José Pedro Barrán Discurso pronunciado el 5 de agosto de 2009, en el acto de recepción del Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual. Quiero decir que considero que este premio [a la Labor Intelectual] es fundamentalmente a la Historia, no porque yo sea la Historia -que todavía no he llegado a integrar el pasado total- sino porque es la disciplina más humana de todas las ciencias sociales, la más apasionante, la más "pasionante" en el sentido de que convoca las pasiones de todos nosotros, démonos o no cuenta de eso. A pesar de que digo que es un premio a la Historia en sí misma -esto no significa que mis colegas no puedan reclamar su parte [ríe], pero verdaderamente lo siento así-, quiero agradecer sobre todo a un hombre que fue mi maestro, Juan Pivel Devoto. De él aprendí muchas cosas, no exactamente la orientación historiográfica que yo sigo, que más bien es casi la opuesta de él, pero sí la necesidad de hacerlo todo con rigor, con dedicación y con amor. Y aprendí otra cosa que no se refiere a la Historia y que es el amor a mi país. Pivel decía, usando una metáfora, que la vida de Oribe era la de un junco pintado de hierro, queriendo decir que era un hombre débil el que se aferraba a la ley, porque era lo que le daba a él fortaleza, que en sí mismo no la tenía. Y el Uruguay es igual, pero no está pintado de hierro, es un junco con hierro y es muy difícil doblegarnos entonces. Eso me lo transmitió él y siempre que pienso en mi país, en todo lo que le debo, incluyendo esto, me emociona. Todos tienen su relato. ¿Y por qué digo que la historia está en todos nosotros? Bueno, mis amigos psicoanalistas, que no han podido sentarme en el diván -y que entonces no han podido cobrarme tampoco-, pero que me han enseñado muchísimo, me han enseñado por ejemplo que los hombres todos, ni qué decir los niños (luego llegan a ser hombres), tienen su relato, su relato de la familia, su historia personal y viven pensando en ello, rehaciéndola. ¿Cuántas veces la rehacemos y nos mentimos y nos ocultamos cosas y descubrimos otras en medio del asombro de nosotros mismos? Esa historia, esa novela que urdimos de nosotros, es Historia y es parte de la Historia y es nuestra Historia. Con ese vínculo tan visceral, tan carnal que tenemos con nuestra novela, con nuestro pasado, es que de ese vínculo nace nuestra pasión -la mía en particular sin duda alguna- por la Historia. No es lo mismo la historia personal, la novela personal, que la Historia. Bueno, se parecen y a veces se nutren. Hay que tener cuidado con eso para no caer en el solipsismo absoluto ni hablar sólo de uno mismo porque esta historia personal siempre tiende a lo endogámico, a hacer referencia exclusiva de uno. Eso nos pasa con nuestros padres, estamos llenos del recuerdo de ellos, que a veces nos hieren y a veces -es asombroso- nos acarician y eso es así. Y si uno lo piensa es lógico. Y no sigo porque me emociona que puedan acariciarnos. Esa historia tan subjetiva se transforma en la Historia el día que en vez de ver a nuestros padres desde nuestra óptica de hijos los vemos como ellos son, como ellos fueron. Los padres no fueron sólo padres, en algún momento fueron padres, pero antes y después fueron también ellos. Aquí está el principio de descubrir la esencia de la Historia, que es ver al otro, porque cuando uno advierte que los padres no se agotan en eso, que fueron personas, con sus pasiones, con sus crueldades, con sus amores, bueno ya llego a la Historia, porque la Historia es el otro, es también uno, pero es el otro fundamentalmente. Hay un cordón umbilical que nos ata a ellos -sobre eso los psicoanalistas siempre insisten, que hay que cortarlo- pero la verdad es que también nosotros lo urdimos cuando pensamos que ellos sólo fueron nuestros padres y no, ellos lo cortaron antes, fueron también otra cosa. La mirada perdida. Siempre recuerdo de mi padre la mirada perdida que tenía en esos últimos años. Mi madre no tanto -la mujer es mucho más activa-. Creo que nunca tuvo la mirada muy perdida, pero mi padre sí. Es la misma que ha retratado el maestro Anhelo Hernández en mí, en el sentido de cuando él hizo un cuadro sobre mí, me pintó… [ríe] me habrá creído interesante... Lo dudo: el interesante es él, pero no yo como motivo. Lo cierto es que las miradas perdidas de mi padre fueron de las primeras que me hicieron pensar en todo lo que allí había de ensoñación, de amores no realizados o realizados... pero, bueno, en algún momento concluidos. Recuerdo el título de una película inglesa de mi juventud, algunos la recordarán, Lo que no fue. ¿Recuerdan algunos la película? La mayoría no pero algunos supongo que sí. Era magnífica. Esas miradas perdidas que están llenas de lo que no fue y eso también es la historia. Es también lo que no fue de los individuos, no sólo lo que fue, no sólo esto y lo macro y lo económico y lo social y lo que existió. Es también lo que no pudo existir pero existe en cada uno de nosotros. Ahora me viene a la memoria Wagner que es una de mis pasiones que comparto con mi mujer. En primer lugar, este mes -eso no lo sabe casi nadie y me alegro de poderlo decir- se cumplen 106 años de un estreno acá. Bueno, en verdad acá no se estrenó, se estrenó en Munich, pero de cualquier manera acá se vio por primera vez Tristán e Isolda en el Teatro Solís, dirigida por Toscanini nada menos, hace 106 años. La gente que salió del teatro según el diario El Día, "salió con la cabeza hecha un caos". Genial, porque la música esa era muy complicada frente a las melodías de la ópera italiana, más sencillas. En Wagner la pasión es dominante siempre, esté donde esté su música. Hay un momento en que uno de sus personajes hizo una frase que compendia todo lo que la historia tiene de pasión y puede tener de innovación, porque la historia es el estudio del cambio. Siempre estamos persiguiendo el cambio los historiadores, dónde está la novedad, dónde aparece algo distinto de lo que existió. Es cuando Woden, dios de los germanos, que está en el Walhalla le dice a Frigga, su esposa, que (como toda esposa, iba a decir, pero mi señora está presente…) no entendía la pasión (eso no es cierto): "¿Por qué no puede ser lo que nunca fue?". Y eso es la historia. ¿Por qué no puede ser lo que nunca pasó? ¿Por qué no puede pasar? Ese es el origen de la historia, el cambio, la novedad absoluta. ¿Por qué no pueden en algún momento, sin que la sociedad los estigmatice, amarse dos mujeres, amarse dos hombres o pensar en la sociedad sin clases? Son sueños, pero sueños que a veces la realidad se acerca a ellos y si no los soñamos, nunca lo que no fue va a ser. Muchas gracias. (Discurso pronunciado el 5 de agosto de 2009, en el acto de recepción del Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual.)