Num060 003

Anuncio
Individuos, imperios y
naciones
os grandes imperios han caído. Todo el mapa de Europa VALENTÍ PUIG
ha cambiado. La posición de los países ha sido alterada
violentamente. Los modos de pensar de los hombres,
toda la perspectiva de los asuntos, la formación de
partidos, todo ha sufrido cambios tremendos y violentos
en el diluvio del mundo; pero mientras el
diluvio disminuye y las aguas bajan, vemos los tristes
campanarios de Fermanagh y Tyrone emergiendo una
vez más.» Así, después de la gran guerra, Churchill se refería a la
persistencia del enfrentamiento entre católicos y protestantes en Irlanda del
Norte, donde hace unas pocas semanas se ha rebasado la cifra de dos mil
víctimas civiles desde 1969, aunque en la República de Irlanda cada vez se
piense menos en la reclamación constitucional del Ulster.
Como reflejo del caos de la historia, los nacionalismos reaparecen una vez
más en el mapa de Europa, en aquellas zonas que podrían catalogarse como
devastadas por el totalitarismo, cuando van cayendo las estatuas de Lenin
y ondean de nuevo los viejos estandartes de una identidad arrebatada. La
hipótesis de condiciones lindantes con la anarquía alarma a quienes
«Por una parte, existe el caso
piensan que Europa se ha desembarazado del orden de Yalta para regresar
a los precedentes de 1914, con una Yugoslavia que se entrega a la insania
paradigmático de Moldavia,
de la guerra civil y otros casos inminentes de afán de escisión que buscan
bajo la hegemonía rumana en
su primera legitimidad como gran aliento después de la sojuzgación
1919, tomada por Stalin en
comunista. Entonces, incluso el presidente Wilson pudo entender que, si
su doctrina de autodeterminación se llevaba al extremo, «el principio
1940, un año después rumana,
significaría la disrupción de los Gobiernos existentes, hasta un grado
soviética en 1944 y ahora en
indefinible».
proceso de segregación. De otra
Tanto los reflejos de la Europa corporativista como la fatigosa memoria de
inestabilidades crónicas amparan una zozobra que se nutre del efecto
parte, se da, por ejemplo, el
centrífugo -y mimético de la disolución de un imperio como el soviético y,
programa de una Escocia
en otros casos, de los desajustes en el necesario equilibrio entre la capaciindependizada en el seno de la
dad cohesiva del Estado y la diversidad de una realidad multinacional -los
«mininacionalismos», según algunos traCE.»
«L
tadistas, al modo de la «explosión regional», que por efectos de disparidad
lingüística y heterogeneidad cultural, cuando no económica, dispersa la
homogeneidad de la nación-estado. Por una parte, existe el caso paradigmático de Moldavia: estuvo bajo la hegemonía rumana en 1919, fue tomada
por Stalin en 1940, un año después de nuevo fue rumana, soviética en 1944
y ahora en proceso de segregación. De otra parte, se dan -por ejemplo- el
programa de una Escocia independizada del Reino Unido en el seno de la CE
y la idea de una «región europea» para el Tirol, con un proyecto de
autonomía que supere la división fronteriza -parte de Italia y parte de
Austria-, y se amalgame para integrarse soberanamente en la Europa comunitaria. Se constatan dos procesos distintos de fragmentación que podrían abarrotar de microestados el foro de las Naciones Unidas, cuando la
URSS desmantela su preponderancia totalitaria y la Europa comunitaria
debate el afianzamiento de su trama pluralista -arrimándose alguna vez al
«europroteccionismo», peculiar versión de un nacionalismo
supranaciona-lista, más que internacionalista.
Al otro lado del Atlántico, el caso Canadá también logra
hacer entender que -como escribía Arthur Schlesinger Jr.,
en «The Wall Street Journal»- la autodeterminación puede
«La gama de los nacionalismos rápidamente convertirse en amago de autodestrucción: si un
tan próspero como Canadá, miembro del exclusivo club de
es tan diversa como siempre: país
los Siete, no puede vertebrarse como Estado federal y
unos recurren a una mística con multiétnico, resulta difícil saber cuál podría lograrlo. En la
elementos de sacrificio, sangre y previsión de que Quebec se separe de Canadá en 1996, ya se
para el año 2004 la unión de las cuatro provincias
la consecuente subcultura de la augura
orientales a los Estados Unidos -las occidentales en el 2010. En
violencia, otros milimetran los unos años, la nueva generación de trenes unirá el continente
europeo mucho mejor que la retórica del paneuropeís-mo, y
recursos del posibilismo
quizá entonces, pasada esa frontera del milenio que puede
histórico.»
señalar la recta final para la incorporación comunitaria de
todos aquellos países que hoy injustamente parecen estar
haciendo cola con cara de parientes pobres, ya se calibre el
verdadero poso de la actual efervescencia de naciones y cuál
sea la sedimentación definitiva de la supuesta crisis del
concepto de nación-estado. En la era de la tecnopolítica,
la especulación sobre un futuro de miniestados todavía deja un resquicio
para que el viejo empirismo de Europa resulte capaz de articular otra
Realpolitik, más allá de las dubitaciones flagrantes ante la invasión de
Kuwait o en el conflicto yugoslavo.
La transnacionalización, la dimensión comunitaria y de las grandes áreas
regionales se convierten en la clave para macropolíticas cuya rentabilidad y
eficacia requieren -como es el caso del medio ambiente- una aplicación
territorial que supera el espacio de las naciones-estado y, a la vez,
revalori-zan otro tipo de espacios que permiten que la Europa de las
regiones vaya perfilando algunos nuevos ejes de la prosperidad
comunitaria, al modo de una red de iniciativas y modos de participación,
con sugestivas estrategias de cooperación interregional ya puestas en
marcha. Más allá del tumulto de las manifestaciones de agricultores y
ganaderos, el GATT ofrece otro horizonte abierto de prosperidad que
factores de nuevo cuño -tan dispares como la creciente legitimidad de las
compañías multinacionales o la revolución en las telecomunicacioneshacen asequible a países de variada dimensión, en un proceso que -por
ejemplo- pudiera equiparar en su momento las repúblicas bálticas a las
economías pujantes del Pacífico, carentes de territorio significativo y a
lomos de la alta tecnología y de la economía basada en el conocimiento, en
una trama financiera de interdependencia mundial, con el cable de fibra
óptica, la televisión vía satélite y la bolsa operando de punta a punta de la
Tierra veinticuatro horas al día.
Sin embargo, cuando se urden esquemas de racionalización como la Euro-
pa de las regiones o la Europa de las ciudades -las Eurocities, la Europe des
miles-, también es adecuado recordar que casi siempre es mucho más fácil
la regresión que el progreso. Al mismo tiempo cunden el tribalismo y el
conflicto, con rumores de encono que recorren vastas zonas de lo que fuera
imperio soviético, todo potencialmente dispuesto a la fisión, sobre un
mapa preñado de incomodidades; por ejemplo, media Letonia, casi la
mitad de Estonia y parte considerable de Lituania son rusas. Según un
sondeo reciente, la Europa del Este es un calidoscopio de reclamaciones
territoriales; como el 68 por ciento de los húngaros, un 61 por ciento de los
polacos y el 52 por ciento de los búlgaros reivindican porciones de países
vecinos. Toman empuje movimientos como la Gran Bulgaria y, por ejemplo, los húngaros encuestados se manifiestan muy interesados por las tierras altas de Eslovaquia que en tiempo fueron húngaras. En busca de una
homogeneidad nacional que sólo puede encarnarse en el pueblo elegido
generando otras minorías o sojuzgándolas sin más, la tentación del
irredentismo recorre viejos pueblos que fueron porción del imperio
austrohúngaro y, sin embargo, la gama de los nacionalismos es tan diversa
como siempre: unos recurren a una mística con elementos de sacrificio,
sangre y la consecuente sub-cultura de la violencia, otros milimetran los
recursos del posibilismo histórico, en el intento de conjugar el nacionalismo con los logros de las sociedades abiertas. Es un antiguo dilema, como
cuando Francesc Cambó le escribía a Prat de la Riba sobre la disyuntiva de
la actuación de los diputados en la Lliga en Madrid: podrían actuar como
partido nacionalista o como hombres de gobierno. Lo primero -decía
Cambó era «lo más fácil. Difícil, pero prestigioso, lo segundo».
En el lenguaje de la confrontación usado en algunas repúblicas soviéticas se
sobreentiende que las minorías étnicas tienen que ser víctimas de las
naciones en emergencia, ansiosas por afirmar sus derechos como
nacionalidad por encima de los derechos de los individuos. De nuevo entra
en escena aquella característica del nacionalismo que Isaiah Berlín
considera tan definitiva como importante: la convicción de que los
hombres pertenecen a un particular grupo humano y que el modo de vida de
ese grupo difiere de los demás, por lo que los caracteres de los individuos
que componen el grupo están conformados por los del grupo -sin que
puedan ser entendidos al margen- y el núcleo humano esencial en el que se
desarrolla plenamente la naturaleza del hombre no es la individualidad o
cualquier asociación voluntaria que pueda ser alterada o abandonada a
voluntad-, sino la nación.
Los nacionalistas considerarían una impertinencia o un sacrilegio aplicar a
sus afanes la hipótesis según la cual, a semejanza de lo que ocurre en la vida
económica, la política se caracteriza por un intercambio entre dos o más
individuos con el propósito de satisfacer los intereses propios de cada uno.
Sus postulados fundamentalistas transfiguran el derecho de los pueblos en
ley empírea, aunque desde otra perspectiva se propende a tener más en
cuenta que, al fomentar la liberación de pueblos y minorías, la idea de
autodeterminación tuvo que generar nuevas minorías. En Conjeturas y
refutaciones, Karl Popper razona que hay minorías étnicas en todas partes:
«El objetivo correcto no puede ser "liberarlas" todas sino más bien "protegerlas" todas. La opresión de grupos nacionales es un gran mal; pero la
autodeterminación nacional no es un remedio hacedero.» Con el efecto de
un rayo láser que ándase suelto, las considera provisión de caos para el
futuro de Europa y del mundo: una reciente prospectiva estima que el
nacionalismo es el rasgo político más importante del mundo posterior al
rígido orden de la ya posguerra, con las naciones formando holgadas
«No todo debiera consistir en dar
a cada pueblo el derecho a la
soberanía bajo la cual vivirá, sino
más bien buscar maneras de que
las gentes de diferentes
historiales étnicos, religiosos o
raciales puedan ser convocadas a
vivir juntas en armonía bajo la
misma soberanía.»
confederaciones, ya sea por fragmentación de países cen«Como reflejo del caos de la
tralizados o uniendo estados independientes en nuevas
historia, los nacionalismos
alianzas internacionales. Se preveía el resquebrajamiento de
reaparecen una vez más en el Yugoslavia, la tendencia fisipara de checos y eslavos, la
de las repúblicas soviéticas, con independencia
mapa de Europa en aquellas confederación
de los estados bálticos. Los Doce de la CE serán diecisiete en
zonas devastadas por el
1996 y casi todos en el año 2000. Hong Kong y Macao se reúnen
totalitarismo, cuando ondean de con China en unos años y luego podría hacerlo Taiwán, si en
cuaja la liberaliza-ción. Antes del año 2000 incluso las
nuevo los viejos estandartes de Pakín
dos Coreas se reunirán. Innumerables factores se agolpan en
una identidad arrebatada.»
aquella encrucijada, como energías de fusión y fisión operando
a la vez sobre el trazado de fronteras y mercados para reiterar los males de
la balcanización o propiciar grandes áreas comerciales -como Canadá,
México, USA-, origen a su vez de otras fricciones y batallas en la era de la
geoeconomía.
No todo debiera consistir -decía Arthur Schlesinger Jr.- en dar a cada
pueblo el derecho a la soberanía bajo la cual vivirá, sino más bien buscar
maneras de que las gentes de diferentes historiales étnicos, religiosos o
raciales puedan ser convocadas a vivir juntas en armonía bajo la misma
soberanía. Por el momento, las hostilidades entre serbios y croatas no
admitirían comparación con el hecho cotidiano de un filipino de Hawai, un
polaco-americano en Los Angeles, un chicano en Chicago, un baptista de
Georgia en Yale o un negro de Carolina del Norte en Nueva York. En la era
de los individuos, la Pax universalis postulada por el presidente George
Bush en la última Asamblea General de las Naciones Unidas aún tiene que
asentarse en un mapa del mundo que quizá nunca sea definitivo, como la
lenta deriva de los continentes.
Descargar