El hombre y la libertad

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El hombre y la libertad
Todas las culturas cuentan con una determinada concepción del ser humano.
No podía ser de otro modo ya que, al ser la cultura obra suya, no podía dejar de
atribuirse un cierto protagonismo más o menos explícito en relación con los otros seres
distintos de él, en medio de los cuales se desarrolla. Por eso, cuando desde la filosofía
se ha planteado el problema del hombre –qué es el ser humano, en qué consiste ser
hombre- se ha pretendido buscar alguna propiedad que, por pertenecerle a él en
exclusiva, inmediatamente lo diferencie de todos los demás seres. Es el problema de
si el hombre, la especie humana, tiene o no una naturaleza, algo propio, y como tal
una esencia, algo que le haga ser lo que es y no otra cosa, algo, en definitiva, que
establezca su diferencia específica dentro de su género animal.
Frecuentemente, las respuestas a este problema así planteado han sido
afirmativas. Se ha definido al hombre como animal social, animal racional, animal
capaz de manejar símbolos, dominador de la naturaleza mediante la técnica y la
ciencia, etc. La gama es bastante variada (…)
Sin duda alguna, hay que continuar afirmando que el hombre es el objeto de
estudio propio de la humanidad: lo principal continúa siendo conocernos a nosotros
mismos. Las ciencias que estudian el hombre nos dicen que está constituido por un
organismo, resultado de un proceso muy complejo de evolución de la vida,
denominado proceso de hominización. (…) Las diferencias orgánicas con respecto a
los demás seres son de grado. Sin embargo, las diferencias de condición son muy
grandes porque dirige el proceso mediante la cultura, su verdadera naturaleza, en
beneficio propio. En este sentido, afirmamos que el hombre tiene historia, está
sometido a un proceso de humanización.
Puede ser más o menos evidente que el hombre se ha distanciado
sobremanera del resto de los seres y que ha dominado el planeta. Lo que ya no
parece tan evidente es que este dominio lo haya puesto al servicio de todos los
hombres. Las condiciones de vida de gran parte de la humanidad dejan mucho que
desear. En este sentido, hay que continuar hablando de libertad, dignidad y
responsabilidad del ser humano.
Ambigüedad del término Libertad
(Dependencia – Independencia)
La historia social del hombre se inició al emerger este de un estado de unidad
indiferenciada del mundo natural, para adquirir conciencia de sí mismo como de una
entidad separada y distinta de la naturaleza y de los hombres que lo rodeaban (...).
El proceso por el cual el individuo se desprende de sus lazos originales, se denomina
proceso de individuación (...).
En la vida de un individuo encontramos el mismo proceso. Un niño nace cuando
deja de formar un solo ser con su madre y se transforma en un ente biológico
separado de ella. Si embargo, si bien esta separación biológica es el principio de la
existencia humana, el niño, desde el punto de vista funcional, permanece unido a su
madre durante un período considerable.
El individuo carece de libertad en la medida en que todavía no ha cortado
enteramente el cordón umbilical que lo ata al mundo exterior; pero estos lazos le
otorgan a la vez la seguridad y el sentimiento de “pertenecer” a algo y de estar
arraigado en alguna parte. Estos vínculos, que existen antes que el proceso de
“individuación” halla conducido a la emergencia completa del individuo, podían ser
denominados vínculos primarios (...). Son los vínculos que unen al niño con su
madre, al miembro de una comunidad primitiva con su clan y con la naturaleza o al
hombre medieval con la Iglesia y con su casta social.
Una vez alcanzada la etapa de completa individuación y cuando el individuo se
halla libre de sus vínculos primarios, una nueva tarea se le presenta: orientarse y
arraigarse en el mundo y encontrar la seguridad siguiendo caminos distintos de los que
caracterizaban su existencia preindividualista. La libertad adquiere entonces un
significado diferente del que poseía antes de alcanzar esta etapa de evolución.
E. Fromm “El miedo a la libertad” pp 50 y 51
Tipos de libertad
Debido a la complejidad de significados que ha ido abarcando, el término
libertad tiene diversas acepciones que han apuntado en dos direcciones
fundamentales: libertad de ejercicio y libertad de elección.
Libertad de ejercicio:
Aunque el significado que corrientemente se le da a la libertad coincide con el
de la libertad de ejercicio o libertad de poder hacer, dada la importancia que tiene
para el desenvolvimiento social del individuo, en ella se plantea una libertad
meramente extrínseca, de ausencia de coacción, externa, de reconocimiento del
derecho a que nadie nos ponga ningún tipo de trabas para hacer lo que
queremos hacer. En este sentido hablamos hoy del reconocimiento de las
“libertades”, incluyendo en ellas: la libertad física o de movimiento, la libertad civil,
política, religiosa, etc., libertades que deberán ayudar al desarrollo de la capacidad de
autodeterminación del ser humano, por lo que requerirán un control democrático.
Libertad de elección:
Sin embargo, el verdadero problema de la libertad se ha planteado en la libertad
de elección, ya que sin ella la libertad de ejercicio perdería gran parte de su significado
(de poco serviría tener condición de libre si se tiene alma de esclavo). Cuando
hablamos de libertad de elección nos referimos a una libertad intrínseca al
individuo, de ausencia de determinación interna previa a la acción, del
reconocimiento de nuestra capacidad para poder decidir en un momento
determinado entre las distintas alternativas que se nos presenten, eligiendo
aquella que deseamos llevar a la práctica.
Pero, ¿podemos elegir sin otra razón que nuestro propio querer? Las
respuestas a esta pregunta se han dado en una doble vertiente: una que reconoce
nuestra libertad en las decisiones, no estamos determinados más que por nuestro
propio querer; y otra que la niega por considerar que estamos determinados por
otras razones que influyen en nuestra elección más allá de nuestro propio querer.
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