Opinión Jueves 17 de Octubre de 2002 Mal negocio para los cartoneros Por Juan J. Cruces Para LA NACION A tono con la crisis, numerosas familias hurgan diariamente en la basura en busca de material reciclable para vender a intermediarios. Lamentablemente, esto tiene el efecto de dispersar la basura y dificultar la tarea de recolección de residuos de las empresas contratadas por la ciudad. Al costo de tener una ciudad más sucia, el mercado del reciclado informal provee una opción de supervivencia a familias muy pobres. Acuciado por la demanda de mayor orden y limpieza, y a la vez tratando de mejorar las condiciones laborales de los cartoneros, el gobierno de la ciudad ha dispuesto una reforma consistente en la obligación de sacar los residuos reciclables en bolsas diferenciadas de las de los residuos orgánicos. Separación de la basura Paradójicamente, si la gente cumple con esta reforma, se eliminará la fuente de trabajo del eslabón más pobre de la cadena de reciclado y los cartoneros deberán dedicarse a actividades aún peores que hurgar la basura. La reforma tendrá el efecto de empeorar la distribución del ingreso aun entre los muy pobres, ya que los cartoneros serán sustituidos por intermediarios, más eficientes en el nuevo esquema. Alguien dijo que la economía es la ciencia triste: triste o alegre, nos ayuda a entender lo que muy probablemente pasará si se cumple la reforma. La razón es muy sencilla. Hasta ahora, lo que verdaderamente permitía que los cartoneros agregasen valor al proceso productivo (y pudieran cobrar por ello) era precisamente que los materiales reciclables estuvieran escondidos entre los no reciclables. Separar unos de otros es una tarea de mano de obra intensiva y muy desagradable. El mercado está dispuesto a compensar a las personas que asumen tal molestia con un ingreso que, si bien es bajo, es ciertamente más alto que la opción de que disponen de ahora en adelante los cartoneros. Sin embargo, los cartoneros no son eficientes en toda la cadena productiva del reciclado: se especializan en la separación de residuos y principalmente en el transporte por cortas distancias hasta que venden los residuos reciclables a un intermediario que dispone de capital (una balanza, una camioneta y dinero en efectivo para pagar al cartonero material que él cobrará con un cheque a quince días), que los transporta y revende a industrias que lo utilizarán como insumo. Al sacar la basura ya discriminada entre reciclable y no reciclable se destruye lo que da valor al cartonero: su disposición a hacer esta separación que resulta inaceptable para personas con acceso a mejores opciones. Esto beneficiará a encargados de edificios y acopiadores a costa de los cartoneros. Si bien ningún encargado que se precie de tal se ensuciaría las manos hurgando en la basura en busca de unos pocos materiales reciclables, no tendrá inconveniente en esconder las bolsas con esos materiales hasta que pase la camioneta de su acopiador "preferido". Estas camionetas transportarán lo reciclable mucho más rápido que los cartoneros de a pie hasta un centro de clasificación. Triste paradoja Según el sitio de Internet www.spublicos.com.ar , el mercado de reciclaje de la ciudad de Buenos Aires factura unos ocho millones de pesos mensuales. La mitad de este monto se divide entre un gran número de cartoneros muy pobres, mientras que la otra mitad se divide entre un mucho más pequeño grupo de acopiadores. Esta reforma reducirá la participación de los cartoneros más pobres en la distribución del ingreso de la cadena de reciclado, porque destruirá su ventaja comparativa (que en definitiva es su disposición a hacer un trabajo inaceptable para otros). Serán sustituidos en parte por los hogares -que separarán la basura gratuitamente antes de ponerla en las bolsas-, en parte por encargados de edificios y en parte por recolectores con mayor acceso al capital. En definitiva, se da la paradoja de que el propósito de dignificar la tarea del cartonero eliminará su fuente de trabajo y lo condenará a vivir aún peor que en la actualidad. Juan J. Cruces es profesor de economía de la Universidad de San Andrés.