EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ - Domingo, 14 Septiembre, 2014 - Exaltación de la Santa Cruz. El que cree en Jesús tiene vida eterna. Juan 3,13-17 “Oh cruz, madero precioso, / lleno de gran majestad! / Pues siendo de despreciar, / tomaste a Dios por esposo, / a ti vengo muy gozoso, / sin merecer el quererte: / esme muy gran gozo el verte” (Poesía de Santa Teresa). ORACIÓN INICIAL – Contemplamos la Cruz de Cristo. Cruz de Cristo, cuyos brazos todo el mundo han acogido. Cruz de Cristo, cuya sangre todo el mundo ha redimido. Cruz de Cristo, luz que brilla en la noche del camino. Cruz de Cristo, cruz del hombre, su bastón de peregrino. Cruz de Cristo, árbol de vida, vida nuestra, don eximio. Cruz de Cristo, altar divino de Dios-Hombre en sacrificio. Amén. PARA UBICARNOS EN EL TEXTO La señal del cristiano es la santa Cruz. Por eso los creyentes la realizamos con nuestras manos con mucha frecuencia, al iniciar o concluir una actividad, una jornada, una oración y especialmente en la liturgia. Con ella remitimos toda nuestra existencia a Dios que en Cristo crucificado ha revelado su gran amor al ser humano y nos ha comunicado su mismo Espíritu. Las lecturas bíblicas de este domingo (Flp 2,5-11; Jn 3,13-17) nos revelan la grandeza de la cruz de Cristo en el día en que la Iglesia celebra su Exaltación. El himno de Pablo en la carta a los Filipenses convierte la realidad histórica de la Pasión en un canto excepcional que nos permite comprender y asumir que Jesús es el Dios que no hizo alarde de su categoría divina, sino que, despojándose de su rango, se anonadó, se convirtió en la nada del mundo y se hizo siervo de todos hasta la entrega de su vida en la muerte, y además, en una muerte de cruz (cfr. Flp 2, 5-11). Este Hombre, Jesús, es el Señor y el Hijo de Dios. En él y por medio de él, Dios se hace presente de forma paradójica en los últimos de la historia, en los ninguneados de la vida, en los que no cuentan, en todos los crucificados, especialmente como víctimas de las injusticias, corrupciones, desidias e insidias… En el evangelio resuena el sentido salvífico de la cruz de Cristo: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. Esta frase de Jn 3,16 resume el mensaje de vida que la comunidad eclesial anuncia con la exaltación de la santa Cruz. El misterio paradójico al que la fe cristiana nos remite para encontrar la fuente de la verdadera alegría y de una vida nueva es la reorientación de la existencia humana hacia Jesús crucificado. Concentrar la mirada y la atención en el Jesús del Calvario es encontrarnos con el Dios del amor, absolutamente libre y gratuito, que abre al ser humano la posibilidad de la regeneración total de la vida. El evangelista Juan lo dice con su doble lenguaje típico: “El Hijo del Hombre tiene que ser levantado en alto para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15). Ser levantado en alto es una imagen que traduce un único verbo griego que evoca las dos facetas del misterio pascual: El crucificado y el resucitado. Según Juan, Jesús es exaltado a los cielos por su elevación en la cruz (Jn 12,32ss) y está en el trono eterno de su gloria. Pero además, este mismo verbo hypsoo (elevar) indica también el modo de esa muerte, es decir, la cruz. En su pasión hasta la cruz, Jesús, levantado en alto como víctima humana, sufría la muerte, pero, por la acción del Espíritu, era exaltado y recibía la vida (cf.1 Pe 3,18). El crucificado por los hombres es exaltado por Dios. Seguir a este crucificado es empezar una vida cualitativamente distinta, una vida nueva que exalta la grandeza humana partiendo del amor que llevó a Jesús a su pasión. Mirar a Jesús para encontrar la salvación es mirar al que pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos, al que perdonó a los pecadores y buscó a los descarriados, al que proclamó el Reino de Dios para los pobres, al que desenmascaró la hipocresía de los poderosos religiosos y políticos. Fueron éstos quienes lo mataron, sin razón alguna y sin causa. Pero en la muerte injusta de Jesús, tal como él la afrontó y vivió hay mucho más que un asesinato. En este tipo de muerte se ha consumado el amor más grande de la historia humana, el que consiste en dar la vida por los demás, por los amigos y por los enemigos, por los justos y los injustos, por los pobres y por los pecadores. Es la hora de la gloria y de la vida a través de la muerte. Juan destaca en su evangelio que se ha consumado un amor sin límites, un amor a fondo perdido, un amor que todo lo perdona, que todo lo espera, que todo lo aguanta, que todo lo cree. Es el amor que no pasa nunca, que es eterno. Es el amor de quien nos amó hasta el fin y en ese amor inmenso, misericordioso y bueno está Dios que nos trae la salvación. Por eso Jesús dirá al final en la cruz: ¡Está cumplido! (Jn 19,30). La elevación en la cruz experimentada por Jesús es la máxima expresión del Amor. El amor de Jesús transforma la violencia en ternura, la crueldad en dulzura, el rencor en perdón, el insulto en bendición, la traición en reconciliación, la fragilidad en fortaleza, la desesperación en confianza, el pecado en gracia, y la muerte se transforma en vida mediante la resurrección. Esa es la verdadera Pasión de Cristo, que consiste, no tanto en los hechos dolorosos que Jesús soportó en la cruz hasta la muerte, cuanto en el amor sin límites con que él afrontó y vivió el sufrimiento para infundir una nueva vida al género humano. Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.(Jn 3, 13-17) Tiempo de silencio y adoración ante el misterio de amor expresado en la cruz: https://www.youtube.com/watch?v=HCvogVQIw6A La cruz: así será levantado este Hombre ¿Qué sentido puede tener celebrar una fiesta que se dice de la "exaltación de la cruz" en una sociedad que busca apasionadamente el "confort", la comodidad, el máximo bienestar? Más de uno se preguntará cómo es posible seguir todavía hoy "exaltando la cruz". ¿No ha quedado ya superada esa manera morbosa y hasta masoquista de vivir exaltando el dolor y buscando el sufrimiento? Por ello Él nos capacita por su sacrificio redentor, por la acción de su espíritu y con su ejemplo para que todos nosotros cumplamos también nuestra misión. Cuando nosotros entregamos nuestra vida como ofrenda a Dios en la educación de los niños y jóvenes necesitados, en la defensa de los jóvenes inocentes, en apoyo de los justos y por la liberación de los niños y jóvenes oprimidos, entonces también nosotros experimentamos que hemos sido ya vivificados y resucitados con Cristo (Ef 2, 4-10) en su movimiento ascendente que tira de todos hacia él. El Dios del amor, rico en misericordia, que nos da a su Hijo único, nos da con él la vida nueva y eterna. Su amor nos hace criaturas nuevas en Cristo Jesús, con quien estamos íntimamente unidos. Somos hechura de Dios. Por medio de Cristo y en virtud de su amor, los que creemos en él estamos llamados a transformar los múltiples rostros de la miseria en ámbitos de misericordia y de justicia, de perdón y de libertad, que levanten a la humanidad sometida en nuestra tierra encadenada. Esos rostros son en su mayoría los de los empobrecidos, los marginados, los oprimidos y los explotados por la estructura económica mundial y por las ideologías que la sustentan. Al mirar a Cristo crucificado, el que en Jerusalén fue levantado en alto por los hombres y fue exaltado por Dios, encontramos la verdad del amor desvelada por Dios al mundo. ORAR CON JUAN MARÍA Aunque con toda justeza, la cruz, como signo de gracia, va a ser venerada y se constituye en señal del cristiano... también se hace adorno y alhaja, signo de poder en coronas de reyes.... Debemos a volver a sentir el escándalo, la piedra de tropiezo de confesar a un Dios que es un ajusticiado y la voluntad de compartir con el Crucificado nuestra vida hasta el final ¡sin la cruz -.no buscada sino aceptada - no hay seguimiento de Jesús!. “Si tuviera que hacer un sermón sobre la religión, sin duda hablaría de Jesucristo, de la sabiduría de sus leyes, de la profundidad de sus máximas, de la excelencia de sus preceptos, de la sublimidad de su doctrina; pero después de haber dicho todo eso, me creería obligado, en conciencia, a pedir perdón a Dios de todo lo que hubiera dicho; porque, en fin, ¡no es poner en cierto modo a Jesucristo mismo a los pies del hombre el hacer en su nombre un bello discurso para probar que sus discursos son bellos! Queremos que sea admirado por esta razón que El ha querido confundir; agotamos nuestro espíritu y nuestra elocuencia para que se le otorgue, a título de limosna, una estima seca, para obtener que se pronuncie su nombre, ¡qué lástima! ¡Oh Pablo! ¿dónde estás? Gran Pablo el misterio de la cruz se ha desvanecido.” (JMLM Memorial) La cruz es también medio para buscar de verdad la fecundidad apostólica. Todo cuanto va contra el descentramiento de sí mismo, y busca el honor, la gloria, los títulos, corrompe la misión desde su centro. “¡Oh, hermanos míos! ¿Quieren arrancar de mis manos la victoria del mundo? ¿Quieren impedirme el vencerle, como Jesucristo le ha vencido? El ha triunfado por sus humillaciones, por su cruz, ha dicho que su gloria no era nada, ha sido pisoteado como un gusano de la tierra, golpeado, despreciado, anonadado. Y ustedes ¡pretenden que el mundo les aplauda! ¡Dicen que es necesario que se tenga una alta idea de lo que pueden hacer y de lo que son! ¡Se avergüenzan de esta cruz que llevan al pecho! ¡Parece que tienen miedo de que se la vea en sus escuelas! ¡Pobres insensatos! ¡Solo ella les hace grandes! Sin ella, ¡no son nada!” (JMLM S. VII p. 2328–2334). Si nuestra comunidad es una comunidad de Jesús, solidaria de todos los crucificados, habrá de sufrir persecuciones de los poderes de este mundo, pero es sabedora de que el camino de esta persecución es el camino de la vida y del amor. Es una comunidad de discípulos del crucificado. “Las persecuciones de los hombres son nuestra gloria y nuestra vida; y ¿qué puede el mundo contra un religioso digno de este nombre? Que el mundo sea injusto con nosotros, ¡tanto mejor! Que nos calumnie, ¡tanto mejor! Que nos niegue sus pérfidos favores, ¡tanto mejor! Si nos odia, ¡tanto mejor! Cuanta más oposición haya entre él y nosotros, más separados estaremos de él, más fuertes seremos: ¡viva la guerra! Viva nuestra santa guerra contra todos aquellos que se la hacen a Jesucristo. Sin duda tendremos que sufrir pruebas, ¡Dios sea bendito! Después de todo, ¿no somos los discípulos de este Jesús que vivió pobre, que fue humillado y condenado al suplicio de la cruz. (JMLM S. VII p. 2247) Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Ante la cruz de Jesús, donde están la gloria y el amor, hacemos la oración del diálogo amoroso. Al pie de la cruz, con María y los discípulos, escuchamos sus palabras y aprendemos a responder al Amor. Reconocemos asombrados el poder salvador de la cruz de Jesús, hacemos la señal de la cruz sobre nosotros, acogemos la alianza de amor que Jesús nos propone. La oración interior se llena de la luz que nace de la cruz. Ponemos los ojos en ti, Jesús crucificado, y todo se nos hace poco. Para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Ante la cruz de Jesús hacemos la oración de adoración. ¿Quién ve al Señor en la cruz que no lo abrace? Nos postramos ante Jesús y lo adoramos. Hemos recibido tanto que ahora nos brota el asombro adorador. De la cruz nos ha venido una muchedumbre de misericordias. La cruz ha sido el libro vivo donde hemos aprendido las verdades. En la adoración, Jesús nos mete en la historia de su amor, nos hace partícipes del misterio salvador de su cruz, comienza la vida verdadera, se recrea la esperanza. Todo lo humano adquiere valor al ser incorporado a la cruz de Jesús. Te adoramos y te bendecimos. Somos tuyos. En la cruz nos has incorporado a tu reino. Nuestra gloria está en tu cruz, Señor Jesús. Nos has abierto las puertas de la vida. “Vos fuisteis la libertad de nuestro gran cautiverio” (Santa Teresa). Aventuremos la vida contigo.