I Domingo de Cuaresma

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I Domingo de Cuaresma
Fue tentado por Satanás y los ángeles le servían.
Mc 1,12-15
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 90, 15-16)
Me invocará y yo lo escucharé; lo defenderé, lo saciaré de largos días.
ORACIÓN COLECTA
Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la
inteligencia del misterio de Cristo, y vivirlo en su plenitud.
PRIMERA LECTURA (Gn 9,8-15)
Pondré mi arco iris en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra.
Del libro del Génesis
En aquellos días, dijo Dios a Noé y a sus hijos: "Ahora establezco una alianza con ustedes y con sus
descendientes, con todos los animales que los acompañaron, aves, ganados y fieras, con todos los
que salieron del arca, con todo ser viviente sobre la tierra. Ésta es la alianza que establezco con
ustedes: No volveré a exterminar la vida con el diluvio ni habrá otro diluvio que destruya la tierra".
Y añadió: "Ésta es la señal de la alianza perpetua que yo establezco con ustedes y con todo ser
viviente que esté con ustedes: pondré mi arco iris en el cielo como señal de mi alianza con la tierra,
y cuando yo cubra de nubes la tierra, aparecerá el arco iris y me acordaré de mi alianza con ustedes
y con todo ser viviente. No volverán las aguas del diluvio a destruir la vida".
SALMO RESPONSORIAL Salmo24
R/. Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Descúbrenos, Señor, tus caminos,
guíanos con la verdad de tu doctrina.
Tú eres nuestro Dios y salvador
y tenemos en ti nuestra esperanza. R/.
Acuérdate, Señor,
que son eternos tu amor y tu ternura.
Según ese amor y esa ternura,
acuérdate de nosotros. R/.
Porque el Señor es recto y bondadoso,
indica a los pecadores el sendero,
guía por la senda recta a los humildes
y descubre a los pobres sus caminos. R/.
SEGUNDA LECTURA (1Pe 3,18-22)
El agua del diluvio es un símbolo del bautismo, que los salva.
De la primera carta del apóstol san Pedro
Hermanos: Cristo murió, una sola vez y para siempre, por los pecados de los hombres; él, el justo,
por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió en su cuerpo y resucitó glorificado. En esta
ocasión, fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados, que habían sido rebeldes en los
tiempos de Noé, cuando la paciencia de Dios aguardaba, mientras se construía el arca, en la que
unos pocos, ocho personas, se salvaron flotando sobre el agua. Aquella agua era figura del
bautismo, que ahora los salva a ustedes y que no consiste en quitar la inmundicia corporal, sino en
el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios, por la resurrección de Cristo Jesús,
Señor nuestro, que subió al cielo y está a la derecha de Dios, a quien están sometidos los ángeles,
las potestades y las virtudes.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 4,4b
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R/. Honor
y gloria a ti, Señor Jesús.
EVANGELIO (Mc 1,12-15)
Fue tentado por Satanás y los ángeles le servían.
+ Del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días
y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de
Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en
el Evangelio".
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 90,4
El Señor te cubrirá con su protección,
bajo sus alas encontrarás refugio.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que este pan celestial alimente, Señor, en nosotros la fe, aumente la esperanza, refuerce la caridad,
y nos enseñe a sentir hambre de Cristo, que es el pan vivo y verdadero, y a vivir de toda palabra que
proceda de tu boca. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectio
A partir del Miércoles de Ceniza, entramos en el itinerario cuaresmal. Se trata de un recorrido de 40
días y nos llevará hasta la Pascua del Señor. La cuaresma es una invitación a dejarnos iluminar por
la vida nueva que el Señor nos ha traído con su pasión, muerte y resurrección. La cuaresma no es
meta, sino es camino, proceso y actitud para vivir de manera más plena nuestra relación de adhesión
y seguimiento al Señor Jesús, porque nos invita a vivir más plenamente sus enseñanzas y así hacer
vida aquello que Él vivió y que ahora nos deja a nosotros como proyecto de vida.
La cuaresma es un tiempo de gracia donde el Señor nos invita a mirar nuestra vida a la luz de su
propuesta, es ver de qué manera estamos viviendo sus enseñanzas, es ver si nuestra fe es una teoría
o un estilo de vida, es sincerarnos a nosotros mismos para ver qué lugar ocupa el Señor en nuestra
vida, para ver si el hecho de llamarnos cristianos es verdad o es apenas un nombre. En este sentido
el pasaje del Evangelio de Marcos, nos introduce de lleno en aquello que debe caracterizar nuestra
vida cristiana, porque aquí el evangelista nos muestra aquello que es básico para la vida cristiana.
El primer Domingo de Cuaresma es conocido como “de las Tentaciones”. Una vez que Jesús ha
asumido el proyecto del Padre como suyo, los primeros pasos de su camino lo llevan a la
consolidación de la experiencia vivida. El Espíritu lo conduce al desierto, el espacio de la
maduración, de la formación, de la escucha. Curiosamente el Espíritu no lo ha conducido
inmediatamente a la misión, sino ante todo a la palestra del combate con el maligno.
Cada año, en el 1er. domingo de cuaresma, leemos un texto sobre las tentaciones de Jesús en el
desierto. Este año leemos la versión de Marcos que es más corta que la de Lucas y Mateo. Esto hace
el relato más directo: el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en su bautismo es el que hoy lo
lleva al desierto por 40 días. Es el momento de confrontar a Satanás quien trata de obstaculizar el
plan de Dios. Las bestias salvajes representan los peligros del desierto, y los ángeles la presencia de
Dios. Al igual que Jesús, el profeta Elías fue alimentado por un ángel en el desierto (1 Reyes 19:57).
A diferencia de Mateo y Lucas, las tentaciones de Jesús en Marcos duran todos los 40 días. El
término “peirasmós”, técnicamente usado aquí, indica que Satanás pone a prueba la fidelidad de
Jesús al camino trazado por el Padre.
A modo de estructura del texto
•Jesús experimentó las fuerzas del bien y del mal en el desierto.
•El Evangelio libera a hombres y a mujeres de todo aquello que los encadena.
• Con Dios a nuestro lado, el desierto es un lugar de crecimiento espiritual donde podemos
enfrentarnos honestamente con nosotros mismos y con Dios.
Significado de la tentación como "prueba"
En la Sagrada Escritura, la tentación no es más que la situación en que es sumergido el hombre para
que salga a relucir lo más profundo de sí mismo, por encima de las apariciones que pueden engañar.
Esta es necesaria no para Dios, que conoce el corazón humano hasta lo más íntimo, sino para el
mismo hombre, propenso a engañarse a sí mismo.
En el Antiguo Testamento, la tentación tiene por objeto purificar al pueblo en tres aspectos de su
religiosidad. En primer lugar, ve purificada su fe. Cuando Dios pide a Abrahán que le sacrifique a
su hijo sobre un monte, le está pidiendo que sacrifique su fe en la promesa, es decir, que se adhiera
al Dios vivo por encima de las garantías que éste le ofrece. Dios exige una adhesión a él que se
traduzca en obediencia fiel y aceptación incondicional de sus designios. Esta misma experiencia es
la que más tarde habría de vivir el pueblo en el desierto al exigirles Dios abandonar las falsas
seguridades para ponerse en las manos del Dios salvador.
Una vez purificada su fe, el pueblo tuvo que someterse a un proceso de purificación del amor. La
idolatría, la seducción de los cultos paganos de Canaán, fue 'la ocasión para que el pueblo mostrara
su radical infidelidad al Dios de la alianza. El profeta Oseas denunciaría la idolatría como un
adulterio en el cual la esposa, el pueblo, se habría entregado a su amante, Baal, abandonando al
esposo que la liberó, Yahvé. El exilio fue el tiempo de la reflexión y del examen que permitió la
conversión y la purificación del amor.
Más tarde surge una nueva situación. Dios parece haberse ocultado y sólo un pequeño resto
permanece fiel. La esperanza es sometida a prueba cuando Dios guarda silencio y parece haberse
olvidado de los suyos. Es la prueba más dificil si cabe, porque en ella el hombre siente la tentación
de olvidarse de Dios, ya que Dios parece haberse olvidado de él; siente la llamada del momento
presente, del ahora sin luego, de la renuncia al futuro.
En el Nuevo Testamento, Cristo aparece soportando las mismas tentaciones que había sufrido el
pueblo. Al superarlas muestra el verdadero camino que el hombre debe seguir para entrar en el
banquete de Dios y ser servido por los ángeles. El momento culminante será el de la cruz. En ella la
renuncia a sí mismo es total, y por ello lo es también la aceptación del designio del Padre. Eso
explica que a la cruz siga la suprema exaltación en la resurrección. El sufrimiento adquiere un valor
de purificación total y de plena salvación.
La Iglesia surgió del sufrimiento de Cristo y deberá seguir tras él por el camino de la purificación.
Ella no está libre de la tentación. Su fe, su amor y su esperanza también habrán de purificarse, y el
instrumento será la adversidad. La persecución será el calvario en el cual habrá de mostrar su plena
renuncia y la aceptación del designio de Dios.
El cristiano, a nivel personal, vive un proceso semejante. La prueba es necesaria para el crecimiento
y la robustez, para que la verdad se manifieste y quede al descubierto quién es el verdadero
discípulo y quién es un farsante. En ella los hijos se dejan llevar del Espíritu de Dios.
Respuestas de Jesús a las tentaciones
"La tentación es también una secuencia de la experiencia de fe. Ante las dificultades de la
liberación, ante el aspecto duro del desierto, surge la duda y la pregunta: ¿No convendría dar
marcha atrás? ¿No habremos escogido un camino equivocado? En esta situación se le presentan al
hombre otros caminos, otras ofertas. No las de Dios, sino las de los ídolos. Abiertamente o no, todo
hombre se encuentra una y otra vez ante la encrucijada: Dios o los ídolos.
La tentación de Israel, la de Jesús y la nuestra es fundamentalmente la misma. Los evangelios nos
hablan de tentaciones en el desierto. Jesús se encuentra en una situación semejante a la del pueblo
de Israel. El pueblo fue tentado en el desierto y sucumbió a la tentación. Jesús la resiste con la
misma naturalidad con que posee el Espíritu, mediante tres respuestas que remiten a la tentación de
Israel (Dt 8,3; 6,16; 6,13).
Primera tentación: el pan
El pan es el símbolo de las seguridades humanas: quien carece de pan, carece de todo. Di que estas
piedras se conviertan en pan (Mt 4,3): ésa es la posición exigente y desconfiada de la tentación.
Jesús percibe que en este caso el pan, la seguridad del pan, es un obstáculo en su camino: él debe
cumplir la voluntad de Dios, aceptar el proyecto de vida que Dios le presenta, escuchar la palabra
de Dios que se manifiesta en la historia, que habla en los acontecimientos. Jesús reconoce que el
hombre necesita del pan para vivir, pero sabe que para vivir humanamente, en plenitud de sentido,
el hombre necesita también de la palabra de Dios que acontece y no puede prescindir de toda
palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4).
Segunda tentación: la duda
¿Está realmente Dios entre nosotros o no? (Ex 17,7). Su presencia en nuestra vida, en la historia,
¿es un hecho o una ilusión? Entonces viene la tentación de exigir a Dios un milagro, una señal
espectacular, para salir de la duda y resolver así la inquietante pregunta. Jesús descalifica a quienes,
para creer, exigen un signo, y éste espectacular (Mc 8,12; Jn 6,30-31; Lc 11,29; 17,20). Percibe que
todo eso es tentar a Dios, desconfiar de él, utilizarle para seguridad propia. Jesús acepta los signos
que el Padre le envía, no exige otros (Jn 14,30-31). Confía en la palabra que se le ha manifestado
anteriormente, le basta; cree que el Dios que ha hablado en el pasado volverá a hablar en el futuro:
es cosa de esperar ese momento de la acción de Dios. Es preciso confiar en Dios, saber esperar,
creer que Dios volverá a hablar; él romperá el silencio del desierto.
Tercera tentación: el poder
Es la tentación del triunfo personal, según lo que el mundo entiende por triunfar. Es la seguridad
que proporciona el éxito, el dominio: Todo esto te daré... Pero Jesús había venido para invertir la
escala de los valores. Lo que en el mundo pasa por sabiduría y gloria es lo que él precisamente tenía
que evitar. Él había venido a servir, a manifestar el amor de Dios al mundo, siendo él, el Hijo
amado, el servidor de todos. A diferencia de Jesús, el pueblo de Israel hizo de la tierra prometida un
lugar de instalación idolátrica: olvidó a Yahvé, que le sacó de Egipto, pues por encima de todo
buscaba la prosperidad material. La respuesta de Jesús supone que sólo Dios debe ser buscado con
todo el corazón. A Yahvé, tu Dios, servirás, sólo a él le darás culto (Dt 6,13).
La actitud de Cristo ante la encrucijada de la tentación manifiesta el verdadero corazón de su
evangelio: la confianza incondicional en el Padre, que no abandona al hombre, sino que continúa
cerca de él. Poder vivir esta confianza ya es don de Dios, signo de que su reino está en medio de
nosotros. Confiar en el Padre es don del Espíritu: la gran certeza que el mundo necesita para poder
sobrevivir a la caída de las falsas seguridades" (CEEC, Con vosotros está, Manual para el educador
2, Madrid 1977, 171-172)
Para la reflexión personal
 Al comenzar esta Cuaresma, voy a examinar cuáles son mis “tentaciones”, y en qué áreas
estoy fallando.
 ¿Qué puedo hacer en esta Cuaresma para aumentar mi confianza en Dios y mi disposición
de ayudar a los demás?
Apéndice
Del Catecismo de la Iglesia Católica
333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y
del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle
todos los ángeles de Dios"» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha
cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14). Protegen la infancia de
Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la
agonía (cf Lc 22, 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf
Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes
"evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la
Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por
los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41;
25, 31 ; Lc 12, 8-9).
521 Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. "El Hijo
de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre"(GS 22, 2). Estamos
llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar, en cuanto miembros de su
Cuerpo, en lo que Él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro:
«Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y misterios de Jesús, y pedirle con
frecuencia que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia [...] Porque el Hijo de
Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus misterios en nosotros y en
toda su Iglesia [...] por las gracias que Él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en
nosotros gracias a estos misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros» (San Juan
Eudes, Tractatus de regno Iesu).
Las tentaciones de Jesús
538 Los evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después
de su bautismo por Juan: "Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin comer
durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (cf. Mc 1, 12-13). Al final de
este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús
rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el
desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el tiempo determinado" (Lc 4, 13).
539 Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el
nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió
perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios
durante cuarenta años por el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios
totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al
hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3, 27). La victoria de Jesús en el
desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor
filial al Padre.
561 "Para quien la contempla rectamente la vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su
silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y
los pobres, la aceptación total del sacrificio en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección,
son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación" (CT 9).
«No nos dejes caer en la tentación»
2846 Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del
consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos “deje caer” en ella. Traducir en
una sola palabra el texto griego es difícil: significa “no permitas entrar en” (cf Mt 26, 41), “no nos
dejes sucumbir a la tentación”. “Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie” (St 1, 13), al
contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al
pecado, pues estamos empeñados en el combate “entre la carne y el Espíritu”. Esta petición implora
el Espíritu de discernimiento y de fuerza.
2847 El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre
interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una “virtud probada” (Rm 5, 3-5), y la
tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre
“ser tentado” y “consentir” en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira
de la tentación: aparentemente su objeto es “bueno, seductor a la vista, deseable” (Gn 3, 6),
mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.
«Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres [...] En algo la tentación es buena. Todos,
menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación
lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a
dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado» (Orígenes, De oratione, 29, 15 y
17).
2848 “No entrar en la tentación” implica una decisión del corazón: “Porque donde esté tu tesoro,
allí también estará tu corazón [...] Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6, 21-24). “Si vivimos
según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para
este “dejarnos conducir” por el Espíritu Santo. “No habéis sufrido tentación superior a la medida
humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con
la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito” (1 Co 10, 13).
2849 Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su
oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y en el último combate de
su agonía (cf Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su
agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf Mc 13,
9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es “guarda del corazón”, y Jesús pide al Padre que
“nos guarde en su Nombre” (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a
esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido
dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final.
“Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela” (Ap 16, 15).
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