Argumento: Este texto, diálogo de Platón trata sobre el amor y es titulado <<El Banquete o del amor>> Se dice que hay dos Afroditas; la una, antigua, hija del Cielo, y que no tiene madre, es Afrodita Urania o celestial; la otra, más joven, hija de Zeus y de Dione, es la Afrodita popular. Hay pues, dos Amores correspondientes a las dos Afroditas. Se dice también que el amante debe amar el alma y el alma la virtud. En los tiempos primitivos hubo tres especies de hombres: unos que eran todo hombre, otros todo mujer y los terceros hombre y mujer. Estos hombres eran todos dobles: dos hombres unidos, dos mujeres unidas y un hombre y una mujer unidos. Esta raza de hombres dobles era fuerte, por lo que se volvió orgullosa, atrevida y osada, hasta el punto de que trató de escalar el cielo Para castigarla y disminuir su fuerza resolvió Zeus dividir a estos hombres dobles. Pero desde entonces se verificó la generación por la unión del varón con la hembra. El objeto de este mito es explicar y calificar todas las especies del amor humano. Agatón, respecto a la teoría del amor, se preguntó primero cuál es su naturaleza y después sus defectos según ésta. Amor es el más venturoso de los dioses; es, pues, de naturaleza divina. Es más tierno y el más delicado, porque escoge para residencia el alma del hombre; también es más sutil, porque si no, no podría introducirse en todas partes, penetrar en todos los corazones y salir del mismo modo. Decía Agatón que el amor es el mejor de los dioses porque es el más justo, ya que nunca ofende ni es ofendido; el más temperante, puesto que la templanza consiste en dominar los placeres y no hay ninguno superior al amor; el más fuerte porque venció al mismo Ares, el dios de la Victoria, y el más hábil, en fin, porque forma él a su antojo a los poetas y a los artistas y es el maestro de Apolo, de las Musas, de Hefesto, de Atenea y de Zeus. De boca de Diotima, maestra del amor y en muchas otras cosas, declara Sócrates haber aprendido todo lo que sabe referente al amor. Ella empezó por hacerle saber que el amor no es hermoso ni bueno como él ha probado, y por consiguiente, que no es dios. Si fuera dios, sería hermoso y bueno, porque los dioses, a los que nada les falta, no pueden estar privados de bondad ni de belleza. Diotima por lo tanto se encuentra en el bando totalmente contrario al de Agatón que decía que era un dios. Las leyes que reglan el amor en los otros países son fáciles de comprender por su sencillez y precisión. En la ciudad de Atenas y en las de Lacedemonia son complicadas y dificultosas y la costumbre está sujeta a explicación. Naturaleza corporal contiene los dos amores, porque las partes del cuerpo que están sanas y las enfermas constituyen necesariamente cosas diferentes y heterogéneas. El amor que reside en un cuerpo sano no es el mismo que el amor que reside en un cuerpo enfermo. Me gustaría destacar sobre todo la pequeña historia filosófica que a continuación voy a narrar: Cuando nació Afrodita celebraron los dioses un gran festín y entre ellos se encontraba Poros, hijo de Metis. Después de la gran comida se presentó Penía solicitando unas migajas sin atreverse a pasar de la puerta. En aquel momento Poros, embriagado de néctar, porque entonces todavía no se bebía vino, salió de la sala y entró en el jardín de Zeus, donde el sueño no tardó en cerrar sus párpados cansados. Penía entonces, instigada por su penuria, ideó tener un hijo de Poros; se acostó a su lado y fue madre del Amor. He aquí por qué el Amor fue el compañero y servidor de Afrodita, puesto que fue concebido el mismo día que ella nació, y además porque su naturaleza 1 ama la belleza y Afrodita es bella Se debe empezar a buscar los cuerpos bellos y hermosos desde su edad temprana; si está bien dirigido debe también, además, no amara más que a uno solo engendrar bellos discursos en el que haya elegido. La belleza que se muestra en un cuerpo cualquiera es hermana de la que se encuentra en todos los otros. En efecto, si hay que buscar la belleza en general, sería una verdadera locura no creer que la belleza que reside en todos los cuerpos es una e idéntica. Comentario: Por su estructura y su ambiente El Banquete ocupa una posición singular dentro del amplio repertorio de las obras de Platón. Como su mismo título sugiere, se inscribe dentro de la literatura también continuará en las prosas de Jenofonte, Plutarco, Ateneo, Luciano, Metodio y Juliano. El marco de las conversaciones es una sala en la que están congregados en torno a la mesa y las copas del banquete o sympósion varios comensales amigos que exponen, uno tras otro, sus opiniones en relación con el tema propuesto. En este caso, el tema es el amor, el eros 8que, en griego designa al amor pasión frente a la philía, que es el amor de cariño y trato familiar, y a l agápe, palabra que luego preferirán los autores cristianos para designar un afecto más espiritual, al margen de la atracción sexual). Los seis discursos de los convidados al festín, en el que se celebra la victoria teatral de Agatón, ofrecen seis perspectivas sobre el amor. El largo discurso supera todos los anteriores por su hondura y su belleza. El irónico maestro se muestra enormemente inspirado y entusiasta al referirnos el mito Poro y Penía, se perfila como un démon singular, anhelante de la belleza, menesteroso y prodigio a la par, dotado de gran ingenio y esforzado en su pasión, atento más a lo espiritual que a lo físico. Después de los parlamenteos de Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes y Agatón, el de Sócrates viene a plantear el elogio de amor con nuevas perspectivas. Por su contenido, los enfoques del amor nos recuerdan los del Lisis (más centrados allí en la philía), y la teoría platónica encuentra un complemento en un diálogo posterior: El Fedro, centrado sobre el impulso sublime del alma amante. (Aristóteles recogerá también ecos de esa teoría en su concepción de que la divinidad mueve el universo a través del amor que inspira a lo creado.) Hay una progresión en los discursos que presta enorme atractivo al diálogo, coloreado y de gran belleza retórica, a la par que de enorme interés filosófico. El equilibrio entre el filósofo y el poeta está muy conseguido aquí, de modo inolvidable. La escena final de El Banquete está marcada por la aparición de una sorprendente personaje: Alcibíades, el enfant terrible de la Atenas de aqullos años. Irrumpe ebrio y fogoso en el simposio y hace el elogio de Sócrates, basado en su experiencia personal del trato con él. Las palabras de Alcibíades muestran cómo el filósofo sabe comportarse de acuerdo con la doctrina recibida de Diotima, y cómo el verdadero amor culmina en lo espiritual. Comparado con un sileno, el dios rústico y rechoncho que esconde en su interior un tesoro de sabiduría, Sócrates es presentado como un auténtico maestro camarada. Hay, al final del diálogo, unas palabras en las que se dice que el mismo autor compone comedias y tragedias. (Algo opuesto a la práctica habitual en el teatro ateniense, pero que le va muy bien a Platón como escritor que, tras el Fedón grave y austero, ha compuesto estas escenas alegres y festivas de El Banquete.) ¡Qué arte para los gestos característicos!, y para los pequeños gestos, como ese de Sócrates, al final del Fedón, acariciando los mechones de cabello de Apolodoro, en un cariñoso ademán de despedida, o exclamando en una última frase, las enigmaticas palabras <<¡Critón, debemos un gallo a Asclepio!>> ¿Acaso porque convenía hacer un regalo al dios de la salud al abandonar la vida, como quien se repone de una enfermedad? Que la búsqueda del saber filosófico se nos presente en Platón a través de una serie de diálogos no es tan sólo 2 un fenómeno literario singular, sino, al mismo tiempo y con un sentido más profundo, la expresión de su propia concepción de la filosofía como actividad crítica. Podemos admitir que no fue Platón el inventor de esa forma literaria, la del coloquio definido por la prosa y la discusión de un tema intelectual. Ya su parinete Critias había escrito unas Conversaciones (Homilíai) de tono acaso parecido, e incluso Antístenes, el precursor de los cínicos, se le había anticipado en la redacción de algunos lógoi sokratikoí, con forma de diálogos. 3