ENCONTRAR LA CULTURA: ESTRATEGIAS DE INDAGACIÓN

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ENCONTRAR LA CULTURA: ESTRATEGIAS DE INDAGACIÓN1
Ponencia para el Congreso de la Federación Española de Sociología
GT Sociología Política
Laura F de Mosteyrín (UDIMA)
María Luz Morán (UCM)
[texto no publicado, por favor no citar]
“La dificultad de estudiar la cultura comienzan con el problema de encontrarla” Swidler,
(2003: 11)
1.Introducción
Al menos desde comienzos de los años noventa, el término discurso público ha ido
difundiéndose en el análisis sociopolítico entre autores que defienden perspectivas
teóricas y metodológicas muy dispares. Se trata, como tendremos ocasión de comprobar
en las siguientes páginas, de un concepto ‘infra-teorizado’, cuya definición suscita muchos
debates pero que, al mismo tiempo, ha contribuido a abrir nuevos campos de trabajo, al
tiempo que a superar algunas de las limitaciones de los tradicionales enfoques en
sociología política.
No obstante, el objetivo de este texto no es dar cuenta en profundidad de todos
estos debates, ni tampoco de las líneas de análisis en donde su aplicación ha sido más
relevante. Nuestro propósito es mucho más modesto y tiene claras limitaciones. En primer
lugar, abordaremos el análisis del discurso público desde la perspectiva del agotamiento
del modelo clásico de la cultura política y de la vitalidad que han adquirido nuevas
propuestas por profundizar en el estudio de los ‘marcos culturales’ de lo político y de la
política. En segundo lugar, aunque las referencias a los debates teóricos sean inevitables,
nos centraremos en considerar el modo en que el análisis del discurso público ha sido
aplicado en la investigación empírica. De ahí, el énfasis que prestamos a las distintas
propuestas de desarrollar una sociología aplicada de los discursos públicos contenidas en
algunas investigaciones especialmente significativas.
Por consiguiente, los trabajos que tomaremos en consideración poseen, al menos,
tres rasgos en común. Ante todo, están directamente afectados por el impacto del ‘giro
cultural’, que tuvo lugar en las ciencias sociales a partir de mediados de los años 80 del
1
Esta ponencia se enmarca dentro de la investigación “¿Redefiniendo la ciudadanía? El impacto
de la crisis socioeconómica en las bases de legitimación del Estado de bienestar” (CSO201230773).
1
pasado siglo XX. En segundo lugar, sus autores apuestan por emplear categorías de
análisis mucho menos sesgadas teórica e ideológicamente que la cultura política,
asociada al análisis sociológico funcionalista, a la concepción parsoniana de cultura, y a la
perspectiva pluralista en ciencia política. Este rechazo explica, a nuestro entender, el
empleo del término cultura –sin adjetivos- combinado con otras expresionesrepresentaciones colectivas, universos simbólicos, vocabularios de la política, códigos
culturales, discursos públicos, gramáticas ciudadanas…- que los investigadores emplean
de forma flexible, y que incluso llegan a parecer intercambiables en un mismo trabajo.
Finalmente, otro de sus rasgos característicos es el abandono de las grandes
teorías macrosociológicas, a favor de perspectivas microsociales y de un ‘conocimiento
local’ [local knowledege]. En el campo de estudio socio-político, ello lleva a prescindir del
Estado como principal marco de análisis, a favor de unidades más pequeñas como los
grupos, instituciones, organizaciones o movimientos sociales. Con algunas excepciones,
el estudio de caso se convierte en la elección mayoritaria de estas investigaciones, un
rasgo que concuerda –como tendremos ocasión de comprobar en los siguientes
apartados- con el predominio de las técnicas cualitativas consideradas como las
metodologías más adecuadas para aprehender las dimensiones culturales de la vida
social y política.
2.El “giro cultural” en las ciencias sociales
En 1973 el antropólogo norteamericano CliffordGeertz publicó su obra “La interpretación
de las culturas”, en la que afirmaba:
“El hombre es un animal inserto entre tramas de significados que él mismo ha
tejido; considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de
ser, por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia
interpretativa en busca de significados.” (Geertz, 1990:20)
Esta frase expresa una profunda ruptura con la tradición clásica del análisis antropológico,
y además constituye una referencia clave para un plan de trabajo que seguirán no sólo los
antropólogos sino que será también enormemente influyente en otras muchas disciplinas.
En buena medida, puede afirmarse que se convirtió en el punto de partida del llamado
2
“giro cultural” de las ciencias sociales .
2 Tomamos la expresión ‘giro cultural’ del trabajo de Bonnell y Hunt (1999), a partir del cual se ha
difundido tanto en el análisis socio-político como en el histórico.
2
No es este el lugar adecuado para profundizar en la aportación de Geertz al
análisis social, ni tampoco para detenernos en las críticas que ha suscitado. Para nuestro
propósito, basta con recordar que, en un momento marcado por la quiebra de los dos
grandes paradigmas de las Ciencias Sociales –marxismo y funcionalismo-, su propuesta
fue interpretada como una vía que trazaba nuevas líneas de análisis que superaran la
vinculación entre cultura y valores postulada por la concepción psico-sociológica clásica,
además de apostar de forma decidida por alejarse de las limitaciones de la perspectiva
positivista. Dos ideas de este planteamiento son especialmente significativas para nuestro
argumento. La primera de ellas es que el ser humano está inserto en una tupida red de
significados que él mismo ha tejido. En la línea de la tradición hermenéutica y de los
postulados de la “construcción social de la realidad” , ello significa que la principal tarea
de los científicos sociales es estudiar el modo en que los individuos y grupos atribuyen
significados –sociales, compartidos- a la realidad y a los acontecimientos que les rodean.
A partir de aquí, en la medida en que las ciencias sociales son interpretativas, el papel del
investigador es el de enfrentarse a la realidad social como un “texto” cuyo significado
debe desentrañar de un modo muy similar al del crítico literario. El concepto “descripción
densa”, el método propuesto por Geertz para llevar a cabo esta tarea, denota la enorme
influencia que la perspectiva lingüística tuvo en el “giro cultural”. De aquí que no sólo se
adapten al análisis social toda una serie de conceptos antes limitados al campo de la
literatura o de la lingüística –vocabularios, gramáticas, discursos, retóricas, tramas,
repertorios…- sino que se considere, además, que las técnicas a aplicar en esta línea de
trabajo son las distintas versiones de lo que en términos generales podemos denominar
“análisis de discurso”.
No obstante, el impulso que dio origen al “retorno de la cultura a un primer plano”
en el análisis social no provino únicamente de la antropología. A lo largo de estos años se
publicaron una serie de obras que fueron extremadamente influyentes en la dirección que
tomó el giro cultural. Entre otras, podemos recordar los trabajos de la llamada ”trinidad”
del post-estructuralismo - J. Lacan (1999), J. Derrida (1984, 2006) y M. Foucault (1966,
1969, 1987)- así como los de R. Barthes (1990, 1993, 2007, 2009), P. Bourdieu (1985,
2000a, 2000b), M. Sahlins (1988), R. Williams (1977, 1981a, 1981b) y M. de Certeau
3
(1984, 1990, 1999). El impacto de todos ellos es clave para comprender el desarrollo del
nuevo análisis cultural.
La diversidad de enfoques y la falta de acuerdo en cuestiones básicas caracterizan
estas propuestas. No se trata ni mucho menos de una escuela, y apenas podría
considerarse como una línea de pensamiento. Por ello es tan complicado presentar de
forma concisa sus rasgos característicos. Aun así, nos basaremos en las propuestas de
R. Wuthnow (1992) y V. Bonnell y L. Hunt (1999) para señalar sus principales puntos en
común.
1.Ante todo, el giro cultural cuestionó la utilidad de seguir operando con las
principales categorías sociales propuestas por los clásicos de la teoría sociológica. En
palabras de Sewell: “There was more to life than the relentless pursuit of wealth, status,
and power.” (Sewell, 1992, cit en Bonnell y Hunt, 1999: 7).
2.Al analizar los contextos en los que actúan los actores, se desplazó el interés
desde la estructura social a cuestiones relacionadas con los símbolos, rituales, discursos
y prácticas culturales.
3.La cultura fue considerada como textual y representacional; una orientación que
fue posible por el ”giro lingüístico” que habían realizado el estructuralismo y el postestructuralismo. En definitiva, las categorías sociales no se consideran como previas a la
conciencia, la cultura o el lenguaje, sino como dependientes de estos últimos.
“Social
categories
only
came
into
being
through
their
expressions
or
representations.” (Bonnell y Hunt, 1999:9).
4. A partir de lo anterior, y a pesar de sus evidentes desacuerdos, los principales
3
trabajos de la sociología de la cultura de los últimos veinticinco años comparten una
definición mínima cultura, entendida como conjunto de códigos o de repertorios públicos
comunes que intervienen e influyen en la capacidad de las personas de pensar y
comunicar ideas. Las culturas, por tanto, son sistemas simbólicos compartidos por ciertos
grupos o incluso por sociedades, pero, además, son también prácticas semióticas.
3 Entre ellos, destacan: Swidler, A. (1986, 2003), Wuthnow, R. (1988), Wuthnow, R. y Witten
(1988), Bellah,R. (1985, 1992), Somers, M. (1995, 1999), Eliasoph, N. (1990), Eliasoph, N. y
Lichterman, P. (2003), y Sewell, W. (1992, 1999).
4
5. Como ya hemos apuntado con anterioridad, el giro cultural fue, al tiempo, causa
y consecuencia del colapso de los paradigmas explicativos hegemónicos en las ciencias
sociales al menos desde finales del siglo XIX. Fue la constatación de su quiebra la que
obligó a buscar nuevos marcos de análisis que, además, prescindieran de las
pretensiones de construir teorías generales de la sociedad. De ahí, la apuesta por una
perspectiva microsociológica y la defensa del “local knowledge”.
6.La apuesta por unas ciencias sociales más “blandas” generó importantes
dilemas epistemológicos y metodológicos. Para empezar, se hizo inevitable reconsiderar
las relaciones entre cultura y estructura (Sewell, 1992; Archer, 1988), situando en el centro
del debate el problema de la causalidad de la cultura y de su autonomía o independencia
frente a otro tipo de factores. Obligó también a reevaluar los estándares que permiten
juzgar la interpretación de los significados. Pero, sobre todo, situó en el centro de la
investigación el análisis de las dimensiones culturales de la praxis social.
7.Todos estos rasgos permiten entender por qué el giro cultural dio lugar a un
realineamiento de las disciplinas, al tiempo que una difuminación de sus fronteras. W.
Sewell (1999) señala algunos de estos movimientos. Para empezar, se acrecentó la
influencia de los estudios literarios sobre las ciencias sociales. A su vez, la historia se
aproximó a la antropología, aumentando la relevancia de la “nueva historia cultural”. Por
su parte, en sociología dos fueron los campos en los que se concretaron los “cultural
studies” durante los años noventa: los análisis de la producción y marketing de los
artefactos culturales (música, teatro, cine…), y los trabajos sobre consumo y prácticas
culturales de determinados grupos sociales (especialmente, de grupos étnicos y de
grupos marginados). Es en este último conjunto de investigaciones en donde la
perspectiva feminista ha tenido un papel muy significativo, al centrar su interés en el papel
de la producción discursiva y de las representaciones colectivas en la creación y
reproducción de las diferencias de género.
Paralelamente, en el análisis socio-político el giro cultural permitió enfrentarse a la
percepción del agotamiento que, desde hacía ya tiempo, suscitaban los estudios clásicos
de cultura política. Hizo posible un renovado interés por comprender los procesos de
construcción de significados de la vida pública (representaciones colectivas, discursos
sobre lo público, vocabularios políticos…), y el papel que juegan en los comportamiento y
acciones individuales y colectivos. Estas investigaciones, además, se caracterizan por su
carácter interdisciplinar, moviéndose en las fronteras porosas de la ciencia política, la
sociología, la antropología y la historia.
5
3.Las culturas como discursos. Contribuciones y limitaciones al estudio de la vida
pública
Ya desde finales de los años noventa, las limitaciones del “giro cultural” fueron
advertidas por los propios autores que participaban en él. Ello dio lugar a un esfuerzo por
reconsiderar algunos de sus fundamentos, concretamente a retomar la dialéctica entre
estructura e interpretación (Maines, 2000). Se admitió que se había reducido la cultura
pública a un conjunto de códigos lingüísticos compartidos, por lo que las prácticas
culturales se limitaban a una acción de “lectura de signos”, y se había dado por sentado
que éstas constituyen una parte de la disposición natural del mundo, ocultando que se
trata, en realidad, de formas históricamente creadas de “ver el mundo” (Biernacki,
4
2000:293) .
“We argue that such an emphasis on codes glosses meaning by reducing culture to
the operation of a fundamental structure enacted by historically situated actors
engaged in public debate.” (Battani et al., 1997:782)
Incluso aquellos que siguieron defendiendo un enfoque lingüístico de la cultura –por
ejemplo, Fairclough (2006)- advirtieron que, a pesar que los agentes sociales están
limitados estructuralmente no lo están totalmente; de hecho, confieren textura a los textos
y establecen relaciones entre sus elementos. De ahí que fuera imprescindible superar el
nuevo dualismo que se había creado entre lo textual y lo material por medio de una
reconsideración de los problemas que suscita el análisis de unas culturas enraizadas en
la acción social. Así, el viejo problema de la construcción de significados se tornó más
complejo en la medida en que se consideraba desde el seno de las prácticas sociales.
4 La crítica del modo en que Alexander y Smith (1993) emplearon una perspectiva neodurkheimiana del análisis del significado al aplicar un esquema de códigos binarios para explicar
los elementos constitutivos de la cultura política estadounidense es un buen ejemplo de esta
reacción. En concreto, puede consultarse e trabajo de Batttani el al. (1997).
6
“Speech and action are no longer the surface manifestations of firmer, deeper, and more
dependable foundational values. For values themselves are now said to be constructed in
speech and actions.” (Wuthnow, 1992: 1)
Ello permitía trabajar considerando que los marcos culturales que emplean los actores
son heterogéneos, y que, en las prácticas sociales, la construcción de significados es
siempre conflictiva. En consecuencia, se comenzó a apostar por llevar a cabo estudios
empíricos que, en lugar de partir de la presunción de la existencia de códigos de
significados fundamentales, consideraran cómo los actores insertos en debates públicos
emplean una multiplicidad de significados a la hora de establecer sus interacciones. No se
trataba ya de entender el modo en que una determinada estructura cultural o un sistema
de códigos se aplican en la práctica, sino de analizar la diversidad de formas a través de
las cuales los individuos y grupos recurren a distintos significados a lo largo del desarrollo
del debate, creando nuevos significados, reinterpretando los antiguos, e incluso
equivocándose a la hora de emplearlos. (Batttani et al, 1997)
Este nuevo giro explica el esfuerzo por analizar ‘la cultura en acción’ –por tomar
prestada la expresión acuñada por A. Swidler (1986)-, al tiempo que permite comprender
también las razones por las cuales estas investigaciones han tendido a privilegiar el
estudio de debates públicos especialmente relevantes –situaciones de crisis, momentos
de aceleración del cambio social- así como temas que tienden a dividir a la opinión
pública –este es el caso de los que implican cuestiones morales, como pueden ser el
aborto, la eutanasia o el papel de la religión en la educación pública-.
Nos encontramos, pues, con un conjunto notable de investigaciones empíricas
que, en su mayor parte, apuestan por el análisis de casos en los que se ha producido un
debate público significativo, considerando este último como un elemento central para
comprender el modo en el que distintos actores formulan sus estrategias y, en definitiva,
sus modalidades de acción. La centralidad que adquiere el concepto de debate público
explica, además, que los discursos de los actores sigan considerándose como elementos
claves de estudio. El cambio fundamental, como hemos tratado de argumentar en los
párrafos anteriores, es que se apuesta por una concepción dinámica y conflictiva tanto del
modo en que dichos discursos son construidos, como también de las formas en que son
empleados por los actores.
Aun así, persiste la indefinición de buena parte de los conceptos empleados, que
es especialmente patente en lo que respecta a aquellos términos que nos remiten, una
7
vez más, a las dimensiones lingüísticas de las culturas: discursos, narraciones, relatos,
textos... Con cierta frecuencia, los propios autores que los utilizan reconocen su escasa
teorización y tampoco es infrecuente que en un mismo trabajo nos encontremos con que
son empleados de forma intercambiable.
Con el fin de avanzar en nuestro argumento, podemos atrevernos a proponer una
definición mínima estos conceptos. La pieza clave es, sin duda, el texto; es él quien nos
5
remite a la naturaleza eminentemente lingüística de la cultura y, por lo tanto, a la tarea
del científico social de desentrañar los significados contenidos en los textos por medio de
técnicas muy similares a las que aplica un crítico literario. Aunque la referencia primera al
hablar de textos es la de los textos escritos o hablados, la influencia de los postulados de
la semiótica hace posible extender el concepto a otro tipo de elementos que forman parte
de la cultura: imágenes, gestos, música… Frente a la atención por el contenido y la
estructura del texto de los lingüistas, los estudios sociológicos prestan mayor énfasis al
mundo social que describe el texto y a la relación entre ambos, texto y contexto. Por otra
parte, expresan un especial interés por la complejidad de códigos, distinciones y normas,
y por el juego entre la forma y el contenido que permiten que una declaración (‘utterance’)
pública se articule con su entorno (Wuthnow, 1992).
A su vez, el término narración –o narrativa- nos remite a un tipo de texto cuyo
objetivo es presentar una serie de acontecimientos, organizados en una secuencia y
6
configurados en una trama (Maines, 2000) . Las narraciones son historias, trozos de
discurso (Polletta, 2008) que nos remiten, una vez más, a la centralidad del lenguaje
literario en la propia actividad humana de dotar de significado al mundo que le rodea.
Entender que los actores sociales construyen narrativas para atribuir sentido a sus
prácticas sociales reafirma la conveniencia de recurrir a los conceptos acuñados por los
críticos literarios para su estudio y, más concretamente, a las normas inherentes a toda
narración.
Finalmente, el rasgo más relevante del concepto de discurso es que se trata de un
7
texto que se expresa en público y, por lo tanto, implica la existencia de una audiencia . Es,
5 El Diccionario del Uso del Español de María Moliner define texto como. “Escrito cualquiera con un
cierto contenido” En la cuarta acepción, añade: “Parte de una obra constituida por palabras, a
diferencia de otra parte que puede, por ejemplo, consistir en música o dibujos.”
6 El Diccionario del Uso del Español de María Moliner define la narración como: ”Acción de narrar.
[dialéctica], Parte de un discurso donde se narran los hechos.” A su vez, narrar es: “Decir o escribir
una historia o cómo ha ocurrido cierto suceso.”
7 Diccionario del Uso del Español de María Moliner: Discurso: “(Poco usado) Acción de discurrir
(pasar).En sentido amplio, conjunto de palabras con que alguien expresa lo que piensa, siente o
8
en suma, un acto de comunicación en sentido estricto por lo que, en cierta medida, hablar
de discurso público es redundante ya que no cabría referirse a discursos íntimos o
privados. Para el análisis sociológico de las últimas dos décadas, los discursos forman
parte de las prácticas sociales, constituyendo modos de actuar, modos de representar y
modos de ser o identidades (Fairclough, 2006). Puesto que son construcciones
intencionadas, deben seguir ciertas reglas, emplear determinados instrumentos y utilizar
estrategias concretas para cumplir su propósito:
“It does not simply articulate a theme, but coaches that theme in a framework of
parallels and contrasts, frames it within certain categories that deny others, and
implies various relations between the speaker and an audience.” (Wuthnow,1992,
p.10)
Si consideramos el modo en el que las investigaciones aplicadas han abordado el estudio
del discurso público, podemos diferenciar dos concepciones. La primera de ella entiende
el discurso público “desde arriba”; es decir, es el discurso producido y transmitido por las
élites y por los expertos. Se trata de la posición adoptada por buena parte de los estudios
de comunicación, pero también por las perspectivas herederas del neo-marxismo. A partir
de estas últimas, el análisis del discurso público se plantea en clave de poder, dominación
y
de
hegemonía,
tomando
también
en
consideración
las
reapropiaciones,
transformaciones y resistencias de distintos grupos sociales a estos discursos. Además,
es en este terreno en el que la concepción de los discursos como transmisores de
ideologías sigue vigente.
En estos trabajos, el análisis de contenido ha sido la técnica de análisis
predominante, aunque progresivamente ha ido cobrando peso el uso de técnicas
retóricas. Así, los temas y argumentos que aparecen en los discursos públicos constituyen
su principal objeto de estudio. Para estas propuestas, además, las grandes ideologías –
como el conservadurismo, el liberalismo o el socialismo- constituyen lenguajes
compuestos por discursos específicos.
quiere. En el sentido más restringido, exposición sobre un asunto serio hechaen tono ilustrativo por
una persona a otras. Particularmente, alocución, oración; exposición de su pensamiento que hace
alguien en público con fines ilustrativos.”
9
Planteados de forma sin duda excesivamente resumida, algunos de los principales
temas abordados desde esta perspectiva son: la mediación de los discursos públicos por
parte de los medios de comunicación y de las tecnologías de la información y de la
comunicación; los cambios de sus géneros y retóricas en la era de la globalización; los
discursos públicos entendidos como instrumentos para establecer fronteras sociales
(“social boundaries”) y, por lo tanto para generar o reproducir la desigualdad social; y,
finalmente, las transformaciones en el ejercicio del poder y de dominación por medio de
distintos tipos de discursos.
Pero, al mismo tiempo, existe otra concepción que podemos denominar ”desde
abajo” estrechamente asociada con el concepto habermasiano de esfera pública,
entendida como lugar de deliberación ciudadana en el que se construyen significados
compartidos sobre temas de interés común. En este sentido, el discurso público es un
elemento central para la construcción de una cultura pública.
“How can we communicate with one another about the basic values, the collective
symbols on which our society rests, the goals and ambitions to which we aspire as
a people?.”(Wuthnow, 1992: 8)
Al hablar de discursos públicos en este segundo sentido, nos estamos remitiendo a temas
centrales sobre la naturaleza y calidad de la vida democrática. Por ello, surge también la
preocupación por el impacto de la mediación de los medios de comunicación y de las TICs
en la formación de los discursos públicos en las sociedades contemporáneas. No
obstante, el estudio de estos procesos desde la perspectiva del poder o de la dominación
se matiza o incluso llega a desaparecer porque el principal objeto de análisis es
considerar el modo en que operan dichos discursos en la construcción de
representaciones comunes acerca de lo colectivo.
Pero los discursos públicos son algo más que meros instrumentos de
comunicación; son fundamentalmente textos simbólicos profundamente insertos en el
contexto social en el que operan.
“Questions arise, therefore, about the internal contrasts that give structure to this
language, about recurrent scripts that familiarize arguments to the listeners, and
about the mechanism that allow speakers to leap from one script to another and
either integrate or compartimentalize their arguments,” (Wuthnow, 1992: 11)
10
Además de tomar en cuenta la construcción de las culturas públicas, los trabajos que
emplean esta concepción de discurso público han considerado también su papel en la
definición de las estrategias de acción de grupos y movimientos; cómo operan en la
reproducción de las fronteras de la desigualdad social; los fenómenos de resistencia y
reapropiación de ciertos discursos públicos generados “desde arriba”; y, finalmente, el
modo en que se forman “culturas institucionalizadas”, consecuencia del diseño y
aplicación de las políticas públicas y del funcionamiento de las instituciones.
Es difícil negar los avances de estas propuestas de estudio del discurso público
frente a las primeras versiones del giro cultural. No obstante, además de la indefinición de
algunos de los conceptos con los que trabajan y la consiguiente falta de acuerdo sobre
ciertas cuestiones básicas, todas ellas comparten algunos problemas importantes que
podemos resumir de forma muy breve. Para empezar, los autores implicados en estas
líneas de investigación admiten que es inevitable incorporar la doble naturaleza del
discurso público; lo que en este texto hemos denominado el discurso público “desde
arriba” y “desde abajo”. No obstante, se enfrentan con muchas dificultades a la hora de
articular las tres dimensiones a las que remite el término: a)los discursos producidos por
las elites y los expertos; b)las distintas mediaciones a las que éstos se ven sometidos; y
c)su recepción por los grupos sociales, al tiempo que, más allá de las resistencias y las
reapropiaciones, estos mismos son productores de otros nuevos –y distintos- discursos
públicos. En la medida en que se trabaja con el supuesto de que en cada uno de estos
niveles los discursos están indisolublemente vinculados a las prácticas sociales de los
actores, desentrañar los movimientos e influencias –de ida y vuelta- entre ellos se
convierte en una empresa de una extraordinaria complejidad.
Por otro lado, en dichos estudios se hacen patentes las ventajas e inconvenientes
de trabajar con una concepción laxa de lo público, de lo político. Ello explica la tendencia
de muchos autores a desplazarse a áreas en las que la formación y funcionamiento de los
discursos públicos es especialmente controvertida, o a centrarse en momentos en los que
se exacerba el debate público. Pero, al mismo tiempo, ello les empuja a limitarse a
estudios de caso muy específicos, privilegiando el “local knowledge” y corriendo el riesgo
de olvidar que el análisis cultural debe seguir tratando de responder a las preguntas
centrales del análisis socio-político (Wuthnow, 1992). De este modo, el estudio las culturas
públicas de la ciudadanía común en situaciones de ”normalidad” queda relegado a un
segundo plano.
11
Por lo que respecta a cuestiones estrictamente metodológicas, los recientes
estudios sobre cultura y discursos públicos apuestan por el ”pluralismo” como estrategia
para superar los análisis lingüísticos más convencionales. Se trata, a nuestro entender, de
una perspectiva muy pragmática que, una vez definido el caso a estudiar, se las ingenia
para buscar variadas fuentes de información y aplica técnicas muy diversas para
analizarlas. De este modo, junto con las técnicas cualitativas clásicas –entrevistas en
profundidad y grupos de discusión-, empleadas para producir conversaciones,
narraciones y discursos entre los grupos a estudiar, se utilizan también métodos
etnográficos –observación participante, antropología visual..- para captar los discursos no
verbales, o se recurre a todo un conjunto de fuentes donde captar el discurso público –
cartas del lector en la prensa, “literatura gris” producida por instituciones o por expertos,
artículos de fondo publicados en la prensa, discusiones en blogs, diarios personales..para aplicar distintas técnicas de análisis de discurso. Así, el predomino de las
metodologías de la sociología cuantitativa y del análisis etnográfico es casi absoluto. No
obstante, debemos mencionar que algunos autores (Wuthnow, 1992) defienden la
conveniencia de recurrir también a técnicas de carácter cuantitativo que, a su entender,
pueden aportar información significativa sobre los discursos públicos.
Dentro de esta diversidad –una especie de “todo vale” de acuerdo con el tema a
estudiar- en los trabajos de investigación sí es posible encontrar una cierta asociación
entre la diversa concepción de lo que se entiende por cultura, la elección del tipo de
discursos a analizar y los métodos y técnicas aplicados. En el siguiente apartado,
consideraremos algunos ejemplos de trabajos muy relevantes que son buenos ejemplos
de la diversidad técnico-metodológica y del diferente modo de concebir “la cultura como
praxis”.
4. Encontrar la cultura: cuatro estudios de caso
En la primera parte de este trabajo hemos tenido como objetivo situar el estudio de la
cultura política y de los discursos públicos como parte de aquélla. Se ha tratado de poner
el foco en una concepción de cultura que nos permita abordar el análisis del resbaladizo
concepto de “discurso público”. Esta segunda parte, siendo modesto el objetivo, pretende
reflexionar sobre el modo de convertir la cultura y el discurso público en una realidad más
operativa, más tangible con propósitos analíticos.
12
Hemos avanzado distintas familias teóricas y subrayado modos de aproximación
concretos. Conviene ahora ver de qué manera esos mapas conceptuales pueden
convertirse en esquemas de trabajo empírico. Nos referimos al habitual problema de
investigación que enfrentamos a la hora de hacer la “selección” y la “operacionalización”;
de convertir un planteamiento en una estrategia de investigación y los aspectos concretos
a analizar en lo que el canon de la ciencia social llama variables y unidades de análisis y
que son, en definitiva, las dimensiones centrales de aquello que se quiere estudiar.
El principal problema de estudiar la cultura, dice Swidler, es encontrarla (2003:11):
seleccionar las instancias más apropiadas para examinarla y los modos más adecuados
para interpretarla. Esta tarea, parte fundamental del oficio de la investigación, pasa a
menudo inadvertida en las publicaciones académicas que se conciben como resultados
de la investigación.
En las próximas páginas reseñaremos algunos trabajos que han abordado el
problema de la cultura y han capturado algunas de sus dimensiones más interesantes
para el problema que nos ocupa. No son trabajos ejemplares de cada una de las familias,
pero sin duda lo son de los debates de la sociología cultural en las dos últimas décadas.
Comparten, además, cierta novedad, bien en el modo en que se escoge el objeto de
estudio empírico, bien en la estrategia metodológica que se adopta para profundizar, de
manera general siempre, en el fenómeno de la cultura /culturas y su papel en el proceso
social. Por esta razón, los presentaremos en tanto “casos” con el fin de extraer de ellos
algunas generalidades que nos permitan avanzar en nuestra propia investigación.
En una primera sección, examinaremos un trabajo representativo de de lo que
aquí hemos denominado "discursos desde arriba". Ello nos permite no olvidar una
perspectiva que ha sido fundamental en el estudio de la relación cultura/ideología y el
añejo tema de la hegemonía cultural. El trabajo seleccionado tiene la ventaja, además, de
capturar el papel "mediador" de los medios de comunicación y de la cultura popular. El
caso del célebre trabajo de J.C Scott (1990) "Domination and thearts of resistance" ofrece
una estrategia innovadora metodológicamente al encontrar y capturar el espacio en el
que convergen la resistencia y la dominación, y examinarla a través de piezas de la
cultura popular.
En segundo lugar, nos aproximaremos a la cultura en tanto conjunto de códigos
simbólicos y lingüísticos compartidos, las representaciones de la realidad y la atribución
de significados.
Para incorporar esta concepción de la cultura a nuestra reflexión,
examinamos en detalle el caso del trabajo de Wagner Pacifici y B. Schwartz (1999) sobre
13
la conmemoración del pasado conflictivo. Un tercer “caso” estará construido sobre una
comprensión goffmaniana sobre la cultura. Abordaremos el estudio de la cultura y de los
discursos entendidos como “marcos” de significado y representaciones del mundo y su
influencia sobre la acción social y política. Examinar el caso del célebre trabajo de W.
Gamson et al., "Encounterswithunjustauthorities” (1982)
permitirá hacer algunas
reflexiones sobre la conceptualización de la cultura y sobre la estrategia de indagación
puesta en práctica. Una estrategia innovadora, sin duda, y que asume ciertos riesgos con
propósitos analíticos, evidenciando con ello el potencial empírico de la creatividad
metodológica. En una cuarta sección, tendremos la ocasión de reflexionar sobre un
concepto mucho más "agent-friendly" que entiende la cultura en tanto instrumento; es la
famosa "caja de herramientas" de A. Swidler. Examinar el caso de "Talk of Love" (2003)
nos permitirá descubrir cómo el recurso a métodos cualitativos “clásicos” (la entrevista
biográfica), a través de una selección creativa del caso a estudiar – el amor-, presenta un
enorme potencial para comprender aspectos de la cultura que van mucho más allá del
caso. El potencial de las biografías como estrategias de captura de narraciones que,
siendo aparentemente personales, están atravesadas por lógicas y contenidos discursivos
de lo público. Es por ello que este caso tiene interés teórico y metodológico para otros
temas de investigación.
A pesar de que los casos segundo y tercero (la cultura como framing y la cultura
como tool kit) podrían haber sido incluidos en la concepción plural/dual de la cultura -es
decir, en las concepciones de la cultura tras el giro cultural- hay algunas razones para
fragmentar su exposición. Éstas son, fundamentalmente, la relevancia de las
contribuciones realizadas por cada uno de ellos y, en segundo lugar, el énfasis que
comparten en la agencia, visible en sus estrategias metodológicas – en las que no olvidan
la voz de los actores- y a través de las cuales confieren a la acción una explicación
anclada en los significados compartidos.
4.1. James C. Scott :“Domination and the arts of resistance”
“Domination and thearts of resistance” ha pasado a la literatura sociológica como un
trabajo fundamental para aproximarse a los fenómenos de dominación y resistencia. Su
planteamiento cultural sobre las estructuras, los procesos y las relaciones “de clase” sitúa
su trabajo en línea con los trabajos de E.P. Thompson (1989); R. Williams (1977), o R.
Biernacki (1989), y permite a la vez debatir la teoría gramsciana de la hegemonía cultural,
abriendo el espacio para la resistencia. Sus obras "The Moral Economy of thePeasant:
14
Rebellion and Subsistence in Southeast Asia" (1977) y "Weapons of theWeak:
EverydayForms of PeasantResistance" (2008) constituyen, junto con "Domination", una
trilogía dedicada a profundizar en el argumento de que la resistencia de los campesinosque rara vez ocurre en forma de violencia colectiva- es
mucho más perceptible, sin
embargo, en la prácticas de la vida cotidiana. El análisis de las relaciones de dominación
en el ámbito de la vida cotidiana del campesinado, primero en Malasia y, posteriormente,
en distintas regiones del mundo, permite a Scott establecer que los campesinos, aún
legitimando en el discurso y la práctica pública el orden de dominación, se resisten a
través de prácticas y discursos “ocultos” que se generan en el ámbito de la “infrapolítica”.
El objeto de estudio de “Domination” está centrado en comprender el modo en que
las relaciones de poder son visibles y afectan al discurso y en qué media hay espacio
para formas de resistencia en un campo de análisis muy concreto, el campesinado
malayo, y en contextos de dominación total (servidumbre, esclavismo, casta). Un objeto
de estudio centrado en el poder conlleva un dilema metodológico fundamental: ¿cómo
capturar las relaciones de poder cuando quienes carecen de él -los subordinadosdesarrollan discursos públicos de sometimiento? En esta disyuntiva, es posible que el
discurso público no sea la instancia más apropiada para examinar la dominación y la
resistencia. Ello conduce a la estrategia innovadora, tanto conceptual como operativa, de
optar por dividir el discurso en dos tipos, uno público y otro oculto, con el fin de situar el
terreno de análisis en el espacio en el que ambos convergen: el ámbito de lo que
denomina la “infrapolítica”.
En este planteamiento dual, los discursos
se convierten en la dimensión
8
fundamental de la dominación. Se conceptualiza, por un lado el “discurso público” como
el conjunto de interacciones abiertas entre los subordinados y los que dominan. Este
discurso se convierte en el
guión al que se adhieren los subordinados
en las
interacciones públicas y se caracteriza por ser una representación que evidencia, de
manera convincente, la hegemonía de los valores dominantes. En este sentido,
argumenta Scott, cuando más fuerte es la dominación y más amenazante el poder, mayor
será la representación pública y la adhesión al discurso dominante: “the more
menacingthepower, thethickerthemask” (p.3). Pero esta práctica forma parte de un “teatro”
porque a continuación, plantea Scott, encontramos el guión oculto, el conjunto de
discursos y prácticas que se producen “entre bambalinas”, de manera encubierta y fuera
8 Scott no utiliza el término “discourse” sino “transcript” (transcripción); un concepto que remite, sin
duda a la idea de texto sobre la que ya hemos tenido ocasión de reflexionar.
15
de la observación directa de los que ostentan el poder. Este discurso oculto tiene una
9
audiencia diferente y se caracteriza, principalmente, por ser específico y dependiente del
contexto y de los actores que lo ponen en práctica. Aun siendo un texto, no se reduce al
nivel verbal o escrito sino que implica prácticas sociales concretas (cotilleos, rumores,
folklore, canciones, gestos, chistes, mofas…). La frontera entre ambos discursos – público
y oculto- es una zona fundamental de conflicto entre dominantes y dominados; no es un
muro sólido sino la zona más vital para el conflicto común entre las formas cotidianas de
lucha de clases. Es el espacio de la “infrapolítica”.
Esta constelación teórica permite capturar de modo empírico algunos ámbitos de
discurso político que de otra forma serían invisibles. La dominación y la resistencia se
encuentran en ámbitos concretos y así entre ambos discursos encontramos distintos tipos
de locus de discurso político: 1) la imagen autocomplaciente de la élite, que está en la
base del discurso público; 2) el propio discurso “oculto” en el que surge el
disenso/disonancia fuera de la observación y el control de los dominantes; 3) el discurso
de la política del “disfraz” y anonimato, generado en el espacio de la infrapolítica, en el
que la garantía de no ser reconocido permite producir dobles significados; y, finalmente,
4) el ámbito más expresivo de la política que se produce ante la ruptura del “muro de
contención” entre uno y otro.
Comparar los discursos ocultos de los débiles y los poderosos
es una forma
creativa de comprender la dominación y la resistencia. Y ello es especialmente visible
cuando las diferencias entre los dos son mayores y más evidentes en el espacio de la
infrapolítica.
“..the relationship of discourse to power would be most sharply detectedwhere the
divergence between what I call the public transcript and the hidden transcripts was
greatest.” (Scott, 1990:10)
La infrapolítica -un concepto que nos remite a Foucault- es el espacio donde se
encuentran ambos discursos y donde domina la “política de disfraz”; es el espacio más
apropiado para analizar las relaciones dialécticas y conflictivas entre uno y otro. Pero la
9 El concepto “discurso oculto o discurso encubierto” es sin duda una aportación fundamental al
análisis de la cultura y del discurso “desde arriba”, toda vez que los estudios de la hegemonía y la
ideología dominante se han centrado en las relaciones formales y oficiales.
16
infrapolítica tiene además la función de convertirse en espacio de resistencia y generar
actos de protesta al poder y, también, de garantizar cierto anonimato de quien protesta.
Centrado el objeto de estudio (las relaciones de poder) y el terreno de análisis (el
mundo agrario y el campesinado), y definida la estrategia de captura de la resistencia
justo en el espacio de la infrapolítica, el autor recurre como materiales de análisis, como
textos que contienen discursos, a productos de la cultura popular. Distintas dimensiones
del análisis son evidenciadas a través de recursos muy variados, componiéndose su
“cuerpo de evidencia” de cuentos, canciones, rumores, chistes, burlas o mofas por medio
de las cuales se elaboran parodias, blasfemias, se apela a lo grotesco, a lo ridículo o a lo
escatológico. Estos productos contienen trazos de resistencia: la ignorancia fingida, la
difamación, el incumplimiento o el disimulo, pero en definitiva, la oposición y el conflicto
frente a la dominación.
Cada contexto genera una cultura distintiva y un modelo propio de discurso que se
corresponde con él. Así, el análisis de la “política del disfraz”, por ejemplo, se lleva a cabo
a través de evidencias
que provienen principalmente de cuentos y en “rituales de
inversión” (fiestas y carnavales) que le permiten observar, a través del “mundo al revés”,
el discurso público de insubordinación ideológica. En definitiva, Scott no construye casos,
no recurre a la comparación histórica, sino que analiza piezas muy diversas de cultura
popular, en distintos contextos, a través de la cuáles captura formas de resistencia oculta
y a veces pública que de otro modo serían imperceptibles.
Una cuestión fundamental de este trabajo merece ser resaltada. Al considerar
discursos y prácticas de resistencia como parte fundamental de las relaciones de
dominación de clase, Scott entra en debate con las teorías de la hegemonía y la
resistencia de A. Gramsci (1977) y K. Polanyi (1992). Las formas cotidianas de resistencia
evidencian que no hay consentimiento a la dominación y que, si bien existe un discurso
público “desde arriba” de imposición ideológica de la dominación y un discurso “desde
abajo” de representación del consentimiento, hay un ámbito, el de la infrapolítica, en el
que el conflicto es patente y hay espacio para el disenso. Ello nos lleva un concepto de la
cultura abierto a la capacidad de agencia de los individuos y que, aunque no es del todo
enfático con ésta dimensión, pues no olvidemos que Scott no concede tal centralidad a
los individuos como para atender directamente a sus voces, sí identifica dominación con
“guión”/ discurso evitando el término ideología que resulta más “impuesto” y cerrado
dejando escaso margen tanto para el discurso del disenso como para su práctica.
17
4.2 Wagner-Pacifici y Schwartz: “The Vietnam Veterans Memorial: celebrating a
difficult past”
En una línea bien distinta a la anterior, vamos a recurrir ahora a un conocido trabajo de
Wagner-Pacifici y Schwartz (1991) sobre la conmemoración de la Guerra de Vietnam.
Estos autores acometen la compleja tarea de comprender cómo la sociedad entiende el
pasado y, en concreto, procesos especialmente controvertidos políticamente y
moralmente cuestionables. Para ello, desentrañan los significados públicos y colectivos de
un episodio conflictivo de la historia de los EEUU como es la Guerra de Vietnam. Con ello
pretenden también profundizar, por un lado, en el análisis del género conmemorativo y,
por otro, de una manera más general pero no por ello menos relevante, en el estudio de
la cultura, de su carácter conflictivo, de su enraizamiento en las estructuras sociales
profundas y en la superficie de los entramados institucionales, en las prácticas sociales y
los universos simbólicos de grupos sociales, de políticos y de expertos. Su trabajo pone
de manifiesto la capacidad explicativa e interpretativa de los estudios de casos cuando
éstos están adecuadamente seleccionados y trabajados en profundidad.
El objetivo fundamental es comprender el proceso por el que se crea el significado
cultural y la memoria colectiva, en el que participan empresarios morales y políticos,
ideologías dominantes, y géneros representacionales. Para ello optan por la estrategia de
construir un caso en profundidad con el fin de elaborar, siguiendo a Geertz, no una
codificación de regularidades sino una descripción densa, rastreando las trayectorias
sociales, políticas y culturales de la negociación que resultó en el monumento
conmemorativo de Vietnam. Se trata de un proceso que afrontó problemas
fundamentales como fijar partes dolorosas del pasado o recordar un acontecimiento sobre
el que no hay consenso, todo ello atravesado por las propias expectativas y percepciones
tradicionales sobre el género conmemorativo. la negociación (a quién va dedicado el
monumento, qué se conmemora o a qué formato y diseño artístico se recurre), lo que
puso de manifiesto, a su vez, un proceso de creación y recepción pública que evidencia
evaluaciones morales en conflicto. Con ello, se subraya la naturaleza conflictiva de la
cultura y de los productos culturales cuestionando el carácter consensual atribuido por
Durkheim a la cultura y en particular a la conmemoración.
Optar por centrar el terreno de análisis en el género conmemorativo les conduce a
un diseño muy particular de la estrategia de análisis. Se construye así un caso-proceso,
que debe “aislar” y reconstruir la dinámica de una negociación multidimensional a través
de la que se produce la conmemoración, y cuyo producto cultural es el famoso
18
monumento “Vietnam Veterans Memorial” (Washington D.C., 1982). Dicho proceso fue
elaborado a partir de siete fases, cada una con una actividad en la que concurren
diferentes individuos e instituciones: 1) la decisión del Pentágono de poner una discreta
placa en el cementerio de Arlington; 2) la actividad del Congreso que culmina en una
"semana de los veteranos" y una serie de programas de ayuda a los mismos; 3) la
generación del concepto "ex- combatiente de Vietnam" y la promoción de un monumento
tangible; 4) una profunda controversia sobre diseños de monumentos no tradicionales o
alternativos por parte de una Comisión de bellas artes; 5) la modificación de este diseño
alternativo para incluir elementos tradicionales; 6) la
reacción pública al monumento; y, finalmente,
extraordinaria y no esperada
7) la controversia, vigente diez años
después, sobre su futura modificación.
En este proceso, se ponen en juego actitudes e intereses distintos. Antes de que
un hecho sea susceptible de conmemoración y de que determinados individuos sean
reconocidos por su implicación en algo
conmemorable, alguien debe entender qué
acontecimientos y personas concretos son dignas de conmemoración, y debe tener
influencia para que otros estén de acuerdo. Los monumentos conmemorativos:
"…son concebidos y construidos por aquellos que desean traer a la conciencia los
acontecimientos y las personas que otros están más inclinados a olvidar" (Wagner
Pacifici y Schwartz, 1991: 382).
Considerar de esta manera los procesos de memoria colectiva, supone entenderlos "como
un proceso de construcción en los que empresarios morales en conflicto, buscan ámbitos
públicos en los que respaldar sus interpretaciones del pasado" (Wagner Pacifici y
Schwartz, 1991: 382). Estas interpretaciones están materializadas en la estructura
simbólica del monumento, pero la “decodificación” de sus significados debe llevarse a
cabo en un momento concreto. Sólo a través del examen del proceso podemos saber
cómo su estructura simbólica expresa y emerge de los valores sociales al recordar la
guerra. Ello justifica ceñir la construcción del caso al momento en el que se negoció su
creación.
A partir de aquí, su objetivo es reproducir e interpretar el contexto en el que se
generó es su objetivo, y ello se lleva a cabo a partir de tres estrategias de rastreo y
análisis de la evidencia: en primer lugar ,una descripción densa del caso específico - una
etnografía que pretende descubrir las "estructuras conceptuales que informan los actos de
nuestros sujetos" (Geertz, 1990: 27)-; en segundo lugar, un análisis de discurso sensible a
19
la inscripción de significados verbales y visuales; y, finalmente, una comparación con los
procesos conmemorativos en distintas partes del país que les permita extraer
conclusiones generales.
Es de especial interés el modo en que se lleva el análisis de lo que denominan el
"discoursivesurround" (el discurso que envuelve un objeto cultural),
atendiendo
sistemáticamente a las narraciones sociales y los gestos que constituyen e interpretan el
objeto cultural en el espacio y en el tiempo. Se asume que hay cosmologías inherentes a
los discursos específicos de los medios de comunicación, de las organizaciones sociales,
políticas y militares, y que éstas incluyen ideas acerca de lo que son los seres humanos y
cómo deben ser representados. El análisis de estos discursos va y vuelve entre las
organizaciones y sus cosmovisiones, tendiendo a palabras y a actos concretos. Los
elementos más micro del lenguaje (abstracto /concreto; uso sintáctico
activo/pasivo;
alegorías/metáforas) pueden ser interrogados para comprender la visión del mundo.
Otro elemento de enorme interés es cómo se trabajan los discursos (en conflicto,
recordemos) a partir de distintas “capas” y de diferentes fuentes de evidencia: desde lo
oficial de los discursos de políticos e instituciones, notas de prensa o debates
parlamentarios hasta el nivel más social a través de los mensajes, objetos, imágenes,
inscripciones, símbolos que la gente común deja al visitar el documento, pasando por los
discursos de los medios de comunicación. Y desde las observaciones directas hasta la
recopilación de objetos vinculados al monumento (banderas oficiales, juguetes,
souvenires, postales etc..).
Finalmente, los autores subrayan que es fundamental advertir que ningún
fragmento de toda la documentación revisada proporciona información relevante en sí
misma. Es el conjunto del material, el cuerpo de evidencia combinado y organizado en
forma de secuencia, lo que revela el proceso en el que se desenvuelve el significado de la
conmemoración. Y es el caso, así construido a través de un proceso y una secuencia de
gran riqueza empírica, el que condensa las evaluaciones morales que se ponen en juego
ante el dilema de conmemorar a los individuos ignorando la causa: una guerra perdida
¿Por qué la conmemoración? ¿Qué nos dice la conmemoración de la guerra de
Vietnam de la cultura y, en concreto, de la cultura política? Al escoger este símbolo
cultural y su proceso de construcción social, Wagner-Pacific y Schwartz trabajan el
carácter conflictivo de la cultura. Esta elección sirve a los autores para abordar el campo
discursivo como algo complejo y multidimensional en el que diferentes “capas” evidencian
diferentes agentes implicados en su producción. Recogen con ello el carácter dual del
20
discurso que hemos visto en Scott (desde arriba/desde abajo) pero más allá; capturan la
diversidad de agentes que juegan en la generación de la cultura política.
4.3. William Gamson, Bruce Fireman y S. Rytina: “Encounters with unjust
authorities"
La selección del tercer caso de análisis no es tampoco arbitraria. El trabajo de W. Gamson
es fundamental en los desarrollos recientes de la sociología política y ha sido clave en la
transposición del enfoque dramatúrgico de ErvingGoffman (Gamson, 1985) al análisis de
la acción política. Sus trabajos son recurrentemente citados en los estudios de cultura
política y de movilización; en concreto, cuando se desarrollan investigaciones empíricas
sobre el discurso público y la construcción de los “marcos” de acción colectivas. En su
célebre trabajo TalkingPolitics (1992) hace un particular uso de los grupos de discusión
para comprender el proceso por el cual los grupos sociales construyen sus propios
marcos de significado desarrollando sentimientos de injusticia y estrategias de acción
conjunta a partir de fenómenos, eventos, situaciones políticas propuestas. Es a través de
esta estrategia como el autor logra generar y recoger discursos colectivos construidos
“sobre la marcha”, a partir de informaciones provistas por los investigadores, y sobre las
que los individuos elaborarán discursos considerando lo que “ya saben” de la política.
Recurre, pues, a un concepto de cultura claramente flexible, entendida como marcos de
significado, pero también como recurso en función del cual la gente escoge, elabora y
opera con los significados, vocabularios, narrativas o códigos disponibles para construir
un marco de injusticia y una estrategia de acción conjunta (un “habría que hacer”).
Una de las ideas que el lector de "Talkingpolitics" extrae es que, aún siendo fuertes
las fuerzas culturales que inhiben la aparición de sentimientos y de potencial para actuar,
el ciudadano no es tan pasivo como los argumentos más convencionales sugieren. La
mayoría ocupa un lugar a medio camino entre la pasividad total y la rebelión. Es en ese
espacio en el que emergen los discursos y prácticas de la resistencia cotidiana (sobre los
que hemos reflexionado con Scott), y, a pesar de que muchas de estas resistencias son
individuales, contribuyen a crear "subculturas" de resistencia que generan ambientes
favorables a la acción colectiva. ¿Cómo capturarlas? Con el fin de indagar algo más en
estrategias de análisis alternativas, presentaremos el caso de “Encounters” como una
“innovación” interesante.
La gran aportación de Goffman a la sociología política fue abrir el terreno
conceptual de la conciencia política y la micro-movilización. Entiende los “encuentros”
21
como verdaderas unidades de análisis y nos enseña a pensarlos como pequeños trozos
de actividad encadenados. Pero el ámbito de la acción política está repleto de estos
encuentros cara a cara (reuniones de reclutamiento en el seno de las organizaciones,
encuentros con los medios, con aliados o con organizaciones de contramovimientos y,
sobre todo, con la autoridades). Encuentros en los que se generan intercambios
simbólicos y discursos. ¿En qué media Goffman ayuda a comprenderlos? Por la vía de la
interacción “cara-a-cara" ya que todas las situaciones se basan en algunos consensos
previos entre los participantes y uno de éstos es la definición de la situación que se ha
proyectado entre ellos. Por consiguiente, desentrañar los micro-eventos que conducen a
la gente a cuestionar el sentido común dado por hecho y los consenso sobre la política, y
comprender cómo los MCM operan enmarcando las noticias sobre eventos y definiendo
las realidades políticas (Gamson, 1982: 615) constituyen para Gamson el principal legado
del “análisis de marcos” (“frameanalysis”).
Un análisis cultural nos dice que el mundo político está enmarcado, que las
noticias sobre acontecimientos no vienen en "crudo". Pero los individuos, dice Gamson,
son "procesadores activos" y, aunque reciben la realidad codificada, son capaces de
decodificarla de distinto modo. Es la vulnerabilidad de estos marcos la que los convierte
en locus del conflicto; una idea que remite a los dos casos presentados con anterioridad y
que se revela fundamental para comprender qué es eso del discurso político en tanto
producto cultural.
Los encuentros cara a cara han de ser analizados por el proceso de interacción y
conflicto simbólico que generan. A partir de este planteamiento goffmaniano, se genera
una propuesta metodológica de analizar “encuentros” como parte de procesos de la
conciencia social y la conciencia política. Con ello se “aísla” la elaboración social de
individuos en situaciones dadas, en las que se entra en conflicto y son modificadas y
redefinidas.
En 1984, la transformación de marcos a través de los encuentros fue el objeto de
estudio de Gamson y sus colaboradores. En los encuentros con las autoridades hay una
"definición legítima" o un "marco legítimo" que puede ser desafiado
definiciones". Se trata de
por "nuevas
capturar el modo en que episodios/encuentros concretos
rompen la hegemonía del marco legítimo y los “resistentes” tienen que adoptar un marco
alternativo. Por ello, en lugar de capturar marcos de injusticia a partir de problemas ya
existentes (i.e energía nuclear, cierre de servicios de atención primaria etc…) como harían
en 1990, generan “situaciones ready-made” de injusticia. Una estrategia experimental en
22
la que se asumen riesgos con resultados interesantes. No se les ofrece a los individuos la
historia de una injusticia sino que se les pone en una situación injusta y autoritaria para
comprender cómo se rompe la legitimidad del marco consensuado y se abre un proceso
de definición de lo injusto y de reacción, sometimiento o pasividad ante la misma. Son
encuentros construidos de manera experimental siguiendo los experimentos de los
psicólogos sociales S. Milgram (1974)
y P. Zimbardo (1972) sobre la autoridad y la
obediencia.
La estrategia consiste en fabricar los “encuentros” no cómo grupos de discusión
convencionales, sino como situaciones forzadas en las que se configura un sistema de
autoridad en la que se implican individuos que han decidido cooperar voluntariamente en
una convocatoria pública. Los participantes tienen que juzgar una situación, han firmado
su consentimiento y son supervisados por una autoridad. En el curso de los
acontecimientos, las condiciones se transforman y los participantes se enfrentarán a un
supervisor injusto y autoritario. Esta situación prefabricada permite a los investigadores
observar cómo en el proceso de interacción individual y colectiva se produce el
acatamiento o la deslegitimación de lo que se les ofrece de forma autoritaria.
Su análisis les lleva a distinguir algunas situaciones recurrentes: 1) aceptación
(actúan de acuerdo con lo pautado por el sistema de autoridad);
2) evasión (no se
enfrentan a la autoridad pero tampoco hacen lo que se les pide de modo correcto); 3)
disenso (los participantes presentan objeciones de manera pública y abierta criticando o
denunciando el comportamiento); 4) resistencia (los participantes rechazan activamente
hacer lo que se les pide; 5) lucha (los participantes entran en acción orientados a
objetivos con el fin de frenar a las autoridades en su intento de imponer algo que se
entiende injusto).
4.4. Ann Swidler:“Talk of love: How culture works”
La noción clásica de A. Swidler, que ya ha sido mencionada, es la que identifica la cultura
con una "caja de herramientas" (tool-kit) vinculándola directamente a su práctica. Esta
propuesta ha sido profusamente utilizada en los estudios de movimientos sociales en
tanto que permite abordar el análisis de las estrategias de acción como repertorios
culturales. Ello es ciertamente útil para el estudio de la cultura política si la entendemos
como el conjunto de recursos con los que comprender una realidad política, manejarla,
justificarla y recordarla.
23
“Talk of Love” (2003) es interesante en primer lugar porque, tal y como hemos
desarrollado, su concepto de la cultura es flexible, abierto, “agent-friendly”. Pero, además,
es una propuesta que demuestra gran creatividad al elegir un tema de trabajo que, siendo
aparentemente “frívolo”, logra, sin embargo, resultados de gran enjundia teórica. Elegir la
cultura del amor en la clase media puede parecer de escaso interés para el tema que nos
ocupa y sin embargo, esta capacidad para “hacer de lo familiar lo extraño” es una de sus
aspectos más interesantes:
“el amor es tan social y tan cultural que se convierte en el mejor lugar para
comprender la cultura en acción: "loveis a perfect place tostudy culture in action"
(2003:2).
En este trabajo, A. Swilder se plantea cómo usa la gente la cultura y cómo influye ésta en
la acción. Se aproxima al modo en que grupos concretos –la clase media estadounidense
- piensan y hablan del amor. Y lo hace con el propósito de explorar aspectos más amplios
de la cultura y de su significado: cómo funciona de hecho la cultura cuando la gente la
lleva al centro de su experiencia cotidiana y cómo la conecta con la acción; cómo
argumentan y usan las personas sus ideas del amor cuando tratan de resolver problemas.
En definitiva, se trata de comprender no sólo "qué" piensan del amor sino "cómo" piensan.
Explorar el modo en que la cultura es apropiada, movilizada y vinculada a la experiencia
(2003: 5)
Este planteamiento, eminentemente práctico lleva al postulado de que la cultura es
diversa en su contenido y en el modo de movilizarla "no hay simplemente culturas
diferentes. Hay maneras diferentes de movilizar y usar la cultura, distintos modos de
vincular la cultura a la acción" (Swidler, 2003:23). Por esta razón, el mejor modo observar
la cultura como repertorio es examinando situaciones en que la gente moviliza distintas
partes del repertorio a la vez.
El trabajo, de gran contenido teórico es ilustrado combinando narraciones de los
entrevistados
en relación con el romance, el matrimonio y el divorcio, con el fin de
argumentar que cultura funciona dando forma a cómo se entiende el amor. La justificación
del trabajo de campo está elaborada con gran detalle y se basa en entrevistas biográficas.
Según la lógica de "bola de nieve", se llevaron a cabo un total de 88 entrevistas a
norteamericanos de clase media en California. Pero se entrevistó también a expertos y a
distintos tipos de parejas (casadas, divorciadas, casadas en segundas nupcias etc..)
24
Swidler examina cómo las personas usan distintos significados para comprender e
interpretar sus propias situaciones. Examina por qué la gente a la que entrevista
continúan invocando mitos e imágenes de Hollywood a la vez que tienen una imagen
escéptica del ideal romántico. Revisa cómo sus entrevistados recurren al imaginario
colectivo de una “historia del ideal del amor”, y a la vez a visiones alternativas mucho más
realistas y prosaicas. La naturaleza "contradictoria o conflictiva" del repertorio –que posee
paralelismos con el matrimonio como institución y relación, conjunto de esquemas y
proceso- confirma que es posible pensar y actuar de manera dual (mítica y prosaica). Al
considerar a los argumentos, más o menos razonados, que elaboran los entrevistados, los
descubre trabajando sobre sus repertorios, probando distintas lógicas y preocupándose
poco sobre la coherencia de los mismos. También advierte que algunos desarrollan sus
argumentos más que otros, y que dos personas con repertorios similares pueden variar
significativamente en el modo en que establecen sus puntos de vista. A partir de todo ello,
la autora avanza en la definición de algunos conceptos clave: "un repertorio cultural
permite a la gente moverse en situaciones, buscando los términos en los que orientar la
acción en cada situación. Al mismo tiempo, el imaginario cultural es usado de alguna
manera como los murciélagos usan las paredes de las cuevas para ubicarse a partir del
eco. Los murciélagos saben dónde están haciendo rebotar los sonidos que emiten los
objetos que hay a su alrededor. De la misma manera los individuos se orientan en parte
haciendo rebotar sus ideas en las alternativas culturales que hay en el ambiente" (Swidler,
2003:30).
Presentar Talk of Love como “caso” es relevante a nuestra argumentación porque
la teorización de la cultura es enormemente sofisticada más allá del caso. El trabajo de
Swidler, si es interesante para el estudio del amor, lo es mucho más por su capacidad
explicativa de cómo opera la cultura y cómo los individuos interpretan los elementos de la
cultura más general para formular, desarrollar y justificar sus propias estrategias de
acción. Además, los esfuerzos -evidentes en el propio texto - por no descuidar la
metodología y reflexionar sobre sus aspectos más complejos lo convierten en un referente
de interés metodológico.
Su técnica de recogida de datos es la clásica entrevista biográfica, pero la
inclusión de discursos expertos y la provisión de materiales, historias o estereotipos de la
cultura popular para indagar en las representaciones del amor permiten evidenciar la
reconstrucción de la propia historia y la selección de elementos de la cultura
para
interpretar, reconstruir, justificar la propia biografía. Por esta razón, se convierte en un
25
referente metodológico cuando se trata de abordar el estudio de los discursos públicos
como elementos de la cultura.
5. Notas para una estrategia de Indagación
¿Qué podemos aprender de estos ejemplos? ¿Hasta qué punto logran desentrañar la
complejidad del modo en que operan las culturas políticas en las sociedades
contemporáneas? ¿En qué medida pueden considerarse como guías metodológicas para
el estudio de las culturas y de los discursos públicos?
En este último apartado, trataremos de dar respuesta a estas preguntas. Para ello,
comenzamos afirmando que, a pesar de la diversidad de objetos de estudio y de
estrategias de análisis adoptadas, los ejemplos seleccionados comparten precisamente la
voluntad de diseñar nuevas propuestas para superar las restricciones de las tradicionales
metodologías del ya “viejo” giro cultural. Al mismo tiempo, aunque se centran en casos
10
muy limitados , sus autores se esfuerzan por dar respuesta a la máxima de A. Swidler
con la que comienza este texto: enfrentarse a la dificultad de encontrar la cultura. Y ello
implica también afanarse por incorporar algunas de las contribuciones del renovado
análisis cultural, más allá del “giro lingüístico” y del “conocimiento local”.
En este sentido, las preocupaciones tradicionales por el estudio del poder, la
hegemonía y la resistencia, y por el modo en que se concretan y transforman las lógicas
de acción política en las sociedades contemporáneas no se abandonan, sino que se
retoman desde una perspectiva común. El primer rasgo de esta visión compartida ha sido
mencionado en diversas ocasiones a lo largo de las páginas anteriores: la concepción
lingüística de la cultura –y por lo tanto de los instrumentos para aprehenderla- se matiza.
No puede negarse que en todos estos estudios el peso de la dimensión discursiva y
narrativa de la vida social es muy significativo, lo que explica la relevancia que se presta
al estudio del vocabulario y a las técnicas de análisis del discurso. No obstante, es
necesario hacer dos precisiones al respecto. En primer lugar, en todos los casos
prevalece el interés por analizar culturas y discursos situados, enmarcados en sus
contextos sociales. La cultura se contempla “en acción”; es decir, se destaca la forma en
que se ponen en práctica los discursos, los marcos culturales o las estrategias narrativas.
Y ello supone también que los conceptos de discursos y narrativas desborden los límites
10 Salvo en el caso de la obra de J. Scott, todos los demás trabajos que hemos seleccionado
podrían bien ser calificados como microsociológicos.
26
del lenguaje verbal o escrito para aplicarse a una amplia gama de formas que enmarcan
las acciones individuales y colectivas.
Sobre estas bases, estos trabajos se centran en la construcción de las culturas en
las prácticas sociales y el modo en que éstas operan, no sólo atribuyendo significados al
mundo que nos rodea sino, sobre todo, contribuyendo a definir las posibles líneas de
acción de los actores. Por ello, todos ellos vuelven a indagar en las relaciones entre
estructura y agencia. No obstante, las distintas estrategias adoptadas se diferencian, en
primer lugar, por el mayor o menor grado de agencia que se concede a la cultura (a los
marcos culturales, a los discursos). Y, en segundo lugar, discrepan también de acuerdo
con el peso concedido a los elementos estables, duraderos de las culturas –en la línea de
los trabajos de la corriente neo-durkheimiana- frente a la mayor flexibilidad y variación de
aquellos que entienden las prácticas de los actores en términos de “bricolaje cultural”.
En este mismo sentido, en todos nuestros ejemplos predomina una concepción
compleja de los marcos culturales. Se insiste, además, en la inevitable innovación y en los
cambios que sufren dichos marcos en la medida en que son empleados por actores muy
diversos que deben enfrentarse en sus vidas cotidianas a entornos cambiantes y a
problemas complejos. Aunque no se abandonan los elementos más estables de las
culturas –claramente perceptibles, por ejemplo, en el peso de las memorias compartidas y
en el recurso a géneros narrativos establecidos- todos los autores enfatizan los usos
innovadores que hacen los actores de los viejos y nuevos elementos de las culturas, las
contradicciones con las que los emplean, así como sus resistencias. En consecuencia, la
innovación y el cambio predominan frente a la tradicional concepción de la consistencia y
perduración de las culturas políticas.
Pero trabajar con una concepción laxa y cambiante de la cultura política tiene
también sus costes. En todas las obras analizadas es patente que sus autores son
conscientes de “estar en la cuerda floja” desde el punto de vista teórico. Asumen el riesgo
de rechazar buena parte de las viejas certidumbres, al tiempo que “tiran hacia adelante”
con el propósito de lograr, por medio de una sociología aplicada de las prácticas
culturales, contribuir a un mayor rigor teórico y conceptual en este campo.
Con el fin de lograr estos objetivos -captar el modo en que operan los discursos
públicos, la manera en que las culturas intervienen en la acción-, optan entre dos posibles
estrategias. La primera de ellas centra el análisis en momentos de crisis, en situaciones
en las que, por diversas razones, estalla un conflicto público significativo. A su vez, esta
estrategia se aplica de dos formas distintas. Una primera posibilidad es detectar
27
momentos de incremento del debate público en respuesta a un determinado
acontecimiento, normalmente resultado de la aplicación de una decisión política con un
impacto significativo en la vida pública. El ejemplo más claro de esta primera opción es el
trabajo de Wagner-Pacifici. En este caso, en la medida en que se puede delimitar con
precisión la génesis, desarrollo y desenlace del conflicto, es posible seguir con mucho
detalle la evolución de los debates, las voces –armónicas o cacofónicas- de los distintos
actores implicados en ellos, las etapas del conflicto, sus puntos de inflexión y la huella que
deja su desenlace. Quizá esta opción sea la más efectiva para captar el complejo juego
de interrelaciones de los tres niveles del discurso público que hemos mencionado en
páginas anteriores (el discurso “desde arriba”, el discurso “desde abajo” y las mediaciones
de los medios de comunicación). La segunda posibilidad es provocar una crisis, un
conflicto, por medio de un experimento. Como tuvimos ocasión de comprobar con
anterioridad, ésta fue la elección de W. Gamson y de su equipo. Se recupera, así, una
técnica de análisis muy poco utilizada en reciente el análisis socio-político, pero que
posee una larga historia en la investigación social aplicada.
El experimento está
destinado a provocar un conflicto que el participante no puede evitar. En este caso, se
crea una situación ficticia, pero extrema, en la que el individuo se ve obligado a poner en
juego sus propias concepciones de justicia y de autoridad. El entorno controlado del
laboratorio permite a los investigadores analizar con extremado detenimiento las distintas
formas en que las personas se enfrentan al conflicto a través de sus reacciones,
resistencias y discursos.
La segunda estrategia puede parecer más arriesgada o incluso, a primera vista,
más desconcertante. En esta ocasión, se opta por alejarse lo más posible de cualquier
tipo de conflicto o debate que afecte a la vida pública. Por ello, se elije un caso de estudio
en el extremo opuesto de los dos trabajos que acabamos de mencionar. En el trabajo de
J.Scott, el hilo conductor de toda su investigación es preguntarse por lo que ocurre
cuando aparentemente no existe nada más que una dominación extrema. Es decir, en
aquellos casos que el análisis político convencional consideraría como ejemplos máximos
del triunfo de un único discurso dominante y hegemónico. Pero la apuesta de Swidler es
aún si cabe más radical en la medida en entiende que el estudio de las concepciones
sobre el amor, del modo en que las personas hablan de él -una cuestión en apariencia
estrictamente confinada al ámbito privado- le permite seguir avanzando en su larga línea
de trabajo sobre “la cultura en acción”.
28
La apuesta de ambos autores se traduce en una búsqueda de lo que Scott
denomina la “infrapolítica”. Observan lo que ocurre entre bambalinas, haciendo hincapié
en el juego de espejos y en las prácticas de ocultamiento y de disfraz. Ello les lleva a
centrarse en narraciones y prácticas sociales alejados de los ámbitos clásicos de la vida
pública.
Pero, sea cual fuere la estrategia elegida, lo que caracteriza a estas cuatro
investigaciones es la extrema libertad con la que los autores recurren a todas las fuentes
disponibles que proporcionen información relevante para sus casos. Por ello, entienden
que es necesario buscar los fragmentos que componen las “culturas en la práctica” no
sólo en los discursos explícitos de los actores sobre cuestiones de interés común, sino en
aquellos que se formulan en muchos otros lugares y experiencias de su vida cotidiana:
chistes, rumores, folklore, literatura, artes plásticas…
Aún así, existen dos tipos de
discursos que destacan en sus trabajos. En primer lugar, están los “discursos practicados”
a través de acciones concretas realizadas en espacios determinados. Por consiguiente,
las técnicas etnográficas adquieren una particular relevancia. Y, además, no sólo emplean
la observación participante sino que también analizar todo tipo fuentes que proporcionen
11
descripciones de este tipo de prácticas . En segundo lugar, se trata de captar por
distintos medios los discursos ocultos,
no expresados públicamente por diferentes
razones. Como ya hemos afirmado con anterioridad, la búsqueda se lleva a cabo en
textos o expresiones que aparecen en ocasiones y contextos aparentemente ajenos al
tema analizado (cuentos infantiles, canciones, películas..).
En definitiva, estos autores recurren a todo aquello que pueda ‘hablar’ al
investigador en los diversos contextos sociales que entienden relevantes para captar la
“cultura en acción”. Y, en esta misma línea, sacan partido a todas las posibilidades que
ofrecen las técnicas de investigación cualitativa. Predomina una actitud pragmática y al
tiempo bastante heterodoxa que justifica que lleven al extremo el análisis textual –
narrativo, de discurso- sobrepasando muchas de las precauciones y límites de las teorías
más convencionales y asentadas de análisis del discurso. En consecuencia, bien puede
afirmarse que trabajan desde una perspectiva teórica y metodológica compleja,
innovadora y, por qué no decirlo, sumamente arriesgada.
11 Este es el caso, por ejemplo, de los distintos tipos de relatos sobre los carnavales que emplea
Scott en su trabajo. De la misma manera, Swidler recurre a los modelos del amor que transmite la
cultura popular, la literatura romántica o los estereotipos de Hollywood.
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