VIRTUDES, 15 Virtudes derivadas y unidas a la fortaleza, 2 presentes:

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Virtudes derivadas y unidas a la fortaleza, 2
Si se trata de superar las dificultades que se levantan ante los males
presentes:
- Paciencia: el paciente soporta, sin tristeza pero con fortaleza y
constancia, las dificultades físicas o morales que le aquejan. Pecados: impaciencia y su opuesto, dureza de corazón.
- Longanimidad: da ánimos para persistir en lograr algo bueno,
pero que parece inalcanzable. Pecado: “poquedad de ánimo” (no
se aspira a alcanzar una virtud o la santidad por lo lejano que se
presenta).
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En el caso de que las dificultades sean duraderas o permanentes:
- Perseverancia: virtud de permanecer en el bien, a pesar de que se alarga la consecución de aquello a lo que se
aspira y para lo cual se lucha, bien sea para adquirir una
virtud o para desarraigar un vicio.
- Constancia: tiene por objeto robustecer la voluntad
para que no desfallezca en el empeño por resistir en la
práctica moral a pesar de las dificultades.
- Pecados contra estas dos virtudes parecidas: por exceso,
terquedad; por defecto, inconstancia.
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Pecados contra la virtud de la fortaleza:
Cobardía: pecado por defecto. Puede incluirse
el llamado “respeto humano”. Es pecado mortal
o venial según sea grave o leve la materia que
se omite en el ejercicio de la fortaleza debida.
Impasibilidad: se deja de actuar por indiferencia,
por despecho o vanidad. Es pecado mortal o venial según el grado de obligación o de la materia
que impone la acción, aunque sea costosa.
Temeridad: pecado por exceso. Se actúa sin contar con el peligro o
los riesgos que entraña la acción. Gravedad según la magnitud del
riesgo al que se expone quien así actúa.
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Templanza natural: dominio del gusto y del tacto que impone la
razón, de forma que el hombre y la mujer se guíen por la moderación y no sean esclavos de los placeres sensibles. Se puede
practicar por motivos bien diversos.
Templanza cristiana: virtud cardinal que orienta y modera la
tendencia a los placeres sensibles para que la persona se mantenga dentro de los límites que le señala la fe.
San Agustín concreta la templanza en “la
entrega de un amor entero” (De las costumbres de la Iglesia I): se precisa dominar y orientar las pasiones y los instintos
(aspecto positivo de la templanza).
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Las pasiones en sí mismas no son malas: suponen una riqueza de
la psicología del hombre y de la mujer. La más fundamental es el
amor, que culmina en el placer y el gozo del bien poseído.
El pecado original introdujo en el hombre un desequilibrio que afecta a la relación entre la razón, la
voluntad y las pasiones. “Pertenece a la perfección
del bien moral o humano el que las pasiones estén
reguladas por la razón” (CCE 1767).
La tendencia natural hacia el placer que se obtiene
en la comida, bebida y deleite sexual es la forma
de manifestarse de las fuerzas naturales más potentes que actúan en la conservación del hombre.
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San Pablo castiga su cuerpo y lo domina para
ser fiel al Evangelio y salvarse (1 Cor, 9 27).
También alienta a Timoteo para que predique
a los cristianos esta misma ascesis (2 Tim 4,
1-8). Estímulo fundamental para vivir la
templanza: el amor a Dios. Gracia de Dios y
entrega amorosa del hombre a Dios suponen
el dominio de las pasiones.
CCE 2015: “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay
santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas”. “Todo
lo útil y lo honesto es deleitable, pero lo deleitable no siempre es
útil ni honesto” (S. Th. II-II, q. 145, a. 3).
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Pecado por exceso contra la templanza: la intemperancia
Relativo al exceso en la comida y la bebida, en el afán desordenado
de poseer y en lo relativo a la vida sexual:
- Placer del comer y beber: anexo al deber de conservar la vida. Por
ello es lícito. Pero la concupiscencia puede suscitar un desorden,
de forma que uno conscientemente se extralimite en la medida a
causa del placer producido por los alimentos. “La gula contraría al
amor de Dios, fin último amable sobre todas las cosas” (S. Th. II-II,
q. 148, a. 2, ad 2); - Las cosas son buenas: poseerlas y usarlas es
honesto. Pero el desorden que lleva a poner en los bienes el corazón
con pasión, hace al hombre esclavo de las riquezas. Llega a fomentar la avaricia o a emplear medios injustos para adquirirlos; - Placeres sexuales: sexto mandamiento. Los pecados en este ámbito reducen al hombre al puro instinto como los animales, ofuscan la inteligencia y embotan la voluntad.
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