A diferencia de un pulpo en patines

Anuncio
A diferencia de un pulpo en patines
Escrito por Chris Cedar (escritor invitado)
¿Qué tienen en común un equilibrista campeón de la cuerda floja, un experto en artes marciales y un exitoso
empresario?
Que han adquirido autodisciplina. En cada aspecto de su profesión la disciplina es clave. Dedican tiempo a practicar, a
pulir sus habilidades y en algunos casos renuncian a cosas en su dieta o vida personal a fin de lograr sus metas.
La autodisciplina, tal como se pone de manifiesto en estas personas, es más que refrenarse de ciertas cosas o
empeñarse en hacer lo que sea necesario solo por el sentido del deber. Es un medio para lograr un fin, un fin por el
que estas personas se esfuerzan al máximo. Alcanzar sus metas significa tanto para ellas que el esfuerzo y el sacrificio
de llevar una vida disciplinada prácticamente pasan a un segundo plano. Están dispuestas a llegar a niveles de
exigencia extenuantes a fin de lograr el éxito. Y su disciplina se pone de manifiesto en la consecución de sus logros.
La mayoría de nosotros podríamos elevar nuestro nivel de autodisciplina. Es cierto que tal vez no aspiremos a cruzar
un abismo caminando sobre una cuerda, pero podemos hacer esa pila de tareas que tenemos sobre el escritorio,
lograr nuestras metas para estar en buena forma física o aprender a manejar mejor nuestro tiempo. La autodisciplina
no se trata de negarse a uno mismo; sino más bien de liberarse a uno mismo. Un amigo me dijo cierta vez:
«Solamente cuando te vuelvas verdaderamente disciplinado, podrás ser verdaderamente libre». Es una frase de sana
sabiduría que cambió por completo mi forma de ver las cosas. En otra ocasión me encontré con el gerente de una
cadena internacional de tiendas, el cual me dijo: «El éxito no se trata solo de lo que tú quieres hacer. Se trata más
bien de saber qué es lo que debes hacer para alcanzar tus metas». Cuando somos disciplinados alineamos nuestras
energías con nuestras prioridades, y así estamos en condiciones de sortear cosas que en el pasado tal vez nos
hubieran limitado o refrenado de alcanzar nuestros objetivos.
En mi caso ha habido una palabra que ha sido un gran enemigo de la autodisciplina en mi vida. Esa palabra es:
«después». En un mundo en que nos vemos bombardeados con tantas cosas interesantes para hacer, leer o ver, con
una creciente necesidad de «dedicar tiempo para uno» y de «hacer lo que uno quiere hacer», ello puede ahuyentar
fácilmente a la autodisciplina. Con frecuencia me encuentro frente a mi computadora enfrascado en varios
interesantes pasatiempos. Lo que está mal con eso no son las actividades en sí, sino el hecho de que ninguna de ellas
fue el motivo original por el que me senté a trabajar. Eso hizo que me convirtiera en otra víctima de la mentalidad del
después, habiendo sido distraído de mi meta principal en favor de otra cosa que captó rápidamente mi interés.
Muchos nos quejamos de que no nos alcanza el tiempo, cuando en realidad todos disponemos de la misma cantidad
cada día: 24 horas al día, ni más ni menos. Entonces, ¿cómo es que algunos logran mucho más que otros en un día? El
tema es que no se trata de cuánto tiempo disponemos, sino de cómo empleamos ese tiempo. Créanme, si quiero
hacer algo, encuentro tiempo para hacerlo, no me hago problema. ¿Cómo encuentro ese tiempo? Ah, fácil;
simplemente dejo para más tarde unas cuantas cosas en mi lista de tareas pendientes. Luego vuelvo a mis tareas y
me quejo del poco tiempo que me queda para alcanzar mis objetivos. Qué ridículo, ¿no?, pero ocurre a menudo.
Cuando digo «alinear nuestras energías con nuestras prioridades», me refiero a que tenemos que dedicar a nuestras
metas, planes, esperanzas y sueños, un esfuerzo claro y concentrado. Si no tenemos una visión clara de lo que
queremos y nos empeñamos en trabajar en pos de ello, entonces de nada servirá el tiempo, deseo o siquiera el
talento que tengamos; no alcanzaremos nuestras metas.
Jackson Brown Jr., cuyos libros se han vendido por millones en todo el mundo, entendió este problema y lo describió
de una manera notable:
«El talento sin disciplina es como un pulpo en patines. Habrá mucho movimiento, pero nunca se sabe si va para
adelante, para atrás o para los costados».
Por otra parte, si enfocamos nuestras energías en la dirección correcta, hacia lo que es importante para nosotros,
entonces avanzaremos a paso firme.
Claro que hay solo un paso entre ver progresos y esperar demasiado, demasiado pronto. Parte de la autodisciplina es
seguir adelante con nuestro trabajo, aunque no veamos resultados rápidos. Hay un tiempo para exigirnos a hacer
más y ser mejores y también un tiempo para contentarnos con cuánto hemos avanzado y planificar cuidadosamente
el siguiente paso. Una persona disciplinada sabe andar por la línea que hay entre el éxito estable y una maníaca
obsesión por lograr más. Hace falta disciplina para asegurarnos de que empleamos nuestro tiempo y energías
sabiamente y también para evitar esforzarnos demasiado.
Como reza el dicho: «No se ganó Zamora en una hora». Nada que valga la pena se logra sin esfuerzo y eso
normalmente requiere de bastante tiempo. A la larga, lo que importa no es el tamaño de nuestra meta o cuánto
tiempo tome lograrla, sino cuán comprometidos estamos en alcanzarla. En gran medida son nuestras decisiones las
que determinan quiénes somos y lo que hacemos.
El autor y conferencista Wayne Dyer tiene su punto de vista: «Deprímete o motívate. Lo que sea que vayas a hacer,
dependerá de lo que tú elijas».
Si escogemos motivarnos y ser disciplinados, tendremos éxito y nos sentiremos realizados. Sin embargo, si elegimos
ser apáticos con la vida, entonces, lamentablemente jamás obtendremos resultados extraordinarios. La autodisciplina
es justamente eso: disciplina de uno mismo. En Proverbios 15:32 dice: «El que tiene en poco la disciplina menosprecia
su alma». Dicho de otro modo, ser disciplinados demuestra que nos respetamos y valoramos lo que somos.
Como con cualquier otro talento o rasgo de personalidad, la autodisciplina se desarrolla mejor por medio de la
práctica. No esperemos pasar de ser entusiastas aficionados a profesionales de la noche a la mañana. Sin embargo,
un día de trabajo hecho con empeño vale más que años de acción evasiva. Si día a día nos comprometemos a ser un
poco más disciplinados y preocuparnos un poco menos, quedaremos sorprendidos ante lo que podemos lograr. Pablo
escribió que el autocontrol o dominio propio es uno de los frutos del Espíritu1; es algo por lo que podemos orar y con
lo que podemos invocar la ayuda de Dios.
Jesse Owens, el primer atleta en ganar cuatro medallas de oro en atletismo en unos mismos Juegos Olímpicos, tal vez
nos brinde una pista de su éxito, al decir: «Todos tenemos sueños. Pero para que esos sueños se hagan realidad hace
falta muchísima determinación, dedicación, autodisciplina y esfuerzo».
Jesús fue el ejemplo supremo de disciplina. Él hizo lo que tenía que hacer, aun cuando no solo era difícil, sino que
resultó en Su muerte. La disciplina y compromiso que Él demostró por Su causa tuvo efectos que transformaron el
mundo.
Quién sabe, si estamos dispuestos a disciplinarnos, nosotros también podremos cambiar nuestra parte del mundo.
Yo tengo unos cuantos sueños y estoy trabajando en ellos uno por uno, tales como participar en diversas carreras y
medias maratones, filmar y editar producciones en video (aunque me tome tiempo hacerlo bien), hacer una página
web a partir de cero estudiando para hacerlo y poniendo en práctica el principio de «intentarlo una vez más». Hasta
ahora la disciplina me ha ayudado a hacer realidad algunos de mis sueños y a soñar algunos más grandes, parecido a
aquellos disciplinados personajes que admiro. Y hay algo que estoy empezando a comprender y es que mi amigo
tenía razón: «Cuando se es verdaderamente disciplinado, se es verdaderamente libre».
Notas a pie de página:
1 Gálatas 5:22-23
Traducción: George Gubbins Vásquez y Antonia López.
© La Familia Internacional, 2012
Categorías: autodisciplina, excelencia, éxito
Descargar