Carlo Maderno (1556-1629), arquitecto italiano, uno de los principales maestros de la transición entre el manierismo y el barroco gracias a su capacidad innovadora. Sobrino del arquitecto Domenico Fontana, nació en Capolago, un pueblo suizo junto al lago Lugano. En 1588 comenzó a trabajar en Roma con su tío, que se había hecho cargo de las obras de la basílica de San Pedro. Su primera obra fue la fachada de la iglesia de Santa Susana en Roma (1597-1603), un proyecto revolucionario, dotado de un vigor y una lógica inusual entre sus coetáneos manieristas. En ella aparecen intensos claroscuros influidos por la pintura de Annibale Carracci y Caravaggio, proporcionados cuidadosamente y compuestos con rigor para enfocar la atención hacia el centro de la portada. El mismo año en que finalizó Santa Susana, 1603, fue nombrado arquitecto de San Pedro con el encargo papal de transformar la planta centralizada de Miguel Ángel en una planta basilical de cruz latina, prolongando la nave oriental y añadiendo una fachada masiva. Por desgracia, esta operación ocultó necesariamente la cúpula e hizo perder monumentalidad a la composición, un efecto agravado por la posterior adición de los cuerpos chatos de las torres, lo que ha restado valor histórico (cuando no ha levantado críticas amargas) a la figura de Maderno. Su dedicación a las obras del Vaticano no le impidió levantar otros edificios en Roma, como la iglesia de Sant’Andrea della Valle (comenzada en 1624 y terminada en 1665 por Carlo Rainaldi) donde ejecutó una majestuosa cúpula, la segunda más grande de Roma después de su precursora de San Pedro; el palacio Mattei (1596-1616), que muestra la primera escalera romana de cuatro tramos decorada con estucos, o el proyecto del palacio Barberini (1628-1633), una gran residencia dispuesta sobre una insólita planta en forma de H.Maderno murió en Roma el 30 de enero de 1629, pero su estilo introdujo numerosos cambios que influyeron notablemente en la evolución hacia la arquitectura barroca. El rechazo a los mecanismos tópicos del manierismo tardío, el dinamismo de Santa Susana, la elegancia de Sant’Andrea, las innovaciones compositivas y su maestría formal constituyeron un legado fundamental para figuras tan relevantes como Francesco Borromini o Gian Lorenzo Bernini.