Origen y legitimidad del poder político 1. El poder político 1.1. Poder, potestad y autoridad Poder: La palabra inglesa power (poder) viene de francés pouvoir, que deriva del latín potestas o potentia (ambas del verbo potere, ser capaz de), que significa capacidad. Para los romanos, potentia se refería a la capacidad que tenía una persona o cosa de influir en otra. El poder sería la capacidad de hacer algo, la capacidad de hacer que algo meramente posible pase a ser real. En el sentido más técnico es un modo de relación mediante el cual un sujeto impone sus propios fines a la voluntad de otras personas. Por el poder se quiere conseguir la adhesión o la dominación de otras personas, y con ellos una ampliación de la propia personalidad, una ampliación de las posibilidades personales. El poder es una especie de energía que se proyecta sobre la vida social cuyo efecto tangible es que encuentra la obediencia en la persona o comunidad sobre la que se ejerce. El poder es un hecho natural que se corresponde con una exigencia de la naturaleza humana. Encontramos organizaciones y fenómenos de poder en todos los países y en todos los tiempos, como fruto de la condición sociable del hombre que siempre ha necesitado organizarse en cooperación con otros hombres para conseguir sus fines. Además, el poder es un elemento constitutivo de toda comunidad política, y se objetiva e institucionaliza cuando es objeto de una organización jurídica. Potestad: es un conjunto de elemento de orden social, el poder constituido es lo que se denomina potestad. La razón o el fundamento que puede justificar esa la fuerza. El concepto de potestad se refiere a un poder aceptado socialmente que, en cuanto integrado en un orden, derivada de un poder superior. Hay que distinguir también el poder de la autoridad. La expresión autoridad procede de latín auctoritas, relacionado a su vez con el término auctor, “autor”. En este caso, la capacidad del autor o del autoridad es la que se desprende del saber que posee una persona y no de su fuerza o poder efectivo. La autoridad es independiente de la potestad y por ello, puede denunciar los excesos en el uso del poder. La autoridad sirve para legitimar y justificar racionalmente el poder político y a quien lo ejerce. 1.2. Formas clásicas del poder político Hay cuatro formas clásicas adaptados por el poder político: - Teocracia: todo poder proviene de alguna instancia supero de carácter divino (theos- dios). Algunas personas recibirían este don de Dios como mediadores de su concepto de justicia divina. El carácter divino hace más fácil la obediencia y el respeto a las leyes, imprimiendo al poder una posición de superioridad y lejanía, a la que resulta muy difícil oponerse. Era una forma de organización política muy extendida en la Antigüedad y en la cultura primitiva. La Edad Media continuó con esta tradición política. - Aristocracia: forma de poder político que entiende que deben ejerce el poder político “los mejores” (del griego aristos): los ancianos porque son los que más experiencia tienen, los de mejor linaje, familia, posición, educación; o los que más saben, los sabios. - Monarquía: forma de gobierno en la cual la jefatura del Estado se transmite por herencia. Las nomarquías pueden ser absolutas, constitucionales y parlamentarias: el rey reina, pero no gobierna. El último se refiere al sistema político español (art. 1. 3 de la Constitución: la forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria). - Republica: forma de Estado en la cual el jefe del Estado es elegido por votación. El jefe elegido por votación directa (UAS-Francia), elegido por el parlamento (Alemania-Italia). 1.3. Características del poder político Como hecho social y político, el poder-potestad se funda en el consentimiento, ya que cualquier mandato o prohibición va a suponer el acatamiento o la aceptación, por parte de los ciudadanos, de la forma de conducta que se les impone, implicando una proporción variable de persuasión y de coacción. Pueden señalársele los siguientes rasgos al poder político: a) Es benefactor, que alguien mande, sea árbitro de las disputas, garante de la paz y gestor de bienes que favorezca a todos. En principio, el poder político es una agencia de bien público, un gestor de los intereses comunes, en cuanto cabe diferenciarlos de los intereses particulares. El objetivo es asegurar la seguridad física y el bienestar material. b) Ordena las conductas individuales: a través de la Constitución, norma jurídica. c) Es un poder coactivo: capaz de hacerse obedecer por la coacción, que se funda en una amenaza sobre la libertad, el patrimonio. d) Ha de ser limitado: para evitar abusos. Las distribuciones y modos de limitación del poder políticos dan lugar a diferentes sistemas políticos. El sistema democrático establece mecanismo de control y autolimitación del poder político. 1. Imperio de la ley: en una democracia el Estado aparece limitado por el derecho, recibiendo la denominación de Estado de derecho. El poder político debe respetar lo establecido por las leyes, en particular la libertad y los derechos de los ciudadanos. 2. Reconocimiento y garantía de la dignidad, liberad y derecho humanos de la ciudadanía. 3. Limitación del poder mediante técnicas de control, fundamentalmente dos: a) límite temporal, establece un tiempo de mandato máximo de los gobernantes electos que una vez finalizando deben abandonar su cargo; b) límite funcional, separa el poder político en poder legislativo, poder ejecutivo y poder judicial a fin de evitar la concentración del poder en manos de unos pocos. 4. pluralismo político, religioso y social, de modo que la ciudadanía sea libre de elegir y expresar sus propias convicciones políticas, filosóficas o religiosas. En una sociedad democrática, el pluralismo se debería traducir en tolerancia o respeto a las creencias u opiniones ajenas. 5. Existencia de elecciones libres y periódicas en el marco de una ley electoral justa. e) El poder político estructurado, regido y limitado por el Derecho, busca realizar unos fines. El bien de las personas, la satisfacción de sus necesidades, etc. el poder además de legal, será legítimo. La legitimidad guarda relación con el modo de acceder y ejercer ese poder, con la justicia y con la garantía y promoción de los derechos humanos. 2. Legitimidad del poder político 2.1. Legalidad y legitimidad La legitimidad es sinónimo de justicia. Cuando se afirma que el poder político es legítimo, se está queriendo decir que es justo. La legitimidad caracteriza el poder de mandar y de ser obedecido que se ejerce de un modo abstracto e impersonal. Sin embargo no se debe confundir el concepto de legitimidad con el concepto de legalidad. La legitimidad o justicia es un concepto superior al de legalidad. La legalidad es un concepto jurídico o del Derecho. Legal es aquella conducta que se realiza conforme a las leyes vigentes publicadas por el Estado. Se conoce con el término de positivación al conjunto de trámites que, conforme al derecho, realizan las instituciones competentes de un Estado y que conduce a la promulgación de una ley positiva o norma jurídica. El conjunto de las leyes positivas constituye el derecho positivo en sentido objetivo como conjunto de normas. Las características positivas de la ley positiva serían las siguientes: a) Origen convencional: procede de un acuerdo o consenso entre personas, para ordenar racionalmente la vida en sociedad. Cuando el acceso al poder se produce como resultado de la conformidad con un proceso democrático: a través de las elecciones. b) Vinculatoriedad general: la norma jurídica debe referirse y aplicarse a todos los ciudadanos que se encuentren en la situación descrita por ella, sin que admitan excepciones particulares, privilegios ni normas ad hoc o para el caso concreto. c) Coercibilidad: la ley positiva se aplica de modo coactivo por las instituciones del Estado. El Estado posee el monopolio de la violencia legítima, como diría Max Weber (1864-1920), mantiene la seguridad a través de las fuerzas armadas. La legitimidad es un concepto filosófico: los ciudadanos y los poderes públicos actúan con legitimidad cuando respetan las exigencias de la justicia. La ley natural puede ser conocida por cualquier persona, descubriéndola a través de la razón, en su propia conciencia. Esta ley sirve para juzgar la legitimidad de las leyes positivas. El conjunto de las leyes naturales da lugar al derecho natural. La ley natural no requiere para su eficacia su promulgación y publicación en ningún texto normativo del Estado. La ley natural puede recibir positivación jurídica adquiriendo así las características propias de la ley positiva y recibiendo, por consiguiente, el respaldo del Estado en su aplicación. Es el caso de los derechos naturales, recogidos en la Constitución española de 1978 con la denominación “derechos fundamentales y libertades públicas”. Aquí, el derecho natural se convierte en ley positiva y debe orientar toda la producción legislativa del Estado. La legitimidad de origen y la legitimidad ligada al ejercicio o modo de actuar el poder político. No tiene la misma legitimidad quien detenga un poder político tras un golpe de Estado que quien lo recibe del pueblo tras unas elecciones democráticas libres. 2.2. Concepto clásico de justicia El gran jurista romano Ulpiano definió la justicia como la conjunción de tres notas: 1. Honeste vivere, es decir, vivir honestamente; 2. Alterum non laedere, lo que significa no hacer daño al otro; 3. Suum cuique tribuere, esto es, dar a cada uno lo suyo. - Justicia conmutativa: regula las relaciones entre los ciudadanos. Aquí predomina la idea de pacto, acuerdo o contrato. Supone el respeto a los bienes privados de cada persona así como la igualdad en el intercambio de bienes entre ellas. - Justicia distributiva: se da en las relaciones entre la sociedad y el ciudadano. Es la denominada también justicia social o principio de igualdad material, mediante la que se reparten los bienes y las cargas de la sociedad entre sus miembros en función de sus méritos y necesidades. - Justicia legal: se refiere a la obligación del ciudadano con la sociedad considerada como un todo. Todos los ciudadanos deben contribuir proporcionalmente al bien común. 3. El origen del poder político Sobre el origen y fundamento del poder político y del Estado podemos distinguir dos grandes grupos de teorías: aquellas que lo cifran en la naturaleza humana (origen natural), tesis contractualitas de base natural; y las que lo fundamentan en un pacto o convención social (artificialidad del Estado), propias de las épocas moderna y contemporánea. 3.1. Contractualismo natural Las doctrinas que afirman el origen natural del poder político se remontan a la filosofía griega clásica, dominando el panorama del pensamiento medieval cristiano hasta los albores de la modernidad. Para Aristóteles, el hombre es un animal social por naturaleza. Por tanto, solo en sociedad, y en una sociedad organizada, puede vivir como es debido, de una manera virtuosa, recta y feliz. Se impone así la necesidad de idear un Estado, un cuerpo político de genuina naturaleza que cumple con esa función. El Estado (polis) surge para atender las necesidades de los hombres. Su fin es, por tanto, utilitarista. Para santo Tomás de Aquino, el Estado (sociedad política) es una institución fundada en la naturaleza del hombre. Tiene su fundamento en sus necesidades naturales, pero hay en el hombre una tendencia social, dirigida a la convivencia. Sólo en clave social y virtuosa puede el hombre desarrollar plenamente sus potencialidades personales. Además, si la sociedad es natural al hombre, también lo es la autoridad y el gobierno. Dependen de la naturaleza racional humana. El Estado tiene una finalidad positiva, un fin y una esfera propios. Tan es así, que la política es la ciencia práctica más noble, pues su objeto es el más elevado: el bien común, que es superior, “mejor y más divino” al de los particulares. a) El fin último del hombre es de orden trascendente. El Estado está obligado a velar por la persona para que logre su perfección integral viviendo en sociedad: “el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado”. b) Además, la idea del bien común “vida buena de la multitud” incluye la proyección del bien común social al bien común trascendente. Un autor contemporáneo J. Maritain (1882-1973) afirmaba que el Estado es una institución de origen natural pues el hombre es un ser social por naturaleza. Y de la autoridad, Maritain dice que depende de la naturaleza humana. El pueblo es depositario de esa autoridad y la delega, en su ejercicio, en los representantes libremente elegidos, que ejercen, así, el poder como soberanos. De acuerdo con estos criterios, el mejor régimen político es el democrático: sólo él es capaz de dar respuestas a la dignidad humana. En definitiva, las teorías realistas sobre el derecho, el poder y el Estado sostienen en esencia: La existencia de una ley natural inserta en lo más íntimo del ser humano, que es universal e inmutable. La sociabilidad como una dimensión esencial del ser humano, de su naturaleza, y que, por consiguiente, le constituye. El derecho y la organización estatal deben respetar el derecho natural entendido como aquel que procede y deriva de la naturaleza y, es específicamente, de la naturaleza humana. La no identificación de la “ley como lo permanente, implícito, la raíz con el “derecho” como lo contingente, positivo y explícito”. El derecho debe, por tanto, atender a los principios del orden social y a las circunstancias históricas concretas, evitando todo normativismo absolutista. El origen natural del poder político, si bien, dada la condición del hombre, todo poder tendría un fundamento trascendente y encontraría su legitimidad en la justicia y la verdad de las cosas, de modo que no puede ejercerse legítimamente al margen de ellas. 3.2. Contractualismo convencional Esta doctrina filosófica encuentra sus raíces en la modernidad y atribuye el origen del Estado y del poder político a un pacto, acuerdo o contracto expreso o tácito entre los miembros de una comunidad mediante el que cederían sus derechos al Estado para garantizar la paz y el orden social. Los autores, pese a sus diferencias, distinguen entre un hipotético estado de naturaleza, previo a la celebración del pacto o contracto que inaugura el nacimiento del poder político, y el Estado civil, como situación subsiguiente a la celebración del pacto social. Thomas Hobbes y el estado de guerra de todos contra todos Hobbes, el más gran teórico moderno de la autoridad y antipapista aparece como un inglés apasionadamente dedicado a su país, como un hombre de orden y un pacifista que soporta difícilmente la guerra civil del momento. Vida larga y plena, sin duda, Hobbes vivió intensamente los problemas más difíciles que acosan a sus compatriotas: el problema de la paz, el orden y la unidad nacional. Hijo de clero, Thomas Hobbes nació en Westport en 1588. A los quince años, ingresó en Oxford, donde dominó la enseñanza de la escolástica nominalista. Dejó la universidad en 1608 para convertirse en el tutor de la Cavendish hecho (más tarde Lord Devonshire), lo acompaña en Francia e Italia en 1608-1610 años. Permanecerá cerca de su estudiante hasta 1629. En ese momento se ocupa principalmente de la literatura y el arte; asistió a Francis Bacon quien emplea a traducir en latín algunos de sus ensayos. Un segundo viaje a Francia abre su mente para el gusto de las matemáticas, pero esta es su tercera visita a Francia e Italia (1634-1637), que fue decisiva para su orientación filosófica. En Florencia visitó Galileo, y su amigo Mersenne en París introduce el círculo de eruditos parisinos y, probablemente, a los proyectos de Descartes en Holanda, trabaja en el Discurso del método. Por este tiempo, Hobbes, cometido en las circunstancias terriblemente sacudido en el país, dirige sus pensamientos hacia la vida moral y social. Compuso Los Elementos de Derecho Natural y político con la intención de defender al rey amenazado por la revolución. Creyéndose amenazados a causa de sus convicciones monárquicas, Hobbes huyó a Francia, donde vivió desde 1640 hasta 1651. Su amistad con Mersenne le dio oportunidad de escribir sus objeciones a las Meditaciones de Descartes. De regreso en Inglaterra, Hobbes completó su sistema filosófico, pero su doctrina le despertó muchas controversias por parte de los científicos y especialmente la gente de la iglesia. Incluso fue acusado de ateísmo, pero al final, él defendió sus ideas. Murió en 1679. Según Hobbes, la ciencia política procede de dos postulados fundamentales: 1. Todos los hombres poseen una avidez natural (cupiditas naturalis) por la que cada uno pretende gozar exclusivamente de los bienes comunes. Frente a Aristóteles, Hobbes entendió que el hombre no es un “animal político”, sino un “lobo para el hombre “(homo homini lupus). Hobbes sitúa en primer lugar, como inclinación general de toda la humanidad, un deseo perpetuo e insaciable de poder tras poder, que sólo cesa con la muerte (Leviatán, parte I, cap. 11). Este deseo sólo podía ser controlado por el poder supremo de un soberano. 2. Cada hombre dispone de una razón natural (ratio naturalis) que lo hace huir de la muerte violenta como el peor de los males. Falsas concepciones morales fuera una de las principales causas de la guerra civil, los ciudadanos tienen que obedecer la ley haciendo promesa. El peligro para la estabilidad del Estado no surge del interés egoísta de todos sus ciudadanos ordinarios, sino más bien del interés egoísta de unas cuantas personas poderosas que explotarían concepciones morales falsas. Uno de los principales deberes del soberano es combatir estas falsas concepciones, y promover la difusión de ideas correctas sobre la moralidad, incluyendo la relación de ésta con la religión. Para Hobbes, el origen de las sociedades está en el temor recíproco que guardan entre sí todos los hombres en el estado de naturaleza. Serían causas de dicho temor las siguientes: 1. La igualdad de naturaleza por la que todos los hombres desean la misma cosa. Se trata de un instinto natural inevitable en el hombre y no tanto un derecho, definido por Hobbes como libertad para usar las facultades naturales según la recta razón. La ausencia de razón presidiría las relaciones en el estado de naturaleza. 2. La voluntad de dañarse mutuamente así como el antagonismo entre sus gustos y opiniones. Dichas causas explicarían que el estado de naturaleza es un estado de guerra de todos contra todos, donde no hay derecho, justicia ni ley. Sin embargo, todavía restaría una esperanza al hombre, por estar dotado de razón. La razón estima Hobbes, es la capacidad de prever y proveer a las necesidades del hombre mediante un cálculo prudente. Sin la razón el hombre es incapaz de superar el estado de guerra de todos contra todos. En la razón natural humana encuentra su fundamento la ley natural. La ley natural es aquella ley racional que permite la superación del estado de naturaleza porque sujeta el instinto natural del hombre a poseerlo todo. Hobbes enunció hasta veinte leyes naturales en sus obras De cive (1642) y Leviatán (1651). La primera ley natural fundamental es la siguiente: buscar la paz en cuanto se tenga esperanza de obtenerla y, cuando ésta sea imposible, usar todas las ventajas y auxilios de la guerra. De esta ley fundamental se deriva la segunda ley natural: cuando los demás también lo hagan, el hombre debe renunciar a su derecho sobre todo y contentarse con tener tanta libertad con respeto a los demás cuanta él mismo les reconozca a los demás respecto de sí. La segunda ley natural significa que el hombre abandona su instinto natural a poseerlo todo y puede así salir del estado de guerra. Los hombres podrían celebrar pactos entre sí por los que renuncien a su avidez natural. Dado que los pactos, para ser eficaces, necesitan ser respectados, Hobbes pone el acento en la necesidad de respetar la palabra dada. El respeto a los pactos en cumplimiento de la segunda ley, es clave para lograr el paso del estado de naturaleza al estado civil. Dicha ley permite la estipulación de un contrato entre los miembros de la sociedad por el que renuncia a su deseo de poseerlo todo y dan su consentimiento para someterse a una asamblea o a un solo hombre con el fin de lograr la paz. Al celebrar este contrato se produce la aparición del Estado civil, también denominado por Hobbes persona civil por reunir la voluntad de todos los miembros de la comunidad que lo han constituido. El Estado civil aparece representado por una persona: el soberano, quien posee la autoridad suprema e independiente para gobernar y organizar la vida política y social. Los demás miembros de la persona civil son súbditos, quienes deben obedecer la voluntad del soberano. El súbdito no realiza ningún contrato con el soberano, sino más bien le ofrece a éste el libre regalo de la obediencia movido por la esperanza de vivir con mayor seguridad. Como dice Hobbes: “Ahora bien, todos los deberes de los gobernantes están contenidos en esta única sentencia: la salvaguarda del pueblo es la ley suprema”. Hobbes pretende justificar la monarquía absoluta: el monarca es la figura representativa del Estado civil encargada de garantizar la paz y a quien se debe obediencia. Hobbes supuso que un soberano revestido de todos los poderes produciría un orden tal que mejoraría la vida de todos los ciudadanos. Su doctrina carece de carácter racional y democrático por las siguientes razones: 1. El contrato que dio aparición al Estado civil es irreversible: los súbditos no pueden rescindirlo o dejarlo sin efecto. 2. El poder soberano es indivisible, de modo que tampoco puede distribuirse entre diversas instituciones que puedan limitarse mutuamente. 3. Pertenece al Estado el juicio acerca del bien y del mal: es la ley civil, emanada del soberano, la que determinaría el criterio de justicia. 4. El soberano exige obediencia incluso frente a leyes o mandatos injustos. 5. El Estado civil resultante del contrato entre los ciudadanos no puede ser calificado de Estado de derecho porque no queda sujeto a las leyes. El poder del soberano es absoluto. 6. El Estado se erige como autoridad religiosa de modo que no reconoce la libertad religiosa. Bibliografía 1. U. Ferrer, E. Alarcón, Á. Damián,… (2008). Filosofía y Ciudadanía, Bachillerato, Barcelon, Editorial Casals. 2. José Antonio Marina, Ángeles Mateos. (2008). Filosofía y Ciudadanía, Bachillerato, Madrid, SM. 3. Enciclopedia Oxford de Filosofía. (2008). Traducción Carmen García Trevijano, 2ª edición, Ted Honderich, Tecnos, 922. 4. Ted Honderich. (2000). Los Filosofos. Una introducción a los grandes pensadores de Occidente, traducción de Carmen García Trevijano, Tecnos, 71. 5. 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