ME 138 de 141 VIRTUDES, 22 Pecado por defecto contra la templanza: la insensibilidad Es el rechazo total del placer, incluso de los placeres necesarios para la conservación del individuo o de la especie, por un afán de puritanismo o con el deseo de no mezclarse con lo que, despectivamente, se considera un mal. Los placeres sensibles en el triple campo de comida-bebida, posesión de cosas y sexualidad están de acuerdo con la “recta razón”. Pero se puede renunciar a ellos por muchos motivos nobles, como la salud, o aumentar la fuerza física, o por valores más altos como la mortificación, vivir la pobreza, la dedicación a Dios (celibato apostólico, virginidad consagrada...), etc.. ME 139 de 141 VIRTUDES, 23 Virtudes anexas a la templanza (derivan de ella y la acompañan): Humildad: modera el apetito desordenado de la propia excelencia (vicio opuesto: la soberbia, origen y causa de todos los pecados). Modestia: inclina al hombre a comportarse en todas sus manifestaciones internas y externas dentro de los límites propios a su estado y posición social. Hace referencia especialmente al cuerpo y al adorno del mismo. Mansedumbre: modera el carácter según la recta razón (vicios opuestos: iracundia, indignación desmedida...). Clemencia: inclina al superior a mitigar el castigo que debe imponer al culpable (vicio opuesto por exceso: crueldad; por defecto: excesiva blandura). ME 140 de 141 VIRTUDES, 24 La mortificación ayuda al individuo a lograr el dominio de las pasiones, y a encontrar equilibrio psíquico. Incluye la abstinencia de ciertos gustos en sí mismo lícitos, lo que facilita que se progrese y se alcance otras etapas en la lucha ascética. Con la mortificación se logra también la sobriedad, la cual permite mantenerse en la medida de lo verdaderamente útil y conveniente, y se adquiere mayor sensibilidad para los valores del espíritu. Vivir sobrenaturalmente es el mejor medio para dominar y orientar las pasiones. ME 141 de 141 VIRTUDES, 25 El hombre debe valorar el sentido de los placeres sensibles que son buenos, y al mismo tiempo, percibir la superioridad que encierran los placeres espirituales.