Los modelos o paradigmas epocales de Esther Díaz Existen tres grandes modelos epocales para comprender el conocimiento científico a lo largo de la historia. En un artículo de Posciencia, editado por Esther Díaz, titulado “Verdad e historicidad”, encontramos una división de los momentos de la ciencia en tres grandes paradigmas. En un primer paradigma denominado “premoderno” se comprendería la ciencia desde la antigüedad clásica hasta fines de la Edad Media. Porque encontramos en el mundo griego de la antigüedad la aparición del sentido de logos, en tanto “discurso explicativo y demostrativo” como contrapuesto al mito, cuya veracidad prescinde de la verificación. Así, el saber científico se hallaría ligado a la racionalidad lógica. A su vez, dentro del logos, como palabra racional, se puede distinguir el saber cotidiano y vulgar, acrítico, sin fundamentos, de la mera opinión (dóxa); como diverso del saber propiamente científico (episteme), en tanto es crítico y posee fundamentos. Luego, durante la Edad Media, por medio de la concepción cristiana de la vida, se subordinará la razón a la fe, un saber dogmático e incuestionable. En este gran paradigma premoderno se parte de una comprensión del mundo geocéntrica, con la tierra como centro del universo; en un orden jerárquico, que va de lo más perfecto a lo imperfecto; y en un espacio cerrado, es decir, un universo limitado. En un segundo momento aparece el paradigma moderno, que comprende un proceso de desacralización, al separarse lo eclesiástico de lo mundano y profano: se pasa de una concepción teocéntrica a una secular y centrada en el hombre. Esto se puede observar tanto en las diferencias del Estado respecto de la Iglesia, como también en el surgimiento de la ciencia que se distancia de la religión. Porque se concibe la naturaleza como un orden matemático, cuyas leyes deberán ser descubiertas. De ahí que se confié plenamente en el poder de la razón, no sólo para conocer absolutamente todo, de modo universal y necesario, sino también para dominar y transformar la naturaleza. Por otra parte, esto traerá aparejado como consecuencia el desarrollo de una ética fundada en la razón, también con validez universal; pero, por sobre todo, la creencia en un progreso social, potenciado por el desarrollo de la ciencia, que daría como resultado una sociedad más justa. Esta ciencia moderna se caracteriza por poseer una serie de requisitos: a) por describir las notas de un objeto de estudio mediante leyes que explican la realidad y realizan predicciones; b) por su actitud crítica y cuestionadora, que duda de lo dogmático y/o naturalizado; c) por fundamentar sus afirmaciones, ya sea lógicamente por la coherencia interna de las proposiciones que conforman una teoría, como empíricamente cuando justifica sus enunciados al confrontarlos con la experiencia; d) por utilizar un método, una serie de pasos, procedimientos, establecidos por la comunidad científica que excluye las posibilidades de error al verificarse el conocimiento y comprobarse empíricamente; e) por ser sistemática y relacionar sus proposiciones entre sí, de modo consistente y no contradictorio, con la posibilidad de integrar nuevos conocimientos; f) por comunicarse con un lenguaje preciso, unívoco, que elimina la ambigüedad y la vaguedad (el de la lógica y el del álgebra); g) por su pretensión de objetividad, al elevarse el sujeto de las condiciones históricas y al tomar distancia del objeto a conocer para ubicarse en una posición privilegiada de observador neutral. Por otro lado, las ciencias se dividen en formales (la lógica y las matemáticas) y fácticas (que se pueden subdividir en naturales y sociales), según cuatro criterios: i) por su objeto de estudio: el de las ciencias formales tiene existencia ideal, no existe en la realidad espacio-temporal, en cambio, el de las fácticas es material y se encuentra en la realidad empírica; ii) por sus enunciados: los formales son analíticos, ya que son relaciones entre signos independientes de la experiencia (a priori), y los fácticos son sintéticos, porque agregan información de la experiencia (a posteriori); iii) por el método: mientras que las formales se basan en la demostración lógica, las fácticas busca contrastar sus enunciados con la realidad empírica para revelar su valor de verdad o falsedad; iv) por el tipo de verdad: a las ciencias formales les corresponde un tipo de verdad necesaria, dada su coherencia lógica sin contradicciones, y para las ciencias fácticas la verdad es contingente, por depender de la verificación empírica. Por último, el tercer paradigma de la ciencia es el actual, llamado posmoderno o tardomoderno, en tanto se abre como una crisis de la modernidad. Porque caen los ideales de conocimiento universal modernos y se introduce la relatividad o fragmentación del sentido; y con la caída de los ideales universales también caen las utopías, los grandes relatos y las ideologías que pregonaban el progreso social. Por esto, se critica el desarrollo ilimitado y desmedido de la ciencia. Porque el proyecto moderno hizo que la razón se transformase en una razón calculadora de los medios más adecuados para alcanzar determinados fines, en una razón instrumental que se usa para el desmesurado desarrollo tecnológico. De ahí que se recupere el estudio del contexto histórico en que se investiga y hace ciencia, es decir, cómo la historia influye en la construcción de las verdades científicas y que, por lo tanto, esas supuestas verdades no son necesarias y eternas. No obstante, se ha querido introducir una distinción entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación, relacionándolo al primero con una suerte de “historia externa”, mientras que el segundo se trataría de una “historia interna” de la teoría científica. Porque el contexto de descubrimiento se referiría al hallazgo o la producción de una hipótesis científica, que se comprende por sus condiciones históricas, sociales, políticas y económicas (las ideas científicas se relacionan con las prácticas sociales que la hicieron posible). En cambio, el contexto de justificación es aquel que se encargaría de validar una teoría científica, la verdad de sus hipótesis, y cuya historia interna se abstrae de lo social dado que sólo relata las ideas de un modo puramente racional.