Pensamiento católico, cultura y sociedad

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Pensamiento católico, cultura y sociedad
Pbro. Lic. Sergio Buenanueva
Tres hechos del espíritu, en tres tiempos y tres lugares. Al final, una conclusión que, más que cerrar,
pretende dejar abierto unos interrogantes que estimulen la inquietud evangélica de pensar desde la fe.
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Primer tiempo. Mendoza. El pasado 15 de diciembre, el Consejo presbiteral de la Diócesis tuvo su
habitual reunión extraordinaria de fin de año. Con el P. Marcelo De Benedectis nos tocó guiar una reflexión sobre el tema: “Iglesia, sociedad y vida laical”. El foco de atención eran algunos “puntos de
fricción” entre la fe y pensamiento católicos y la cultura ambiente (temas bioéticos, evolución de la
legislación provincial y nacional sobre temas controvertidos, etc.).
El diálogo fue sereno y profundo. Los curas presentes coincidimos en la necesidad de apuntar siempre
a una presentación del gran “sí” a la vida que es la fe cristiana, en la línea de unas orientaciones del
Papa Benedicto XVI a los católicos italianos, ofrecidas recientemente.
Sin descuidar o minimizar los puntos de fricción, o los condicionamientos del integrismo católico, el
esfuerzo propiamente evangelizador de la Iglesia diocesana tiene que ser más bien propositivo.
Coincidimos también en la necesidad de potenciar el perfil específicamente laical del aporte de la Iglesia. Sin descuidar el oficio de enseñar de los pastores, la gran mayoría de estos temas implican a los
laicos, sus competencias profesionales y aquella sana libertad que la Iglesia les reconoce en estas materias, como también a la formación de la conciencia responsable.
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Segundo tiempo. Milán. El miércoles 20 de diciembre, el prestigioso historiador italiano, Ernesto Galli
Della Loggia, publicó en Il Corriere della sera un agudo artículo: “Una sociedad sin católicos. La
Iglesia está. Le faltan los militantes”.
El historiador evidencia la enorme disparidad de presencia pública entre el pensamiento laico y el católico. Siendo que Italia, al menos en línea de mínima, es un país que con una gran paridad entre uno y
otro mundo de pensamiento. Se queja del reduccionismo de los debates públicos, por ejemplo en los
temas bioéticos. De hacer caso a los medios -comenta-, las posiciones serían: Italia versus la Conferencia episcopal italiana. La realidad italiana es mucho más compleja.
Periodistas, intelectuales, hombres o mujeres del espectáculo o del mundo del entretenimiento, no tienen reparo en hablar claramente de su punto de vista antirreligioso o laicista, confrontando ásperamente con las posiciones de una sobreexpuesta jerarquía católica.
Cuando aparece un representante de la cultura católica, si es “progresista”, su disenso respecto a la
jerarquía suele ser más acentuado que el del mundo laico o indiferente. Es decir: en el contraste entre
la orientación religiosa y sus propias posiciones, no se duda: son las últimas la que normalmente terminan prevaleciendo.
En otros casos, todo se reduce a la voz de algún clérigo, o a la reflexión siempre tímida y apocada de
laicos católicos, avergonzados de manifestarse explícitamente tales o el específico punto de vista de la
Iglesia.
La raíz de esto -según su criterio- es una notable crisis interna de la Iglesia, una suerte de “politización” eclesial que divide las opiniones, enfrentando a unos con otros: izquierda y derecha, progresistas
y conservadores.
En suma, una presencia reducida, tímida y poco eficaz, que termina por contribuir a la expulsión del
hecho religioso de la vida pública italiana. No se trata de un complot laicista, sino de una retirada del
mundo católico de la cultura, de los medios y del pensamiento.
Galli Della Loggia encendió una mecha. La reacción no se hizo esperar. He chequeado solamente una
serie de interesantes artículos y entrevistas publicados el pasado 21, en L’Avvenire, diario que pertenece a los obispos italianos.
Reconocen que el historiador dice muchas verdades. Señalan sin embargo algunos contrapuntos interesantes.
La debilidad de la presencia católica en los medios no debe minusvalorar una cierta “censura previa”
que muchos -entre ellos: Il Corriere- han impuesto a los temas religiosos. No se trata de un complot
laicista. En esto coinciden con el editorialista. Es algo más difuso y preconceptual, pero concreto, eficaz y objetivo.
Tampoco hay que confundir el mundo de la cultura con los medios. En aquél, la presencia de los católicos es intensa y productiva.
Frente al esfuerzo que los intelectuales católicos han hecho por conocer y asimilar el pensamiento laico o agnóstico, no se encuentra, por lo general, una actitud correspondiente en la otra parte. “No es
verdad que estamos ausentes, somos más bien ignorados”, señala Luisa Sanolini, diputada católica.
¿Es irrelevante la presencia católica en Italia? pregunta L’Avvenire al Prof. Andrea Riccardi. “El riesgo de irrelevancia está siempre presente. Es necesario analizar las razones, pero sin dramatizar. Me
parece -añade- en cambio que nuestra cultura resistió el marxismo, que había decretado la muerte de
las religiones. En los años setenta pocos en las universidades estudiaban el mundo y la cultura religiosa. Hoy, en cambio, se ha caído en la cuenta que en el mundo contemporáneo el hecho religioso es
central y cualificante”.
Un debate agudo, que resiste cualquier intento de tipificación simplista. “Da non perdere”.
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Tercer tiempo. Roma. El jueves 22 de diciembre, el Papa Benedicto XVI pronunció un extenso discurso ante la Curia romana, como es costumbre en la Santa Sede para estas fechas.
El texto repasa los principales acontecimientos que lo han tenido como protagonista. Sobre todo los
viajes apostólicos: Polonia, Baviera, Valencia y Turquía.
Es brillante. Revela la lucidez intelectual y teológica del Papa. Por lo mismo, tiene un largo alcance
pastoral. Aquí detengo mis elogios. Si muchos -aunque justos- pueden causar el efecto contrario. Lo
importante sería leer el texto completo.
Sin ánimo de hacer un resumen, destaco dos cosas.
La primera solo la esbozo. El trasfondo: el viaje a Baviera, con el tema de los temas: Dios y la fe. Dos
temas interconectados: el sacerdocio y el diálogo (razón y fe; culturas y religiones). Ha hablado del
sacerdocio y del celibato con gran inspiración. A nosotros, curas, este mensaje puede llegarnos al corazón, para reencender las ascuas del amor primero. No digo más. Aquí también, el elogio puede aumentar la indiferencia.
La segunda: los párrafos que dedica a una valoración de la Ilustración (Aufklärung-Illuminismo). Me
ha sorprendido la recepción positiva. Quienes conocen el desarrollo de la teología contemporánea,
saben que no todos comparten una lectura crítica, pero positiva de la modernidad.
Para algunos -los menos, ciertamente- la modernidad desemboca necesariamente en la negación de
Dios, el ateísmo y el nihilismo. Joseph Ratzinger -según el imaginario popular- reuniría todas las condiciones para suscribir sin más esta interpretación.
Sin embargo no es así. Al menos el discurso del que hablamos, no nos permite aseverarlo. Es más, nos
da razones concretas y bien visibles para pensar que, en el marco general de una recepción crítica de la
Ilustración, el pensamiento del Papa es al menos más matizado de lo que se podría parecer.
Si mis sufridos lectores me han acompañado hasta este punto, no tendrán dificultad de leer con cuidado los párrafos del discurso que ofrezco a continuación. Es una traducción mía. Creo que puede ofrecer
una perspectiva muy buena de lo que vengo diciendo:
En un diálogo por intensificar con el Islam hemos de tener presente el hecho de que el mundo musulmán
se encuentra hoy con urgencia delante de una tarea muy similar a aquella que se nos impuso a los cristianos desde los tiempos del iluminismo y que el Concilio Vaticano II, como fruto de una larga y fatigosa búsqueda, ha llegado a soluciones concretas para la Iglesia católica.
Se trata de un comportamiento que la comunidad de los fieles debe asumir frente a las convicciones y
las exigencias afirmadas por el iluminismo.
Por una parte, es necesario contraponer a una dictadura de la razón positivista que excluye a Dios de la
vida de la comunidad y del ordenamiento público, privando así al hombre de sus específicos criterios de
medida.
Por otra parte, es necesario acoger las verdaderas conquistas del iluminismo, los derechos del hombre y
especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio, reconociendo en ellos elementos esenciales también
para la autenticidad de la religión. Como en la comunidad cristiana ha habido una larga búsqueda acerca
de la justa posición de la fe de cara a estas convicciones -una búsqueda que ciertamente no concluirá
nunca definitivamente- así también el mundo islámico con la propia tradición está delante de la gran tarea de encontrar al respecto las soluciones acordes.
El contenido del diálogo entre cristianos y musulmanes será en este momento, sobre todo encontrarnos
en este empeño por encontrar las soluciones justas. Nosotros los cristianos nos sentimos solidarios con
todos aquellos que, justamente en base a sus propias convicciones religiosas de musulmanes, se empeñan contra la violencia y por la sinergia entre fe y razón, entre religión y libertad. En este sentido, los
dos diálogos de los que he hablado (fe-razón, religiones) se compenetran mutuamente.
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Mendoza. Milán. Roma. Ahora, mi conclusión que cierra abriendo algunas perspectivas. En realidad,
una sola.
Necesitamos con urgencia desarrollar en nuestra Iglesia diocesana un pensamiento católico sólido,
anclado en la gran tradición intelectual del cristianismo. Por lo mismo, con una buena y alta autoestima; sin complejos de inferioridad ni de culpa.
Un pensamiento en el que no solo los clérigos, sino también y principalmente los laicos puedan ejercitarse en el desafío -difícil y a la vez fascinante- de hacer bien visible, una y otra vez, aquella sinergia
entre fe y teología, razón y ciencias, religión y cultura.
El Papa Benedicto ha hablado de restituir plena ciudadanía pública a la fe cristiana, en una cultura que
tiene hambre y sed de sentido.
No habrá verdadera evangelización sin tocar este nivel -tan decisivo- de la vida y de la sociedad.
Al contemplar al Logos de Dios entrar en la carne humana, pensemos también en estas cosas.
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