Objecion de conciencia - articulo argentino

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En busca de la conciencia perdida
Por Alejandra Waigandt | 17.1.2007
La objeción de conciencia fue primero una forma de desobediencia civil, mientras
que en Argentina, se transformó en derecho a la no acción. Hoy, en el campo de la
salud, esa cláusula muchas veces vulnera el derecho de las mujeres de recibir
asistencia médica en tiempo y forma en procedimientos legales.
La norma jurídica se consignó para ser cumplida por todos y todas. Sin embargo,
jueces constitucionales primero, legisladores ordinarios y constitucionales después,
instituyeron un tipo de excepción que se conoció como objeción de conciencia,
fundada en creencias éticas, filosóficas o religiosas de las personas. El recurso se
transformó de ese modo en una institución jurídica, que implica el incumplimiento,
inclusive la violación de una norma jurídica. Los ciudadanos, por exigencia de sus
conciencias, dejaron de cumplir con ciertas disposiciones legales.
Fue también el fundamento de la desobediencia civil, que es una forma no violenta de
acción. “Ese tipo de desobediencia es una forma de disidencia y aparece en el Siglo
XIX con el nacimiento de la sociedad laica. Antes, en la vieja sociedad, el disidente
era un hereje. Ahora, se trata de un comportamiento individual”, señaló el sociólogo
Christian Ferrer.
La negativa a prestar el servicio militar es una de las primeras objeciones de
conciencia que aparecen frente a los ordenamientos jurídicos modernos. Los
ciudadanos aducían convicciones antibeligerantes y se negaban a colaborar con
situaciones vinculadas a posibles conflictos armados. Recién en 1987 la Comisión de
Derechos Humanos de Naciones Unidas, en su Resolución 46, reconoció esa
excepción como parte de la libertad de pensamiento –el derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión forma parte del Artículo 18º de la
Declaración Universal de Derechos Humanos–, para instar a los países que todavía
tenían servicios militares obligatorios a introducir en sus legislaciones ese derecho.
En Argentina, la objeción de conciencia se reconoció por primera vez como derecho
fundamental e individual también frente a la conscripción militar obligatoria,
derogada en marzo de 1994, tras el asesinato de un joven en el Regimiento de Zapala.
Con el tiempo los objetores proliferaron y la cláusula nacida como herramienta de
rebeldía civil se trasformó en derecho a la no acción. En el campo de la salud,
muchas veces esa excepción se opone al derecho de la mujer a recibir asistencia
médica de acuerdo a las normas vigentes.
Cómo juegan las convicciones
Según las normas que rigen el ejercicio de la medicina en Argentina, los
profesionales de la salud pueden no efectuar procedimientos con los que no acuerdan,
ser exceptuados de violentar sus convicciones y ser relevados de su obligación de
asistencia, en general, a través del derecho de objeción de conciencia. No obstante,
“tienen la responsabilidad de derivar a un prestador o prestadora que intervenga en
los procedimientos que esas personas necesitan”, aclaró Mariana Romero, del Centro
de Estudios de Estado y Sociedad.
La jefa de la Unidad de Obstetricia del Hospital Teodoro Álvarez, Diana Galimberti,
señaló que analizar esa cláusula implica considerar primero los lineamientos éticos
que la institución médica impone al profesional. El servicio de obstetricia y
ginecología del Álvarez trabaja de acuerdo a los parámetros establecidos por la
Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires y la Federación Argentina de
Ginecología y Obstetricia, donde se reconoce el derecho de los profesionales a no
intervenir en prácticas que se oponen por ejemplo a sus creencias religiosas.
La médica mencionó luego que las objeciones de conciencia aparecen
mayoritariamente en situaciones de aborto terapéutico y esterilización quirúrgica.
Recordó que hubo casos en colocaciones de DIU –se creía que eran abortivos–,
aunque aseguró que en el nosocomio porteño hay mitos que prácticamente
desaparecieron.
Galimberti explicó que “el aborto terapéutico, donde la vida de la madre está en
riesgo, se encuentra despenalizado en Argentina. Sin embargo hay profesionales que
se niegan a intervenir quirúrgicamente porque el procedimiento contradice sus
convicciones personales, son objetores. Al mismo tiempo, existen objetores para la
ligadura tubaria y vasectomía, que también son legales, las personas pueden solicitar
esas prácticas”.
La funcionaria cree que es muy importante respetar esas decisiones. “No hay que
forzar a esas personas a realizar intervenciones contra su voluntad porque se pierde
eficiencia y la prestación puede resultar inconveniente para la persona”. Aunque,
advirtió que también “es prioritario brindar seguridad de que todos esos
procedimientos se realizarán. Como responsables del sector público estatal debemos
proporcionarlos.
“En nuestro servicio de salud –continuó–, uno de los principios básicos es respetar al
profesional y al ciudadano, por eso garantizamos la inmediata derivación del
paciente. Además existen listas de los médicos y médicas que realizan interrupciones
de embarazos terapéuticos”. En ese sentido dijo que es necesario promover la
inscripción de profesionales objetores de conciencia.
Martha Rosenberg, del Foro por los Derechos Reproductivos, señaló que la objeción
de conciencia es un recurso válido y que “el problema aparece cuando es utilizado
políticamente para desconocer el derecho de la mujer a decidir sobre su propio
cuerpo, su sexualidad y su productividad”.
Según la psicoanalista, “también hay posturas muy refractarias frente a la
anticoncepción, especialmente cuando se trata de adolescentes. Los médicos y
médicas se niegan a prescribir anticonceptivos, utilizan argumentaciones de
conciencia para eludir situaciones de asistencia. Concretamente, se omite reconocer
el derecho de la persona por vía de la objeción de conciencia”.
Sobre la esterilización quirúrgica, Rosenberg explicó que “la forma de comportarse
de un profesional de la salud puede estar afectada por una concepción biomédica, en
base a la cual decide si existe una causa médica para realizar el procedimiento. No
tiene en cuenta el derecho de la mujer a la planificación responsable, a terminar con
los embarazos no deseados. Inclusive desconoce que el riesgo de salud de esa mujer
es tan válido como el riesgo de una persona que tiene contraindicación de embarazo”.
Advirtió asimismo que “existe el imaginario de que el médico o la médica es quien
debe aprobar la ligadura de trompa. Es necesario vigilar el número de negativas que
se producen frente al requerimiento de esterilización quirúrgica, ya que puede tratarse
de una ocasión para negar el derecho de las mujeres a la anticoncepción voluntaria y
el libre ejercicio de la sexualidad”.
Por otra parte Rosenberg dijo que “el sistema de salud pública también tiende a
desconocer los derechos de las mujeres. Hubo países como Estados Unidos y Brasil,
donde los gobiernos impusieron la realización de ligaduras tubarias para controlar el
índice de natalidad. Frente a dicha esterilización quirúrgica involuntaria, se podrían
presentar objeciones de conciencia porque se estaría esterilizando a las mujeres sin su
consentimiento. Con esto quiero explicar que no se trata de eliminar ese recurso. En
cambio, se trata de desenmascarar que muchas veces sirve para privilegiar la
conciencia del médico por sobre la conciencia de la mujer. El médico tiene derecho a
objetar, pero la mujer a ser asistida en tiempo y forma”.
La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, en la que
trabaja Rosenberg, presentará en mayo un nuevo proyecto de ley sobre legalización
del aborto. “Incluiremos la objeción de conciencia y que el servicio de salud es quien
debe garantizar condiciones idóneas en la interrupción del embarazo”.
La titular del Inadi, José María Lubertino, expresó por su parte que “los casos de
aborto no punibles deben ser atendidos en forma regular por todos los efectores de
salud públicos y privados”. En esos casos “no es posible contemplar presentaciones
de objeciones de conciencia de instituciones ni de servicios específicos. Sí deben
garantizarse el derecho de las personas a acceder a servicios de calidad en salud,
conforme a las disposiciones de los organismos internacionales en materia de
derechos humanos. En ese marco, una persona puede argumentar una objeción de
conciencia individual, pero los ministros de salud provinciales deben proveer la
prestación y satisfacer el derecho de la persona a ser asistida correctamente”.
En cuanto al debate sobre la ampliación de la interrupción voluntaria del embarazo,
pendiente en el parlamento nacional, “nos interesa especialmente que la objeción de
conciencia se consagre en términos de un derecho individual de un profesional, pero
no del servicio, de la institución. Creemos en ese sentido que debe haber un registro
de objetores de conciencia en los ámbitos público y privado, para evitar que aquellos
que objeten en el ámbito público no realicen abortos en la esfera privada, tal como ha
ocurrido en España”, concluyó.
Alguna de esas nóminas se abrieron en los ámbitos nacional, provincial y municipal
en procedimientos como ligadura de las trompas de Falopio, vasectomía, interrupción
de embarazos terapéuticos y también prescripción de anticonceptivos de emergencia.
Y fueron rechazadas por diferentes sectores. Desde la Sociedad Argentina de Ética
Médica y Biológica se denunció que esos profesionales “pueden sufrir persecución,
no lograr ascensos, perder sus empleos por cualquier excusa y ser relegados”.
La ley es clara
La abogada Leticia Kabusacki del Equipo Latinoamericano de Género y Justicia
(ELA), se refirió a la judicialización de situaciones sobre abortos no punibles y
cuestionó las acciones que provienen de instituciones médicas. “La objeción de
conciencia es individual, no institucional”.
El Código Penal nacional, en su artículo 86, establece que es posible interrumpir
embarazos cuando resultan de violaciones o atentados contra discapacitadas
mentales, y cuando peligra la vida de la madre. Sin embargo, ante objeciones de
conciencia de los profesionales de salud, más otros factores, muchas instituciones
exigen la autorización judicial o avalan dicha exigencia por parte de médicos y
médicas o comités de ética. “Se trata de una judicialización innecesaria porque en
Argentina esos procedimientos están claramente legislados y además se obstaculiza
el derecho de las mujeres a acceder a prácticas quirúrgicas adecuadas”, señaló.
Para Kabusacki es muy importante que frente a la negativa de intervenir en una
práctica legal, la institución médica provea inmediatamente otro profesional, sin
obstaculizar los derechos de la mujer. “Nuestro país está legislado por un Estado
laico, por lo tanto, alcanza tanto a los objetores como a los no objetores. Esto no
puede omitirse y donde la ley funciona no deberían producirse este tipo de
obstaculizaciones”.
Según la abogada esas acciones son estimuladas por sectores conservadores, donde se
destacan los grupos pro-vida, pero también se encuentran abrigadas por funcionarios
judiciales.
La integrante del ELA ofreció otro ejemplo. “Las personas tienen derecho a disponer
de su propio cuerpo, sin embargo hay numerosos casos en los que esas personas
deben requerir una autorización judicial previa para acceder a la esterilización
quirúrgica voluntaria. Este requisito no está establecido en ninguna norma. La ciencia
no comprende que se trata de un método anticonceptivo, y en ese sentido se puede
objetar, pero la responsabilidad de garantizar el derecho de una mujer a recibir el
servicio es de la institución médica. No deberían existir bloqueos institucionales en el
acceso a ese derecho”.
Kabusacki dijo que ese problema está vinculado a la inconcordancia existente entre
las pautas éticas en el ejercicio de la medicina y lo jurídicamente establecido. “No
debería ser posible interferir en los derechos que tienen las mujeres a decidir
libremente, sin coacción, sobre su sexualidad y su reproducción”, insistió.
Coca Trillini, dirigente de Católicas por el Derecho a Decidir dijo que “muchas
personas de tradición católica plantean esa excepción para no cumplir con la
legislación vigente. Argentina es un país de tradición católica, sin embargo su
legislación alcanza a todos los credos existentes dentro de sus límites. “Creemos en
ese sentido que un médico, más allá de la religión que profese, debe cumplir la ley
impuesta socialmente, él tiene una responsabilidad” opinó.
“Si la ley dice que una mujer adulta embrazada puede terminar con ese estado cuando
su vida corre riesgo, entonces el médico o médica deber realizar la intervención
quirúrgica correspondiente pese a su disconformidad, o debe desarrollar su profesión
en una institución que no dependa del Estado”. Trillini aseguró que son más de una
las posturas dentro de la tradición católica en cuanto a salud sexual y reproductiva.
Por eso aconsejó: “las personas deben asesorarse y conocer las diferentes posturas,
las distintas tradiciones dentro de la Iglesia. La última decisión es de esas personas
con sus conciencias”.
Artemisa Noticias
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