que merecían la muerte.
Como sucedió con Naín Zapata, asesinado en El Guayabito por quitarle $1 millón, producto de las
prestaciones sociales que minutos antes había retirado de un banco. El trío de asesinos no tenía
consideraciones con nadie. Con ellos estuvo otro personaje que el pueblo recuerda con angustia: Benjamín
López Durango, alias Tribilín, un verdugo que antes de publicitar su arrepentimiento en Dabeiba, tomando
aguardiente aceptó que le dio duro ver cómo un labriego le besaba los pies para que no lo matara, pero
terminó volándole la tapa de los sesos.
Una época que, a sus 77 años, Sinforiano Restrepo, un viejo habitante de Dabeiba, recuerda con tristeza.
El campesino fue testigo de cómo los muertos que flotaban descuartizados en el río Sucio, se mezclaban
con la madera que él atrapaba en las aguas para secarla y atender el fogón de su casa. “En un remolino que
hace el mismo río bajo el puente que conduce al barrio Obrero, era común ver a la gente agolpada tratando
de rescatar los cuerpos de las víctimas que quedaban atrapadas entre las palizadas que bajaban por el río”,
recuerda Restrepo. Todos sabían que los ocupantes de ‘Caminito al Cielo’ los habían ajusticiado, pero
nadie se atrevía a reclamar ante las autoridades o ante los propios jefes paramilitares por el temor de
convertirse en las próximas víctimas.
El último recorrido
La última vez que en Dabeiba se vio el vehículo de la muerte fue en la mañana del jueves 17 de junio de
2004. ‘Caminito al Cielo’ apareció en la finca El Paraíso de la Comunidad Vida y Trabajo, a 15 minutos
del pueblo, en una propiedad de desplazados que se había asentado en la zona desde el 27 de noviembre
de 1997 porque su vereda, La Balsita, fue arrasada por los grupos de autodefensas. Por eso, cuando llegó
la camioneta empezó el terror. Sin embargo, del automotor descendió un sujeto que se presentó como
Héctor, dijo ser uno de los mandos del Bloque Élmer Cárdenas (Bec) de las Autodefensas Campesinas de
Córdoba y Urabá (Accu), y delante de los desplazados le pagó el sueldo a más de 100 paramilitares que
desde atrás intimidaban a 22 familias.
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Después se retiraron los 'paras', pero los desplazados, sumados a los campesinos de la vereda El Paraíso,
entraron en pánico y, por si acaso, decidieron refugiarse en la casa de las monjas Lauritas de Dabeiba.
Sabían que algo podía pasar, pero ninguno entendía por qué no se había vuelto a saber de Pelusa, Conrado
y Escalera. Después surgieron explicaciones: Pelusa fue abatido por la Policía en Frontino. Conrado y
Escalera murieron enfrentando a las Farc que poco a poco fue regresando a la región. Según testigos que
omiten su identidad, Conrado fue echado vivo a un caldero caliente en un trapiche de Uramita. En cuanto
a Escalera, dicen los pobladores que su cabeza terminó izada en un madero a manera de escarmiento.
Según los dabeibanos, de un día para otro los paramilitares empezaron a replegarse y lentamente las Farc,
a través de los frentes 5 y 34 del Bloque José María Córdoba, retornaron a ejercer su dominio y a ajustar
cuentas. El Ejército de Liberación Nacional (Eln) decidió sumarse a la contraofensiva apoyando
operativos para recuperar el control sobre la carretera que conduce al puerto de Turbo. Con el repliegue
del paramilitarismo reapareció el Ejército. Una vez más la población civil quedó en medio de las balas y
Dabeiba en el centro de la disputa. Por eso, a partir de 2000, en la retoma de las Farc, la confrontación
armada alcanzó sus niveles más altos. Según las cifras estatales, desde 2000 y en pocos meses, las bajas
del Ejército y las Farc pasaron de 100. En un solo día de octubre murieron 44 soldados profesionales y 7
oficiales.
Las versiones de los habitantes de Dabeiba son dramáticas. En medio del repliegue de los paramilitares y
las confrontaciones entre el Ejército y la guerrilla, la carretera a la costa se convirtió en una trampa. Los
transportadores que se arriesgaban a viajar eran despojados de sus mercancías y sus vehículos incinerados.
Durante muchas semanas el municipio estuvo sin abastecimiento de alimentos procesados. Esa novedad
nunca se supo en Bogotá o en las grandes capitales del país, pero en Dabeiba fue el pan de cada día. Sólo
ellos saben que hasta 1996 mandaron las Farc, que después hubo tres años de extrema violencia
paramilitar, y que en 2000 regresó la guerrilla a tomar decisiones.
Pero su presencia en Dabeiba tampoco se extendió por mucho tiempo. Después de las cruentas
confrontaciones entre el Ejército y la guerrilla, en diciembre de 2001 ingresaron dos frentes del bloque
Élmer Cárdenas de las autodefensas, se tomaron las dos entradas del pueblo y montaron retenes de control
y pago de peajes, unos a $5.000 y otros a $70.000, con recibo incluido. El primer grupo, bajo el mando de
Javier Ocario Correa Alzate, alias Freddy, llegó por la carretera de Dabeiba a Frontino. El otro,
comandado por Elkin Jorge Castañeda, alias Hermógenes Maza, ingresó desde la zona de Mutatá, por la
estrecha carretera que bordea el Cañón de la Llorona. Desde ese mismo momento volvió el dominio
paramilitar.
El propio 25 de diciembre, después de las celebraciones de Nochebuena, alias Hermógenes Maza, quien
llegó a Dabeiba con 400 hombres, reunió a buena parte de los pobladores en la hacienda La Clara y se
echó un peculiar discurso de mea culpa. “No vamos a repetir la historia de Cadena y de los demás.
Venimos a traer la paz y a que la gente pueda regresar y a volver a trabajar”. Un discurso en el que muy
pocos creyeron, pues desde entonces los habitantes empezaban como hoy a preguntarse: ¿cómo hacer la
paz con el antecedente de 4.000 muertos y desaparecidos en pocos meses? La cosa aparentemente terminó
ahí y los habitantes se fueron a sus casas. Pero la paz tampoco volvió a Dabeiba.
Si bien los asesinatos colectivos y el bloqueo de alimentos se aplacaron, las ejecuciones selectivas
siguieron hasta mediados de 2006, año en que los miembros del bloque Elmer Cárdenas se desmovilizaron
con su jefe Freddy Rendón, conocido como El Alemán. Desde entonces, en Dabeiba se vive una calma
chicha porque todos saben que no muy lejos están las Farc y que las autodefensas también rondan. La
camioneta ‘Caminito al Cielo’ es un fantasma que recorre las calles y veredas del municipio recordando
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los desolados rostros de los condenados a muerte que entre 1996 y finales de 1999, fueron subidos por sus
verdugos al azaroso vehículo y luego ejecutados con tiros de gracia, a garrotazos, ahorcados o
descuartizados y después arrojados al mismo río de la muerte.
Todos en Dabeiba saben lo que han sufrido. Más de 4.000 muertos y muchos más desaparecidos
constituyen una significativa muestra de las guerras ajenas donde ellos han puesto las víctimas. Hoy, en
las veredas, barrios y calles del municipio, casi siempre en secreto porque aprendieron a desconfiar de los
discursos, muchos habitantes se están reuniendo para reconstruir y recorrer mentalmente los caminos por
los que pasó la muerte montada en la camioneta, buscando a los que consideraba auxiliadores de la
guerrilla o llevándose consigo a quienes incomodaban con su presencia. No saben si su testimonio sirva
para la Ley de Justicia y Paz, tampoco están seguros si los mercenarios de todos los bandos serán
castigados, pero quieren hacer memoria para que algún día se sepa lo que Dabeiba ya conoce.
Hoy por hoy abundan los cálculos: la Corporación Jurídica Libertad estima que entre mayo de 1996 y
noviembre de 1998 hubo 96 ejecuciones extrajudiciales en el pueblo. Según la Unidad Nacional de
Justicia y Paz de la Fiscalía, los casos de asesinatos selectivos pasan de 1.000, la Personería dice que
fueron más de 4.000. Ningún dabeibano quiere acostumbrarse a que la violencia dirija sus destinos, pero
lamentan que por su riqueza natural y posición geográfica, su territorio esté situado en la ruta estratégica
de un conflicto que no cesa. Por eso, como constancia para la historia y más allá de la justicia, los propios
habitantes de Dabeiba, a la entrada de El Paraíso, decidieron erigir un monumento de piedras con los
nombres de sus muertos, de la misma manera en que los habitantes de la vereda Chamuscado construyeron
su Cementerio de Mártires de 1948.
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