Martina Vota

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Trabajo subjetivo
Lugar: Fundación Espacio Redes.
Fecha: Julio 2016.
Alumna: Martina Isabel Vota.
TODO YO ES OTRO
En 1955 1, Lacan hace la central diferenciación entre “el pequeño otro”, “el
otro”, con minúscula, una proyección del yo; simultáneamente, el semejante y
la imagen especular, inscrito en el orden imaginario y, por otro lado, “el Otro”,
con mayúscula, el cual designa la alteridad radical, la otredad que trasciende la
otredad ilusoria de lo imaginario. Lacan equipara esta alteridad con el lenguaje
y la Ley; por ende, el gran Otro está inscrito en el orden simbólico.
El Otro es otro sujeto, con su singularidad inasimilable, y también es el orden
simbólico (que media irremediablemente la relación con ese otro sujeto). Este
último sentido es el fundamental: “el Otro debe en primer lugar ser considerado
un lugar, el lugar en el cual está constituida la palabra”.
Lacan afirma que la palabra no se origina en el yo, sino en el Otro; por lo tanto,
la palabra, el lenguaje, están más allá del control consciente, vienen “de otro
lugar”, desde fuera de la conciencia. Esta es la explicación de su frase: “el
inconsciente es el discurso del Otro”.
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Es así como el sujeto irá recorriendo diversos caminos, atravesando diferentes
fases y campos en relación al Otro, a sí mismo y a otros objetos, llevando a
cabo respuestas, formando su estructura psíquica y su elección de posición
subjetiva.
Por lo demás al constituirse el ego de cada sujeto a partir del Otro, también
resulta ser el deseo instalado en cada sujeto un deseo proveniente del Otro y
dirigido hacia el Otro, esto se resume en el apotegma: “el deseo es el deseo del
1 Lacan, J. - Seminario 2 – “El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica.”
2 Lacan, J., "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", Escritos I, Siglo XXI, México, 1976.
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Otro”. 3 Lo cual se entiende como que el sujeto quiere ser objeto del deseo del
Otro y objeto de reconocimiento también. Así el niño queda pegado al deseo
del Otro materno, y es con la articulación del deseo con la ley, definiéndose la
castración materna a través de la metáfora paterna, que el niño queda liberado
del goce del Otro. Esta doble operación lógica lleva el nombre de alienación separación, y Lacan sostiene que el sujeto se constituye, justamente, a partir
de la misma.
HAMBRE DE QUE HAYA SIGNOS DEL OTRO
La cría humana ingresa al mundo con prematuración, es decir, no nace con
todo el sistema neuronal constituido, por lo cual requiere la dependencia de
Otro, ya sea para alimentarse, y todas aquellas necesidades básicas, es decir,
que, para el niño, la madre (o quien cumpla la función materna) ocupa
primeramente la posición del gran Otro.
Ese Otro que cubre las necesidades del niño, además le da un plus, el amor,
las caricias, un nombre, etc.
En principio, el niño tendrá una alteración interior producida por la sensación de
hambre, generándole displacer, intentando requerir que la cancelación de este
estímulo sea posible por otro que la resuelva. Cuando ese Otro posibilita la
descarga (le da de comer al bebé) deja en ese niño una huella placentera. Pero
para que esto ocurra, será necesario un individuo experimentado que pueda
leer e interpretar lo que allí sucede para que cese inmediatamente la
necesidad, otro que le presente el mundo. Por eso allí será importante el
entendimiento y la comunicación, ya que este va a “donar” palabras, ubicándolo
al niño en el mundo del lenguaje.
Es a partir de estas primeras vivencias de satisfacción que comenzará a armar
sus recursos psíquicos, sus deseos, su aparato psíquico, y se irá formando la
construcción de la demanda, posibilitando el fundamento del inconsciente,
siendo este atravesado por las marcas del lenguaje. Es decir, que a partir de
allí se va a instalar en el aparto psíquico la necesidad de satisfacción y la
realización del deseo vía el principio de placer, a partir de representaciones
3 Lacan, J.: Seminario XI, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” (1964)
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psíquicas inconscientes. Este primer momento constitutivo, primer encuentro
con lo que el lenguaje va a instalar en el viviente, pasando de una experiencia
vital a una experiencia libidinal, singular y diferente en cada uno.
ARMADO DE LA PRODUCCIÓN IMAGINARIA
Pero a su vez, ese Otro nutricio no sólo será el encargado de introducir al niño
en el mundo del lenguaje, sino que además será el configurador de la imago
corporal.
Dicho esto, se trata de aquella etapa en la cual el niño se encuentra por
primera vez capacitado para percibirse, o más exactamente, percibir
su imago corporal completa en el espejo. En esta fase, de acuerdo a la teoría
Lacaniana, se desarrollaría el yo como instancia psíquica.
Cuando un niño se reconoce por primera vez en el espejo, celebra la aparición
de su imagen con un gesto de alegría, de júbilo o de éxtasis. Esta fascinación
es interpretada por Lacan como la identificación del niño con su imagen, la que
encuentra allí por primera vez reflejada de manera completa. En vez de ver
sólo partes de su cuerpo, observa por primera vez la totalidad. Estos
fragmentos no aparecen estructurados o relacionados entre sí, no constituyen
una unidad, por lo que han sido percibidos como objetos parciales hasta la
experiencia del espejo.
Sin embargo, lo que por sobre todo resalta Lacan, es que el reconocimiento de
la propia imagen especular ocurre con ayuda de y en relación a un otro
semejante. Así el niño, todavía en un estado de impotencia e incoordinación
motriz, anticipa imaginariamente la aprehensión y dominio de su unidad
corporal. El proceso que se pone en marcha aquí es el de la identificación con
la imagen del semejante como forma total, lo que permitiría una unificación
imaginaria.
Al ocurrir el estadio del espejo el infante deja de angustiarse de sumo
grado ante la ausencia de la madre, pasando a poder regocijarse percibiéndose
reflejado, y, sobre todo, dotado de unidad corporal, de un cuerpo propio (al que
identificará con "su" yo). El regocijo experimentado al observar su imagen es
también un primer momento de sentimiento de placer con su cuerpo, sin la
directa asistencia de la madre.
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Así el estadio del espejo revela la configuración del yo del sujeto. Como para
que tal haya ocurrido ha sido menester el estímulo externo desde un
semejante, Lacan deduce de allí que, en principio, inicialmente, todo yo es un
Otro. Es decir, que al momento de la constitución del yo, lo que el Otro dice es,
a su vez, imagen que le retorna el espejo al sujeto en cuestión.
Pero el estadio del espejo por sí sólo, con la implicación de la madre o la
función materna, no resultan suficientes para la subjetivación. Lacan deduce
luego que se requiere un tercero. Es la función paterna la que permitirá
mantener la noción de unidad corporal del sujeto y luego el desarrollo psíquico
que deviene a partir de esta primera percepción de unidad.
TÚ ERES
Las primeras relaciones de realidad se dibujan entre la madre y el niño. El padre
no entra desde el comienzo a formar parte de la tríada que existe más tarde entre
“niño, padre, madre”.
El niño viene, para la madre, a ocupar el lugar de lo que a ella le falta y desea:
el falo (ecuación niño-falo). Y es así que se desarrolla la primera vinculación dual
entre la madre y el niño, estando siempre el falo como tercer elemento. Es decir,
que hay una primera fase pre genital donde hay Otro materno que da o no da
construyéndose en el imaginario una relación dual.
Y así el niño, en su relación con la madre, encuentra su significación de lo que
él es. Es decir que la significación fálica se introduce por la metáfora paterna.
El niño requiere identificarse al falo para ser el objeto de deseo de la madre.
El padre entrará en función como prohibidor del objeto que es la madre para ese
niño. Y la prohibición, vía amenaza de castración, el niño la puede asumir o no,
la puede aceptar o rechazar. Y este punto es central, nodal en el Edipo.
Lacan dijo que el complejo de Edipo tiene la estructura de una metáfora,
recordando que en una metáfora un significante viene a sustituir otro
significante (la que él llama metáfora paterna). Y en esta metáfora paterna, el
Nombre del Padre viene a sustituir al Deseo de la Madre. 4
4 Lacan, J., “Las formaciones del inconsciente”. Seminario 5, Paidós, Bs. As., 1999.
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Es decir que la función del padre en el complejo de Edipo es ser un significante
que sustituye a un primer significante que es el deseo de la madre, separando
de este modo al sujeto del objeto incestuoso (a la madre de su hijo).
La metáfora paterna introduce entonces una legalidad, un orden, es decir, que el
padre en este caso, es el padre simbólico.
A su vez, el padre priva a la madre del objeto de su deseo: la castra (que el hijo
no sea su falo). La metáfora paterna remite a una división del deseo que
impone que el objeto niño no lo sea todo para el sujeto materno.
Es allí que el Otro va a sancionar el lugar que el niño va a tener en el deseo,
quedando marcado por esta ubicación. Esta es una asimetría primordial que
sanciona el lugar simbólico para el Otro, en tanto objeto del deseo del Otro
recupere goce (plus de goce) tras ser privado del autoerotismo, dando lugar a
una posición de salida exogámica, dándole la posibilidad de asumirse en su
ideal sexual.
El padre, como agente de la castración va a cumplir una función estructurante
ubicado al niño como sujeto del deseo, donando normativas sobre lo que se
debe hacer en tanto hombre o mujer, posibilitando que el cuerpo erogeneizado
y libidinizado.
Es un padre que posibilita el deseo, como algo particular y no universal, ya no
anónimo, vivo. El padre, enunciando la ley, la palabra – y en este punto no es
precisamente el acto de dar la palabra-, la humaniza y da la posibilidad de vivir
y servirse de ella
Dichas funciones paternas o maternas serán fundamentales en la construcción
y asunción como sujeto, ya que será un punto nodal en la estructura donde
habrá una articulación entre el deseo y la ley, logrando posteriormente el
ingreso a la legalidad en lo social vía la exogamia.
La función materna, a partir de los cuidados y del interés particularizado y de su
deseo respecto de ese niño, y la función paterna, trasmitiendo un deseo no
anónimo, determinarán el lugar en el niño en del deseo del Otro. ¿Cuál deseo
de hijo? Esto último está relacionado a la función paterna la del padre, en tanto
que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo. 5
5 Lacan J., 1969, “Dos notas sobre el niño” publicado en Intervenciones y Textos 2; Manantial: Buenos Aires, 1988. Y
en la dirección de internet de la École Lacanienne de Psychanalyse, www.ecole-lacanienne.net : “Deux notes a J.
Aubry” de 1969-10-00.
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