Num037 014

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CINE
Ya no hay héroes
JORGE BERLANGA*
¿Q
UE fue de aquellos an tiguos
héroes de la pantalla, personajes
llenos de gallardía, ejemplo de
valor y de prestancia, seductores
de hermosas damas y terror (le
villanos? Desaparecieron Eríol
Flynn, Gary Cooper, Tyron
Power y Humph-rey Bogart y en
el cine ya sólo hay sitio para el
antihéroe. En lo que respecta al
ciñe español, aquí nunca hemos
pasado del héroe de medio pelo,
pero resulta curiosa la tendencia
que
se
puede
detectar
últimamente en algunas películas
de dar la vuelta a la tortilla y
mitificar al macarra, al chorizo o
al criminal. Al ffin y al cabo, todos
tienen sus virtudes, y ya que cada
vez es más difícil inspirarse en
personajes de conducta intachable, se adueña de nuestras pantallas la figura del fuera de la ley.
«El Lutell (Mañana seré libre)», de Vicente Aranda, es la segunda parte, sin ser continuación
estricta de «Camina.o revienta»,
basada en la autobiografía del célebre enemigo: público número
uno durante los últimos años del
franquismo, hoy rehabilitado. Cabía prever que, I tras la fuga de «El
Lute» del penal del Puerto de
* Madrid, 1958. Licenciado Santa María en la Nochevieja de
en Filosofía y Letras. Crítico de 1970, empezase un thriller a la esCine.
pañola que documentara lo que
podría darse en llamar «una vida
en el delito». Pero no. Aranda no
muestra a su personaje atracando
Gary Cooper
bancos, sino adentrándose bravamente en las páginas de «El Quijote» y obligando a leer a sus
analfabetos hermanos. Dicho de
otra manera, no es una película
de «gangsters» hispánicos, sino la
crónica, llena de ironía, de la rehabilitación de Eleuterio. El Lute
no se rehabilita en la cárcel, sino
en la vida civil. Pretende vivir de
forma tranquila y respetable,
quiere una nevera, un coche, una
mujer que sustituya a la que le
abandonó. Sólo que como la sociedad no se lo consiente, ya no
puede ser inocente, ha de fingir,
disfrazarse y vivir en continua
persecución, hasta su detención
final, conducido a prisión con
una escolta digna de un personaje
regio. Esta es más o menos la tesis
de la película, donde destaca principalmente la habilidad de Aranda
para imprimir un ritmo lleno de
vivacidad, al igual que una buena
ambientación y una labor correcta
de los actores, donde destaca una
vez más el buen hacer de Imanol
Arias en la recreación y
caracterización del personaje.
También en la línea de
drama-tización de la vida de
delincuente
famoso, está «Matar al Nani», de
Roberto Bodegas. La historia de
Santiago Corella, con el misterio
final de su desaparición, es suficientemente conocida por el
bombardeo informativo que todos hemos sufrido por parte de la
televisión y otros medios de comunicación. La película incide en
los acontecimientos producidos
anteriormente a ser detenido el
personaje y llevado a las dependencias policiales. Queriendo
mantener un pulso vivo de interés
narrativo, el film, contando con
algunos momentos brillantes, se
pierde en el propio desinterés del
personaje, al fin y al cabo un delincuente de poca monta. Puede
que sin la referencia tan clara a
un individuo real, y habiendo potenciado más la ficción con un
guión liberado de tesis e hipótesis
que lo acaban lastrando, nos hubiéramos encontrado con una
buena película de género «negro», que en la realidad se queda,
lamentablemente, entre dos
aguas.
AVENTURA
EQUINOCCIAL
Siguiendo con las historias de
antihéroes, tenemos «El Dorado», de Carlos Saura, la película
que con claro autobombo ha sido
denominada la más cara del cine
español. La abundancia de medios se ha quedado en este caso
estancada por la cortedad de
ideas. La visión de un capítulo de
la conquista de América, la expedición de Pedro de Ursúa en busca
del mítico país de El Dorado, en
la que se sucedieron las traiciones,
la miseria y la exasperación hasta
acabar con la rebelión contra la
corona de España de Lope de
Aguirre, nos es contada con lúgubre detaílismo, en lo que se podría llamar una película-río, tanto
por su larga duración como por
su desesperadamente lento desarrollo, con los personajes remontando un agobiante río sin fin,
mientras aprovechan de vez en
cuando para rebanarse el cuello
unos a otros.
Falta en la película un
coguio-nista
que
hubiese
despejado el terreno de lianas
innecesarias y apuntalado los
diálogos,
mejorar
la
construcción dramática del film,
tan irregular; ganar poder de
concentración, dirigir menos
con-vencionalmente a los extras y
negarse a admitir el confuso
run-rún de voces cuando las
masas se disuelven. También falta
un trabajo más intenso en la
construcción de la personalidad de
Lope de Aguirre, quien es
literalmente un extraño durante
casi todo el film, y cuando éste
termina,
ha
permanecido
indefinido más de dos horas para
enloquecer abruptamente en los
minutos; finales. Puede que la
fidelidad histórica que Saura se ha
exigido sea cierta. Ha hecho un
seminario impecable. Pero,
aunque muy buena sea la Verdad
con mayúsculas, el cine ha de ser
otra cosa. Siempre será preferible
la espléndida mentira que nos
ofrezcan películas imaginativas e
irrebatibles, no en nombre de la
Historia, sino del Cine.
Apostando fuertemente por el
cine y la pirueta estilística, aparece
el novel Felipe Vega con su
«Mientras haya luz». Para ser su
primer film, el director se ha
puesto el listón muy alto y lo ha
saltado con arrogancia. La historia cuenta el viaje, casi iniciático,
de un hombre que; parte en busca
de un antiguo amigo, que lo ha
abandonado todo y ha desaparecido, hasta encontrarlo en la costa
portuguesa dedicado al contrabando. El argumento podría ser
sencillo, y de hecho lo es, pues el
guión se basa en una absoluta
simplicidad de cortiportamientos,
si no fuera por el arriesgado ejer-
isodoble»
cicio narrativo ¡ en su puesta en
imágenes, pinceladas fugaces que
van construyendo un cuadro
puntillista, con escenas cortas que
aparecen y se difuminan, sin otra
conexión que la voluntad del autor para crear 4on ellas un todo,
un rompecabezas donde todas las
piezas, en principio perdidas, encajan hasta llegar a una conclusión. Este ejercicio, en cualquier
caso, es un ejercicio brillante de
estilismo, en donde la ortografía
.puede con el contenido y la cabeza con el corazón.
Frente a los modernos
experi-mentalismos, hay quien
prefiere optar por la rabcia
tradición del esperpento hispano
que, dada la parquedad de
intenciones de nuestro cine, no
deja de tener su osadía. Esto es! lo
que ha hecho José Luis García
Sánchez con «Pasodoble», una
delirante comedia de tópicos
hispánicos reventados. La historia
es la de una fran-cesita, hija
ilegítima de un noble de antiguo
abolengo, director de un museo,
que vive con su hijo, que llega a
Córdoba. A la vez que Makren, la
francesita, busca a su padre, éste
ve cómo una familia a la que han
expropiado su casa uti-
liza su museo como vivienda.
Mientras la policía discute cómo
se les puede desalojar, se descubre
que la más anciana de la familia
fue la amante del fundador del
museo. Este argumento sirve a
García Sánchez y al guionista,
Rafael Azcona —al que Carmelo
Bernaola dedica el tema musical
del film—, para hacer una obra
insólita, que ataca despiadadamente todos los mitos, leyendas y
tabúes de nuestra geografía moral. No deja títere con cabeza,
pero eso sí, con tremenda gracia e
ironía.
Cierta muestra de esperpento
cotidiano es también «Sinatra»,
dirigida por Francesc Betriú. Basada en una novela homónima de
Raúl Núñez, cuenta las peripecias
de un fracasado cantante, que
siempre aspiró a parecerse a Sinatra, que trabaja como portero de
noche en un hotel y que se relaciona con diversos personajes gracias a un club de contactos por
correspondencia. Estupendamente interpretado por Alfredo
Lan-da, nos encontramos con un
personaje a quien ya no le queda
nada en esta vida por hacer ni nadie por quién suspirar, que empina el codo como un cosaco, fuma
hasta dormido, yace en calzoncillos en una habitación de mala
muerte, mientras los verdes neones iluminan sus vencidos mofletes. Esa poética del perdedor, no
obstante, pronto entra en colisión
con el recobrado Betriú de antaño,
en el terreno . esperpéntico, donde
siembran sus vidas prostitutas
baratas, chulos de baja estofa,
desolados travestís, señoras sedientas de marido, caballeros reprimidos y una enana de antología, entre otras cosas.
Betriú levanta su farsa con decorosa desfachatez, dejando por
el camino momentos que rozan el
ridículo y otros bien resueltos,
amenos y divertidos. Con un irre-
prochable trabajo de actores, una
excelente fotografía, y la buena
idea de someter a Barcelona a
una pintura goyesca como ésta, la
película se convierte en una fusión del nihilismo de «El buscavidas» con los chistes de «La codorniz».
CINE Y LITERA TURA
Siguen siendo corrientes las
adaptaciones cinematográficas de
novelas. Una especialmente meritoria es «El túnel», de Antonio
Drove, sobre la novela de Ernesto
Sábato. Una primera dificultad a
la hora de hacer en cine esta historia, en apariencia tan engañosamente fumable, era dar cuerpo y
ámbito a la voz de Castel, que es el
alma de esta novela incorpórea.
Narrado en primera persona y en
presente histórico, y anticipando
el narrador sus objetivos y su crimen desde el párrafo de apertura,
el libro adquiere su peculiar poder
de sugestión a base de una escalonada pero insistente letanía
confesional que no sólo presenta
con fuerza la persona escindida
del narrador-asesino, sino que a
través de la acumulación de obsesiones nos deja ver, en claroscuro,
los grados de ese delirio que crece
«como una liana que fuera enredando y ahogando los árboles de
un parque en una monstruosa
trama».
El reto de hacer verosímil la
trama de palabras del libro lo
cumple Drove con audacia, no
extendiéndola ni mucho menos
sustituyéndola con versiones de
pura acción o pura exterioridad.
Drove lo supera con una intensa
concentración en lo que el cine
opone de más propio a la literatura, con el gesto y la cara del actor
protagonista, el excelente y atormentado Peter Weller, al igual
que el escenario de obsesiva fantasmagoría en el que se transfor-
ma el estudio del pintor. Sobre estos dos centros de atención, y con
la escasa ayuda de Jane Seymour,
que responde bien a los rasgos de
María Iribarne, pero que no consigue transmitir con convicción
los misterios de su vida anterior,
Drove arma una pielícula de fuertes interiores estilizados sobre el
conflicto de unos personajes que
viven de su interioridad.
También basada en un libro,
que parecía de casi imposible
adaptación, está «La insoportable
levedad del ser», dirigida por Philip Kaufman sobre la novela de
Milán Kundera, éxito internacional de ventas, con una historia
que combinaba las proezas sexuales con las elucubraciones filosóficas y los aconteceres políticos.
Contra todo pronóstico, el film
ha resultado sin embargo modélico. Su primera virtud radica en la
estructura de su guión. Kaufman
y Jean Claude Carriére han reducido la extensión en el tiempo de
la historia, con lo que han obviado
el envejecimiento de los intérpretes, que aparecen por otra parte
más jóvenes que en la novela. Sus
caracteres se revelan también
menos antipáticos; algo necesario
«Sinat
«El túnel»
en el cine, porque tener durante
casi tres horas ante los ojos a personajes tan irritantes como los del
libro, podría haber sido insoportable. Otro acierto ha sido suprimir los saltos en el tiempo y
adoptar un orden lineal y cronológico, en vez de la compleja narrativa de la obra original. Es
también una película muy sensual, en la que el amor, sexo y
amistad se entrecruzan de forma
sugerente, donde las imágenes de
archivo de la invasión soviética a
Checoslovaquia alternan con las
de la ciudad de Praga milagrosamente reconstruida en Lyon y
que refleja la sutil transformación
de los sentimientos, los mecanismos del compromiso político y la
influencia de la Historia en la
vida de los individuos. Los actores
hacen un estupendo trabajo,
destacando a las dos intérpretes
femeninas, Lena Olin y, sobre
todo, Juliette Binoche encarnando
a Teresa, mujer absorbente y
enamorada que lucha en vano
por retener a un hombre que
siempre se escapará de sus brazos.
Siguiendo con libros, aunque
dentro ya del más puro cine de
acción e intriga, está «Best
se-ller», dirigida por John Flynn.
Es la historia de un policía que
escribe una novela basada en un
famoso caso que quedó sin
resolver y en el cual él resultó
herido y tres de sus compañeros
muertos. Han pasado diecisiete
años desde aquello y su situación
no es muy buena: su esposa ha
muerto de cáncer y vive con su
hija adolescente, tratando de
escribir un libro para el que |no
está muy inspirado. La aparición
de un tipo inquietante, antiguo
matón del gángster que estaba
detrás del caso que lleva \ años sin
resolver, complicará la ¡historia,
sabiendo que pudo ser el mismo
que antaño intentara acabar con
su vida.
El mayor interés de la película radica en la presencia de dos excelentes actores, James Woods y
Brian Dennehy, aunque por ahora
su fama no corra pareja con su
calibre profesional, que desarrolla
todo un duelo interpretativo de
un «thriller» más que digno en su
factura.
«Thriller» con ribetes políticos,
ambientado nada menos que en
el pentágono, es «No hay salida»,
de Roger Donaldson. Nueva versión de «El reloj asesino» que
John Farrow dirigiera en 1948
con Charles Laughton y Ray
Mi-lland, nos cuenta la historia de
un hombre encargado por el
propio autor del homicidio de una
mujer, en este caso un alto cargo
del gobierno interpretado por
Gene Hackman, de cargar la
culpabilidad a un testigo de aquél
que resulta ser él mismo, un joven
oficial que interpreta Kevin
Kostner. La agobiante intriga está
perfectamente desarrollada, mezclada con una paralela trama de
espionaje que conduce a un sorpresivo final. El film es un perfecto
producto comercial de excelente
nivel artístico, donde destaca,
además del trabajo de dos grandes
actores, la explosiva sensualidad y
alta temperatura erótica de la
atractiva Sean Young, que a pesar
de su corto papel, consigue comerse la película.
PICARESCA
Siempre buscando comer algo
están «Los alegres picaros», del
director italiano Mario Monicelli,
víctima tras acabarla de un grave
accidente de coche, que narra la
historia de Lazarillo, un mozalbete que fue vendido en su infancia
a un ciego, de quien aprendió trucos para conseguir dinero y comida, que va a parar como esclavo a
una galera, donde conoce a
Guz-mán, otro picaro. Tras un
motín
«La insoportable levedad del ser»
en el barco, consiguen escapar y
viajar hasta Granada, subsistiendo
gracias a su ingenio y habilidad
manual. En una posada se
encuentran con Rosario, una
prostituta a la que ponen a trabajar en un carro con la intención
de robar a sus clientes, hasta que
en su deambular les ocurren todo
tipo de peripecias, hasta el punto
de ser uno condenado a muerte y
el otro aceptar el puesto de verdugo. Con un plantel de actores de
primera, como Vittorio Gassman,
Giancarlo Giannini o Niño
Man-fredi, Monicelli ha realizado
una excelente comedia de
picaresca, donde recupera el
espíritu de antiguas películas
suyas, como «Ru-fufú» o «La
armada Brancaleo-ne».
Una comedia que se mantiene
joven como nunca es «Arsénico
por compasión», de Frank Capra.
La película, que marca el final de
la primera fase de la carrera de
Capra, no es una típica comedia
de este director. En ella no hay
héroes honestos y bondadosos
que vencen a tiburones de la política, ni personajes amables y familiares que encarnen el espíritu
de sano y decente americanismo
de casta, que definen otras come-
dias de este director. La historia
de dos abuelitas que se dedican a
despenar ancianos; indigentes a
base de lingotazos de veneno es
totalmente disparatada, frivola e
irreal, con una gajería hilarante
de personajes que \ la convierten
en un film burlesco y estrafalario
tremendamente divertido. Todos
los actores están sublimes, desde
el atribulado Cary! Grant, al siniestro Peter Lorre, pasando por
las encantadoras Priscilla Lañe y
Josephine Hull y el siempre impagable secundario: Edward
Eve-rett Horton. En resumen, una
comedia deliciosa que uno nunca
se cansa de ver.
«Arsénico y
encaje antiguo»
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