Folletos – Phil Beach, Jr. La Gran Cuestión del momento “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él. Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.” Romanos 8:17-23 Hay una hora de crisis por la que todos debemos pasar si somos llamados a conocer la vida transformada de una forma muy real. Dios tiene que tener un trato muy severo con nosotros para hacernos llegar al completo fin de nosotros mismos y a todas las esperanzas que podamos tener en cualquier otra cosa que no sea Él mismo. En lo más profundo de nosotros seguimos confiando en nuestra propia capacidad, nuestros temperamentos y nuestros dones. Nuestras pasadas victorias, en lugar de un conocimiento íntimo y genuino del Señor mismo, constituyen nuestra confianza de que podemos tener éxito hoy. Debe haber una entrega mucho más profunda de toda las cosas, un abandono a Él, mediante el cual, cesamos y vivimos solo para Él y por Él. Otro autor dice, “Viene una hora de crisis a cada uno de nosotros, si Dios nos ha llamado a lo más alto y a lo mejor, una hora en la que fracasan todos los recursos; una hora en la que bien nos enfrentamos a la ruina o algo más alto de lo que jamás hubiéramos soñado; una hora en que tenemos que tener una ayuda infinita de Dios, y aún así, para tenerla, tenemos que sacrificar algo; tenemos que entregarnos completamente; tenemos que cesar de nuestra propia sabiduría, fuerza y justicia, y llegar a estar crucificados con Cristo y vivos para Él. Dios sabe cómo guiarnos hasta esta crisis, y Él sabe como guiarnos en medio de ella.” De hecho, la necesidad del momento consiste en una liberación completa de nosotros mismos para que seamos completamente cautivos de Sus propósitos. Aún así, amados, el fin del pensamiento de Dios no es solo que muramos al yo y al pecado. Esto se convierte en un fin para muchos, y se produce una gran limitación. Dios no nos ha llamado con un único fin de que seamos liberados de la maldición de la vida del yo. ¡No! En su lugar, es sólo cuando somos libres de nosotros mismos que nuestro llamado de la eternidad puede hacerse efectivo. ¡Este llamado es a participar en la vida del Hijo de Dios y que por Él veamos a “toda la creación” liberada de la cautividad misma de la muerte! (Rom. 8). Nuestro llamado no es a solo ser liberados de la atadura del pecado. Es un llamado a salir de Adán para entrar en Cristo, en el que todas las cosas son nuestras para ÉL. Dios mira y espera la hora en que un pueblo sea a tal nivel liberado del “miserable hombre” que ha sido crucificado con Cristo, para que Él pueda derramar la gloria de manera que Su Hjo-hijos, sean formados en una demostración tremenda de Su poder en toda la tierra. No, esto no es algo que nosotros podamos provocar con reuniones de avivamiento o con planes altivos para hacernos espirituales. ¡Sólo Dios puede producir esto a través de un duro trato por medio de Su Espíritu en un pueblo que no endurece su corazón ni resiste a Su voz! Ni esta unción vendrá sobre personas no crucificadas que piensan que son llamadas a ser un “testigo” para Jesús. Los movimientos de “Restauración”, teorías de reconstruccionismo y las doctrinas no son el medio de Dios para producir esto, y por ello fracasarán. Descubrir todas estas cosas tampoco puede igualarse o asociarse con un movimiento “llamado con tal nombre”, que el hombre pueda estar iniciando o siendo parte del mismo. Dios sólo compartirá Su gloria y su unción con ningún otro que con Cristo, y por tanto, los que llevan su imagen completamente, los que son en verdad hueso de Su hueso, y carne de Su carne, los que por reproducción son lo que Él es en carácter y en naturaleza. ¡Con éstos y sólo con estos, Dios, Dios se comprometerá a Sí mismo con la plenitud de Su Espíritu! No hay absolutamente ninguna otra forma de que esto suceda aparte de que el Señor haga realidad en nosotros el significado completo del hecho glorioso, “Estoy crucificado con Cristo, ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gál. 2:20). Evitar la cruz y la totalidad de su poder para despojarnos como el camino auténtico para llegar a la plenitud del pensamiento de Dios en esta hora, es seguir al diablo y a sus espíritus engañadores. Muchos buscan unción, poder, dominio, una adoración increíble, evangelismo, etc. todo ello ajeno a la necesidad de experimentar una muerte más profunda en Cristo. No obstante, todo lo que es producido aparte de la cruz, es del hombre y de su propio poder, y es rechazado absolutamente por Cristo. ¡Dios no va a tener nada que ver con las ofrendas de Caín, el espíritu del potencial humano! La gran cuestión del momento ahora mismo: ¿Quién soportará las pruebas de fuego que son esenciales para que un pueblo salga como el oro puro? Muchos se apartarán ante la ofensa y el costo de la cruz y su demanda sin misericordia para que todo lo viejo sea crucificado. Muchos serán engañados por las afanes de esta vida y por la tremenda falsedad de las riquezas y los deseos de tener cosas, y la semilla no se desarrollará plenamente en ellos. Algunos, como Demas, que amaron este presente sistema mundial, se apartarán del camino de la cruz y de la muerte absoluta a todas estas cosas, y encontrarán su propia “Tesalónica”. Puede que aquí se involucren en actividades cristianas, pero habrán dejado el camino perfecto del Señor, para terminar finalmente secándose espiritualmente y apartándose, no aprobados para el premio, ¡que solo obtendrán aquellos que corran la carrera y la terminen! Finalmente el Señor tendrá un pueblo sobre el que habrá hecho efectiva la cruz, para quitar lo viejo del camino, un pueblo que colectivamente gemirá por la inmortalidad. Tratado a tal nivel por la mano del Señor, preparado de tal forma para permitirle ver el propósito de Dios para Su Hijo, el de tener a un pueblo en el que la plenitud de Su persona se dé a conocer, y tan apartado de la tierra y de esta vida—que un gemir por vida, vida, vida, e inmortalidad, surja. ¡Un gemir colectivo que debe brotar en Sus amados! ¿Le dejaremos hacer esto? ¿Consideraremos el precio igual que nada comparado con lo que Él obtendrá en nosotros y por medio de nosotros para Su gloria? ¿Le dejaremos golpear todas las obras de nuestras manos, no importa lo apreciadas y atractivas que nos parezcan a nosotros? ¿Le dejaremos obrar a Su Hijo en nosotros de tal forma que nos guíe a un punto en el que podamos decir verdaderamente, “Nada puedo por mí mismo, Sólo lo que el Padre me capacite para hacer—sólo eso haré y sólo eso podré hacer”? (Juan 5:19, 15:4,5 etc.). Amados, ésta es la cuestión del momento. Que el Señor nos conceda mucha gracia para soportar Sus tratos con nosotros, de forma que le dejemos obtener completamente eso que Él persigue. ¡Qué fácil resistir e ir por nuestro propio camino, quedándonos en nuestra religiosidad, y guardando las tradiciones normales de la vida y el servicio cristianos de cada día, pero perdiendo el gran llamamiento y perdiendo la hora de Su manifestación a aquellos y en aquellos que están esperándole, anhelando y amando Su aparición! Este mensaje es un extracto de un libro titulado, “Breaking Up Fallow Ground” (“Rompiendo Tierra en Barbecho”) de Phil Beach, Jr.