Educación, trabajo y emancipación Es un hecho evidente la poca cordura que se desprende del hecho de tener que pagar por un “derecho”, en un estado de derecho, donde éste debiera dar de manera gratuita a la población lo que les corresponde por ser quienes le dan al estado la propiedad suficiente para poder existir como tal, ya que después o antes de todo, los estados se financian directamente o con los impuestos que debe pagar cada ciudadano, o con el trabajo-explotación mismo que esos ciudadanos aportan como fuerza laboral de un país, fuerza fundamental para hacer funcionar el engranaje de la maquinaria capitalista. Luchar por un deber tal, es digno de ser alabado, pero no obstante, sigue existiendo un problema de fondo: el que pese a la gratuidad de la enseñanza (no superior por supuesto) ésta sigue siendo de pésima calidad, donde para optar a una “mejor educación (la burguesa) se deben pagar elevadas sumas de dinero, casi similar a lo que se debe pagar, si es que se llega a la posibilidad de, al “optar” a ingresar a la enseñanza superior. Se da un ejemplo manifiesto, en casos como el de Argentina, en donde pese a que la enseñanza en general, es gratis, la posibilidad de optar al ingreso, por ejemplo de alguna universidad, se ve coartada por el examen de admisión, existiendo a su vez una causa de mucho más peso: el que muchos de los que quisieran optar a dicha posibilidad, se ven impedidos de hacerlo porque deben trabajar y no trabajar para acumular riquezas materiales, sino para poder llenar en parte sus estómagos y no sucumbir frente a la potencialidad de ser un desempleado, sin dinero, sin padres que lo mantengan, sin herencias, sin propiedad privada de la que puedan lucrar, sin nada más que su capacidad de trabajar, donde obviamente no se trabaja por gusto, sino por obligación, -aunque claro, nadie te pone un revolver en la cien para que lo hagas-, ocurriendo en la actual sociedad, el hecho de que te dicen: -está abierta la posibilidad para que todo aquel que quiera estudiar lo haga-, aunque sea a costa de endeudamiento (como ocurre en Chile), pero lo que no se da ni se dará, ya que eso es lo que les conviene a los grandes capitalistas, esto es, tener mano de obra barata en exceso, para así poder despedir a destajo, sumado a la “flexibilidad laboral” que no es más que otro refuerzo del modelo para seguir teniendo el poderío que tiene, a costa del trabajo ajeno, lo que no se da, reitero, porque no te dicen, pero se siente cuando te toca enfrentar la situación misma, es el que se den las circunstancias propicias para que cualquier persona que quiera estudiar lo pueda hacer sin mayor problema aunque dicho sea de paso, objetivamente no existen esas circunstancias, o sea existen sólo en la palabra, en la teoría, no en los hechos reales, esto no porque no se haya terminado la enseñanza básica o media, sino porque los contenidos entregados en los colegios que entregan de manera gratuita la “educación” no están creados para que todos al egresar ingresen a la universidad directamente, sino para que sean mano de obra barata proporcionalmente suficiente con la demanda de la elite dominante(muy reducida por lo demás), que sí tendrá el acceso y muy fácil por lo demás, a esa enseñanza privilegiada, funcional a los intereses de los que nos gobiernan. Existen pues las excepciones, donde un alumno pobre, puede ingresar a la universidad por su “mayor capacidad” o “mayor esfuerzo”, esto es premiado por el estado y su sistema, quien financia ese futuro trabajador que será fuerza laboral no explotada necesariamente, sino más bien explotadora. Y bueno en parte se hace esto también apelando a la concepción cristiana del “esfuerzo”, donde el tener la posibilidad de un mejor pasar material, se relaciona proporcionalmente con el “sacrificio” que se debe hacer para alcanzar cierto status, cierta posición social dentro de la sociedad, para ser lo que son estos semidioses en la tierra, estos que todo lo tienen y todo lo pueden, donde su omnipotencia no está en el cielo, sino en la tierra. Se premia quizá con la intencionalidad de hacer creer a la masa trabajadora que alguna vez pertenecerá a esos privilegiados, si se esfuerza, si se sacrifica; donde existen hijos/as de trabajadores-explotados-asalariados, que sí optan a esta posibilidad, pero son los menos, porque no les conviene que todos seamos iguales ¿o ha pasado de manera distinta a lo largo de la historia? Se resume pues actualmente la igualdad, al hecho de producir para otro, al hecho de consumir lo que nos venden, sea material, cultural o social, al hecho de estar subordinado y dirigido por otros/as con más poder, porque no sólo la dominación es económica, sino política, social y cultural, donde todas estas piezas del rompecabezas, tienen un mismo dueño y creador: los ricos, burgueses, capitalistas, políticos o como se les llame. La cuestión entonces no se trata de apelar sólo a la gratuidad de algo que corresponde por justicia, sino apelar hacia el cambio de esas condiciones propias de la actual sociedad que imposibilita el que seamos verdaderamente iguales desde que nacemos hasta que yacimos tendidos, muertos bajo tierra. No esperemos que las cosas cambien porque sí, o porque nos dicen que en democracia todos somos iguales: la democracia se reduce a tu poder adquisitivo, al ser tratados como consumidores, como masa homogénea que trabaja, consume y muere, al ser nada más que un producto más dentro del mercado laboral, a no tener verdadera igualdad frente a temas tan esenciales como lo son la educación, pero no la educación burguesa que se vende en el mercado, sino a la educación que nos ayudará a liberarnos de las cadenas que nos oprimen como seres humanos, que cada vez, con el pasar del tiempo se vuelven más inhumanos, más hoscos, menos solidarios, con los que le rodean, todo ello producto de la manipulación descarada que arremete en nuestra contra el estado y el capital, el neoliberalismo y los explotadores. El llamado entonces es a utilizar toda la fuerza que tenemos tanto numérica como potencialmente como propiciadores y hacedores de un mundo nuevo; ello no lo lograremos solo por supuesto, ni siendo dirigidos, sino uniéndonos y dando la mano a quienes padecen la misma miseria, los trabajadores, los grandes esclavos asalariados del siglo XXI, la fuerza motora de un engranaje que en nada nos beneficia. Queda entonces la posibilidad de cambiar las cosas, estando dicha posibilidad en nuestras manos.