«Nosotros os enterraremos». dirigiéndose al

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Año: 15, Marzo 1973 No. 290
La Operación de los Granos
exhibe catástrofe socialista
Eudocio Ravines
Desde el mes próximo, los habitantes de los
puertos soviéticos serán sorprendidos por el
arribo a sus muelles de convoyes de barcos,
semejantes a los que llegaron a Murmansk, a
Arkangelsk, a Leningrado, a Riga, a Odessa
en los tiempos de la segunda guerra. Pero,
esta vez, los barcos no serán portadores de
armamentos para la lucha contra el
hitlerismo, el ex-aliado ruso. Ahora, van
llevando miles de toneladas de granos, que
el mundo capitalista aporta para dar
alimento al pueblo socialista.
El Presidente Nixon anunció oficialmente
que la Unión Soviética comprará granos en
los Estados Unidos por un valor de 750
millones de dólares en el transcurso de tres
años. El primero de agosto partirán los
primeros embarques de trigo, cebada, avena,
maíz y centeno, los que la Unión Soviética
obtendrá a crédito con tres años de plazo y a
un interés de seis y un octavo por ciento.
La transacción que va a realizarse evoca la
caricatura de los tiempos en que Nikita
Krushchev amenazaba al mundo asegurando
que Rusia «alcanzaría y sobrepasaría
económicamente a los Estados Unidos hacia
1970». Dirigiéndose al mundo capitalista
gritó: «Nosotros os enterraremos». Y
dirigiéndose
al
Mariscal
Roclián
Malinowskyhoy difunto y entonces jefe
supremo del ejército rojo, lo arengó para que
tuviese dispuestos y aceitados los cohetes
balísticos, las bombas nucleares, los
submarinos atómicos, a fin de infligir una
derrota cabal al capitalismo, procediendo a
implantar el comunismo en todo el mundo.
La caricatura, de un realismo cruel, hacía
decir a Malinowsky: «Se hará, camarada
Nikita, como tú y nuestro Comité Central
ordenen. Pero sólo una pregunta:
Si acabamos con el capitalismo e
imponemos el comunismo... ¿en dónde
compraremos el trigo...?
El año de 1971, la Unión Soviética compró
cereales en Estados Unidos por valor de 150
millones de dólares, que fueron cancelados
al contado. Ahora se trata de la operación de
crédito más grande que se haya realizado
entre Rusia y Estados Unidos y es el fruto de
las negociaciones entre el Presidente Nixon
y los jerarcas del colegiado ruso.
Tal compra de cantidad tan grande y tan
variada de alimentos está indicando las
magnitudes de la crisis agraria soviética. Y
las adquisiciones negociadas por tres anos,
indican que los dirigentes del Kremlin saben
que la crisis es crónica y purulenta. En ella
se está reflejando con nitidez la frustración
del régimen socialista, la incapacidad para
equiparar sus potencias productivas a las del
sistema capitalista.
Y es que la proporción de productividad es
demoledora para el socialismo. Mientras en
el sector capitalista un trabajador agrícola
produce alimentos para 59 personas, en la
Rusia socialista ese mismo trabajador no
alcanza a alimentar sino a 8 personas. La
proporción es de 1 a más de 7. Mientras
Rusia tiene 32 millones de trabajadores
dedicados a labores agrícolas, los Estados
Unidos no tienen sino 3 millones 500 mil.
Después de 55 años de socialismo, Rusia se
ve obligada a exhibir la inepcia de su
sistema, solicitando alimentos para su
pueblo, al anatematizado capitalismo. La
interpretación política de esta operación
comercial es que el socialismo como sistema
económico es definitivamente inferior al
capitalismo.
Las informaciones que llegan del otro lado
de la cortina de hierro anuncian que el
presente año será uno de los peores para la
agricultura socialista en general. La
producción no sólo será inferior en todo el
territorio soviético, sino también en los
satélites. Informes de Budapest confirman
que la crisis agrícola será particularmente
dura en toda Hungría. Polonia se lamenta de
la falta de maquinaria para operar las
cosechas, y del severo deterioro que han
sufrido sus equipos agrícolas. En Latvia, la
cosecha de papas no alcanza al 3 por ciento
de lo que debe ser normalmente.
El gobierno en Rusia ha dispuesto que se
pague un cincuenta por ciento más de salario
a los conductores de camiones y de trailers y
a los conductores de trenes que carguen
grano. Los incentivos se extienden a los
operadores de tractores y maquinarias para
cosechar. No obstante estas medidas de
emergencia de tipo capitalista las cosechas
de este año serán inferiores a las de años
pasados.
El gobierno soviético pretende justificarse
atribuyendo la crisis a las malas cosechas
causadas por la furia de los elementos
naturales: lluvias, granizo, nevadas, ventiscas. Pero este alegato que se repite
inveteradamente en la Unión Soviética no
tiene validez ante el pueblo soviético. Todos
los rusos conocen la extensión territorial de
su país y la saben gigantesca. Cuando es aún
de noche en una región, es ya pleno día, en
otra. Esto permite que mientras en una zona,
las cosechas puedan ser dañadas por factores
naturales adversos, en otras áreas, las
condiciones climatéricas tienen que ser
propicias a fecundas cosechas.
La verdad neta e irrefutable es que la
culpabilidad directa de esta crisis agraria, no
reside en la naturaleza sino en el hombre.
Ella es consecuencia directa del sistema. El
colectivismo ha aplastado la libre iniciativa
y, sobre todo, el interés, causando la ruina
de los campos soviéticos. El campesino es
indolente y apático porque el fruto de la
tierra que cultiva no le pertenece: es
propiedad del Estado. Y la crisis se repite
año tras año, desde que Stalin abolió la NEP.
Y dispuso en su lugar la colectivización
forzosa operada con la liquidación física de
los «Kulahs» o pequeños propietarios, y con
el sometimiento de todos los campesinos a
la servidumbre de los «Kolkhoses».
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