Texto 1 - IES DR. FDEZ. SANTANA

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TEXTO 1. DECRETOS DE NUEVA PLANTA
1. Centralización y reformas administrativas en el siglo XVIII. España y
América.
El reinado de los primeros Borbones, en el siglo XVIII, se caracteriza por sus
múltiples reformas en el ámbito administrativo y económico. Ya el primero de estos
reyes, Felipe V, modifica por completo la administración española al emitir los
Decretos de Nueva Planta. Con ellos desaparecen las cortes y los antiguos reinos
medievales, y casi tosa España (excepto el País Vasco y Navarra, que conservan sus
antiguos fueros) deberá obedecer las leyes castellanas. También existirá un único
sistema de impuestos para todo el territorio y una única lengua oficial, el castellano.
No debemos olvidar que los Borbones son los primeros reyes absolutistas en
España, y que consideran que una única ley para todos es indispensable para que
pueda formarse un auténtico estado.
En primer lugar, ahora aumenta muchísimo el poder del rey, así como el
centralismo: una vez que han desaparecidos los antiguos reinos medievales, todo
depende del gobierno central, situado en la corte madrileña. Como acabamos de
decir, solamente Navarra y el País Vasco (que han ayudado a Felipe V en la Guerra
de Sucesión) conservan sus antiguos fueros y leyes medievales. Por el contrario, la
antigua Corona de Aragón ha desaparecido, cosa que Cataluña nunca aceptará; con
el tiempo, veremos cómo en este territorio aparecerá un fuerte nacionalismo que
continua hasta nuestros días.
Por supuesto, en esta época desaparecen las cortes de los antiguos reinos
medievales: sólo se mantienen las cortes de Castilla (llamadas ahora “cortes de
España”), aunque sus funciones son ahora muy escasas y sólo pueden ser
convocadas por el rey. También Felipe V suprime el antiguo “sistema polisinodial”
de la época de los Austrias: así, ahora desaparecen los antiguos consejos territoriales
(Consejo de Aragón, de Italia, de Indias, etc.). Únicamente queda el Consejo de
Castilla. A la vez, el nuevo monarca crea las “secretarías”, que no son sino el origen
de nuestros actuales ministerios. Incluso se abolen los antiguos virreinatos, pues
ahora España es un único reino: nuestro país es dividido por primera vez en
provincias.
La llegada de los Borbones supone también que ahora se establezca un único
impuesto para todo el territorio nacional, que deberán pagar tanto castellanos,
catalanes, aragoneses, vascos, navarros… Se acabaron, pues, los tiempos en los que
sólo Castilla pagaba los enormes gastos del imperio de los Austrias.
En cuanto a las colonias americanas, a partir de la segunda mitad del siglo
XVIII, y sobre todo en tiempos de Carlos III, vamos a ver también algunos cambios
administrativos importantes. Los Borbones piensan que la administración de las
Indias está desfasada, y que además hay un exceso de corrupción. Es necesario
centralizar más la administración, aumentar el poder del rey y limitar la autonomía
local, que hace que los caciques criollos sean los auténticos amos de la América
española. Para evitar esto, los Borbones crean en esta época dos nuevos virreinatos:
Nueva Granada Y Río de la plata. También introducen en las colonias la figura del
“intendente”, un funcionario elegido directamente por la corona y que se encarga de
supervisar toda la administración local de Indias (incluso presiden los cabildos
municipales). Todas estas reformas van a provocar el descontento entre las élites
criollas, que ven cómo ahora disminuye su poder. Además, los Borbones tienden a
llevar funcionarios españoles a América para ocupar los principales cargos
administrativos. Todo esto sienta muy mal a la burguesía criolla, que se siente cada
vez más discriminada. Así, hacia la segunda mitad del siglo XVIII se producen en
América ciertas sublevaciones contra el gobierno español, rebeliones que pueden ser
consideradas como un antecedente de los movimientos de independencia del siglo
XIX.: tal es el caso de la llamada “rebelión comunera” de Paraguay en 1762, y sobre
todo la sublevación peruana de 1780, que acabó convirtiéndose en una auténtica
revuelta indígena (Tupac Amaru).
Los sucesores de Felipe V van a continuar llevando a cabo abundantes reformas.
El ambiente de la época es muy propicio para ello, pues nos encontramos en el
llamado “Siglo de las Luces”, cuando la Ilustración triunfa sobre todo en Francia
pero también en otros países de Europa. Los ilustrados poseen una enorme
confianza en la razón y en el progreso. Ese racionalismo les lleva a criticar
duramente la sociedad del Antiguo Régimen, la desigualdad legal de las personas, el
absolutismo, el poder político de la Iglesia, la falta de libertad económica: todas esas
cosas dificultan enormemente el progreso y, en consecuencia, deben ir
desapareciendo progresivamente.
La Ilustración llegó e España más tarde que a otros países, ya que nuestra
burguesía era débil, nuestras universidades muy conservadores y a Iglesia
enormemente poderosa. Además, había en nuestro país unos niveles de
analfabetismo muy altos. No obstante, aunque tarde, a mediados del siglo XVIII
hubo en España algunos ilustrados importantes como Feijoo, Campomanes,
Cadalso, Jovellanos, Floridablanca u Olavide. Aunque muy diferentes entre ellos,
todos estos pensadores coincidían en su interés por la ciencia y el progreso y en su
espíritu crítico. A la vez, los reyes de la dinastía Borbón, se vieron envueltos en este
ambiente ilustrado y emprendieron algunas reformas importantes, sobre todo en los
terrenos de la educación y la economía.
De Fernando VII debemos destacar sus constantes esfuerzos para mejorar el
comercio con las colonias americanas, un comercio que se encontraba casi parado
desde tiempos de Carlos II. Precisamente para ello, este monarca se preocupó por
crear una marina moderna, en lo cual le ayudaron dos importantes ministros: José de
Carvajal y el marqués de la Ensenada.
Sin embargo, el más ilustrado de nuestros monarcas fue sin duda Carlos III, al
que suele considerarse como el mejor ejemplo español de despotismo ilustrado.
Antes de ser rey de España, Carlos III había sido rey de Nápoles y allí, en Italia,
había emprendido ya muchas reformas de corte ilustrado. Sin embargo, al llegar a
España se encontró con la oposición de la nobleza y de la Iglesia, que veían con
malos ojos la llegada de un rey de espíritu tan “moderno”, y temían que sus
reformas fueran a atacar sus tradicionales privilegios.
El ejemplo más claro de esta oposición fue el famoso Motín de Esquilache, en el
año 1866. Instigado por la nobleza, el pueblo de Madrid se rebeló contra Esquilache,
un ministro de Carlos III que deseaba llevar a cabo en la capital una serie de
reformas de sanidad y orden público: limpieza urbana, alumbrado, prohibición de
juegos de azar y uso de armas, así como de llevar sombreros de ala ancha y capas
largas. A todo ello se unió la fuerte inflación provocada por dos años seguidos de
malas cosechas, y el odio que la población madrileña sentía hacia un ministro
extranjero. Las clases populares madrileñas vivían en la miseria, y la nobleza y la
Iglesia aprovecharon esta situación para animar al pueblo a que se rebelara contra
las reformas que pretendía llevar a cabo el rey. Al ver la gravedad de la rebelión,
Carlos III no tuvo más remedio que destituir a Esquilache y parar sus reformas, así
como bajar el precio de algunos alimentos. Pero también expulsó de España a los
jesuitas, acusándolos de haber movido al pueblo hacia la rebelión. En realidad, esta
orden religiosa tenía un enorme poder en Europa y muchos reyes europeos
consideraban a los jesuitas como una auténtica amenaza para el absolutismo
(regalismo).
Una vez pasado el motín, Carlos III siguió con sus reformas, aunque en adelante,
sus ministros fueron siempre españoles. Contó con excelentes colaboradores como
Campomanes, Floridablanca o Aranda, o con intelectuales ilustrados como Olavide,
Cabarrús o Jovellanos. Estos últimos estudiaron la situación del país y aconsejaron
al monarca una serie de reformas encaminadas a modernizarlo. Entre las reformas
económicas llevadas a cabo por Carlos III debemos destacar:
-Se limitaron los privilegios de la Mesta y se colonizaron nuevas tierras en Sierra
Morena, con el objetivo de repartirlas entre pequeños campesinos.
-Mejoraron las vías y caminos, se eliminaron las aduanas internas, para que los
alimentos pudieran circular libremente de una provincia a otra, y se permitió
también a todos los puertos españoles comerciar con América (por fin Cataluña
podía ahora recuperar su esplendor comercial. Después de doscientos años de
decadencia, el puerto de Barcelona volvió a ser lo que era en la Edad Media).
-Poco a poco empezaron a desmantelarse los antiguos gremios medievales. A la
vez, se establecieron impuestos para proteger los productos nacionales de la
competencia extranjera.
En otros ámbitos distintos de la economía, Carlos III declaró que todas las
profesiones eran honestas y que cualquier persona cuya ocupación fuera de utilidad
pública podía obtener el título de hidalgo. Por último, este monarca intervino cada
vez más en los asuntos de la Iglesia, reclamando el derecho a nombrar sus altos
cargos, a fundar monasterios y a controlar la Inquisición. También, como ya hemos
visto, expulsó de España a los jesuitas.
No obstante, las reformas de Carlos III siempre tuvieron un límite. Para
modernizar de verdad España, era necesario acabar con el Antiguo Régimen,
suprimir los privilegios de la Iglesia y la nobleza y desde luego desamortizar la
propiedad de la tierra. Hubiera sido preciso poner fin al sistema feudal, un sistema
que llevaba muchos siglos anclado en España y en Europa. Carlos III nunca pudo ni
quiso hacer eso. De haberlo hecho hubiera sido un auténtico revolucionario. Hubiera
sido demasiado pretender algo así de un monarca absolutista del siglo XVIII.
Incluso en estos tiempos tan ilustrados la monarquía, como institución, seguía
siendo, como había sido durante siglos, la representante y defensora de la nobleza y
de la Iglesia. Por eso las Reformas de Carlos III, aunque buenas, fueron
insuficientes. La modernización de España aún tardaría mucho tiempo en llegar,
aunque, al menos, los Borbones abrieron un camino muy provechoso para nuestro
país.
2. La política exterior de los Borbones durante el siglo XVIII.
Nos encontramos con un siglo de relativa paz y estabilidad: los Borbones lo han
perdido casi todo en Europa y España es ahora un país de segundo o tercer orden. Pero
gracias a eso se acaban los enormes gastos militares de tiempos de los Austrias. No
obstante, tampoco podemos decir que estos Borbones carezcan por completo de política
exterior. Así, Felipe V todavía llevará a cabo algunas guerras contra Austria e Inglaterra
intentando en vano recuperar los territorios italianos perdidos en el Tratado de Utrech
(el Milanesado, Nápoles y Cerdeña). Además, Isabel de Farnesio (segunda esposa de
Felipe V) luchará también porque su hijo Carlos (el futuro Carlos III) pueda obtener el
reino de Nápoles. Ahora, por otra parte, se inicia una época de alianzas con Francia que
durará hasta principios del siglo XIX: los llamados “Pactos de Familia”.
En cambio, el sucesor de Felipe, Fernando VI vivirá manteniendo la paz y la
neutralidad con Europa y se dedicará principalmente a mejorar el ejército, la
administración y el comercio con las colonias. No debemos olvidar que España todavía
tiene enormes posesiones en América. Fernando VII procura por todos los medios
mejorar el comercio con estos territorios, casi parado desde tiempos de Carlos. Para eso
dedica buena parte de su reinado a mejorar la marina española, y en esta labor será
ayudado por dos importantes ministros: José de Carvajal y el marqués de la Ensenada.
Finalmente, en tiempos de Carlos III entramos también en una guerra con desastrosos
resultados.
En resumen, durante esta época, España interviene en varias contiendas:
1ª. Felipe V trata de recuperar los territorios que se han perdido en la Guerra de
Sucesión. Además, desea colocar en el trono de Nápoles a su hijo Carlos. Para
conseguirlo no le queda más remedio que enfrentarse al emperador de Austria en una
nueva guerra. Pero este último tiene también poderosos aliados: Francia e Inglaterra.
Una vez más, España pierde también esta guerra y no consigue recuperar nada.
2ª. En vistas de esta derrota Felipe V vuelve los ojos a sus parientes, los Borbones de
Francia. Ahora empezamos, pues, una etapa de alianzas con el país vecino: son los
llamados “pactos de familia”. Pero estos pactos nos hacen también participar en nuevos
conflictos. Así, en1733 los franceses están en guerra contra Austria y Rusia. Nosotros
los ayudamos porque Felipe V quiere ver a su hijo Carlos convertido en rey de Nápoles,
cosa que al final consigue.
3ª. Diez años después Francia vuelve a estar en guerra contra Austria y, ahora también,
contra Inglaterra. De nuevo España les ayuda. En recompensa obtenemos el ducado de
Parma (es decir, que los Borbones van recuperando, al menos un poco, sus posiciones
en Italia).
4ª. Finalmente, en tiempos de Carlos III España vuelve a apoyar a Francia en la Guerra
de los Siete Años. En principio, a nuestros reyes les conviene esta guerra porque los
ingleses, que tratan de extenderse por América, están amenazando nuestras colonias.
Pero al final, esta guerra resulta desastrosa para nuestro país: perdemos Florida a manos
de los ingleses, aunque para compensarnos los franceses nos ceden la Luisiana (ambas
hoy en los Estados Unidos). Por último, cuando llegue la Guerra de la Independencia y
nos veamos invadidos por Napoleón, los ingleses (que entonces se convertirán en
nuestros aliados), nos devolverán Menoría y Florida, pero no Gibraltar.
3. Extremadura en el Antiguo Régimen. Aspectos políticos y administrativos.
Desde la Edad Media Extremadura fue tierra de señores, una región donde
mandaban más los poderes feudales que el propio rey y que a menudo tuvo
jurisdicciones confusas. Ya en época moderna Cáceres y Badajoz habían llegado a ser
las ciudades más importantes, ambas con el título de cabeza de corregimiento. Al ser
una zona fronteriza, Extremadura tuvo siempre un importante funcionamiento militar.
Desde el siglo XVIII las funciones militares eran organizadas por un organismo llamado
Intendencia (al frente se encontraba el “intendente”) con sede primero en Mérida y poco
después en Badajoz.
Sin embargo, por ser una zona aislada, Extremadura era administrada desde el
exterior, lo que significa que los extremeños de la época debían viajar a otras regiones
de España cada vez que querían resolver cualquier pleito, pues no hubo una Audiencia
en Extremadura hasta finales del siglo XVIII. También en esta época Extremadura fue
dividida en partidos y comarcas, quedando, por tanto, de una manera parecida a como
está hoy.
Por último, aunque en Extremadura no faltaban tierras de realengo, abundaban
también las tierras señoriales (es decir, de nobles particulares como el duque de Feria) y
las tierras de órdenes militares (por ejemplo, los Santos de Maimona, que desde la Edad
Media había pertenecido a la orden de Santiago). Eso es así porque estos territorios
habían sido conquistados bastante tarde a los moros, en una época en la que no había
suficiente población en Castilla como para repoblar el valle del Guadiana. Por eso los
reyes cedieron estas tierras a los poderes feudales (tanto a señores particulares como a
órdenes militares).
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