MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL Y ALGUNAS CONCLUSIONES PARA ESPAÑA Gregorio Arranz Pumar I. INTRODUCCIÓN protección de los consumidores). Seguimos con una brevísima descripción de las soluciones y tendencias en algunos países significativos. Se termina el trabajo con una serie de consideraciones críticas sobre el actual modelo sectorial español, propugnando su sustitución por un modelo de supervisión concentrada, ya sea el «twin peaks» o el de regulador único (sobre el que mostramos una cierta preferencia) y atribuyendo al Banco de España la función de supervisión prudencial en cualquier caso. Finalmente, en el trabajo se insiste en que con ser muy importante el tema objeto del mismo (el número de reguladores y la distribución de funciones regulatorias entre ellos), lo es todavía mucho más el que los reguladores tengan sus objetivos bien definidos, gocen de auténtica autonomía, estén dotados de medios y potestades administrativas suficientes, y que se configure acertadamente el régimen de responsabilidad de los mismos. En este trabajo intentamos hacer un examen de los distintos modelos de regulación financiera y posteriormente exponer algunas conclusiones, con una referencia concreta a la necesidad de cambiar el modelo español. No pretendemos, ni mucho menos, hacer un estudio en profundidad del tema, lo cual bien requeriría escribir por lo menos un libro, nuestro trabajo sólo es una aproximación o introductorio. Hemos querido hacer una descripción breve de los modelos, en lenguaje sencillo, y en ese sentido deliberadamente se ha huido del recurso a citas, salvo contadas excepciones, y con clara vocación crítica, comparando ventajas e inconvenientes de los modelos y empleando un método dialéctico (exposición, crítica, contracrítica a modo de síntesis). El trabajo se inicia con un recordatorio de la importancia que para un sistema financiero tienen los modelos de regulación, pasando luego a la descripción crítica de los tres modelos clásicos: sectorial, funcional (con su variante «twin peaks») y de regulador único. A continuación, se analiza el tema de la posición del banco central en relación con la función de supervisión prudencial y se examina el alcance de los hipotéticos conflictos de interés en el ejercicio de las distintas funciones que desempeñan los reguladores (primordialmente entre la supervisión prudencial y la II. LA IMPORTANCIA DEL MODELO DE REGULACIÓN FINANCIERA Parece no haber duda alguna sobre la importancia que para la economía de un país tiene el adecuado funcionamiento de su sistema financiero. Admitido esto, también parece obligado admitir que una correcta regulación de dicho sistema tiene claros efectos beneficiosos. 153 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) que sí es una regla general es la atribución a los bancos centrales de la responsabilidad de velar por la estabilidad del sistema de pagos, provisión de liquidez, y estabilidad sistémica. En contraste, hoy ya no es nada pacífica la atribución a los mismos de la función de supervisión prudencial. El número de agencias y la distribución de las citadas funciones entre ellas es un tema importante por las siguientes razones: – La estructura institucional afecta a la eficacia de la regulación y la supervisión. – Es muy importante que las funciones estén bien definidas y las responsabilidades claramente delimitadas. – Las diferentes estructuras implican costes regulatorios diferentes. Algunas consiguen claras economías de escala y alcance, otras provocan duplicidades y solapamientos. Al hablar de costes de la regulación hay que distinguir entre costes del funcionamiento de la agencia (que pueden o no ser financiados por la industria) y costes del cumplimento normativo que deben soportar directamente las entidades para ajustarse al marco regulatorio, ambos son importantes. – El desarrollo en la práctica de las diferentes funciones puede crear, como ya dijimos, situaciones concretas de conflicto. Las diferentes estructuras institucionales afrontan dichos conflictos de forma diferente, siendo un punto de debate el sí los conflictos se resuelven mejor internamente dentro de una agencia o externamente, hipótesis esta última que obviamente requiere la existencia de una pluralidad de reguladores. – Debe tenerse siempre en cuenta el riesgo de arbitraje regulatorio derivado de la existencia de una pluralidad de agencias, cuando no tengan sus ámbitos bien definidos. Si bien en un espacio financiero supranacional como el europeo el riesgo existe aunque exista un único regulador a nivel nacional. Sin embargo, aunque el tema del número de reguladores y la definición de sus funciones es Dentro de la regulación financiera, un elemento clave es determinar que organismos van a ser los encargados de adoptar las reglas en detalle que deben respetar los distintos sujetos (entidades y mercados) y proceder a su supervisión. Estos organismos se conocen como agencias regulatorias, por haberse segregado del núcleo de la administración económica (Ministerio de Economía, Tesoro) y por tener normalmente una notable capacidad normativa en el marco prefijado por la Ley. Estas agencias realizan universalmente una serie de funciones entre las que destacan: – Supervisión prudencial individual de los bancos y otras entidades financieras (microestabilidad financiera). – Estabilidad financiera global e integridad del sistema de pagos (macroestabilidad financiera). – Supervisión de las reglas de conducta y protección del consumidor de servicios financieros – «Redes de seguridad».Garantía de depósitos y actuación como prestamistas en última instancia. – Provisión de liquidez a las entidades. – Resolución de las crisis en las entidades. – Integridad de los mercados. Aunque la supervisión prudencial, por su clara ligazón con la estabilidad sistémica, siempre ha sido la función más importante, en los últimos años la protección de los consumidores ha venido adquiriendo una enorme importancia, extendiéndose del campo de los valores al resto de las actividades financieras. El ejercicio de las distintas funciones, al perseguir objetivos diferentes, puede generar situaciones de (relativo) conflicto, tema este clásico en cualquier estudio sobre regulación y al que más adelante nos referiremos. La encomienda de dichas funciones a una o varias agencias, y la forma en que se hace, admite muchas soluciones, no existiendo ningún modelo de regulación universal y mucho menos óptimo, como tendremos ocasión de exponer. Lo 154 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... muy importante, no hay que olvidar que existen otros aspectos que todavía lo son más. Así, poco importa que se llegase a la conclusión de que un modelo es el óptimo y se implantase, sí luego no se otorgara a la agencia o agencias regulatorias creadas un adecuado nivel de independencia, unos claros objetivos, carecieran de recursos o poderes efectivos o no fueran responsables de su actividad1. Dicho esto, también hay que señalar que en la mayoría de países que han emprendido una reforma profunda de sus estructuras regulatorias, han optado simultáneamente por reforzar la independencia de sus reguladores y, en general, mejorar los mecanismos de supervisión. nes que luego indicaremos. Así mismo, es el modelo que todavía adoptan las organizaciones internacionales de reguladores, tanto a nivel mundial como en la Unión Europea. Por otra parte, hay que destacar que con poquísimas excepciones, entre las que sobresaldría la Financial Servicies and Markets Act británica del año 2000, la normativa financiera (incluidas las directivas comunitarias) mantiene un esquema tripartito, aún en aquellos países dónde se ha optado por un modelo de regulación concentrado. El modelo sectorial se caracteriza por su simplicidad y homogeneidad, y se apoya en la especificidad de cada sector. Cada entidad tiene un único regulador inequívocamente asignado, cuyas competencias se proyectan sobre toda su actividad, es decir sobre los aspectos prudenciales y las normas de conducta (relación con sus clientes). Se trata, además, de un modelo con el cual tradicionalmente la industria se ha sentido cómoda, quizás por considerar que el modelo ha funcionado en términos generales bien y ser consciente de los riesgos que comporta cualquier cambio en este campo, tema este sobre el que luego volveremos. Sin embargo el modelo tiene importantes carencias, siendo quizás la mayor su creciente inconsistencia a la vista de las grandes mutaciones que se han producido y siguen produciéndose en el sector financiero. Aunque sea hoy cuando es más fácil detectar la contradicción entre unos reguladores estructurados de forma sectorial y una realidad financiera mucho más compleja, desde siempre el modelo ha tenido que convivir con fenómenos que ponían en cuestión su propia esencia, no siendo el menor la importancia que ha tenido tradicionalmente en Europa continental el modelo de banco universal y la actividad de banca de inversión que con frecuencia realizaban los bancos directamente. Es de destacar la especial importancia que con el tiempo han adquirido los conglomerados, y la inconveniencia de someter a una supervisión plural realidades sustancialmente unitarias (unidad de decisión en el «nivel superior» del con- III. MODELOS DE REGULACIÓN A) MODELO INSTITUCIONAL El modelo institucional constituye el modelo clásico o tradicional de organizar la supervisión. Según este modelo, la actividad principal de la entidad es la que determina su clasificación y cual va a ser el regulador competente para su supervisión. Las entidades financieras se agrupan en tres grandes familias en función de la actividad principal que realizan: bancos, compañías de seguros y empresas de servicios de inversión. A su vez, hay tres reguladores claramente diferenciados, sin apenas interconexiones, un regulador bancario, uno de seguros y otro tercero de valores. En este modelo clásico, basado en tres pilares, cada regulador a su vez practica técnicas y utiliza instrumentos de supervisión distintos, que vienen recogidos en bloques legislativos diferentes. Este modelo es el que claramente ha predominado en el mundo hasta tiempos muy recientes. También es el modelo todavía en vigor en nuestro país, si bien con importantes modulacio- 1 Todos ellos auténticos requisitos para hablar de una efectiva supervisión. Una regulación basada en principios y una supervisión centrada en el riesgo, siguiendo el patrón que hoy podemos llamar británico, revisten también claras ventajas, en nuestra opinión. 155 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) re su función, perdiéndose una visión de conjunto. En el modelo «twin peaks», al que más adelante nos referiremos con detalle, se opta por un principio clasificador muy sencillo, distinguiendo entre supervisión prudencial (actividad interna de la entidad) y supervisión de las normas de conducta y mercados (actividad externa con clientes), atribuyéndolas a dos supervisores diferentes. glomerado), sin que tampoco los esquemas de «lead supervisor» o supervisor principal sean siempre suficientes2. A otro nivel, es creciente el fenómeno de entidades financieras realizando actividades ajenas a su actividad tradicional y la importancia de los fenómenos de venta cruzada (y en especial de «bancassurance»). Además, cada vez es más frecuente la existencia de grupos no financieros prestando adicionalmente (pero con una gran intensidad) servicios financieros (fabricantes de coches, grandes superficies y un largo etcétera). A nivel de producto, también cada vez es más difícil su agrupación en tres áreas bien definidas. El que la misma actividad financiera se sujete a estándares regulatorios y niveles de supervisión diferentes, en función de la naturaleza de la entidad que la realiza y el regulador que tiene asignado, constituye una seria incongruencia, que también suscita problemas desde la perspectiva del Derecho de la Competencia y facilita el recurso al arbitraje regulatorio. C) EL MODELO DE REGULADOR CONCENTRADO Las deficiencias del modelo sectorial han provocado una clara tendencia a concentrar la regulación/supervisión en un solo organismo regulador. El modelo nace en Noruega en 1986 y, como luego se verá con mayor detalle, su implantación ha tenido un notable éxito, especialmente tras la adopción por el Reino Unido en 1997 y la creación de la FSA (Financial Services Authority). Podemos señalar una serie de razones que abogan a favor de la existencia de un regulador único: 1. A la primera ya nos hemos referido anteriormente y no es otra que la creciente perdida de nitidez de las barreras que separaban tradicionalmente tanto a las entidades como a las actividades financieras. Por otra parte, ante los conglomerados, un regulador único tiene siempre una visión mucho más integrada del grupo y de los riesgos conjuntos. 2. La existencia de un regulador único genera importantes economías de escala y alcance al permitir una mejor utilización de los (escasos) recursos normalmente a disposición de los reguladores y facilita la unificación de normas y prácticas regulatorias. También facilita el intercambio de experiencias y conocimientos. Especialmente en un sistema de supervisión basado en el riesgo, en el que los recursos se centran dónde los riesgos son mayores, es B) EL MODELO FUNCIONAL Según este modelo, cada actividad o función de la entidad financiera debería ser objeto de una regulación y un regulador específico. En este modelo, una misma entidad tendría que entenderse con múltiples reguladores y cualquier entidad –no importa su naturaleza– que prestara el mismo servicio o actividad estaría sujeta a los mismos estándares supervisores, olvidándose el defecto principal del modelo sectorial. El problema está en encontrar un principio de agrupación de las actividades o funciones, simple y lógico a la vez, que evite a una misma entidad el tener que entenderse con múltiples reguladores. Por otra parte, como en todo modelo plural, existe el riesgo de que cada regulador sobrevalo- 2 En todo conglomerado existe una entidad más importante, cuyo supervisor actúa coordinando la actividad de los demás supervisores. 156 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... 3. 4. 5. 6. 7. unificación regulatoria y supervisora «por abajo» (técnicas, estándares, procedimientos y también reguladores). Sin embargo, el modelo de supervisión unificada plantea también dificultades entre las cuales podemos señalar: 1. Todo cambio de modelo y especialmente uno tan radical como el paso de un modelo sectorial a otro integrado conlleva riesgos y costes inevitables de transición. Abrams & Taylor emplean de forma gráfica la expresión de «caja de Pandora» para referirse a los mismos citando la pérdida de personal cualificado, la posible instrumentalización por grupos políticos o de presión e ineficiencias temporales. Por otra parte, la transición siempre es más difícil en momentos de crisis financiera aguda, como el que ahora vivimos. 2. Aunque como ya dijimos se están produciendo procesos de unificación legislativa «transversal», todavía existen bloques legislativos separados en muchos campos (v.gr. autorización de entidades, reglas de conducta) que no hacen fácil la aplicación de reglas y prácticas supervisoras comunes. 3. Parece que el modelo integrado es mucho más útil para los conglomerados o entidades que prestan servicios dispersos que para entidades centradas en pocos servicios. Siendo esto cierto, sigue careciendo de justificación el que una misma actividad, por el mero hecho de realizarse por entidades distintas, deba sujetarse a prácticas regulatorias diferentes. También se ha dicho que el regulador único sólo tiene sentido en los sistemas financieros complejos y sofisticados. 4. El argumento más clásico contra el regulador único es considerar que el mismo puede convertirse en un organismo superpoderoso, difícil de controlar. Sin embargo este teórico peligro puede eliminarse o reducirse sustancialmente con una adecuada organización interna y la imple- más eficiente que su aplicación la haga un único regulador. También cuando existe un regulador único, se genera un importante ahorro de costes y una notable simplificación administrativa para las propias entidades reguladas. Reglas diferenciadas sólo existirán cuando respondan a diferencias objetivas entre las entidades. El regulador único permite resolver mejor los conflictos que se pueden dar como consecuencia de existir diferentes objetivos de supervisión (prudencial versus normas de conducta), al implicar una «superestructura» decisoria de naturaleza técnica y no política, capaz de analizar toda la información y tomar decisiones vinculantes. Sobre este tema de los conflictos, por su importancia, volveremos más adelante. La existencia de un único regulador facilita la exigencia de responsabilidades («accountability») al mismo, al no existir el peligro de que en la práctica varios reguladores intervinientes traten de ocultar o difuminar entre ellos su responsabilidad. Además, la existencia de un regulador único disminuye notablemente el llamado riesgo de captura o posibilidad de que la industria influya de manera indebida a los organismos llamados a regularla. Una pluralidad de supervisores sectoriales, ante unas entidades financieras con objetos no nítidamente separados y compitiendo entre sí, generan el riesgo de querer proteger indebidamente a «sus» supervisados. Aunque lentamente y no «sin vueltas atrás» se observa un proceso de adopción de reglas similares para los diferentes sectores, siendo el caso paradigmático, en la esfera prudencial, los procesos conocidos como Basilea II para bancos y Solvencia II para compañías de seguros, pero hay muchos campos: MIFID y protección de la clientela minorista, prevención del blanqueo de dinero... Esta unificación del marco legal «por arriba» parece exigir una 157 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) mentación de un completo sistema de controles y contrapesos. 5. La existencia del regulador único puede generar situaciones de riesgo moral («moral hazard») y generar expectativas falsas de que todos los clientes (y todas las entidades), no importa cual sea la actividad realizada, tienen derecho a una misma protección. El tema lo volveremos a ver al analizar las relaciones entre regulador único y banco central, pues es en este contexto dónde se plantea más claramente la cuestión señalada. 6. Así mismo, la existencia de un solo regulador puede mermar la competencia entre entidades, ya que todas van a estar sujetas a similares requisitos y prácticas supervisoras, aunque sean de distinta naturaleza o tamaño. Sin embargo, un regulador único es compatible con una práctica regulatoria que reconozca las diferencias objetivas entre entidades. Por otra parte, un regulador único no excluye una continua mejora y flexibilización prudente de las prácticas regulatorias, máxime en un entorno como el europeo que consagra la libertad de establecimiento. 7. Finalmente también se reprocha al modelo integrado que la integración no es real, ya que en la práctica, dentro de un mismo organismo, conviven casi intactos los organismos sectoriales del pasado. La crítica es bastante acertada pues una auténtica integración lleva tiempo y parece requerir también cambios en la legislación sustantiva de los tres sectores, unificándola o al menos aproximándola muy notablemente. Quizás sea la FSA británica la que mejor ha resuelto este tema. existen dos aspectos a tener en cuenta, la situación prudencial y la conducta «ad extra» de las entidades, y las dos funciones relativas a su supervisión se atribuyen a organismos diferentes. Al atribuirse aquí también a un único organismo la supervisión prudencial, este modelo tiene muchas de las ventajas del modelo de regulador único arriba expuestas (y también alguna de sus carencias). El modelo tiene un padre claro, Michael Taylor, quien en 1995 público «Twin Peaks: a Regulatory Structure for the New Century». Se trata de contrarrestar alguna de las críticas que se hacen al modelo integrado, entre ellas el exceso de poder y el riesgo de mala gestión que supone la existencia de un (super) regulador único. En especial, el modelo parte de la constancia de que existe un auténtico conflicto de interés entre la «protección sistémica» y la «protección de los consumidores». En la práctica, la preocupación por la salud financiera de la entidad suele prevalecer –en casos límites– frente a otras consideraciones, como la protección de sus clientes. Así, la consecución de ambos objetivos no sólo puede ser antitética, sino que además la correspondiente supervisión implica estilos y técnicas muy diferentes. También hay que recordar la importancia que tiene la publicidad para los mercados de valores y en la aplicación de las normas de conducta, en contraste con la discreción con que debe actuar el supervisor bancario. De forma muy gráfica, Taylor indica que el papel del regulador prudencial es parecido al del doctor, inclinado a buscar la cura del problema cuando aparece, más que a castigar al culpable, y en cambio, el regulador de valores (típico regulador centrado en proteger al consumidor), persigue reprimir cualquier violación de la regulación tan pronto como sea descubierta. Ante esta realidad, la solución óptima es crear dos agencias claramente separadas y atribuir a una la supervisión prudencial y a otra la vigilancia de las reglas de conducta, pero en ambos casos abarcando a las entidades de todo tipo, como ocurre en el modelo integrado. Separación D) EL MODELO «TWIN PEAKS» El modelo «twins peaks» constituye conceptualmente una variante, simplificada al máximo, del llamado modelo funcional. En este modelo sólo 158 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... no implica ni mucho menos incomunicación, siendo una pieza clave del modelo la firma de un muy completo convenio de cooperación («memorandum of understanding»). Dentro de este modelo, cabe tanto la solución de que el banco central asuma el papel de supervisor prudencial, como la contraria, basada en la creación de una agencia «ex novo» para su desempeño. Además, parece consustancial al modelo que ambos picos participen de una misma naturaleza institucional (igual autonomía) y no quepa hablar de un regulador «fuerte» y otro que no lo es tanto. Los defensores del modelo «twin peaks», además del argumento clave del conflicto de interés, manejan otros en su favor: – Cada agencia tiene objetivos y prioridades claramente establecidos y ello implica una mayor responsabilidad («accountability»). – Se evita mezclar dos «culturas regulatorias» muy diferentes – Se elude el riesgo de contagio reputacional (los errores de supervisión en un área no afectan al otro área). – Como ya dijimos, se evita la concentración de poder que implica el regulador único, pero se mantienen todas las ventajas de la supervisión prudencial concentrada ra (estabilidad macroprudencial) y, a otro nivel, actuar como prestamista en última instancia de los bancos individuales, estas funciones también las realizará mucho mejor si está en contacto directo e inmediato con todos los bancos, desempeñando el papel de supervisor prudencial (estabilidad microprudencial). No obstante, ambos argumentos pueden ser fácilmente enervados si en el supuesto de atribuir la supervisión a una agencia regulatoria distinta al banco central, se garantiza la existencia de canales muy eficientes de transmisión de la información entre los dos organismos. Dicha transmisión debería ser especialmente eficiente en momentos de crisis financieras3. Además, como veremos enseguida, ambos argumentos pueden tornarse en contra argumentos desde la óptica de los conflictos de interés. Un argumento muy diferente se refiere al prestigio, recursos, experiencia y autonomía del que suelen gozar los bancos centrales; cualquier decisión sobre la ubicación de la supervisión prudencial debería de tratar no solo de no perderlos, sino además intentar su maximización. Finalmente la creación de una agencia regulatoria nueva es siempre especialmente compleja y costosa. Existen, a su vez, argumentos que tradicionalmente se han invocado para no atribuir al banco central la supervisión prudencial: – En primer lugar, se aprecia la existencia de conflictos de interés de diferente naturaleza. Así, una primera fuente de conflicto está en que los bancos centrales pueden inclinarse (indebidamente) a relajar la política monetaria ante situaciones difíciles de los bancos supervisados. También se ha dicho que la preocupación por la estabilidad financiera puede provocar una excesiva laxitud en la supervisión de algu- IV. BANCO CENTRAL Y SUPERVISIÓN La tendencia general, muy asentada, ha sido atribuir la función de supervisión prudencial de los bancos a los bancos centrales de cada país. Un primer argumento a favor de esta solución se basa en que correspondiendo a los bancos centrales el desarrollar la política monetaria, para ello les es esencial conocer en profundidad el sistema bancario, conocimiento que sólo puede obtenerse si el mismo banco central es el encargado de su supervisión inmediata. La clara conexión entre política monetaria y estabilidad financiera parecería vetar otra solución. Un segundo argumento, con cierta similitud con el anterior, consiste en que correspondiendo al banco central velar por la estabilidad financie- 3 La experiencia del caso Norther Rock podría indicar que no basta con dicha trasmisión, sin embargo no se deberían precipitar las conclusiones. Los propios británicos, tras la crisis, han optado por mantener el modelo, reforzando la cooperación entre el Tesoro, la FSA y el Banco de Inglaterra. 159 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) na entidad especialmente grande (el «too big to fail»). No obstante, el conflicto no es tan claro, ya que la supervisión prudencial debe atender principalmente a salvaguardar la estabilidad financiera. En ambos casos no hay evidencia empírica alguna de que la solución unitaria agrave dichos hipotéticos conflictos. – Además se ha señalado la pérdida de credibilidad que puede suponer para un banco central los fallos concretos en su labor de supervisión. – Por otra parte, existe el peligro de que correspondiendo al banco central la supervisión prudencial de los bancos y otras entidades, se incremente el llamado riesgo moral, al poderse entender (indebidamente) que en esta alternativa todas las entidades tendrían el mismo trato (muy especialmente la posibilidad de recurrir al banco central como prestamista en última instancia).No obstante, una clara definición y adecuada publicidad de las «reglas de juego» minimiza este riesgo. – Finalmente, la ligazón orgánica entre banco central y supervisión prudencial de los bancos, podría tener cierta razón cuando estas entidades eran las únicas capaces de generar riesgo sistémico, pero hoy el panorama ha cambiado por la importancia que tienen, desde el punto de vista sistémico, otras entidades y también el correcto funcionamiento de los mercados. No obstante, a este argumento se le da fácilmente la vuelta atribuyendo a los bancos centrales la supervisión prudencial de los bancos y demás entidades financieras. Hay que destacar, por otra parte, que el tema que ahora analizamos es relativamente independiente de la cuestión del número de reguladores. Así, en países con modelo integrado de supervisión, a veces el banco central se integra con el regulador único (caso de Irlanda) y más frecuentemente no (Reino Unido, Alemania y mayoría de los países que han seguido este modelo). En los países que tienen un modelo «twin peaks», algunos, como Holanda, han optado por atribuir la supervisión prudencial al banco central y otros, como Australia, por atribuirla a un organismo separado de nueva planta. Es importante recordar que la cuestión de la relación entre política monetaria y supervisión prudencial ha quedado falta de objeto en todos los países del área del euro, al atribuirse la primera al Banco Central Europeo. La desaparición de una hipotética fuente de conflicto, es un argumento adicional para atribuir la supervisión prudencial al banco central si se opta –siguiendo la tendencia claramente predominante– por un modelo de supervisión prudencial concentrada. Por otra parte, el tema de la atribución o no de la supervisión de conductas «específicamente» al banco central, creemos que tiene escasa sustantividad propia y debe ser analizado –como arriba se hizo– en el seno del debate más general sobre si conviene o no concentrar en un solo regulador la supervisión prudencial y de conductas. V. EL TEMA DE LOS CONFLICTOS DE INTERÉS La cuestión del posible conflicto en el que puede colocarse un regulador al atribuírsele de forma simultánea determinadas funciones es un tema clásico cuando se estudian los modelos de regulación financiera. Tras referirnos a estos hipotéticos conflictos en capítulos anteriores, queremos analizarlos ahora de forma más sistemática. Una primera fuente de conflictos surge al atribuirse al banco central, junto al desarrollo de la política monetaria (inherente al mismo), la de supervisión prudencial individual de las entidades. El tema lo tratamos ya en el capítulo dedicado a la posición del banco central, y hoy ha perdido parte de su interés con la adopción del euro y la encomienda de la política monetaria al Banco Central Europeo. También allí nos referimos a los hipotéticos conflictos entre supervisión prudencial y estabilidad financiera. El conflicto considerado tradicionalmente como más preocupante surge entre la función 160 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... za de sus componentes y usuarios y la pérdida de la misma afecta a entidades, a tipos de productos, clases de servicios y al sistema en su conjunto. – A nivel de organización y control interno de cada entidad, tampoco hay una nítida diferenciación entre mecanismos para garantizar la solvencia y mecanismos para asegurar una «buena conducta» con los clientes. La alta dirección, los sistemas concretos de control y los departamentos de cumplimiento, auditoría y control de riesgos deben centrarse de forma integrada en ambas parcelas. – En otras palabras, no hay un auténtico conflicto sustantivo entre ambas funciones, ya que al menos en el largo plazo sus objetivos coinciden. Lo que sí hay son conflictos temporales ante situaciones concretas cuya solución no siempre será fácil. En relación con el segundo aspecto, admitiendo que un cierto grado de conflicto se dé, hay que examinar las diferentes vías para resolverlo. En el modelo «twin peaks», al presuponer que ambos reguladores tienen igual nivel, agotadas las posibilidades que ofrecen los mecanismos de cooperación entre los dos reguladores (previstos fundamentalmente en muy densos y perfeccionados convenios), es necesario recurrir a un tercero para resolver la discrepancia (y el conflicto subyacente). Este tercero, al no ser un organismo regulador, difícilmente resolverá en base a criterios puramente técnicos. El tercero dirimente puede ser el Ministerio de Economía o el Departamento del Tesoro (Administración Financiera) del estado en cuestión, o (más raramente) un órgano judicial o parajudicial. El recurrir a un tercero implica, además, una demora (que puede ser pronunciada) en la función supervisora, lo cual puede ser muy negativo en ocasiones. Finalmente, esta solución es contradictoria con la esencia del discurso que justifica la necesidad (hoy indiscutida) de atribuir la función regulatoria a organismos autónomos especializados y segregados de la Administración Financiera. En efecto, ¿qué sentido tiene crear reguladores que prudencial y la función encaminada a defender a los clientes y la integridad de los mercados de valores. Como vimos atrás, la constatación de este conflicto era el argumento fuerte de los defensores del modelo «twin peaks», auténtico ariete dialéctico teóricamente capaz de derrumbar los cimientos conceptuales sobre los que se asienta el modelo de regulador único. Al centrarse hoy la discusión en cual de dichos modelos es (relativamente) «mejor» vamos a dedicar especial atención a este punto. En principio, analizaremos sí efectivamente existe dicho conflicto entre las dos funciones; a continuación veremos sí existiendo efectivamente el mismo, la solución del regulador único es peor para su adecuada gestión, tal como plantean los defensores del modelo «twin peaks». En relación con el primer aspecto, aunque es difícil negar la existencia de un cierto conflicto, existen una serie de argumentos que relativizan su importancia: – En primer lugar, los riesgos para la solvencia de una entidad son siempre en última instancia también riesgos para las personas que se relacionan con la misma y en especial para sus clientes. En consecuencia, las reglas para proteger la solvencia de la entidad son también reglas para proteger a los consumidores de productos financieros. – De alguna forma, todas las reglas sirven para proteger al consumidor, y mitigar la asimetría de información y la desproporción entre entidades financieras y sus clientes. – A su vez, parece ilusorio pensar que las relaciones entre una entidad financiera y su clientela no tienen repercusiones claras para su solvencia. La preocupación por el llamado riesgo reputacional deriva en última instancia de las nocivas consecuencias que puede tener para una concreta entidad, por muy solvente que sea, comportamientos ya no solo ilegales sino meramente no idóneos a los ojos del mercado. El sistema financiero descansa en la confian161 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) Tampoco cabe hablar aquí de un mayor componente democrático en la resolución del órgano «político», porque aquí lo democrático es buscar la mejor solución técnica, preocupación que está en la base de la creación de las agencias regulatorias. Finalmente, la aparición de conflictos, con el alcance expuesto, aunque inevitable, si que se puede minimizar. La clave está en que la legislación (en sus diferentes niveles) defina con claridad, tanto los objetivos de la función regulatoria como las funciones y campos de actuación de los distintos reguladores, cuando exista pluralidad de los mismos. Debe ser la ley, en primera instancia, la que pondere los diferentes «intereses» en juego y fije las prioridades. Una buena definición del modelo regulatorio es la mejor vía para conseguir que los conflictos no sean frecuentes. Una clara regulación también ayudará, en un segundo momento, para resolver de forma adecuada el conflicto si este finalmente llega a surgir. operen con autonomía y utilizando herramientas técnicas y luego reenviar los temas «difíciles» a la Administración Financiera? La solución todavía sería mucho peor si debido a una mala estructuración de los reguladores, estos se convirtieran en el conflicto y ante el tercero dirimente en una suerte de abogados defensores de los intereses de las entidades que teóricamente vigilan. También puede ser preocupante que la decisión «política» del tercero este influida por el mayor peso «político» de uno de los reguladores, desproporción frecuente en la práctica, aunque contradiga la base teórica del modelo «twin peaks». En el modelo de regulador único, surgido el conflicto, la resolución se hará en cambio en base a criterios técnicos, ya que el regulador es un organismo técnico. La previsión de un órgano «ad hoc» y de un procedimiento interno para poder resolver los conflictos, no implica que no se resuelvan en base a dichos criterios puramente técnicos, ya que el regulador, por su propia naturaleza, no maneja otros. Además, presumiblemente, siempre será más rápida la resolución del conflicto dentro del regulador único. Aunque como todos sabemos, a veces los trabajos y reuniones de un comité interno pueden extenderse indebidamente en el tiempo, parece innegable que el recurrir a organismos externos implica una mayor complejidad organizativa en la resolución de los conflictos. Resolver discrepancias entre líneas departamentales integradas jerárquicamente en un solo organismo siempre es más fácil y rápido que encomendárselo a un tercero ajeno a los organismos reguladores afectados. Por otra parte, no es necesariamente cierto, en contra de lo que a veces se dice, que la resolución de los conflictos cuando se hace internamente sea menos pública y transparente que cuando se encomienda a un tercero, todo dependerá de cómo se regulen los procedimientos resolutorios. Además está por demostrar hasta que punto la publicidad es realmente una virtud en estos casos. VI. PAISAJE DE DERECHO COMPARADO En los últimos años se observa una clara tendencia a sustituir el modelo de regulación sectorial por otro de supervisión concentrada, bien de carácter unitario (lo más frecuente) bien de carácter dual (modelo «twin peaks», aunque no tan frecuentemente). A otro nivel, se detecta una implicación creciente de los bancos centrales en la supervisión prudencial de las entidades, e incluso en aquellos países dónde esta función corresponde a una agencia central de nueva planta, se han articulado diferentes formas de participación (ej. orgánica, compartir recursos, actuación en situaciones de crisis). En un brevísimo repaso por los distintos modelos y países distinguiríamos los siguientes apartados: A) PAÍSES QUE MANTIENEN EL MODELO SECTORIAL Podemos citar países como Italia, Portugal, Grecia, Luxemburgo y con matices importantes, que luego destacaremos, España. Francia ha pasado 162 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... supervisión prudencial no al banco central sino a una agencia de nueva creación. En Holanda, en cambio, el banco central, junto a las indiscutidas funciones relacionadas con la estabilidad macroprudencial o sistémica, ha retenido la supervisión de las entidades bancarias y se le ha encomendado la supervisión de aseguradoras y otras entidades financieras. La supervisión de conductas se atribuye a la Autoridad de Mercados Financieros. recientemente de un modelo sectorial puro a otro mixto, en el que la supervisión prudencial sigue distribuida según las entidades supervisadas, pero en cambio ha conseguido crear un supervisor único de las conductas (Autorité de Marchés Financiers). En alguno de los países citados el modelo aparece en parte corregido, pues la supervisión prudencial de las empresas de inversión corresponde al banco central, no ocurriendo lo mismo con las aseguradoras. D) REFERENCIA AL MODELO USA B) PAÍSES CON MODELO DE SUPERVISOR ÚNICO El modelo estadounidense se asimila más a los modelos sectoriales, si bien con un diseño especialmente complejo, debido a razones históricas, a su estructura federal y, a otro nivel, al enorme tamaño y sofisticación de su industria financiera. Simplificando mucho, en el sector bancario, aparte de la Reserva Federal (con competencias directas sobre compañías holding y sobre los bancos nacionales que optan por ser supervisados por ella), figura «The Office of the Controller of the Currency» con competencias sobre el resto de los bancos nacionales, así como los reguladores subsectoriales, que supervisan cajas («thrifts») y cooperativas de crédito. A ellos hay que añadir el «Federal Deposit Insurance Corporation», que asume también competencias supervisoras y los distintos reguladores estatales con funciones sobre los bancos no nacionales. En materia de valores, la Securities Exchanges Commission (SEC) tiene competencias sobre bancos de inversión y brokers. También hay reguladores estatales y no hay que olvidar el destacado papel que han desempeñado algunos fiscales. Además sabido es que por razones históricas los futuros tienen un regulador específico, la Commodities Futures Trading Commission (CFTC). En materia de seguros es de destacar la inexistencia de un regulador federal. Este fragmentado y casi caótico escenario podría desaparecer si llegara a materializarse la radical propuesta de nuevo modelo regulatorio adelantada por el Secretario del Tesoro, Henry Este modelo fue el adoptado inicialmente por los países nórdicos y luego por el Reino Unido, dónde el modelo adquirió su definitiva consolidación; posteriormente ha sido adoptado por países como Alemania o Japón y más recientemente por Suiza y Polonia. En todos estos países se ha creado una agencia regulatoria de nueva planta, privando al banco central de la función de supervisión prudencial individual de las entidades, sin perjuicio de las muy estrechas relaciones de cooperación entre ambos organismos (especialmente intensas en el caso de Alemania, dónde casi se podría hablar de una supervisión compartida). En Irlanda se ha optado, en cambio, por residenciar en el propio banco central todas las funciones supervisoras, tanto prudenciales como en materia de protección del consumidor. De hecho, el banco central ha pasado a denominarse «Central Bank & Financial Services Authority of Ireland». No obstante, dentro de la estructura del Banco, la FSA goza de una cierta autonomía funcional. Esta solución facilita una óptima utilización de la infraestructura y servicios del banco central y una mejor solución de los conflictos de interés. C) PAÍSES CON MODELO»TWIN PEAKS» Australia fue el primer país en implantar el modelo «twin peaks», si bien atribuyendo la 163 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) CNMV le corresponde también la supervisión de las IIC y a la DGS la de los Fondos de Pensiones (y sus correspondientes gestoras). En materia de protección a los consumidores y reglas de conducta, es dónde se encuentra alguna nota del modelo «twin peaks». En efecto, tras la LMV de 1988 se quiso que la CNMV fuese el nuevo regulador sobre todo lo que concerniese al mercado de valores, lo que requería otorgarle competencias no sólo sobre los mercados en sí (tanto primario como secundario), sino también sobre reglas de conducta y protección de la clientela de cualquier empresa que prestara servicios de inversión, aunque se tratara de una entidad de crédito. Sin embargo, el modelo, incluso en materia de protección de los consumidores sigue siendo básicamente sectorial, como pone de manifiesto lo siguiente: – Las competencias «exclusivas» del Banco de España y la DGS sobre la actividad externa (con clientes) de las entidades de crédito (salvo lo dicho para los servicios de inversión) y de las entidades aseguradoras, respectivamente. – Incluso en materia de valores, con frecuencia las competencias de la CNMV se han tenido que ejercer con el concurso del Banco de España (e.g. verificación de los contratos tipo y folletos de tarifa). En la propia LMV, en sus diferentes versiones, siempre se tuvo que hacer un auténtico encaje de bolillos para coordinar las competencias de ambos reguladores, siendo el último reflejo la incorporación de la MIFID en la reforma legislativa del 2007. – Un concreto mercado secundario de valores, el de la Deuda Pública Anotada, por razones históricas, siempre ha sido supervisado por el Banco de España. A un nivel macro, el Banco de España siempre ha sido responsable de la estabilidad sistémica, correspondiéndole también las demás funciones típicas de todo banco central. La creación de un Comité de Estabilidad Financiera, integrado por los reguladores y el MEH ha sido una reciente M. Paulson el 31 de marzo del 2008. La actual crisis financiera ha barrido cualquier duda que pudiera haber sobre la necesidad de un profundo cambio. Resumiendo también mucho, las piezas del modelo propuesto son las siguientes: – Se prevé un regulador centrado en la estabilidad del mercado (supervisión macroprudencial), que no sería otro que la Reserva Federal. En el correspondiente «blueprint» se le atribuye una relevancia extraordinaria, con poderes muy amplios para recabar directamente todo tipo de información e incluso imponer medidas coercitivas. – Un regulador de nueva creación, encargado de la supervisión prudencial de todas las entidades que hasta ahora supervisaban la pléyade de reguladores federales. Este regulador también tendría competencias sobre las compañías de seguros de ámbito nacional. – Un regulador con competencia sobre mercados y normas de conducta, que asumiría las funciones de la SEC, la CFTC y otras propias de los reguladores bancarios y de seguros. El modelo propuesto es reconducible, con matices, al modelo «twin peaks», si bien es de destacar el sobresaliente papel que se atribuye a la Reserva Federal y las importantes competencias que siguen reteniendo los reguladores estatales, consecuencia obligada del sistema constitucional americano. VII. EL MODELO ESPAÑOL El modelo español encaja básicamente en lo que es el modelo sectorial, con alguna nota propia del modelo «twin peaks». Cada sector financiero tiene un claro supervisor prudencial, las entidades de crédito al Banco de España, las empresas de servicios de inversión (ESI) a la CNMV y las entidades aseguradoras a la Dirección General de Seguros (DGS). A la 164 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... iniciativa muy positiva para mejorar la coordinación y hacer frente a las crisis financieras. Por otra parte, desde la adopción del euro, las funciones del Banco de España relativas a la política monetaria han pasado al Banco Central Europeo y al Sistema Europeo de Bancos Centrales en el que se integra. Nuestro sistema reviste otras características, algunas muy singulares (por no decir preocupantes). El diferente grado de autonomía del Banco de España (alto, tras la Ley de Autonomía de 1994), de la CNMV (de nivel intermedio) y de la DGS. Esta última no es propiamente un organismo regulador, siendo un mero departamento administrativo –una dirección general– integrado jerárquicamente en el MEH, solución que choca frontalmente con los llamados «core principles» de una buena regulación, como reiteradamente ha denunciado el Fondo Monetario Internacional. Que la mayor autonomía del Banco de España es principalmente orgánica y se otorga con la Ley de Autonomía para hacer posible la decisión «política» de atribuirle el desarrollo de una política monetaria autónoma. La autonomía es mucho menor en el ámbito de la «ordenación y disciplina «de las entidades de crédito. Los tres reguladores tienen una autonomía funcional reducida, incluso tratándose del Banco de España, como acabamos de decir. Así, en el caso de este último y en el de la CNMV, conviene recordar lo siguiente: – Más que organismos reguladores habría que denominarlos organismos supervisores, por la escasa capacidad normativa (vía circular) que tienen. A diferencia de lo que ocurre en otros países, entre la Ley y la norma del regulador suele haber varias capas de normas reglamentarias. Lentitud en los procesos normativos y falta de adaptabilidad son las consecuencias de la solución elegida. – Que en materia de autorización y sanciones a las entidades, el MEH sigue conservando potestades importantísimas. En – – – este campo, además, paradójicamente, el papel de la CNMV es un poco menos «desairado» que el del Banco de España; así en la creación de las ESI, la tramitación de los expedientes corresponde a la CNMV y, tratándose de entidades de crédito, el Banco se limita a emitir un informe previo a la autorización que en ambos casos otorga el MEH (como la norma no puede vencer al sentido común, la práctica difiere aquí bastante de la literalidad de las normas). Que de acuerdo con la tónica europea, cada regulador se mueve en un bloque legislativo distinto (Ley de Disciplina e Intervención de las Entidades de Crédito, LMV y Ley de Ordenación y Supervisión de Seguros Privados principalmente) en materia de supervisión prudencial. Estamos muy lejos de tener una ley única como la británica Financial Services and Markets Act. No obstante, se ha producido una creciente aproximación normativa4, trasunto de lo ocurrido con las directivas europeas. El modelo sectorial de regulación tiene un reflejo adicional en la configuración de sistemas de garantía-protección de los consumidores–depositantes diferentes para las entidades de crédito y para las ESI. La descripción del modelo sería incompleta sin hacer una referencia a las Comunidades Autónomas (CCAA) con competencias muy amplias en materia de consumo e incluso sobre la ordenación de los mercados de ámbito sólo autonómico. Las competencias son menores en materia de supervisión prudencial de las entidades, ya que el Tribunal Constitucional, desde sus primeras sentencias, dejó claro las 4 En España, además, la regulación es muy parecida en materia disciplinaria, al menos para las entidades de crédito y las ESI, por ser las normas coetáneas y preparadas por los mismos equipos técnicos. 165 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) – relaciones entre micro y macro estabilidad financiera. Nuestro modelo deja un margen realmente reducido para la autorregulación de la industria financiera. Las referencias normativas expresas son muy escasas (códigos de conducta) y la mayoría de las manifestaciones se han dado al margen de la norma (e.g. publicidad de los productos financieros). Por otra parte, la LMV redujo muy notablemente la autonomía regulatoria de los mercados oficiales. las críticas que se hacen a dicho modelo. Esta solución sirve también para erradicar la auténtica anomalía que hoy constituye las funciones supervisoras de la DGS. 2. Admitida la necesidad de concentrar la supervisión prudencial en un único organismo, parece lo más correcto que este sea el Banco de España. Aparte de las razones generales que arriba se vieron para defender la ubicación de la supervisión prudencial en el banco central y recordar, además, que el Banco de España ya no tiene atribuida la determinación de la política monetaria eliminando cualquier hipotético conflicto en esa dirección, podemos señalar algunas razones adicionales más genuinamente domésticas tales como: – La enorme importancia que en España tiene el sector bancario. – Descartada por las razones arriba vistas la conveniencia de crear una nueva agencia, la diferencia de recursos entre los tres reguladores, claramente inclina la balanza a favor del Banco de España; a ello se une su larga tradición como regulador y su acrisolado prestigio. – La mayor autonomía de la que ya goza, en relación con la que tienen los otros dos reguladores. 3. El tema de la atribución (o no) al Banco de España de las competencias en materia de protección de los consumidores y salvaguarda de la integridad del mercado de capitales es menos importante que los dos anteriores y mucho más polémico. Al tratar del modelo «twin peaks» ya vimos las ventajas de éste, pero también luego relativizamos el peligro de los conflictos de interés en el modelo concentrado, que es el «gran» argumento de los detractores del mismo. También aquí existen argumentos adicionales de índole doméstica, aparte de los generales que son los de más peso, para encomendar la supervisión de conductas al supervisor prudencial concentrado: VIII. A MODO DE CONCLUSIÓN. LA NECESARIA REFORMA DEL MODELO ESPAÑOL DE REGULACIÓN FINANCIERA El modelo español de regulación ha funcionado, en términos globales, bien, sin embargo a la luz de lo anteriormente expuesto parece necesaria una profunda reforma del mismo, y en ese sentido se ha manifestado públicamente el gobierno y también los principales partidos, que incluso se hicieron eco del tema en sus programas electorales. El modelo elegido como alternativa es el «twin peaks». Como reiteradamente hemos dicho, siendo el tema de la estructuración de los órganos reguladores muy importante, todavía lo es más el que los mismos tengan unos objetivos bien definidos, gocen de auténtica autonomía con medios suficientes y sean efectivamente responsables. También debemos recordar que todo proceso hacia un nuevo modelo regulatorio es complejo y no exento de riesgos. En torno al necesario cambio de modelo español, queremos hacer unas consideraciones, que también operan, en cierta forma, como conclusiones del estudio hasta ahora hecho de los diferentes modelos. 1. La primera consideración se refiere a la necesidad de superar el modelo sectorial y concentrar al menos la supervisión prudencial en único organismo. Se trata de una cuestión difícil de negar a la vista de 166 MODELOS DE REGULACIÓN FINANCIERA. VISIÓN GENERAL... – En primer lugar, cabe invocar aquí igualmente algunos de los argumentos ya manejados para defender la concentración de la supervisión prudencial en el Banco: recursos, mayor autonomía. – En relación con los productos y servicios bancarios el Banco de España ya viene actuando como supervisor de conductas. A otro nivel, a través del SEPBLAC, ha actuado ya como regulador intersectorial para prevenir el blanqueo de dinero. – Otro argumento es la dificultad conceptual de separar la supervisión de conductas del supervisor prudencial y no dar el paso (lógico) siguiente de atribuir la primera principalmente a las CCAA, siendo el usuario de servicios financieros un consumidor, y teniendo las CCAA amplísimas competencias en materia de consumo. Sólo si se defiende que entre ambas supervisiones no hay auténtico conflicto y, que por el contrario, ambas sirven a la estabilidad financiera, atribuyéndose por ende a un mismo regulador, puede darse cobertura jurídica a una regulación/supervisión predominantemente estatal de los productos financieros que, por otra parte, creemos es buena (máxime si recordamos la «internacionalización» de los mismos). 4. Cualquiera que sea el modelo seleccionado, el regulador (o los reguladores) finalmente resultantes deben gozar de una auténtica autonomía. Aparte de una autonomía organizativa y económica, es importante aumentar su capacidad normativa para que se convierta en un auténtico regulador y, así mismo, deben eliminarse las intervenciones del MEH que la normativa vigente todavía prevé, en materia de autorizaciones y sanciones. 5. La mayor autonomía demanda un régimen de responsabilidad («accountability») muy exigente. Un completo juego de «checks and balances» serviría además para atenuar las tradicionales críticas que se hacen al carácter «leviatanesco» del regulador único. 6. La organización interna también debe ser diseñada con extremo cuidado si se quieren evitar disfuncionalidades. En cualquiera de los dos posibles modelos, sería un error configurar los organismos resultantes como una mera yuxtaposición de los servicios de supervisión de los reguladores preexistentes. En el caso del regulador único integrado en el Banco de España, las áreas regulatorias (prudencial y sobre conductas) deberían gozar de cierta autonomía funcional, aunque claramente su Consejo de Gobierno sería también el órgano directivo superior (y la instancia técnica que resolviera los conflictos entre funciones que se plantearan). 7. Se debería adoptar un cuerpo de legislación único para las entidades financieras, de forma similar a lo que hizo la Financial Services and Markets Act británica. Esto hoy es mucho más factible si observamos la aproximación normativa de las soluciones de las directivas comunitarias. Además, convendría avanzar decididamente en un proceso de simplificación regulatoria, que se podría llamar integral, pues pasaría porque en materia de servicios financieros las leyes fueran sólo de bases o principios (las directivas comunitarias dejan poco campo para introducir novedades), que el Gobierno desarrollara dichos principios y quedara –en todo caso– un amplio margen para que los reguladores dictaran toda la normativa técnica de detalle. En este contexto, debería también concederse a la autorregulación (algo muy diferente a la arregulación, por cierto) un papel más importante. 8. La elección de un concreto modelo parece exigir amplios estudios técnicos que lo sustenten y debe gozar de apoyo político y muy fundamentalmente de la industria. En nuestro país, y en relación con la opción por el modelo «twin peaks», los 167 OBSERVATORIO SOBRE LA REFORMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS EUROPEOS (2008) primeros no los conocemos5, el segundo se da y, en cuanto al tercero, todavía es una incógnita. 9. Elegido el modelo, su implementación ya dijimos que es un proceso complejo, en cuya ejecución nunca debe perderse la visión del conjunto. Además, creemos que convendría que se realizara lo más rápidamente posible, debido a las indudables incertidumbres y consiguientes riesgos que se generaran en el periodo de transición. 10. Finalmente, hay que señalar que cualquier proceso de reestructuración de nuestros organismos reguladores debe tener muy en cuenta los cambios que se produzcan en el entorno de la Unión Europea. DEPARTMENT OF THE TREASURY BLUEPRINT FOR A MODERNIZED FINANCIAL REGULATORY STRUCTURE. March 2008 ESTRADA, DARÍO Y GUTIÉRREZ RUEDA, JAVIER. SUPERVISIÓN Y REGULACIÓN DEL SISTEMA FINANCIERO: MODELOS, IMPLICACIONES Y ALCANCES. 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