Sensibilidad estética y educación: orientaciones desde Elliot Eisner Profesor Guillermo Marini Facultad de Educación Pontificia Universidad Católica de Chile Reconocer Eisner nos invita a pensar la educación, en el co-existen dos modos de conocer estos son: reconocer y percibir. Comencemos por lo que significa reconocer. “La tarea de reconocer tiene que ver con una clasificación y asignación de una etiqueta.” Si prestamos atención a estos dos esquemas vemos el poder que tienen para ayudarnos a ordenar la realidad con precisión. Miremos el primero “tipos de montaña” ¿Ustedes sabían que hay 4 clases de montañas, con forma de domo, volcánicas, de bloques, y plegadas? A la derecha hay una imagen de una montaña que nunca había visto y ahora puedo arriesgarme a catalogarla como una montaña volcánica. Y si miramos el esquema de abajo descubrimos que las nieves perpetuas nacen cerca de los 3000 metros, los bosques de coníferas sobreviven hasta los 2000 mil, la agricultura suele no sobrepasar los 1000. Si contrastamos este rango de alturas con la imagen a la derecha es fácil empezar a hipotetizar con las alturas dentro de las cuales está cada una de las secciones de ese paisaje. El punto es que clasificar y etiquetar es muy útil para reconocer las formas de las montañas y las alturas de los distintos ecosistemas pero esto es, volviendo a la imagen de la luz del farol, buscar la llave donde suele haber luz. Por ejemplo, uno de los valores indiscutibles de una buena clasificación es que es constante y logra captar las características generales de la montaña de modo que personas no expertas podemos etiquetar una montaña con rapidez y clasificarla con las otras de su especie. El desafío está para Eisner en el rol de la persona que lleva adelante este reconocer. Al clasificar no importa mi estado de ánimo, es indiferente si soy hombre o mujer, si produzco una representación bella o escandalosa de la montaña. Reconocer es un modo de conocer que interpela a la realidad pero que no me incluye a mí mismo dentro de esta interpelación. Lo importante al clasificar es que no me equivoque y que recuerde la clasificación para poder aplicarla más adelante. Como se ve, el desafío no es incorporar a la persona y su mundo sensible a la clasificación, la clasificación ya funciona bien sin este tipo de interferencia, el desafío está en darle lugar a la experiencia subjetiva dentro del conocimiento. Percibir Siguiendo a John Dewey, para Eisner percibir significa en primer lugar “enlentecer la experiencia.” Esto dicho desde una Facultad de Educación del siglo XXI parece contracultural. Y es que la universidad tiene “carreras,” nuestra malla curricular tiene poco espacio para pasar mucha materia, y cuando los profesores hablamos de alumnos de alto rendimiento solemos usar expresiones como “es rápido” o “es una luz.” Digámoslo en otras palabras, la educación vive en un estado de urgencia cuyo lema bien puede ser “avancemos sin perder el tiempo.” Es verdad, la propuesta de “enlentecer la experiencia” suena a perder el tiempo pero Eisner quiere básicamente abordar al tiempo desde una mirada distinta. Primero, busquemos más tiempo cronológico para percibir la realidad. Por ejemplo, dediquémosle unos minutos más a mirar esta imagen. Una vez que hayamos encontrado el tiempo suficiente para empezar a percibir, “enlentecer la experiencia” va a significar la oportunidad de detenerme sobre mi mirada. Dicho de otro modo, empezar a ser consciente de que estoy mirando desde un cierto foco, con unos anteojos que tienen ciertas características que me permiten ver unas cosas y otras no. Es desde este énfasis que Eisner nos recuerda que “crecer en una cultura es un camino que nos enseña a mirar, como así también a no mirar” (2006). Quien se toma tiempo para ver, para oler, para escuchar, para degustar tiene la oportunidad de empezar a preguntarse por cómo percibe lo que percibe, y no sólo qué es lo que percibe. Desde este punto de vista, la percepción implica y supera a la acción de reconocer clasificando y etiquetando. En uno de sus últimos escritos sobre este tema, Eisner vuelve a describir este “enlentecer la experiencia” y nos dice “es la acción de estar saboreando, (…) es una exploración cualitativa de la totalidad de un evento” (2009). Si pensamos en algo que nos guste saborear, por ejemplo, un buen vaso de vino nos daremos cuenta de que necesitamos primero tiempo para descubrir su sabor. Si nos apuramos y vaciamos el vaso sin respirar se nos van a saturar las papilas gustativas y vamos dejar de percibir la progresión del gusto en nuestra boca y olfato. Luego, a medida que vayamos saboreando este vino nos vamos a encontrar haciendo algo más que meramente tomando alcohol. Por ejemplo, estaremos conversando o celebrando, sufriendo, soñando quizás, experimentando en general esa dimensión de la vida humana en la que el tiempo parece detenerse, invitándonos a acompañar esta pausa. En segundo término, percibir significa “conocer corporalmente” Según Eisner, la escuela occidental se ha dedicado en las últimas décadas a tres actividades fundamentales, lo que se suele llamar en Estados Unidos las tres Rs, reading, writing, aritmetics; es decir, leer, escribir, y realizar operaciones aritméticas. Esta sería la alfabetización fundamental que toda persona debe recibir para poder nombrar e interpretar su mundo. Sin embargo, Eisner hace notar que cuando vivimos las experiencias más fuertes de la vida (un nacimiento o una muerte, una graduación, un compromiso, una derrota o una victoria que dejan huella) solemos sentir mucho más de lo que somos capaces de nombrar o explicar literal o alfabéticamente. Creo que en este sentido se puede entender que Eisner diga “cuando nos quedamos sin palabras recurrimos a las artes” (2002). Pensemos por unos minutos cómo es que empezamos a conocer, cualquier cosa, por ejemplo esta imagen aquí proyectada. Dice Eisner “los sentidos son nuestros primeros caminos hacia la consciencia, no hay nada en la mente que antes no hayamos tenido a mano” (2009). Esta idea clásica de Aristóteles, redescubierta a través del trabajo de Suzanne Langer, le permite a Eisner desarrollar la noción de conocimiento somático, es decir, de un conocimiento corpóreo. Estamos habituados a pensar en el cuerpo como una suerte de sostén material del conocimiento intelectual superior. ¡Ken Robinson –otro investigador en artes y educación-se ríe de los profesores universitarios diciendo que usamos nuestros cuerpos como si fueran dispositivos para transportar nuestras mentes! Me atrevo a decir a partir de Eisner la noción de conocimiento somático no sólo indica que la mente necesita de los sentidos para conocer las características sensibles del mundo sino que el cuerpo conoce de un modo genuinamente humano que no sólo le da impulsos neuronales al sistema nervioso sino que desafía a la persona toda a hacerse cargo de otras formas de conocimiento que implican a las emociones, la intuición, la memoria, el gusto. Este conocimiento somático nos exige nuevas formas de descripción porque, como decíamos en un principio, sabemos más de que lo que podemos nombrar. Yo sé que estoy viendo algo ahora en la pantalla. Sé que hay tonos de amarillo, rosa, gris y azul. Puede haber un sol y un oleaje, o unos médanos en el desierto, o una cordillera. Al enlentecer la experiencia, tuvimos la oportunidad de empezar a preguntar cómo es que estamos viendo esta imagen. Por ejemplo ¿Hay algo que no esté viendo y que esté allí? Ahora, al abrirnos hacia un conocimiento desde nuestra corporalidad podemos preguntarnos ¿Cómo me hace sentir? ¿Qué me recuerda? La invitación es a no preocuparse ni acomplejarse por carecer de argumentos lógicos que den cuenta de por qué siento lo que siento, sino a revalorar que los límites de nuestra capacidad de nombrar y justificar no son los límites de nuestra capacidad de saborear y conocer corporalmente. Finalmente, percibir significa “atender más a lo que puede ser que a lo que es” Según Eisner “la mayoría de las tareas escolares que los niños encuentran en la escuela están inspiradas en un sistema de reglas que provee escaso lugar para la interpretación personal: correcto e incorrecto son parte del léxico que a los niños de escuela básica se les enseña a internalizar” (1988). Mucho de lo que ocurre en nuestras escuelas está guiado por resultados, que buscan ser precisos y poder demostrar evidencias lo más conclusivas posible. Desde este punto de vista, parecería que el dominio de la clasificación y las etiquetas es tan poderoso que queda poco o ningún lugar para desplegar el mundo de la percepción. El mismo Eisner reconoce que la percepción “honra a la sorpresa, hace circular la ambigüedad, se enfrenta con la paradoja.” Entre la opción correcto e incorrecto no hay la mínima posibilidad de ambigüedad, en un ecosistema escolar que no dé lugar a enlentecer la experiencia tampoco habrá lugar para la sorpresa, en un paradigma de conocimiento que no incorpore la corporalidad de las personas no habrá lugar para la paradoja entre razón y sensación. Podríamos continuar con esta línea de razonamiento y creo que no nos equivocaríamos, en pocas palabras, en un mundo que ama el estándar, la percepción es poco fiable como criterio. Sin embargo, acá yo encuentro quizás el aporte más original de Eisner. Si bien el sistema escolar puede menospreciar la sorpresa, la ambigüedad y la paradoja, la vida está llena de estas cualidades fabulosas. La promesa de que la escuela de la clasificación y las etiquetas puede ayudar a que el alumno haga frente cabalmente al mundo que le tocará vivir es, cuanto menos, dudosa. Hace más de 25 años que Elliot Eisner viene elaborando la idea de que el desarrollo de la percepción supone “la habilidad de tomar decisiones en la ausencia de reglas” (2002). ¿Qué quiere decir esto? Que gracias a “enlentecer la experiencia” y a valorar un “conocimiento corporal” la percepción se goza en la posibilidad de lo que puede ser por más que no lo sea aún, la percepción nos permite suspender el juicio resolutivo y sin embargo sostener la experiencia de ser humano en el mundo, la percepción nos ayuda a aceptar múltiples perspectivas tanto convergentes como divergentes y a valorarlas (1999). Es cierto que esto nos puede perder como a los montañistas que se arriesgan a los valles interiores de esta cordillera, pero también es cierto que sin este riesgo no habríamos llegado a conocer cómo se siente una cordillera por dentro.