Ética a Nicómaco

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Ética a Nicómaco
Luego de declarar que toda arte y toda investigación, toda ciencia y elección tienden al bien Aristóteles
orienta su discurso hacia aquello que es bueno por sí mismo, aquello cuyo fin no es otro sino él, la virtud de
las virtudes, la ððððððððð .
La ððððððððð es lo que hace deseable la vida, todas las demás virtudes tienden a ella, la ððððððððð no
necesita de nada más para ser completa, es, por tanto, suficiente y perfecta, en cuanto es el ððððð de todos
nuestros actos y de nuestras virtudes.
Luego Aristóteles nos invita a intentar comprender que es la ððððððððð entendiendo cuál es la función del
hombre. En esta invitación, o proposición si se prefiere, más que una alternativa para encontrar una respuesta
parece estar entregándonos un nuevo concepto para el cual buscaremos una explicación o respuesta. En otras
palabras, Aristóteles introduce esta pregunta−concepto, y luego la desarrolla argumentándola.
Sin embargo, Aristóteles nos aclara, con anterioridad que la ððððððððð de la que él habla está lejos del
concepto popular de felicidad relacionado con el placer, el honor o la riqueza. Es más, señala que la
ððððððððð no es un estado o hábito, sino una actividad, la propia y particular del hombre, de lo que no
comparte con animales ni plantas, es decir, una actividad del alma según la razón y conforme a la virtud, y si
hay más de una virtud con la mejor de ellas. Ésta actividad debe manifestarse durante el transcurso de una
vida completa para que esta entrañe el bien, pues el hombre es bueno en la medida en que actúa bien, y como
él dice una golondrina no hace verano.
La ðððð es definida por Aristóteles como un estado (ðððð, o habitus según los escolásticos) referido a la
elección consistente esencialmente en la observancia de la mediedad (ðððððð) relativa a nosotros*
determinada por la razón y por aquella por la cual decidirá el hombre prudente (ððððððð). La mediedad,
aclara Aristóteles, no es la media aritmética (o el medio de la cosa) ni una idea moral de nada con exceso, de
hecho la mediedad puede ser un extremo, asunto que parece extraño, pero que se comprende perfectamente si
reparamos en la figura que determina esa mediedad: el ððððððð ððððððð . Es el hombre prudente quien
determina lo que se le ajusta mejor (relativo a sí mismo, no a una norma*), lo que en determinadas ocasiones
podría ser un extremo. No siempre la medida es la misma, para nuestras acciones existe una debida y una
correcta proporción, y la conducta del hombre virtuoso debe ir siempre de acuerdo con esa medida.
He aquí un punto de choque con la moral cristiana y con el Platonismo. El cristianismo ve en este ajuste de la
virtud determinado por el hombre virtuoso una peligrosa tendencia hacia la virtud particular, en
contraposición a la conducta moral unificada en la figura de Cristo, que tiene carácter universal, o sea, son
necesarias para todos los seres por igual. Pero ello no tiene mayor relevancia en nuestro análisis.
Es importante señalar el status que da Aristóteles a la ética. No la considera como ciencia exacta, pues se
ocupa de cosas que no son absolutamente necesarias y determinadas(...)y que pueden ser de otro modo, pues
la ética no razona a partir de primeros principios sino que se remonta a ellos. Así también señala que no busca
un bien único (o determinado universalmente), suponiendo que éste exista, pues resulta evidente que los
hombres no podrían realizarlo o alcanzarlo. Lo que persigue es un bien que sea humanamente realizable. Sin
embargo establece como bien supremo a la ya renombrada ððððððððð..
Por otra parte señala el Filósofo, existen dos clases de virtud, las dianoéticas o anímicas y las éticas. Éstas
primeras se aprenden, no nacen con nosotros, sin embargo tenemos por naturaleza la facultad de aprenderlas y
de perfeccionarlas, y las otras se desarrollan mediante una modificación de la costumbre.
Correspondientes a la virtud dianoética serían entonces la sabiduría, la inteligencia y la prudencia, y a la ética
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la liberalidad y la templanza, pues el sabio lo es gracias a su hábito, y la liberalidad y la templanza
corresponden al carácter modificado en concordancia con la razón.
Aquí introduce Aristóteles el otro rostro de su teoría ética, pues en el inicio individualiza la virtud pudiendo
excluir con esto la vida en comunidad, pero señala, como ejemplo de las virtudes dianoéticas, lo que ocurre en
la ððððð, donde los legisladores hacen buenos a los ciudadanos haciéndolos adquirir costumbres. Lo que nos
intenta demostrar es la diametral importancia que tiene el adquirir hábitos, pues mediante ellos se gesta la
virtud inherente al acto, y la realización de dichas acciones determina la calidad de los hábitos.
Parece ser que la práctica de alguna actividad determina la virtud de quién la practica, pero Aristóteles se
pregunta ¿Cómo decimos que el hombre se hace justo practicando la justicia, puesto que si practica la justicia
ya es justo? Su respuesta es algo confusa; por una parte nos dice que para la virtud el conocimiento tiene poco
o ninguna importancia, mientras que para las artes no la tiene pequeña sino total. Señala que las acciones se
llaman justas en cuanto puede hacerlas el hombre justo, y que es justo no quien las hace sino el que las hace
como lo hacen los justos. Por otra parte señala que el hombre bueno y educado moralmente ve lo verdadero en
todos los individuos como si fuese él mismo la regla y la medida de ello.
Aquí vuelve a surgir la enorme importancia de la educación (pues el hombre educado es capaz de ver lo
verdadero) y de la acción (pues el hombre que ve y entiende el accionar del justo, debe actuar como lo hace el
justo)
Dice también con respecto a la virtud que debe pertenecer a alguna de las tres cosas que pasan por el alma: las
pasiones, las facultades y los hábitos. Las primeras son descartadas inmediatamente pues la bondad o la
maldad no está determinada por las pasiones, sino por las virtudes y los vicios. Pero tampoco lo son de las
facultades, porque el hombre nace con estas, y no se es malo o bueno por naturaleza. Entonces queda la ðððð
que es por la cual el hombre se hace bueno y ejecuta su función.
No deje de llamar la atención el que comparta ésta característica con la mejor de las ciencias tratada en el libro
I de La Metafísica. Dicha coincidencia (¿?) nos sugiere que Aristóteles entiende que dentro de cualquier
ámbito, lo que se busca o se quiere en mor de sí mismo es lo mejor.
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