Genética y biotecnología Entre Dolly y el parque jurásico El año pasado, el negocio de la ingeniería de la vida generó algo más de US $ 30.000 millones en todo el mundo. ¿Por qué no logra despegar en la Argentina una actividad que requiere, en muchas áreas, inversiones menores que las que demanda una empresa punto com? Tal como ocurrió con la revolución de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, desde hace tres décadas vienen sucediéndose aceleradamente los anuncios de descubrimientos en el campo de las ciencias biológicas que llevan a la opinión pública mundial a discutir sobre la aplicación de esos nuevos conocimientos, aun antes de que se hayan desarrollado por completo. Los cambios que se producen en ésta área no sólo son rápidos, sino que tienen un fuerte impacto en sectores particularmente relevantes de la economía, como la salud y la producción de alimentos. No menos notable es el efecto que producen en el imaginario colectivo las nociones sobre cómo se moldearán las sociedades futuras con un arsenal de revolucionarios instrumentos proporcionados por la genética. A mediados de la década de los '70, Gregory Peck interpretaba, en Los niños de Brasil, a un anciano Josef Mengele que experimentaba con una veintena de madres la clonación de Adolf Hitler. La película reflejaba, de algún modo, las aprensiones generadas a partir del descubrimiento de la estructura del ADN, que permitió descifrar la estructura de la unidad básica sobre la que se construye cualquier forma viviente conocida. Algo así como el ladrillo con el que se puede construir desde una ameba hasta un hombre, pasando por un árbol o un dinosaurio, tal como se vio en otro filme, Jurassic Park, en la que por primera vez se habló de la llegada de bienes de consumo genéticos. Justo para el estreno de Los niños de Brasil, otros cuatro científicos anunciaban al mundo la forma en que ese ladrillo fundamental de la vida puede secuenciarse, y un par de años más tarde, salían de un laboratorio el primer ratón y la primera mosca transgénicos. Ya en 1985, el biólogo Kari Mullis creó una técnica conocida como la fotocopiadora genética que, entre otras aplicaciones, es utilizada en la Argentina por Abuelas de Plaza de Mayo para determinar el parentesco de niños apropiados durante la última dictadura. El año pasado, y luego de que la oveja Dolly fuera presentada en sociedad, se anunció que el proyecto para descifrar el catálogo completo de los genes que tiene la especie humana, había entrado en su etapa final. Esto no sólo permitirá tratar enfermedades en el nivel molecular, sino que introducirá enormes transformaciones en la forma de tratar temas éticos, como la discriminación racial. Y ahora, el biochip La industria biotecnológica es uno de los negocios de más fuerte crecimiento en la economía mundial. Se estima que en Estados Unidos hay entre 1.500 y 2.000 empresas dedicadas a esta actividad, y en Europa funcionan otras 700. Durante el año pasado, el sector de la genética y la biotecnología movió algo más de US$ 30.000 millones. El acelerado progreso de esta industria se manifiesta con particular elocuencia en el desarrollo de las plantas genéticamente modificadas. En 1994 no se comercializaban alimentos de este tipo, pero en 1998, sólo en la Argentina, Australia, Canadá, Estados Unidos y México había 29 millones de hectáreas cultivadas. Para el futuro cercano, más allá de la clonación humana, prohibida por ley en algunos países, de la galera de la biotecnología pueden surgir muchas sorpresas. Así como en 1995 la aparición de Internet produjo la unión del mundo de las comunicaciones con el de la informática, la convergencia entre el universo de los genes y el de los microchips está a la vista. Motorola e Intel anunciaron hace poco la creación de biochips que aumentan las capacidades de las computadoras de silicio. Todo por hacer Se estima que en la Argentina el negocio de la biotecnología, dominado por las filiales de media docena de laboratorios multinacionales, facturó US$ 250 millones en el 2000. "Lo que ocurre es que, a pesar de que la genética y la biotecnología son disciplinas que requieren más información que capital y que en la Argentina tenemos recursos formados en estas áreas, entre los universitarios no hay espíritu de emprendimiento", argumenta Rodolfo Ugalde, presidente de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC) y subdirector del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas que depende de la Universidad Nacional de San Martín. Desde ese instituto se coordina en la Organización Mundial de la Salud el proyecto Genoma Tripanosoma Cruzi, el agente causal de la enfermedad de Chagas, además del proyecto Genoma de Brucella Abortus, responsable de la brucelosis bovina. Ugalde cita un dato elocuente con respecto a las barreras de entrada al negocio de la biotecnología. "Un laboratorio equipado con los últimos instrumentos para realizar investigación es este campo puede requerir una inversión de US$ 50 millones para poder dedicarse a varios proyectos. Pero si se trata de desarrollar sólo un producto puede resultar suficiente contar con algo menos de US$ 5 millones". Una cifra bastante más modesta, por cierto, que la que demandaron muchas de las compañías punto com que florecieron durante el año pasado. A la hora de hacer comparaciones, Omar Vigetti, presidente de LatinGate, la empresa de Internet que sirve de nexo entre inversores y emprendedores, asegura: "En los negocios de biotecnología, la formación es mucho más importante que en los de Internet y aunque los fondos de inversión nos piden que les presentemos proyectos de biotecnología, hasta ahora no encontramos ninguno". La frutilla del postre Durante el año pasado se crearon unas 400 empresas de Internet en la Argentina pero, como señala un especialista en inversiones, "es más fácil encontrar a un ingeniero que sepa de negocios y monte un sitio en la Web que a un biólogo que cree una empresa". Por otra parte, no resulta fácil dar con un inversionista que entienda más de genes y moléculas que de supermercados electrónicos o vidrieras interactivas. Más allá de lo que depare el futuro, algunos signos parecen alentadores para la Argentina. Un grupo de investigadores en el área de agronomía de tres universidades públicas (Tucumán, La Plata y del Nordeste), del Conicet y del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) han obtenido por primera vez en el país frutillas transgénicas que no cambian de sabor cuando envejecen. Las frutas contienen genes de otras especies vegetales tabaco y poroto que les permiten aumentar su resistencia contra el ataque de sus enemigos. Así, los productores de frutillas no necesitarían usar agroquímicos, que son caros, que pueden matar también a hongos benéficos y que suelen dañar la salud de los consumidores. La historia de la revolución genética 1953 Watson y Crick proponen el modelo de la doble hélice para explicar la estructura del ADN, basándose en los datos de cristalografía de rayos X de Franklin y Wilkins. 1959-1960 Francois Jacob y Jacques Monod desarrollan el concepto de operón y demuestran la regulación genética por proteínas represoras. 1962 Arber describe por primera vez las enzimas de restricción, tijeras moleculares, que luego permitirían que Nathans y Smiths las purificaran y usaran para la caracterización de secuencias de ADN. 1966 Niremberg, Ochoa y Khorana descifran el código genético por medio del cual la información cifrada en el ADN se traduce en proteínas. 1967 Geller descubre una enzima que permite unir fragmentos de ADN, la DNA ligaza. 1972-1973 Boyer, Cohen y Berg de la Universidad de Stanford, California, desarrollan las técnicas básicas para el clonado de ADN, conocidas posteriormente como la tecnología del ADN recombinante. 1975 Milstein y Kholer, de la Universidad de Cambridge, desarrollan la técnica del hibridoma que permitió la producción de los anticuerpos monoclonales 1975-1977 Sanger, Barrell, Maxam y Gilbert desarrollan las técnicas para secuenciar el ADN. Se estrena la película Los niños de Brasil. 1981-1982 Palmiter y Brinster producen el primer ratón transgénico, Spradling y Rubin crean la primera mosca transgénica. 1985 Kari Mullis, de la Corporación Cetus, inventa la técnica de la amplificación en cadena del ADN, conocida posteriormente como la técnica de la PCR o fotocopiadora genética. 1988 Se forma el consorcio internacional para descifrar el genoma humano. 1995 Científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins presentan el primer genoma completo de un organismo de vida libre, la bacteria patógena Haemophilus influenzae. 1996 Ian Wilmut, del Instituto Roslin de Escocia clona al primer mamífero, la oveja Dolly, a partir de una célula somática. 2000 Celera Genomics y el Instituto Sanger anuncian la secuencia completa del genoma humano. 2001 Se presenta ANDy, el primer mono clonado.