6 de septiembre de 2015

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PARA EL CELEBRANTE
nuestro en el que mantenemos las distancias, evitamos involucrarnos demasiado en
los problemas de los demás, evitamos el contacto con todo aquello que pesamos nos
contamina, Dios toca, abraza y sana, y no hace preferencias entre personas, como
nos dice Santiago. Es más, si las hace es precisamente en favor de los débiles, los
despreciados, los humildes...
Jesús quiere curarnos y pone toda su fuerza en ello, y al igual que al sordo, nos grita
«Ábrete». Es necesaria nuestra colaboración, no se cura aquel que no reconoce su
enfermedad. Él quiere que vivamos una vida sana, que salgamos de nuestro
aislamiento y descubramos lo que es vivir escuchándolo a Él y a los demás.
Abriéndose a Dios y al mundo todo hombre queda curado.
Este hombre no era mudo, dice el evangelista que apenas podía hablar. Es imposible
hablar bien cuando no se escucha. Quien no escucha esta mudo también en la fe.
Escuchar la palabra de Dios es vital para el creyente. Escucharla, que llegue a
nuestro corazón y nos interpele, tiene como resultado que nuestra lengua confiese
aquello que creemos y vivimos. Cuando no escuchamos a Dios nuestra lengua es
tosca, nuestras palabras pueden resultar ofensivas, dañinas. A menudo olvidamos la
fuerza constructiva o destructiva de nuestras palabras. Necesitamos curar nuestra
sordera y escuchar la palabra de Dios para que purifique y fecunde nuestras
palabras. Para nosotros, los cristianos, esto es una gran responsabilidad, pues
estamos llamados a anunciar el Evangelio con la palabra.
Jesús sigue hoy curando a la humanidad a través de su Iglesia: predicando su
palabra, curando enfermos, acogiendo y acompañando a los pobres y marginados,
luchando contra la opresión y la injusticia. Esta es una tarea que nos compromete a
todos los cristianos.
El milagro que nos relata Marcos recuerda nuestro bautismo, porque uno de los
signos con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el
rito del Effetá, cuando el ministro hace sobre nosotros lo mismo que hizo Jesús a
este hombre. Un cristiano ha de tener los oídos atentos para escuchar a Dios y al
prójimo, sin hacerse el sordo. Un cristiano ha de saber utilizar las palabras para
hablar sin miedo de la obra tan grande que Dios ha hecho en nosotros. Si vivimos
sordos a su llamada, si vivimos ciegos a su amor hacia los que sufren,
encerrándonos en nosotros mismos, levantando barreras, si no nos acercamos y
acogemos al desvalido, entonces no tendremos ninguna palabra que decir ni ninguna
Buena Noticia que anunciar.
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
«Abrirse a los demás»
MONICIÓN DE ENTRADA
Es fundamental para nosotros los cristianos
estar siempre dispuestos a escuchar la
llamada de Jesús y más en estos momentos
de dificultad, en los que se nos pide actuar
con lucidez y responsabilidad. Sería funesto
vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus
palabras de vida, no escuchar su Buena
Noticia, no captar los signos de los tiempos,
vivir encerrados en nuestra sordera.
Participemos activamente en esta celebración
de la Eucaristía para que la fuerza sanadora
de Jesús llegue a cada uno de nosotros y nos cure.
ACTO PENITENCIAL
Porque no siempre estamos abiertos a tu Palabra.
Señor, ten piedad.
Porque no fomentamos la relación personal contigo.
- Cristo, ten piedad.
Porque no nos acercamos a ti para que nos cures.
- Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Estemos atentos a la Palabra que se va a proclamar. No vivamos sordos a la
Palabra de Dios. Abramos el corazón para acoger el mansaje de salvación. Si
no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de
esperanza en la vida de los que sufren.
Lectura del libro del profeta Isaías 35, 4-7a
Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37.
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 6 de septiembre de 2015
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015
www.caritas-sevilla.org
PARA EL CELEBRANTE
ORACION DE LOS FIELES
MENSAJE PARA ANTES DE LA COLECTA
Nuestro mundo, nuestra sociedad, necesita el perdón y la misericordia para
superar las barreras del resentimiento y el odio. Se lo pedimos a Dios nuestro
Padre, rico en perdón y misericordia.
Como cristianos podemos tener un discurso paradójico, decir grandes
verdades y proclamar mensajes muy positivos, pero que no tocan el corazón
de las personas. Y es que el mundo no está esperando grandes discursos de
los especialistas, sino una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio y
pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de los pobres y
desfavorecidos. Que la aportación a la colecta que vamos a realizar para
cáritas, sea testimonio de ser miembros de una Iglesia que está cerca de
quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.
Respondamos diciendo: Te rogamos, óyenos.
-
Pidamos por la Iglesia de Dios, para que sea lugar de acogida y
reconciliación en medio de los enfrentamientos y las desavenencias.
Oremos.
-
Pidamos por los miembros de la comunidad, para que estemos siempre
abiertos a la Palabra de Dios y a las necesidades de los hermanos.
Oremos.
-
Pidamos por nuestras familias, para que a través del amor y la ternura
sepamos vivir la grandeza del perdón. Oremos.
-
Pidamos todas las víctimas que sufren en propia carne el pecado de los
demás, para que la demanda de justicia no sea excusa para negar el
perdón. Oremos.
-
Pidamos por los que cumplen condena en las cárceles, para que
encuentren medios e instituciones que les ayuden a reinsertarse en la
sociedad. Oremos.
-
Pidamos por las personas que vienen a nuestra cáritas parroquial
buscando la acogida, ayuda y acompañamiento de nuestra comunidad,
por los miembros de nuestro equipo de cáritas, para que su actuar sea
siempre según el corazón de Cristo. Oremos.
-
Por nuestra comunidad (parroquial) para que abramos siempre las
puertas de nuestro corazón a la indulgencia y a la compasión. Oremos.
Padre Nuestro, “rico en misericordia”, concédenos cooperar sin descanso en
la reconciliación y la instauración de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor.
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 6 de septiembre de 2015
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015
www.caritas-sevilla.org
REFLEXIÓN
¡Effetá!, ¡Ábrete! Este domingo el Señor nos pide que no tengamos miedo y nos
abramos a Él, a su palabra y a su acción salvífica. Nos pide que no pongamos trabas
y dejemos que su poder curativo actué en nosotros. Él viene a salvar a los corazones
afligidos y a los endurecidos, a los que no escuchan porque no quieren oír, a los que
no saben hablar o hablan con necedad porque no saben escuchar. Su fuerza
sanadora viene para todos, pero especialmente para los pobres, los débiles, los
últimos...
Dios quiere el bienestar y la salud para todos. Como refiere Isaías, el salmista y el
propio Jesús, Dios quiere que los ciegos vean, que los sordos oigan, que los mudos
hablen, que los cojos anden. Es cierto lo que nos dice Isaías, Dios viene a
restituirnos, a resarcirnos, a salvarnos. Dios todo lo orienta hacia nuestro bien y saca
bien incluso de los males y las desgracias. Somos nosotros los que muchas veces
perdemos la paciencia, desconfiamos y nos cerramos a su acción. Somos nosotros
los que no vemos los signos, los que estamos ciegos y sordos, los que nos
paralizamos ante las adversidades y cerramos el corazón a Dios.
El poder curativo de Dios se nos manifiesta en Jesús. En los evangelios aparece en
múltiples ocasiones como sana a los enfermos, resucita a los muertos, domina la
naturaleza y libera a las personas. Jesús cura al hombre entero, los signos o milagros
que realizan, van dirigidos a la persona en su totalidad.
En el evangelio de este domingo Jesús se aparta, del resto de la gente, con el
enfermo, lo toca, siente su enfermedad, se compadece de su debilidad. Es en ese
momento cuando todo comienza a cambiar, una corriente de amor comienza a
desencadenarse. Es eso lo que sucede cuando en un mundo despreocupado,
distraído por los miles de quehaceres que nos embargan, en un mundo como el
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