PARA EL CELEBRANTE nuestro en el que mantenemos las distancias, evitamos involucrarnos demasiado en los problemas de los demás, evitamos el contacto con todo aquello que pesamos nos contamina, Dios toca, abraza y sana, y no hace preferencias entre personas, como nos dice Santiago. Es más, si las hace es precisamente en favor de los débiles, los despreciados, los humildes... Jesús quiere curarnos y pone toda su fuerza en ello, y al igual que al sordo, nos grita «Ábrete». Es necesaria nuestra colaboración, no se cura aquel que no reconoce su enfermedad. Él quiere que vivamos una vida sana, que salgamos de nuestro aislamiento y descubramos lo que es vivir escuchándolo a Él y a los demás. Abriéndose a Dios y al mundo todo hombre queda curado. Este hombre no era mudo, dice el evangelista que apenas podía hablar. Es imposible hablar bien cuando no se escucha. Quien no escucha esta mudo también en la fe. Escuchar la palabra de Dios es vital para el creyente. Escucharla, que llegue a nuestro corazón y nos interpele, tiene como resultado que nuestra lengua confiese aquello que creemos y vivimos. Cuando no escuchamos a Dios nuestra lengua es tosca, nuestras palabras pueden resultar ofensivas, dañinas. A menudo olvidamos la fuerza constructiva o destructiva de nuestras palabras. Necesitamos curar nuestra sordera y escuchar la palabra de Dios para que purifique y fecunde nuestras palabras. Para nosotros, los cristianos, esto es una gran responsabilidad, pues estamos llamados a anunciar el Evangelio con la palabra. Jesús sigue hoy curando a la humanidad a través de su Iglesia: predicando su palabra, curando enfermos, acogiendo y acompañando a los pobres y marginados, luchando contra la opresión y la injusticia. Esta es una tarea que nos compromete a todos los cristianos. El milagro que nos relata Marcos recuerda nuestro bautismo, porque uno de los signos con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el rito del Effetá, cuando el ministro hace sobre nosotros lo mismo que hizo Jesús a este hombre. Un cristiano ha de tener los oídos atentos para escuchar a Dios y al prójimo, sin hacerse el sordo. Un cristiano ha de saber utilizar las palabras para hablar sin miedo de la obra tan grande que Dios ha hecho en nosotros. Si vivimos sordos a su llamada, si vivimos ciegos a su amor hacia los que sufren, encerrándonos en nosotros mismos, levantando barreras, si no nos acercamos y acogemos al desvalido, entonces no tendremos ninguna palabra que decir ni ninguna Buena Noticia que anunciar. XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B «Abrirse a los demás» MONICIÓN DE ENTRADA Es fundamental para nosotros los cristianos estar siempre dispuestos a escuchar la llamada de Jesús y más en estos momentos de dificultad, en los que se nos pide actuar con lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. Participemos activamente en esta celebración de la Eucaristía para que la fuerza sanadora de Jesús llegue a cada uno de nosotros y nos cure. ACTO PENITENCIAL Porque no siempre estamos abiertos a tu Palabra. Señor, ten piedad. Porque no fomentamos la relación personal contigo. - Cristo, ten piedad. Porque no nos acercamos a ti para que nos cures. - Señor, ten piedad. MONICIÓN A LAS LECTURAS Estemos atentos a la Palabra que se va a proclamar. No vivamos sordos a la Palabra de Dios. Abramos el corazón para acoger el mansaje de salvación. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren. Lectura del libro del profeta Isaías 35, 4-7a Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10 Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5 Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37. Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 6 de septiembre de 2015 XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015 www.caritas-sevilla.org PARA EL CELEBRANTE ORACION DE LOS FIELES MENSAJE PARA ANTES DE LA COLECTA Nuestro mundo, nuestra sociedad, necesita el perdón y la misericordia para superar las barreras del resentimiento y el odio. Se lo pedimos a Dios nuestro Padre, rico en perdón y misericordia. Como cristianos podemos tener un discurso paradójico, decir grandes verdades y proclamar mensajes muy positivos, pero que no tocan el corazón de las personas. Y es que el mundo no está esperando grandes discursos de los especialistas, sino una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio y pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de los pobres y desfavorecidos. Que la aportación a la colecta que vamos a realizar para cáritas, sea testimonio de ser miembros de una Iglesia que está cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad. Respondamos diciendo: Te rogamos, óyenos. - Pidamos por la Iglesia de Dios, para que sea lugar de acogida y reconciliación en medio de los enfrentamientos y las desavenencias. Oremos. - Pidamos por los miembros de la comunidad, para que estemos siempre abiertos a la Palabra de Dios y a las necesidades de los hermanos. Oremos. - Pidamos por nuestras familias, para que a través del amor y la ternura sepamos vivir la grandeza del perdón. Oremos. - Pidamos todas las víctimas que sufren en propia carne el pecado de los demás, para que la demanda de justicia no sea excusa para negar el perdón. Oremos. - Pidamos por los que cumplen condena en las cárceles, para que encuentren medios e instituciones que les ayuden a reinsertarse en la sociedad. Oremos. - Pidamos por las personas que vienen a nuestra cáritas parroquial buscando la acogida, ayuda y acompañamiento de nuestra comunidad, por los miembros de nuestro equipo de cáritas, para que su actuar sea siempre según el corazón de Cristo. Oremos. - Por nuestra comunidad (parroquial) para que abramos siempre las puertas de nuestro corazón a la indulgencia y a la compasión. Oremos. Padre Nuestro, “rico en misericordia”, concédenos cooperar sin descanso en la reconciliación y la instauración de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 6 de septiembre de 2015 XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015 www.caritas-sevilla.org REFLEXIÓN ¡Effetá!, ¡Ábrete! Este domingo el Señor nos pide que no tengamos miedo y nos abramos a Él, a su palabra y a su acción salvífica. Nos pide que no pongamos trabas y dejemos que su poder curativo actué en nosotros. Él viene a salvar a los corazones afligidos y a los endurecidos, a los que no escuchan porque no quieren oír, a los que no saben hablar o hablan con necedad porque no saben escuchar. Su fuerza sanadora viene para todos, pero especialmente para los pobres, los débiles, los últimos... Dios quiere el bienestar y la salud para todos. Como refiere Isaías, el salmista y el propio Jesús, Dios quiere que los ciegos vean, que los sordos oigan, que los mudos hablen, que los cojos anden. Es cierto lo que nos dice Isaías, Dios viene a restituirnos, a resarcirnos, a salvarnos. Dios todo lo orienta hacia nuestro bien y saca bien incluso de los males y las desgracias. Somos nosotros los que muchas veces perdemos la paciencia, desconfiamos y nos cerramos a su acción. Somos nosotros los que no vemos los signos, los que estamos ciegos y sordos, los que nos paralizamos ante las adversidades y cerramos el corazón a Dios. El poder curativo de Dios se nos manifiesta en Jesús. En los evangelios aparece en múltiples ocasiones como sana a los enfermos, resucita a los muertos, domina la naturaleza y libera a las personas. Jesús cura al hombre entero, los signos o milagros que realizan, van dirigidos a la persona en su totalidad. En el evangelio de este domingo Jesús se aparta, del resto de la gente, con el enfermo, lo toca, siente su enfermedad, se compadece de su debilidad. Es en ese momento cuando todo comienza a cambiar, una corriente de amor comienza a desencadenarse. Es eso lo que sucede cuando en un mundo despreocupado, distraído por los miles de quehaceres que nos embargan, en un mundo como el